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jueves, septiembre 19, 2024

Luis Ortiz, el hijo del censor Paco El Tijeras que animó Marbella con Los Chorys: fiestas locas, 15 vueltas al mundo y 50 millones de herencia

Hoy, todos los obituarios hablan de la
muerte de Luis Ortiz, ex marido de Gunilla von Bismarck
, el personaje más retratado de la época dorada de Marbella y bisnieta del príncipe Otto von Bismarck, el hombre que logró la unidad de Alemania y que pasó a la historia como el «Canciller de Hierro». Sin embargo, a pesar de la tristeza que supone la desaparición del que fuera la salsa de todas las juergas
a consecuencia de un cáncer de próstata a los 74 años en un hospital de la Costa del Sol, todos también glosan su particular forma de vivir.

Es inevitable, porque navegó por la existencia disfrutando de cada instante como los hedonistas, bebiéndosela sorbo a sorbo, exprimiendo cada noche como el que apura un limón hasta doblar el tenedor. Entendió lo que para algunos es un valle de lágrimas como
una larga fiesta que ha durado más de siete décadas. Hasta que ayer se acabó. No ha estado nada mal.

En él se cumplía esa máxima que sostiene que de un padre conservador sale un hijo libertino. El suyo, Francisco Ortiz, también conocido como
Paco El Tijeras, fue censor del Régimen en TVE. Serio e implacable, por la mañana trabajaba en la Junta Central de Censura y, por las tardes, revisaba los guiones, el vestuario y controlaba las grabaciones de la pública. No se le pasaba ni un canalillo.

Como resulta lógico, muchos de los trabajadores o artistas invitados se las arreglaban para meterle algún gol, especialmente cuando a
María Jiménez
se le cayó la rumba erótica de entre las enaguas y Rocío Jurado presumía de do de pecho. Al parecer, sólo hubo una artista que le plantó cara. Esa fue Nati Mistral, amiga de la esposa de Franco, Carmen Polo: «La flor se la pone usted en los huevos», respondió la tonadillera cuando éste le indicó que se tapara el escote.

Una herencia de 50 millones de dolares

Luis Ortiz tenía otros nueve hermanos y llegó a Madrid siendo muy joven procedente de Sevilla. Estudió en el colegio Claret de la capital, donde conoció a
Yeyo Llagostera, hijo del médico Rogelio Llagostera, quien había hecho fortuna al fundar sus propios laboratorios, donde producían desde el espray antiinflamatorio Reflex a las pastillas Strepsils. Hicieron migas enseguida.

En 1970, Yeyo no estaba seguro de
seguir los pasos de su progenitor, fallecido dos años atrás, y, antes de enrolarse en la carrera de Medicina, prefirió dar la vuelta al mundo en busca de los mejores negocios para importar a España.

Su padre le había dejado la nada despreciable fortuna de
50 millones de dólares. Tras unas azarosas andanzas en Estados Unidos, Luis Ortiz, que ya había sido relaciones públicas del Picadilly, un «night club» de la ciudad, se apuntó a la aventura que le propuso su amigo.

Luis Ortiz y Gunilla von Bismarck fueron los reyes de marbella en su época más dulce.

Luis Ortiz y Gunilla von Bismarck fueron los reyes de marbella en su época más dulce. /

GTRES

Pero, no se embarcaron solos: ficharon a Jorge Morán, hijo del actor Manolo Morán, protagonista de «Bienvenido, Mr. Marshall», y al especialista de cine Antonio Arribas, conocido por sus relaciones sentimentales con algunas de las mujeres más famosas de España. A saber: Lolita Flores, Carmina Ordóñez y Linda Christian, la madre de Romina Power. «Éramos como los mosqueteros franceses. Teníamos el mismo lema: ¡Todos para uno y uno para todos!», contaba recientemente Yeyo Llagostera a Mujerhoy cuando le preguntamos cómo le explicaría a un millennial
quiénes fueron Los Chorys
.

Antes de que se convirtieran en los mejores animadores de las cálidas noches marbellíes, se propusieron viajar por el globo. La primera parada fue Nueva York, pero también visitaron San Francisco, Los Ángeles, Bangkok, Honolulu, Nueva Delhi, Londres…
Y no se gastaron todo el dinero. Todavía les duró 20 años más.

A la vuelta, montaron su primera empresa:
el club de playa Rodeo Beach. En Marbella, obvio. «Para la inauguración trajimos una escuela de samba desde Río de Janeiro. La cola de coches para ver el espectáculo era kilométrica. Esa noche pude bailar con la emperatriz iraní Soraya Esfandiary y comprobé que la tristeza en sus ojos era real», me contó Yeyo Llagostera.

Pepa Flores, junto a Yeyo y Jorge Morán a su derecha.

