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miércoles, noviembre 27, 2024

Así resistieron los soviéticos a las continuas ofensivas alemanas en Stalingrado

El 19 de agosto de 1942 el 6ª Ejército de Friedrich Paulus se encamina hacia Stalingrado. ¿Qué hace todo un ejército alemán tratando de conquistar una lejana ciudad a orillas del Volga cuando inicialmente no era un objetivo prioritario para Alemania?

En la primavera de 1942, Hitler y su alto mando diseñaron el nuevo plan de campaña para el Frente Oriental: la Operación Azul (Fall Blau). El propósito era hacerse con los recursos petrolíferos del Cáucaso. Alemania era deficitaria en petróleo y el control de los yacimientos rumanos de Ploiesti no era suficiente para satisfacer las necesidades de combustible de su enorme ejército. Esta importante tarea le fue asignada al Grupo de Ejércitos del Sur, que contaba con aproximadamente 1.700.000 soldados y 2.300 tanques. Esta fuerza es dividida el 9 de julio por Hitler en dos partes: el Grupo de Ejército A y el B. El primero recibe la misión de dirigirse al Cáucaso, mientras que al segundo se le ordena avanzar inicialmente hacia el río Don para llegar al Volga después y así cubrir el flanco izquierdo de sus compañeros. Este Grupo de Ejército B estará formado por el 6º Ejército de Friedrich Paulus y el 4º Ejército Panzer de Hermann Hoth.

Convoy militar alemán con tanques ligeros Panzer II en la Rusia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Getty.

Los éxitos parecen llegar con relativa facilidad: el 24 de julio cae la ciudad de Rostov del Don. El avance de los alemanes parece incontenible y cuatro días después, Stalin, enojado ante las continuas retiradas de sus tropas, dicta la orden 227 «Ni un paso atrás» que se convertirá en el eslogan de la resistencia soviética contra los alemanes.

Comienza el infierno

El 19 de agosto de 1942 Friedrich Paulus dio orden de encaminarse hasta Stalingrado. ¿Por qué de repente se hacía necesaria su conquista? Motivos no faltaban, ya que la ciudad, atravesada por el río Volga, era un nudo de comunicaciones ferroviarias y fluviales, un importante centro industrial y además en ella había considerables depósitos de petróleo. No obstante, lo que verdaderamente empujó a Hitler a ordenar su ocupación fue el gran valor propagandístico que suponía hacerse con el control de la ciudad que llevaba el nombre del más alto dirigente de la Unión Soviética. Según los planes alemanes, Stalingrado debía estar totalmente ocupada el 25 de agosto como fecha límite. La realidad demostró ser muy diferente al convertirse sus calles en un terrible campo de batalla que durante cinco meses consumió las vidas de miles de personas de ambos bandos.

El teniente general Friedrich Paulus fotografiado en junio de 1942. Foto: ASC.

El día 22 de agosto la vanguardia alemana llegaba a los alrededores de la ciudad y el 23 de agosto comenzó un terrible bombardeo que desencadenó un infierno sobre los defensores soviéticos, que impotentes vieron cómo la ciudad quedaba reducida a escombros. En más de 1.600 incursiones, la Luftwaffe arrojó 1.000 toneladas de bombas sobre la ciudad. Se calcula que unas 40.000 personas murieron en esa primera semana de destrucción. La preciosa ciudad, con sus largas avenidas paralelas al río, era ahora un inmenso montón de cascotes y ruinas.

El plan alemán era rodear la ciudad. El 6º Ejército lo haría por el norte mientras que el 4º Panzer atacaría desde el sur. No pudieron cumplir todos sus objetivos debido a los errores de coordinación entre ambas fuerzas y al hecho de que las calles, tras el bombardeo, habían quedado llenas de escombros que impedían el tránsito de los tanques en muchos lugares. Además las contraofensivas soviéticas, tanto en el norte como al sur de Stalingrado, obligaron a los alemanes a debilitar su ataque en el interior de la ciudad

La Wehrmacht, acostumbrada a la guerra relámpago (Blitzkrieg) se veía ahora envuelta en un contexto de múltiples enfrentamientos con pequeños grupos en una Rattenkrie o guerra de ratas en la que se luchaba cuerpo a cuerpo, edificio a edificio, incluso piso por piso. A pesar de todo ello, los alemanes consiguieron llegar hasta la orilla del Volga y dividir el 62 y el 64 Ejército Soviético, que, sin embargo, supo retroceder en orden y resistir gracias a los refuerzos y suministros que recibía desde la otra orilla del gran río.

Durante la batalla, los alemanes perdieron 900 aviones (incluidos 274 aviones de carga y 165 bombarderos), así como 500 tanques y 6000 piezas de artillería. Foto: AGE.

Chuikov, nuevo comandante

El 12 de septiembre el mariscal Gueorgui Zhúkov, jefe de las fuerzas soviéticas en la zona, sustituyó al responsable del 62 Ejército, Antón Lopatin. Este había sido acusado de cobardía tras solicitar permiso para abandonar la ciudad. El nuevo comandante, Vasili Chuikov, era un hombre enérgico de orígenes humildes y larga experiencia militar que se hizo cargo de la defensa de las posiciones soviéticas en la orilla oeste de Stalingrado.

