▲ Las misivas, dirigidas a una mujer de alta sociedad en París, estaban sepultadas entre archivos de una biblioteca municipal y serán objeto de una exposición en Besançon.Foto Afp
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Periódico La Jornada
Jueves 28 de noviembre de 2024, p. 6
Besançon. El pintor francés Gustave Courbet (1819-1877) es conocido ante todo por su cuadro El origen del mundo (1866), que despertó escándalo al representar un sexo femenino, y ahora esa reputación queda reforzada con un centenar de cartas de alto voltaje erótico que envió durante años a una parisina y que acaban de salir a la luz.
Las misivas estaban sepultadas entre archivos de una biblioteca municipal y serán objeto de una exposición en Besançon (este).
La correspondencia corre entre noviembre de 1872 y abril de 1873 entre Courbet y Mathilde Carly de Svazzema, mujer de alta sociedad en París que había sido abandonada por su marido.
El pintor le mandó 25 cartas y Mathilde le contestó con 91, hasta que la relación se agotó sin haberse nunca consumado físicamente. Aunque por el tenor de la correspondencia, no les faltó imaginación: Querida P…, sabes que daría no sé qué en este momento por chupar tu c…, morder tus pelos dorados, tu c… y devorar tus grandes pezones puntiagudos
, escribe Courbet, antes de redactar un fragmento aún más atrevido.
Mathilde no se queda atrás: Tendré mi c… listo para recibir las sensaciones que te plazca hacerle experimentar
, le responde.
Courbet era un pintor realista, partidario de la Comuna revolucionaria que incendió París entre 1870 y 1871.
Cuando inició esta relación epistolar con la parisina se encontraba deprimido y enfermo, ya que el fracaso de la Comuna lo arrastró en la desgracia y era mal visto por las autoridades.
Son las únicas cartas conocidas de Courbet con contenido erótico
, destaca Henry Ferreira-Lopez, director de las bibliotecas municipales de Besançon. A su juicio, los textos revelan mucha sensibilidad y (una) concepción muy moderna de las relaciones entre hombres y mujeres
.
Los textos fueron legados a una biblioteca pública hace aproximadamente medio siglo. Quedaron ocultos entre los archivos, hasta que hace un año una bibliotecaria, Agnès Barthelet, los descubrió.