La idea de que la personalidad es algo fijo y permanente ha sido desafiada en los últimos años por investigaciones que sugieren lo contrario. Lejos de ser inmutable, nuestra personalidad es más maleable de lo que podríamos pensar. Esta noción abre un abanico de posibilidades: ¿podemos realmente convertirnos en quienes queremos ser? ¿Es posible cambiar aspectos fundamentales de nuestra personalidad a lo largo de la vida?a
Historias de transformación, como la del boxeador Anthony Joshua o la actriz Emma Stone, ofrecen un potente testimonio de esta capacidad humana. Joshua, que en su juventud estuvo envuelto en problemas legales, pasó de ser un joven problemático a convertirse en un modelo de disciplina y éxito, alcanzando la cima del boxeo mundial. Emma Stone, quien de niña luchaba con la ansiedad y ataques de pánico, logró transformar su carácter para emerger como una de las actrices más talentosas y reconocidas de su generación.
Estos casos demuestran que, si bien ciertos rasgos de personalidad pueden estar enraizados en nuestra biología y experiencias tempranas, no están grabados en piedra. Al contrario, la personalidad puede cambiar y evolucionar como respuesta a nuevos entornos, decisiones de vida y esfuerzos conscientes para mejorar. Esta capacidad de cambio se vuelve especialmente relevante en el contexto actual, donde la pandemia, las redes sociales y el sedentarismo están poniendo a prueba nuestra adaptabilidad y resiliencia.
Sin embargo, el cambio no siempre es sencillo ni rápido. Implica una combinación de autoconciencia, esfuerzo y, a menudo, el apoyo de otros. Las investigaciones en psicología sugieren que, si bien algunos rasgos de personalidad, como la extraversión o el neuroticismo, tienden a ser relativamente estables, otros, como la autodisciplina o la amabilidad, pueden desarrollarse con el tiempo.
El neurocientífico cognitivo de formación y editor de Psyche, Christian Jarrett, en su libro Conviértete en quien quieras (publicado por Hestia), explora a fondo esta capacidad de transformación. Jarret argumenta que no estamos atrapados por nuestra personalidad actual y que, con las herramientas adecuadas, cualquiera puede realizar cambios profundos y duraderos en su carácter. Este enfoque no solo desafía la idea tradicional de que somos quienes somos y no podemos cambiar, sino que también ofrece esperanza para aquellos que buscan mejorar aspectos de sí mismos.
En un mundo que cambia rápidamente, donde las demandas y expectativas a menudo nos sobrepasan, la posibilidad de transformación personal es un recordatorio de que, independientemente de nuestras circunstancias actuales, siempre podemos aspirar a ser una mejor versión de nosotros mismos.
Descubrimos en exclusiva un extracto del primer capítulo del libro Conviértete en quien quieras, donde podrás sumergirte en más detalles sobre este fascinante tema.
El «nosotros» dentro de ti
Como muchos otros jóvenes, Femi, de veintiún años, salía con la gente equivocada. En 2011, cuando la policía lo detuvo por exceso de velocidad en su Mercedes por el noroeste de Londres, encontraron 200 gr. de cannabis en su bolsa de deporte. Fue acusado de posesión de drogas con intención de suministrarlas.
Si te hubieras encontrado con Femi entonces, habrías llegado a la conclusión de que tenía esa clase de personalidad desagradable que preferirías evitar. Después de todo, la detención por drogas no fue su primer encontronazo con la ley, sino que se enmarcaba en un patrón de conducta que le valió la orden de llevar una tobillera electrónica. Cuando era joven se metía a menudo en líos. «Me expulsaron de la zona donde crecí porque me metía en demasiados problemas», recuerda.
Sin embargo, Femi, o por su nombre completo, Anthony Oluwafemi Olanseni Joshua OBE, se convirtió en medalla de oro olímpica y bicampeón mundial de boxeo de los pesos pesados, y es considerado un modelo impecable de vida sana y buenos modales. «Realmente es uno de los jóvenes con los pies en la tierra más agradables que jamás conocerás», escribió en 2017 Michael Eboda, director ejecutivo de Powerful Media y editor de Powerlist (una lista anual de las personas negras más influyentes de Gran Bretaña). «Podría haber ido por otro camino, pero elijo ser respetuoso», dijo Joshua en 2018 al exponer sus planes para ayudar a educar a la próxima generación en «la vida sana, la disciplina, el trabajo duro, el respeto a todas las razas y religiones».
