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martes, junio 24, 2025

Un reciente estudio reescribe la historia de las cuevas de Altamira: las pinturas serían más antiguas de lo que se pensaba

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Un nuevo análisis científico redefine la historia de las cuevas de Altamira y propone una nueva datación. Explora la conexión entre los primeros sapiens y su arte rupestre.

Altamira

Recreación fantasiosa de un bisonte. Fuente: Midjourney/Erica Couto. Imagen de un bisonte de Altamira. Fuente: Museo de Altamira/D. Rodríguez/Wikimedia


– Bisontes

Erica Couto


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El nombre de Altamira evoca, desde su descubrimiento en 1879, la idea misma del arte rupestre europeo. En un reciente estudio, un equipo internacional demuestra que parte de ese legado pictórico es todavía más remoto de lo que creíamos. La nueva investigación, publicada en Journal of Archaeological Science, adelanta la cronología de varias figuras del famoso techo de los policromos hasta fechas cercanas a los 33.000 años.

Esta nueva datación obliga a reinterpretar la evolución del simbolismo paleolítico en la cornisa cantábrica y, por extensión, en toda la Europa occidental. Más de un siglo de controversia, conservación y análisis convergen ahora en un relato nuevo que conecta a los primeros sapiens ibéricos con una compleja tradición gráfica en la que conviven signos abstractos y figuras naturalistas mucho antes de lo supuesto. A continuación, examinaremos la metodología que ha permitido refinar las dataciones U/Th y las implicaciones de este hallazgo para el estudio de la prehistoria.

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Techo de los policromos de Altamira. Fuente: Ministerio de Cultura, Gobierno de España

El debate cronológico de Altamira

Del escepticismo decimonónico a las primeras dataciones

Cuando los pioneros Marcelino Sanz de Sautuola y Juan Vilanova y Piera publicaron las pinturas de Altamia, la comunidad académica reaccionó con incredulidad. ¿Cómo era posible que tales representaciones fuesen preshistóricas? Se las tildó, por tanto, de falsificaciones. La polémica se prolongó hasta que Émile Cartailhac, arqueólogo que había puesto en duda la veracidad de las pinturas, se retractó públicamente en 1902. Esto permitió una aceptación gradual del arte paleolítico. Con ese cambio de postura, llegaron los primeros intentos de fijar las edades absolutas de los restos de la cueva a partir de los huesos y los carbones asociados a los suelos arqueológicos.

A principios de los años 90 del siglo XX, los laboratorios de Gif-sur-Yvette y Oxford aplicaron radiocarbono a los restos de carbón pigmentado. Los resultados situaron la mayoría de las figuras en el Magdaleniense (ca. 14.000 a 13.000 a C.). Se estabeció, por tanto, un consenso provisional, pero frágil, ya que el método solo databa el combustible, no el momento exacto de la pintura.

La controversia de la datación por serie U

La verdadera revolución llegó en 2012, cuando un equipo de investigación aplicó la serie U a las costras calcíticas superpuestas a los trazos rojos. Algunas de aquellas mediciones arrojaron mínimas de más de 35.000 años, sugiriendo una ocupación artística en el período aurignaciense. Sin embargo, otras voces científicas, como Jean Clottes o Anne Pons-Branchu, advirtieron que el sistema abierto de la calcita podía falsear edades si existía movilización de uranio o torio tras la deposición.

El debate se intensificó cuando otros autores extrapolaron la técnica a los motivos abstractos hasta el puntode atribuirlos incluso a las poblaciones neandertales. Se exigieron controles independientes, correcciones más finas del torio detrítico y, sobre todo, replicar las fechas en laboratorios sin conflicto de intereses. Ese triple reto ha definido el nuevo trabajo que, firmado por Qingfeng Shao y su equipo, se ha dado a conocer en las páginas del Journal of Archaeological Science.

