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domingo, septiembre 29, 2024

La Edad de Plata: el resurgir cultural que transformó a España en el primer tercio del siglo XX

La España de charanga y pandereta de la que hablaba Machado se diluyó con la obra de Federico García Lorca, que supo situar el folclorismo, el flamenco y la tauromaquia a la altura que merecían como expresión de la cultura popular. Fueron García Lorca y un grupo de jóvenes esforzados los que pusieron en marcha las Misiones Pedagógicas y las giras de La Barraca para llevar el teatro y el conocimiento a la España rural.

La Edad de Plata española englobaba a los escritores, artistas y pensadores de las generaciones de 1898, 1914 y 1927. Entre ellos se encontraba la nueva hornada de poetas, con Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y Lorca a la cabeza.

Vecinos de Cebreros (Ávila) admiran una copia de Las hilanderas, de VelázquezARCHIVO RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

Durante la II República, la creatividad de aquellos jóvenes confluyó con la de los grandes veteranos de las generaciones literarias anteriores, como Antonio Machado, Ramón María del Valle-Inclán, Pio Baroja, Miguel de Unamuno o Juan Ramón Jiménez.

En ese renacer de la creatividad, Madrid volvió a ser una referencia cultural para muchos intelectuales latinoamericanos, como Pablo Neruda, César Vallejo o Vicente Huidobro.

Además de rapsodas y literatos, en aquellos años de auge cultural también destacó la filosofía, con José Ortega y Gasset y su aventajada alumna María Zambrano como máximos representantes.

A ellos se añadían los científicos Severo Ochoa (Premio Nobel de Fisiología y Medicina) o Francisco Grande Covián, fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Nutrición, así como pintores de la talla de Pablo Picasso, Salvador Dalí y Joan Miró.

Vecinos de Cebreros (Ávila) admiran una copia de Las hilanderas, de VelázquezARCHIVO RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

Fue en esos años cuando se dieron a conocer los jóvenes arquitectos agrupados en el GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), que convivieron con Antonio Palacios, el veterano maestro que proporcionó algunos de los símbolos arquitectónicos del Madrid del primer tercio del siglo XX (el Palacio de Telecomunicaciones, el Hospital de Maudes o el Círculo de Bellas Artes).

En ese período también destacó la mente innovadora del ingeniero Eduardo Torroja, que coincidió durante unos años con el científico Santiago Ramón y Cajal, cuya vida se apagó el 17 de octubre de 1934.

La crema de la intelectualidad

Los teatros de la época representaron las obras de Lorca y en los escenarios brilló el talento de la legendaria Antonia Mercé, “la Argentina”. También fue el momento culminante del teatro del absurdo, cuyos principales representantes fueron Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela.

La República también generó buenos cineastas, como Luis Buñuel, y escritores, artistas plásticos y poetas que deberían considerarse integrantes de la generación del 27. Entre ellos destacaron Miguel Hernández, José Bergamín, Ramón J. Sender, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, María Teresa León o la pintora Maruja Mallo.

Las terrazas madrileñas del Hotel Regina, del Círculo de Bellas Artes y de La Granja el Henar se llenaban de burgueses adinerados, artistas, periodistas capitalinos y grandes pensadores, como el filósofo José Ortega y Gasset y el médico y humanista Gregorio Marañón.

Federico García LorcaGetty Images

Junto a ellos se sentaban conocidos políticos, como Manuel Azaña, que alcanzó la presidencia de la República, el investigador Juan Negrín, presidente del Consejo de Ministros durante la Guerra Civil, o el catedrático Julián Besteiro, que fue un reconocido pensador y presidente de las Cortes. La música también prosperó en aquella etapa dorada de la cultura española gracias a Pau Casals, Manuel de Falla, Joaquín Turina, Rodolfo Halffter o Salvador Becarisse.

Pero ¿cómo fue posible tal florecimiento intelectual en un país que sufría una tasa de analfabetismo enorme? ¿Cuál fue el motor que generó tanto talento creativo? ¿La República tuvo algo que ver con ese fenómeno?

El origen de ese formidable auge artístico y cultural habría que buscarlo en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), cuyos promotores fraguaron la mayor reforma educativa del siglo XX en España, lo que propiciaría años más tarde esa eclosión de grandes artistas, pensadores y científicos.