La gente puede cambiar, a menudo de forma profunda. Son un tipo de persona en un capítulo de sus vidas, pero si avanzamos un poco más en su historia, se transforman en un personaje totalmente distinto. Por desgracia, a veces es un cambio a peor. Tiger Woods fue alabado en su día por su comportamiento saludable y ejemplar. En personalidad, era el epítome de la conciencia y la autodisciplina. Pero en 2016, después de años luchando contra problemas de salud relacionados con la espalda, fue arrestado por conducir «colocado», tal y como él mismo masculló. Las pruebas mostraron que tenía cinco drogas en su organismo, incluidas trazas de THC, presente en el cannabis. La fotografía de su ficha policial, en la que aparecía con un desaliñado aspecto, apareció en los periódicos de todo el mundo. Era el último escándalo que perseguía al excampeón de golf. Años antes, su mundo se había derrumbado en medio de los tabloides que hablaban de infidelidades en serie, una época oscura de su vida que comenzó cuando estrelló su coche contra una boca de incendios tras una pelea doméstica nocturna. Afortunadamente, el cambio negativo también es reversible. En 2019, tras haberse hundido hasta el puesto 1 199 de golfista del mundo, Woods ganó el Masters de Atlanta (Georgia); una hazaña descrita como el mayor regreso de la historia del deporte.
Las pruebas del cambio no solo proceden de historias de redención o desgracia. Mira a tu alrededor y verás ejemplos de cambios menos sensacionales, pero sorprendentes, que están por todas partes. De niña, Emily Stone era tan ansiosa y propensa a sufrir ataques de pánico tan frecuentes que sus padres buscaron la ayuda de un psicoterapeuta. «Mi ansiedad era constante», declaró a la revista Rolling Stone. «Llegó un momento en que ya no podía ir a casa de mis amigos; apenas podía salir por la puerta para ir al colegio». Cuesta creer que esta chica no solo superara su carácter nervioso, sino que, como Emma Stone (el nombre que eligió cuando se afilió al Sindicato de Actores), se convertiría en la actriz mejor pagada del mundo, condecorada con un Óscar, Globos de Oro y un premio BAFTA.
Y pensemos en Dan, un preso de la Institución Correccional Marion de Ohio que fue presentado en un episodio del pódcast Invisibilia de la radio pública nacional de EE. UU. Cumplía condena por una violenta violación, pero Dan, ahora poeta, ayuda a organizar un evento TEDx en la prisión (una rama de las famosas charlas TED en línea). La reportera invitada del programa, que lo conoce desde hace un año y mantiene con él una larga correspondencia, lo describe como «completamente encantador, bromista, de hablar rápido, de pensar rápido, muy poético, creativo». El director de la prisión de Dan dice que es «elocuente, gracioso, amable, apasionado ». El propio Dan apunta que su personalidad en el momento en el que cometió el delito «ha dejado realmente de existir» y que ahora casi se siente como si estuviera en prisión por el delito de otra persona.
Desde que escribí este libro, me ha sorprendido la frecuencia con la que la gente cuenta historias como las de Dan y Emma Stone, y cómo sus transformaciones se pueden explicar y de hecho son coherentes con los descubrimientos de la nueva y apasionante psicología del cambio de personalidad. Los programas de radio, las tertulias en línea y las páginas de las revistas de moda se llenan de historias de cambio, a menudo para mejor: gente vaga que encuentra un propósito, personas tímidas que descubren su voz, delincuentes que se vuelven buenos.
Aprender estas lecciones de la ciencia del cambio de personalidad es hoy más importante que nunca. La pandemia ha sacudido nuestras vidas y ha puesto a prueba nuestra capacidad de adaptación. Las fuentes de distracción, desde las redes sociales hasta los juegos y aplicaciones de los teléfonos inteligentes, son cada vez más omnipresentes y merman nuestra concentración y autodisciplina. La indignación y la polarización política están en todas partes a medida que la gente se deja arrastrar por las discusiones en X y el discurso político cae a nuevos niveles, mermando el civismo. El sedentarismo también va en aumento (la Organización Mundial de la Salud describe la inactividad física como un «problema de salud pública mundial»), lo que, según los estudios, tiene efectos perjudiciales sobre los rasgos de la personalidad, debilitando la determinación y gestando emociones negativas. Sin embargo, las inspiradoras historias de cambio positivo de la personalidad demuestran que no hay por qué someterse pasivamente a estas influencias nocivas; es posible tomar la iniciativa y moldear el carácter propio para mejor.
