Fernando VII ha sido catalogado a menudo como el peor rey de la historia de España, un título recibido por un reinado plagado de contradicciones y traiciones al pueblo español. Ascendió al trono en una era definida por la turbulencia política, donde las antiguas estructuras del absolutismo chocaban con las emergentes demandas del liberalismo. Este monarca, que inicialmente fue recibido como «el Deseado», se convirtió en el centro de una serie de crisis que desgarraron el tejido de la nación y marcaron una dolorosa transición de España hacia la modernidad política.
Del deseo a la decepción
El ascenso de Fernando VII al trono español se dio en un escenario dramático marcado por la invasión napoleónica y las agitaciones internas. En 1808, el Motín de Aranjuez, impulsado por el descontento popular, desplazó a su padre, Carlos IV, consolidando su posición como el monarca esperado por una nación en crisis. Sin embargo, la esperanza que su ascenso había generado se desvaneció rápidamente bajo el oscuro velo de la traición. En Bayona, Fernando VII cedió el trono a Napoleón, una acción que se interpretó como una renuncia vergonzosa. Este acto desilusionó a sus súbditos y evidenció su complicidad con el invasor francés, erosionando la fe del pueblo en su liderazgo y marcando el comienzo de un reinado caracterizado por la dualidad y el engaño.
Vuelta al absolutismo
El Trienio Liberal en España, iniciado por el levantamiento del coronel Rafael del Riego en 1820, marcó un período de esperanzas renovadas para el liberalismo en una nación asfixiada por el absolutismo. Riego instigó un alzamiento que se extendió rápidamente, forzando a Fernando VII a aceptar la Constitución de 1812. Esta concesión, sin embargo, fue poco más que una estratagema. A pesar de jurar fidelidad a la Constitución, Fernando VII albergaba planes secretos para restablecer su régimen absolutista.
La oportunidad para revertir estas reformas liberales llegó en 1823 con el apoyo de la Santa Alianza. Los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés enviado por las potencias absolutistas de Europa, invadieron España para restaurar al monarca a su poder pleno y absoluto. Esta intervención extranjera consolidó el retorno de Fernando VII al absolutismo y desmanteló el sistema constitucional, dejando al país sumido en un estado de represión y retroceso político. Esta fase de su reinado destacó la habilidad del monarca para manipular alianzas y explotar la intervención extranjera en beneficio de sus propios fines autoritarios, sellando su reputación como un rey felón.
El declive del Imperio español
La Década Ominosa (1823-1833), bajo el reinado de Fernando VII, es recordada como uno de los períodos más sombríos en la historia de España. Durante esta etapa, Fernando VII reinstauró un régimen de represión que desmanteló cualquier vestigio de libertad conseguido durante el Trienio Liberal. Los liberales, que una vez vieron en él una figura de posible cambio, fueron ahora implacablemente perseguidos; muchos fueron encarcelados, exiliados o ejecutados, entre estos últimos las figuras de Rafael del Riego y José María Torrijos, símbolos del liberalismo sacrificado.
Paralelamente, el imperio español se desmoronaba. Las colonias americanas, hartas de las políticas extractivas y autoritarias, lucharon y ganaron su independencia, una tras otra. Este proceso culminó con la pérdida de la mayoría del imperio americano, un golpe devastador para la economía y el prestigio de España en el escenario mundial. La incapacidad de Fernando VII para gestionar estos conflictos, o adaptarse a un nuevo paradigma de gobernanza en un mundo cambiante, no solo profundizó la crisis económica interna, sino que también dejó a España desgastada y aislada, un remanente empobrecido de su antigua gloria imperial. La Década Ominosa fue, en esencia, el período donde se cimentaron las bases de los prolongados problemas que enfrentaría España en el siglo XIX.
Luces, sombras y un legado envenenado
El legado de Fernando VII se caracteriza por una serie de contradicciones y decisiones que influyeron en la historia posterior de España. En sus últimos días, promulgó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica y permitía la sucesión femenina al trono, preparando el camino para que su hija, Isabel II, ascendiera al trono. Este acto fue uno de los desencadenantes de las guerras carlistas, conflictos dinásticos que sumieron a España en una prolongada inestabilidad y violencia, enfrentando a liberales y conservadores en una lucha por la identidad y el futuro del país.
Las reformas que Fernando VII implementó fueron escasas y llegaron demasiado tarde, y su reinado dejó a España económicamente debilitada y políticamente fragmentada. Su resistencia a los cambios necesarios y su manipulación del poder socavaron el desarrollo del estado y prepararon el terreno para décadas de luchas internas y descontento popular. Su época resalta como un claro ejemplo de cómo el liderazgo personal puede influir decisivamente en el destino de una nación.
El reinado de Fernando VII es un recordatorio de cómo la gobernanza influye críticamente en el destino de una nación. Su liderazgo, marcado por el despotismo y la resistencia al cambio, dejó a España fragmentada y rezagada en un mundo en rápida evolución. Para el lector moderno, la historia de Fernando VII ofrece lecciones sobre la importancia de una gobernanza con capacidad de adaptación y visionaria. Nos recuerda que los líderes no solo forjan el presente, sino que también modelan el legado que dejan para las generaciones futuras, subrayando la necesidad de liderazgo ético y progresista en nuestra propia era.
Referencias:
Artola, M. 2005. La España de Fernando VII. RBA.
La Parra, E. 2018. Fernando VII: un rey deseado y detestado. Tusquets.