De la ILE a la residencia

La ILE fue fundada en 1876 por un grupo de catedráticos –entre los que se encontraban Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón– que fueron separados de la Universidad por negarse a ajustar sus enseñanzas a las directrices oficiales en política, moral o religión.

Por esa razón, la ILE tuvo que seguir su labor educativa al margen de los centros universitarios del Estado, creando un proyecto educativo privado en el que participaron importantes personalidades de la época, como Joaquín Costa y Hermenegildo Giner.

Intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Leopoldo Alas “Clarín”, Santiago Ramón y Cajal o el pintor Joaquín Sorolla, entre otros, apoyaron aquel proyecto innovador.

Un fotograma del documental de Luis Buñuel Las Hurdes (1933), crudo retrato de la miseria del campo españolÁlbum

Desde su fundación y hasta el triste final de la República en 1939, la ILE canalizó en España las más avanzadas teorías científicas y pedagógicas que venían del extranjero. Su objetivo era la organización educativa más renovadora de la Historia de España, cuyo lema era formar un pensamiento crítico, individual y autónomo.

A partir de 1881, algunos de los alumnos que se formaron en la ILE pasaron a formar parte del cuerpo docente, como Manuel Bartolomé Cossío, que presidió esta docta institución en 1915 sustituyendo a Francisco Giner de los Ríos, que falleció aquel año. La hija de Cossío, Natalia, se casó en 1917 con Alberto Jiménez Fraud (que ese año ya ocupaba la dirección de la Residencia de Estudiantes).

Gracias al esfuerzo renovador de los fundadores de la ILE fue posible que el Gobierno aprobara el 11 de enero de 1907 un Real Decreto para crear la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), que renovó los sistemas educativos superiores y el trabajo de investigación en España y cuyo patronato fue dirigido por Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina el año anterior.

La Institución Libre de Enseñanza contribuyó también al nacimiento del Instituto Escuela (posteriormente, Instituto Ramiro de Maeztu), la Residencia de Señoritas y, sobre todo, la Residencia de Estudiantes, cuya primera sede estuvo en un hotel que todavía existe en la calle Fortuny, 53, que actualmente alberga el Instituto Universitario y la Fundación Ortega y Gasset.

De izda. a dcha., Salvador Dalí, José Moreno Villa, Luis Buñuel, Federico García Lorca y José Antonio Rubio en el parque de La Bombilla, en mayo de 1926ARCHIVO RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

En 1915, la Residencia se trasladó a la sede que ocupa todavía hoy, en la madrileña calle del Pinar, 21, en una zona que entonces se denominaba los Altos del Hipódromo, al lado del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Aquella parcela de la ciudad, desde la que se veía la sierra de Guadarrama, fue bautizada por Juan Ramón Jiménez “la Colina de los Chopos”.

Los dos pabellones gemelos fueron ideados por el grupo de arquitectos que dirigía Antonio Flórez Urdapilleta, especialista en edificaciones escolares. De su taller salieron los planos de decenas de escuelas, entre otras la Jaime Vera (calle Bravo Murillo) y el Colegio Cervantes (calle Santa Engracia, 166). La Residencia de Estudiantes fue el primer centro cultural de España y una de las experiencias más ricas de intercambio científico y creación artística de la Europa de entreguerras.

Cuna de la vanguardia

La toma de posesión del nuevo hogar la hizo Juan Ramón Jiménez, quien quedó instalado en el pabellón segundo, cuya galería daba al norte, con vistas a la sierra. “Juan Ramón dirigió la plantación de árboles y arbustos y puso especial cuidado en la traza del Patio de las Adelfas”, escribió Alberto Jiménez Fraud.

Aquel perfilado patio fue llamado el Jardín de los Poetas, pues al recuerdo del autor de Platero y yo se añadieron luego los de García Lorca, Emilio Prados, Antonio Machado, Paul Valéry, Valle- Inclán, Salinas y otros muchos.

La Residencia de Estudiantes fue el hervidero intelectual en el que se formaron los grandes escritores, pensadores y artistas de la generación del 27 y del 36. En sus instalaciones vivieron y recibieron enseñanza, entre otros, el pintor Salvador Dalí, el dramaturgo Federico García Lorca y el cineasta Luis Buñuel.