Mucho a lo que aferrarnos y mucho que podemos cambiar
El hecho de que seamos capaces de cambiar no significa que debamos descartar por completo el concepto de personalidad. Ni mucho menos. Décadas de cuidadosa investigación psicológica demuestran que existe algo llamado personalidad: una inclinación relativamente estable a actuar, pensar y relacionarnos con los demás de una forma característica. Esto incluye si buscamos la compañía social y cuánto nos gusta pasar el tiempo sumidos en nuestros pensamientos. Refleja nuestras motivaciones, como por ejemplo cuánto nos importa ayudar a los demás o tener éxito; y también está relacionada con nuestras emociones, incluyendo si tendemos a la calma o somos propensos a la angustia. A su vez, nuestros patrones típicos de pensamiento y emoción influyen en cómo nos comportamos. Combinados, esta constelación de pensamientos, emociones y comportamientos forma nuestro «yo», es decir, el tipo de persona que somos.
A la hora de definir y medir la personalidad, un problema para los psicólogos ha sido el gran número de posibles etiquetas de carácter disponibles, algunas más halagadoras que otras: vanidoso, charlatán, aburrido, encantador, narcisista, tímido, impulsivo, empollón, quisquilloso, artístico… Por nombrar solo unas cuantas (en 1936, el abuelo de la psicología de la personalidad, Gordon Allport, y su colega Henry Odbert calcularon que existen no menos de 4 504 palabras en inglés relativas a los rasgos de la personalidad). Afortunadamente, la psicología moderna ha eliminado toda la redundancia de estas descripciones, sintetizando la variación del carácter humano en cinco rasgos principales.
Como ejemplo de este proceso de sintetización, consideremos que las personas aventureras y ávidas de emociones también suelen ser más alegres y charlatanas, hasta el punto de que estas características parecen derivar del mismo rasgo subyacente, conocido como extraversión. Siguiendo esta lógica, los psicólogos han identificado cinco rasgos principales:
- La extraversión se refiere a lo receptivo que uno o una es a nivel fundamental para experimentar emociones positivas, así como a si es sociable, enérgico y activo. A su vez, esto afecta a lo mucho que disfruta buscando emociones y compañía. Si le gustan las fiestas, los deportes extremos y viajar, lo más probable es que puntúe alto en este rasgo.
- El neuroticismo describe la sensibilidad de una persona a las emociones negativas y sus niveles de inestabilidad emocional. Si te preocupas mucho, si te duelen los desaires sociales, si le das muchas vueltas a los fracasos pasados y te preocupas por los retos venideros, probablemente tengas una puntuación alta en este rasgo.
- La conciencia se refiere a la fuerza de voluntad, a lo organizado y autodisciplinado que es un individuo, así como a su diligencia. Si te gusta tener la casa ordenada, odias llegar tarde y eres ambicioso, probablemente tengas una puntuación alta en este apartado.
- La amabilidad se refiere al grado de calidez y simpatía de una persona. Si eres paciente e indulgente y tu primer reflejo es querer y confiar en la gente nueva que conoces, probablemente seas muy agradable y afable y por tanto puntúes alto en este rasgo.
- La apertura o simpatía se refiere a lo receptiva que es una persona a nuevas ideas, actividades, culturas y lugares. Si no te gusta la ópera, las películas con subtítulos y romper tu rutina, probablemente tengas una puntuación baja.
La mayoría de los psicólogos creen que estos cinco rasgos no reflejan plenamente los lados más oscuros de la naturaleza humana. Para medirlos, proponen tres más: el narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía (conocidos colectivamente como la Tríada Oscura). En el capítulo 6 nos ocuparemos en detalle de estos tres aspectos, y analizaremos si es posible aprender lecciones de los imbéciles, conspiradores y fanfarrones de este mundo sin pasarnos al lado oscuro.
La personalidad puede parecer un poco vaga y puramente descriptiva, pero se refleja en la constitución biológica, incluso en la forma en que está estructurado y funciona el cerebro. Por ejemplo, los introvertidos no solo prefieren la tranquilidad, sino que su cerebro es más sensible a los ruidos fuertes. Los neuróticos (menos estables emocionalmente) no solo experimentan más cambios de humor, también tienen menos superficie y menos pliegues en las partes de la corteza cerebral encargadas de regular las emociones. En la parte frontal de sus cerebros, las personas con rasgos de personalidad más ventajosos —como mayor resiliencia y meticulosidad— tienen más mielinización, el recubrimiento de las células cerebrales que les ayuda a comunicarse eficazmente. Los rasgos de personalidad están incluso relacionados con la microbiota: las personas neuróticas tienen más bacterias intestinales nocivas.
