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miércoles, noviembre 6, 2024

El bicho bola: un crustáceo terrestre único

El bicho bola contribuye a la salud del suelo al descomponer materia orgánica en ambientes húmedos. Su capacidad para enrollarse y su dieta de desechos lo convierten en un curioso y útil elemento en los ecosistemas.

Oniscídeo. Foto de Jorge Urosa: https://www.pexels.com/es-es/foto/macro-crustaceo-invertebrado-enfoque-selectivo-7736307/

Carlos Lobato


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Carlos Lobato

Biólogo, profesor de educación secundaria y divulgador científico


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Los bichos bola, también conocidos como cochinillas de la humedad, son unos crustáceos terrestres pertenecientes al suborden de los oniscídeos (Oniscidea). Llaman mucho la atención, sobre todo de los niños, por su habilidad para enrollarse en forma de bola al ser tocados. Aunque a menudo se los confunde con insectos debido a su tamaño y apariencia, en realidad pertenecen a la clase de los crustáceos, dentro del inmenso grupo de los artrópodos, al igual que los cangrejos y camarones, y son de los pocos crustáceos que se han adaptado completamente a la vida en la tierra.

La capacidad de los bichos bola para formar una esfera es una respuesta de defensa evolutiva para protegerse de depredadores. Esta habilidad, llamada «conglobación«, permite que este artrópodo se esconda y proteja su cuerpo blando bajo un resistente exoesqueleto. Aunque son animales pequeños y humildes, juegan un papel importante en los ecosistemas donde habitan.

Armadillidium vulgare. Foto de Kuritafsheen77 en Freepik

Exoesqueleto y branquias

Las cochinillas de la humedad presentan una serie de características anatómicas y comportamentales que los distinguen de otros crustáceos y, por supuesto, de los insectos. Su cuerpo está compuesto por tres partes principales: cabeza o céfalon, tórax o pereion y abdomen o pleon, y poseen siete pares de patas marchadoras, lo que les proporciona una gran movilidad en el suelo. A diferencia de los insectos, no tienen alas, pero sí cuentan con antenas articuladas.

Otra característica distintiva es su exoesqueleto rígido, compuesto por placas superpuestas que le permiten enrollarse completamente y proteger sus órganos vitales cuando se sienten amenazados. Además, este exoesqueleto se renueva a medida que crecen, en un proceso conocido como muda, en el que reemplazan su cubierta anterior por una nueva más grande y resistente.

Una de las particularidades más llamativas del bicho bola es que respira mediante branquias, a pesar de vivir en tierra. Estas branquias están adaptadas para extraer el oxígeno de ambientes con alta humedad, lo cual explica su preferencia por hábitats húmedos y sombreados.

En busca de la humedad

El hábitat del bicho bola es, en general, un ambiente húmedo y protegido de la luz directa del Sol. Su dependencia de la humedad se debe a la necesidad de mantener sus branquias húmedas para poder respirar correctamente, ya que sin suficiente agua en el ambiente, pueden deshidratarse rápidamente. Es común encontrarlos bajo piedras, troncos caídos, hojas en descomposición y en suelos ricos en materia orgánica, donde pueden refugiarse y encontrar alimento.

A nivel global, los bichos bola se distribuyen en una amplia variedad de ecosistemas, incluyendo bosques, jardines urbanos e incluso áreas agrícolas, donde cumplen una función importante en la descomposición de material vegetal. En áreas urbanas, estos animales encuentran refugio en jardines, macetas y suelos húmedos. Su preferencia por ambientes oscuros y con alto porcentaje de humedad los convierte en habitantes comunes de sótanos y garajes.

Atendiendo a la taxonomía

Dentro del mundo de los crustáceos, los oniscídeos forman un grupo particular en la clase Malacostraca. La taxonomía los ubica en la suborden Oniscidea y son parte de la familia Armadillidiidae, que incluye a varios géneros y especies de bichos bola. El nombre científico varía según la especie, siendo Armadillidium vulgare una de las más conocidas y extendidas.

La diversidad de estos crustáceos terrestres es notable: existen alrededor de 3,500 especies de cochinillas de la humedad en el mundo. Cada una tiene adaptaciones específicas a su entorno, aunque todas comparten la habilidad de conglobación y su dependencia de la humedad para sobrevivir.

La bolsa para los huevos

El ciclo de vida del bicho bola comienza con la reproducción, la cual ocurre en primavera o verano en la mayoría de las especies. Las hembras llevan a los huevos en una bolsa especial llamada marsupio -por analogía con el de los marsupiales-, situada en la parte ventral del abdomen. Dentro de esta bolsa, los huevos están rodeados por un líquido que les proporciona los nutrientes necesarios hasta que eclosionan.