Chuikov, que inicialmente contaba con tan solo 20.000 desmoralizados soldados y menos de 70 tanques operativos, tomó diversas medidas para defender sus posiciones, trasladando su artillería pesada, defendida por mujeres, a la orilla oriental del río. La usó de un modo muy efectivo para destruir las líneas de comunicación y aprovisionamiento enemigas y para diezmar a los batallones alemanes que se formaban en segunda línea antes de los ataques. Para paliar la superioridad aérea y artillera de los alemanes ordenó a sus comandantes situar el frente muy próximo al adversario, como mínimo a 45 metros. También usó sus aviones en bombardeos nocturnos para mantener en continua tensión a los alemanes y privarles de descanso.

El 14 de septiembre, tras un largo bombardeo aéreo y artillero que sorprende a los soviéticos, los alemanes desencadenan una ofensiva por diferentes puntos a la vez. Es un movimiento envolvente que busca controlar la colina Mamáyev Kurgán que domina la ciudad y llegar hasta el embarcadero fluvial desde el que los defensores soviéticos se abastecen de suministros y tropas de refresco durante la noche. Los alemanes ocupan la depuradora de agua y la estación central del ferrocarril que cambiará a lo largo de cinco días 15 veces de manos. 

A pesar de la encarnizada defensa del 62 Ejército, la situación de las tropas de Chuikov era desesperada. Utilizó a las tropas del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), para bloquear el avance alemán sobre la colina Mamáyev Kurgán, para impedirles llegar al Volga y sobre todo para cubrir el desembarco de las tropas procedentes de Siberia y Mongolia: la 13ª División de Guardias comandada por Alexander Rodímtsev. Estos refuerzos procedentes de Siberia serán claves en la resistencia soviética. A costa de muchas bajas (solo el primer día sufrieron un 30%), lograrán detener la tenaz ofensiva alemana y recuperar la colina de Mamáyev Kurgán. Solo 320 de los 10.000 integrantes iniciales de esta unidad llegarán al final de la batalla de Stalingrado.

El coronel general Alexander Rodímtsev se dirige a soldados del Ejército Rojo en un mitin en Stalingrado. Foto: Album.

Feroz lucha de desgaste

A la vez que se producen estos combates, se lucha en torno al gran silo de grano, un gran edificio de hormigón situado cerca del río que es atacado por los vehículos blindados del 4º Ejército Panzer de Hoth y custodiado por tan solo unos 50 guardias e infantes de marina que lo defienden de más de diez intentos de asalto de las tropas alemanas.

Las condiciones de los defensores son terribles por el humo provocado por los bombardeos de la artillería alemana y por la falta de agua y munición. En torno al 22 de septiembre, los alemanes ocupan el lugar haciéndose con las reservas de grano que no habían ardido tras los combates. Paulus usará la imagen del edificio para el diseño de la insignia con la que quería conmemorar una victoria que no acababa de materializarse.

En los sucesivos días llegarán más tropas de refresco: la 95 División de Fusileros de Gorishni, una brigada de infantería de marina, etc. Chuikov tratará de recuperar con ellos el embarcadero fluvial central y reconectar con el 62º ejército, pero los alemanes los rechazarán. La batalla por Stalingrado se está convirtiendo en una encarnizada lucha de desgaste entre pequeños grupos que pelean cuerpo a cuerpo con la metralleta, la granada, el lanzallamas, incluso a cuchillo o con la pala de cavar. En esta guerra, los alemanes, peor abastecidos, tienen las de perder a medio y largo plazo.

Granaderos panzer alemanes caminan renqueantes por un paisaje helado y desolado en los alrededores de Stalingrado. Foto: ASC.

Consciente de esa debilidad y de lo cerca que estaba el invierno, Paulus no cejará en su ofensiva buscando expulsar a los soviéticos del 62 Ejército de la orilla occidental de Volga. El 27 de septiembre se lanzará un nuevo ataque contra las fábricas Octubre Rojo y Barricada que se convertirán en auténticas fortalezas donde la lucha entre ambos bandos será de nuevo feroz. También se librarán de nuevo fuertes combates en torno a Mamáyev Kurgán, cuya cima se acaba convirtiendo en tierra de nadie. La aviación alemana se cebará con las lanchas de abastecimiento en el Volga, hundiendo cinco de las seis que trataban de llevar refuerzos.

Se intensifican los ataques

El 29 de septiembre es atacada la aldea de Orlovka, al norte de Stalingrado que, a pesar de una ofensiva soviética de distracción al norte, será ocupada tras diez días de combates.

La aldea de Orlovka, al norte de Stalingrado, fue ocupada tras diez días de combates. Foto: Shutterstock.

En octubre la intensidad de los ataques de los alemanes aumenta. Bombardean los depósitos de petróleo cercanos al cuartel general de Chuikov que tiene que abandonar in extremis el lugar a causa del enorme incendio que se provoca. Los soviéticos mantienen unidades fragmentadas y aisladas entre sí, frecuentemente les faltan los mandos y las municiones, pero inexplicablemente siguen luchando, causando un número considerable de bajas a sus enemigos. Los soldados alemanes no solo caen en los combates, padecen también los continuos bombardeos de las baterías de lanzacohetes Katiusha, desde la orilla occidental y de la artillería pesada desde la orilla oriental del Volga.