Así pues, la personalidad es un concepto genuino con fundamentos biológicos. Sin embargo, como demuestran las historias de Anthony Joshua, Tiger Woods y otros, la personalidad no es está grabada en piedra —o en yeso, para el caso—. Esa era la metáfora preferida por el gran psicólogo estadounidense William James en el siglo XIX, quien hizo la observación en sus Principios de psicología de que, a los treinta años, nuestra personalidad ya está grabada en escayola y nuestra capacidad de cambio, por tanto, se habrá solidificado y nunca se ablandará de nuevo. De hecho, la capacidad de cambio es más evidente a partir de los treinta años. Es notable que, mientras que las influencias genéticas sobre la cognición —como la inteligencia y la memoria— aumentan a lo largo de la vida, las influencias genéticas sobre la personalidad disminuyen, lo que podría ser un reflejo de la mayor posibilidad de que los acontecimientos de la vida y otras experiencias dejen su huella, como nuevos trabajos, relaciones o mudanzas al extranjero.
Los seres humanos han evolucionado para adaptarse. Puedes considerar tus rasgos de personalidad actuales como la estrategia conductual y emocional que has adoptado para sobrevivir y prosperar mejor en las circunstancias en las que te encuentras. Tu disposición genética hace que sea más probable que te decantes por unas estrategias más que por otras, pero no te limita a un único enfoque de la vida y las relaciones, y no estás atrapado en tu forma de ser actual.
Es cierto que la personalidad tiende a estabilizarse con la edad, pero no porque se haya perdido la capacidad de cambio. Se debe a que las circunstancias de la mayoría de las personas se vuelven progresivamente menos variadas a medida que se asientan en la rutina de la vida adulta.
Si analizamos más a fondo, está claro que la mayoría de nosotros cambiamos a lo largo de la vida. Si sigues el patrón típico, te volverás más amigable, más disciplinado contigo mismo y menos ansioso a medida que envejeces. Ocasionalmente, las grandes decisiones que tomas en la vida —la carrera profesional que sigues, las relaciones que entablas— provocan cambios más profundos. También se acumulan los efectos de acontecimientos importantes como la graduación, la paternidad, el divorcio, el duelo, la enfermedad y el desempleo. El estudio de personalidad más largo de la historia, publicado en 2016, comparó las personalidades de los participantes a los catorce y a los setenta y siete años, y no encontró mucha correlación entre los dos momentos. Otro estudio comparó las personalidades de casi dos mil personas a lo largo de cincuenta años y, una vez más, encontró pruebas de cambios significativos, lo que demuestra que la personalidad es maleable y que los rasgos de las personas suelen madurar a medida que envejecen.
Por supuesto, también se producen cambios en el comportamiento a corto plazo (los psicólogos los denominan «cambios de estado»), en respuesta a factores como el estado de ánimo, las personas con las que se está (piensa en cómo actúas con tu jefe o con tu abuela en comparación con tu mejor amigo) o lo que se ha bebido. Por ejemplo, se dice que la personalidad de la estrella del tenis Rafael Nadal dentro y fuera de la pista son tan diferentes que son como Superman y Clark Kent. A su madre «no deja de sorprenderle lo valiente que es en la pista de tenis y lo miedoso que es fuera de ella».
El mensaje contradictorio de que la personalidad es a la vez estable y cambiante es desconcertante para muchos de nosotros que preferimos que las cosas sean blancas o negras. Simine Vazire, psicóloga de la personalidad de la Universidad de California en Davis, captó perfectamente la paradoja. Escribió una carta abierta a la NPR (National Public Radio) en respuesta al episodio del pódcast Invisibilia que he mencionado antes, en el que aparecía Dan, el violador convicto que ahora tiene una personalidad encantadora y amable. El episodio se titulaba «El mito de la personalidad», dando a entender que, como la personalidad es maleable, es un concepto sin sentido. Pero eso es ir demasiado lejos, explicó Vazire. «Con la personalidad», dijo, «hay mucho a lo que aferrarse y mucho que podemos cambiar».