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Techo de los policromos de Altamira. Fuente: Ministerio de Cultura, Gobierno de España

El proyecto FIRST ART y la nueva campaña de dataciones

Una metodología refinada

Para verificar la datación de las pinturas de Altamria, los investigadores tomaron costras carbonáticas de tres puntos del techo de los policromos y de un motivo claviforme del pasaje intermedio. Cada muestra se analizó por ablación láser y espectrometría de masas, aplicando un factor (²³⁰Th/²³²Th) medio de 0,862 ± 0,127 derivado de sedimentos locales, lo que permite descontar con mayor precisión la fracción detrítica. Paralelamente, se cotejó la integración de uranio para descartar comportamientos de sistema abierto y se contrastaron los datos con la petrografía de cada costra.

Esta prudencia metrológica busca responder con rigor a las críticas vertidas contra el estudio de 2012, de manera que se refuerce la fiabilidad de las edades resultantes y se ofrezca un marco de estudio replicable en otras cuevas cantábricas.

Datos reveladores del techo de los policromos

La costra ALT22-SP1B, asociada a un claviforme, proporcionó una edad mínima de 32.790 ± 4830 años. Las muestras ALT20-SP03 y SP04, superpuestas a dos caballos rojos, registraron 22.600 ± 70 y 32 020 ± 170 años, respectivamente. Estas cifras confirman que los animales policromos no son el único testimonio temprano del arte rupestre de la cueva: los signos abstractos ya estaban allí desde las primeras fases del Gravetiense. El lapso revela que la cueva se habitó, en lo que respecta a las manifestaciones artísticas, durante más de diez milenios.

El patrón resultante combina símbolos, animales naturalistas y sobrepintados negros magdalenienses en un diálogo gráfico de larguísima duración, que la iluminación tenue del techo de los policromos conserva como estratos visuales superpuestos.

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Techo de los policromos de Altamira. Fuente: Ministerio de Cultura, Gobierno de España

Consecuencias históricas y artísticas

Convivencia de símbolos y figuras

Hasta hoy, en la historia del arte rupestre predominaba la idea de linealidad evolutiva.: primero se habrían ejecutado grafismos sencillos; luego, fauna realista cargada de volumen; por último, las escenas narrativas. La nueva datación demuestra que la alternancia entre lo abstracto y lo figurativo se dio de manera simultánea desde los albores del Paleolítico superior. El estudio, por tanto, desmonta la noción de un progreso estilístico simple.

Este hallazgo enlaza Altamira con otros enclaves de cronología semejante, como Chauvet o El Castillo, donde los puntos y las manos aparecen junto a rinocerontes o bisontes esgrafiados. La coexistencia de estilos sugiere que nos encontramos antes comunidades versátiles, capaces de escoger entre códigos visuales distintos según el contexto ritual, funcional o identitario. Esta versatilidad solo puede explicarse a través de redes sociales complejas y unos ricos niveles de cognición simbólica.

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Bisonte de Altamira. Fuente: Museo de Altamira/D. Rodríguez/Wikimedia

Reescribir el Paleolítico ibérico

Con ejemplos artísticas cuya datación roza los 33.000 años, Altamira se sitúa en la frontera entre el Aurignaciense y el Gravetiense, en tiempos marcados por la expansión del Homo sapiens por Europa. Así, la Península Ibérica deja de ser un receptáculo tardío de innovaciones artísticas para convertirse en un polo temprano de experimentación gráfica. Todo ello obliga a revisar la dispersión de estilos y la evolución de las tecnologías pictóricas, incluida la preparación de hematites y manganesas empleadas en los rojos del techo.

La revalorización cronológica fortalece también la dimensión patrimonial de la cueva. Se justifican así los estrictos cupos de visita implantados desde 2002 y subrayando la necesidad de monitoreo ambiental continuo para legar este registro a generaciones futuras.

La nueva serie de dataciones U/Th, corroborada por controles independientes, confirma que Altamira es aún más antigua y compleja de lo que proponían los estudios clásicos. Al adelantar la cronología de signos y caballos rojos, el proyecto FIRST ART derriba la secuencia lineal tradicional y evidencia una superposición de discursos gráficos a lo largo de milenios.

Referencias

  • Shao, Qingfeng, et al. 2025. «Art in red: New dates for paintings in the Cave of Altamira, Santillana del Mar, Spain». Journal of Archaeological Science, 179. DOI: https://doi.org/10.1016/j.jas.2025.106235

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