Pepa Flores, junto a Yeyo y Jorge Morán a su derecha. /

cortesía

Aquel fue el primer hito de Los Chorys —que adoptaron este nombre porque Jorge Morán, «un cachondo», llamaba así a quien no conocía—, pero no fue el único. «No había una celebración a la que no nos invitaran. Hacíamos reír a todo el mundo. ¡Y sin hacer daño a nadie!». A aquella primera vuelta al mundo le siguieron, al menos, otras 14 más. Tras el club de playa Rodeo Beach, continuaron agitando la escena de
la «jet set» marbellí
con otras ochos discotecas y un restaurante: el PJ, que trajeron desde Nueva York y abrieron en Puerto Banús.

El general Fulgencio Batista, expresidente de Cuba, murió justo al salir del local. Llegó a casa y falleció en ese mismo instante. Se había comido una langosta de dos kilos. Algunos de los astros que orbitaron en torno a ellos estaba ni más ni menos que
Jimy de Mora y Aragón
, hermano díscolo de la reina Fabiola de los Belgas, quien entretenía a la intelectualidad con un piano y su monóculo. «Decía que éramos sus sobrinos», relató Llagostera.

Marbella y su época dorada

En los setenta y ochenta, Marbella era la meca de mandatarios, reyes, artistas y aristócratas llegados de todas partes del planeta atraídos por
el príncipe Alfonso de Hohenlohe
, quien transformó aquel rincón de la costa malagueña en un refugio para la élite europea al erigir el
Marbella Club, un motel de carretera
que comenzó trayendo la carne en avión que encomendaban al carnicero del Ritz de Madrid y, 70 años después, es un referente del lujo.

José Banús, empresario adepto al Régimen, que había fundado en Madrid los barrios del Pilar y de la Concepción,
levantó Puerto Banús, donde atracaba Don Juan para recibir la pleitesía de los monárquicos nostálgicos y donde Adnan Kassoghi tenía su fascinante Nabila, para el que se tuvo que ampliar un espigón.

Además de su parte lúdica y empresarial, Los Chorys fueron
tildados por la prensa de «playboys» recalcitrantes. «No me gusta nada esa palabra. Yo era el que menos ligaba, pero, cuando se daban cuenta de que era el que tenía la pasta, se venían conmigo», contaba Yeyo Llagostera, quien comparte su vida desde hace más de 20 años con Karine Maeck, la relaciones públicas mejor relacionada de la Costa del Sol.

Los Chorys, en un festival benéfico de Marbella.

Los Chorys, en un festival benéfico de Marbella. /

cortesía

Para no tener buena suerte, Yeyo, tal y como cuenta en su libro «Locura de vivir», tuvo sus amoríos con Cristina Macaya, Taryn Power, hija de Tyrone Power y Linda Christian, o Sandra Gamazo Hohenlohe, hermana de Anna, la esposa del financiero Juan Abelló. Tampoco le fue mal a Luis Ortiz, nuestro protagonista. A principios de los 70, Los Chorys convirtieron el legendario Champagne Room del Marbella Club, la estancia favorita de
Brigitte Bardot
, en su «sanctasanctórum».

En 1971, los ojos «de bambi» de Luis se cruzaron con los de Gunilla. Se hicieron novios en 1972 y se casaron seis años después, en 1978, en una boda que duró tres días y que contó con la asistencia de los actuales reyes de Suecia en el castillo de Friedrichsruh, propiedad de la dinastía en Schleswig-Holstein (Alemania). Ella, la reina Silvia, es la madrina de bautismo de
su hijo Fran, fundador de Tuenti y quien ha sido padre de dos hijos, a los que Luis estaba muy unido y con los que practicaba uno de sus deportes favoritos: el golf.

Famosas son las idas y venidas conyugales de Luis y Gunilla, quienes tras su enlace se establecieron en Marbella, aunque viajaban a los predios de ella en Alemania, Suiza y Brasil. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, siguieron siendo amigos y han estado juntos hasta el fallecimiento de Luis. Como la gran fiesta que ha sido su vida,
el dinero de Yeyo se acabó un buen día. Los negocios no funcionaron por lo evidente. La muerte golpeó por primera vez al grupo en 1994 con la desaparición de Antonio Arribas.

La ilusión de Yeyo era organizar en 2020 una gran fiesta conmemorando los 50 años de su creación. Sin embargo, la pandemia lo impidió. Hace unas semanas, cuando charló con nuestra revista, se mostraba entusiasmado con poder festejar la efeméride alguna vez. «¡Queda pendiente! Cualquier día de estos, nos animamos los que quedamos y la liamos.» No podrá ser. O sí. Yeyo, al igual que Luis Ortiz, sabe que
la mejor fiesta… es la que nunca acaba.

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