El 6 de octubre, la ofensiva de las tropas de Paulus llega a la fábrica de tractores y al suburbio industrial de Spartanovka, al norte de la ciudad. Este acercamiento permite a los alemanes acosar con su artillería y disparar con sus ametralladoras los puntos soviéticos de desembarco.

La segunda semana de octubre parece haber una cierta tregua en los combates. En realidad, Paulus estaba reuniendo nuevas fuerzas para apretar aún más su puño en torno a las posiciones soviéticas. Los alemanes lanzarán el 14 de octubre un terrible y nuevo golpe contra la zona industrial de Stalingrado. Lo llevarán a cabo 11 divisiones alemanas apoyadas por más de 1.000 aviones de la Luftwaffe. Los objetivos serán la fábrica de ladrillos y la de tractores para desde allí abrirse paso hasta el Volga. Chuikov, alertado por sus servicios de inteligencia, había mandado tropas de refuerzo desde Mamáyev Kurgán que no pudieron evitar que la fábrica de tractores cayera finalmente. El 16 de octubre es atacada la fábrica Barricada que aguanta gracias a los bombardeos soviéticos de apoyo y a la organización de nuevas ofensivas soviéticas en el sur y en el noroeste.

Uno de los episodios más conocidos de este momento del asedio a Stalingrado fue la defensa de la «casa de Páulov». En este lugar, algunos civiles que se escondían en el sótano del edificio junto a una patrulla del 42º regimiento de guardias, dirigidos por el sargento Yákov Pávlov, aguantaron los sucesivos ataques de la infantería y de los blindados alemanes durante 58 días, causando un número enorme de bajas al enemigo.

A finales de octubre y primeros de noviembre la situación del 62º Ejército era muy difícil: sus posiciones habían quedado reducidas a varias cabezas de puente en la orilla oriental del Volga; las calles habían sido tomadas por los alemanes (dueños del 90 por cien de la ciudad); Barricada ocupada parcialmente y el único punto de paso entre ambas orillas sufría el fuego de las ametralladoras enemigas. Tras estos duros combates, las divisiones soviéticas habían quedado reducidas a unos cientos de soldados cada una. Inexplicablemente, aún combatían. Los soviéticos necesitaban recibir refuerzos a través del Volga, pero el río en esas fechas amenazaba con congelarse.

Imagen propagandística de un soldado soviético animando a sus camaradas en Stalingrado. Foto: Getty.

Afortunadamente, el avance de las tropas de Paulus se detiene. Los continuos bombardeos soviéticos impiden a los soldados alemanes descansar. A eso se deben añadir las muchas bajas que han sufrido y que el 9 de noviembre la temperatura desciende hasta los 18º centígrados bajo cero. La lucha se fragmenta ahora en un infierno de combates a menor escala, aunque no por ello menos feroces.

El día 11 de noviembre, gracias a la llegada de nuevas tropas de refuerzo, Paulus lanza una definitiva y gran ofensiva para expulsar a los soviéticos de sus últimas posiciones en la orilla occidental. A pesar de conseguir avances y hacerse con los edificios marcados como objetivos, los soviéticos resisten el empuje alemán y contraatacan y recuperan algunas de los lugares perdidos.

Gran contraofensiva

Tanto alemanes como soviéticos han visto mermadas sus tropas, especialmente entre los oficiales y los suboficiales. Solo una pequeña parte de los que empezaron los combates de agosto siguen con vida a principios de noviembre. El frío ha comenzado a hacer estragos entre los germanos, menos acostumbrados y peor equipados para hacer frente a unas temperaturas extremas.

Un compás de espera se inicia a mediados de noviembre. Algo nuevo se está materializando. El alto mando soviético ha ido acumulando todas las reservas posibles, enviando a los defensores de la ciudad las tropas y suministros justos para que siguieran aguantando los ataques alemanes. Las tropas de Paulus están al borde de su capacidad ofensiva y carecen de la fuerza necesaria para conquistar Stalingrado, al ser su línea de suministro claramente insuficiente. La intención de los soviéticos es atacar por el norte y el sur de la ciudad, sobre los flancos del 6º Ejército de Paulus, protegidos por sus aliados italianos, húngaros y rumanos que estaban deficientemente equipados para hacer frente a la gran amenaza que se avecinaba.

El 19 de noviembre de 1942 se desencadena la gran contraofensiva soviética. Implicará a más de un millón de soldados. Se inicia con un terrible bombardeo artillero de más de 3.500 piezas. Los ejércitos rusos cruzan el Volga y rápidamente abren una profunda brecha entre los aliados de los alemanes. Tras cuatro días de avance, ambas puntas de lanza se encontrarán en la población de Sovetski. La que se conocerá como Operación Urano ha resultado todo un éxito y el 6º Ejército alemán ha quedado embolsado, aunque esa es ya otra historia.

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