Una vez que los huevos eclosionan, las crías emergen del marsupio con una apariencia similar a los adultos, aunque más pequeñas y con menos segmentos corporales. A medida que crecen, pasan por varias mudas, reemplazando su exoesqueleto por uno más grande cada vez, hasta alcanzar su tamaño y desarrollo total. La vida promedio de estos animales es de dos a tres años, aunque algunas especies pueden vivir más tiempo en condiciones favorables.

Bicho bola. By Fedaro – Own work, CC BY-SA 4.0

Aprovechando los recursos

Las cochinillas son detritívoras, lo que significa que se alimentan principalmente de materia orgánica en descomposición. Su dieta se compone de hojas muertas, madera podrida y restos de plantas, desempeñando así un papel fundamental en el ciclo de nutrientes del suelo. A través de la degradación de estos materiales, contribuyen a la fertilización del suelo y ayudan en la liberación de nutrientes esenciales para las plantas.

Además de su dieta principal, también pueden consumir pequeños restos de animales muertos y otros desechos orgánicos que encuentran en su entorno. Esta flexibilidad en la alimentación les permite adaptarse a diferentes tipos de hábitats y, en condiciones de escasez, pueden sobrevivir con recursos limitados.

Pequeños grandes aliados del suelo

Las cochinillas de la humedad poseen varias cualidades que los hacen únicos y útiles en los ecosistemas terrestres. Al ser descomponedores, ayudan a mejorar la calidad del suelo y a mantener la fertilidad de la tierra, lo que los convierte en aliados valiosos en jardines y cultivos. Además, estos animales pueden acumular metales pesados en sus cuerpos, como cobre, zinc y cadmio, por lo que también se ha investigado su posible uso en la descontaminación de suelos.

Una curiosidad menos conocida es que, a diferencia de otros crustáceos, los bichos bola son capaces de sobrevivir en condiciones extremadamente secas si logran encontrar refugios con humedad suficiente para sus branquias. Aquí entra en juego la segunda función que cumple la conglobación, que es la de regular la temperatura y evitar la pérdida de humedad. Si el ambiente se vuelve demasiado seco, la cochinilla puede formar una bola y evitar la evaporación de líquidos. Esta capacidad de adaptación les ha permitido colonizar diversos ecosistemas en todo el mundo, aunque siempre en áreas donde pueden encontrar refugio y humedad.

Bichos bola vs. cochinillas: ¿son lo mismo?

Es común utilizar ambos términos, bicho bola y cochinilla, como sinónimos, como hemos ido haciendo a lo largo de este artículo. Aunque esto es correcto, en realidad, el término cochinilla de la humedad es más amplio y se utiliza para referirse a los diferentes tipos de crustáceos terrestres.

Los bichos bola pertenecen al grupo de los oníscideos y son conocidos por su capacidad de enrollarse, sin embargo, otras cochinillas, como las del género Porcellio, no tienen esta habilidad, por lo que no sería correcto llamarlos bichos bola. En cualquier caso, todos ellos juegan un papel importante en la descomposición del suelo y son esenciales en la dinámica de los ecosistemas donde viven.

Cochinilla de la humedad. Foto de Egor Kamelev en Pexels

Patrulla de reciclaje

Los bichos bola son mucho más que crustáceos terrestres, ya que son verdaderos agentes de reciclaje para los suelos. Al consumir materia orgánica en descomposición, ayudan a descomponer y liberar nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas, contribuyendo así a la salud y fertilidad de los suelos. Además, estos animales pueden actuar como bioindicadores de la salud del suelo, ya que su presencia suele estar asociada a suelos húmedos y saludables. 

Este curioso crustáceo es un pequeño pero esencial habitante del suelo que, aunque a menudo pasa desapercibido, cumple un rol clave en el mantenimiento de los ecosistemas terrestres. Su habilidad para adaptarse a diversos entornos, su capacidad de descomponer materia orgánica y su contribución a la calidad del suelo lo convierten en un aliado valioso para el medio ambiente.

A pesar de su apariencia modesta, el bicho bola nos recuerda la importancia de los organismos que forman parte de la biodiversidad del suelo, cuya presencia es fundamental para la salud y el equilibrio de la vida en la Tierra. Al conocer más sobre estos curiosos crustáceos, podemos apreciar el papel vital que juegan en los ciclos naturales y la importancia de proteger sus hábitats para asegurar su supervivencia.

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