El Teatro y Cultura de Gira por los Pueblos fue una de las iniciativas de las Misiones Pedagógicas. Aquí vemos al público que asiste a una representación al aire libre en Talamanca del Jarama (Madrid), el 16 de junio de 1932.ARCHIVO RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

Aquella experiencia les permitió entrar en contacto con los diversos movimientos de vanguardia y corrientes estéticas y disfrutar con los importantes invitados extranjeros que disertaban sobre arte, ciencia, literatura o cualquier rama del saber.

En 1918, Ramón María del Valle-Inclán acudió a la Residencia para leer algunos poemas que aparecieron luego en su libro La pipa de kif:

“¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales / de Paraísos artificiales! /A todos vence la marihuana, / que da la ciencia del Ramayana. / ¡Oh marihuana, verde neumónica, / Cannabis índica et babilónica! / Abres el sésamo de la alegría, / cáñamo verde, kif de Turquía. / Yerba del Viejo de la Montaña, / el Santo Oficio te halló en España. / Yerba que inicias a los faquires, / llena de goces y Dies Ires. / ¡Verde esmeralda –loa el poeta / persa– tu verde vistió el profeta!”.

Alucinados, los alumnos exigieron un bis, de igual forma que ahora se lo exigirían a un grupo de rock.

Los amigos de Pepín Bello: Lorca, Dalí y Buñuel

En 2007, la Residencia rindió un homenaje a su alumno más longevo, Pepín Bello, que a los 102 años recordó sus vivencias con una generación de creadores y científicos que alcanzaron años después gran relevancia.

“Aquí venía gente de toda España. Éramos 150 residentes. De Granada venía el hijo de un agricultor, que era Lorca; un indiano de Calanda envió a Luis Buñuel; un notario de Figueras trajo un día a su hijo, Salvador Dalí”, contó Bello, que, aunque no sobresalió como sus compañeros, pasó a ser la memoria viva de la Residencia.

Se le conocía como “el fotógrafo de la generación del 27”, por haber sido el autor de muchas de las fotografías que se conservan de sus míticos integrantes en aquellos años. Gracias a la recomendación de un senador, Bartolomé Esteban, Luis Buñuel fue inscrito en la Residencia de Estudiantes, donde permaneció siete años.

“Mis recuerdos de aquella época son tan ricos y vívidos, que puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que, de no haber pasado por la Residencia, mi vida hubiera sido muy diferente”, reconoció el director de Tristana y Viridiana. Otro de los genios que pasó por la Residencia fue el autor de Poeta en Nueva York, que era como una esponja que todo lo interiorizaba.

“Lorca se enteraba del carácter de las personas que estaban a su alrededor, de lo que decían, de cómo hablaban, y sobre eso, él edificaba creaciones. Disfrutábamos con él cuando tocaba el piano”, rememoró Pepín Bello en su merecido homenaje.

En los primeros días de la Guerra Civil, la nochedel 17 al 18 de agosto de 1936, García Lorca fue fusilado en Alfacar (Granada). “El coche o camión se paró donde, en medio de un páramo, había entonces un viejo olivar, lugar hoy ocupado por el parque que lleva su nombre. El poeta no tuvo el consuelo de ver la Luna porque ésta, en su último cuarto menguante, se había puesto a las dos de la madrugada”, escribe Ian Gibson. Recientemente se han realizado excavaciones para dar con los restos del autor de Bodas de sangre, pero sin resultado alguno por ahora.

Visitantes ilustres

Separado de los dos pabellones gemelos de la Residencia, en 1923 se construyó el chalé donde viviría el director. Además de tutelar a los alumnos, Jiménez Fraud era un amante de la edición de libros. Entre otras muchas obras, publicó una magnífica versión en español de La Biblia en España, de Borrow, traducida por Manuel Azaña, que poco después llegaría a ser presidente del Gobierno de la II República.

Ese mismo año, la Residencia de Estudiantes recibió la visita de Albert Einstein, que pronunció una interesante conferencia sobre la Teoría de la Relatividad que encandiló al joven Salvador Dalí. Desde entonces, el pintor surrealista prestó gran atención a los hallazgos que se iban produciendo en el campo científico.

Pepín Bello recordaba a Dalí vestido con atuendos más propios del siglo XIX, exhibiendo una melena negra y una chaqueta de terciopelo con cinturón. Bello también mencionó a Unamuno: “No dejaba hablar a nadie, él tenía que estar hablando siempre”.

En 1916, se creó en la Residencia de Estudiantes el Laboratorio de Fisiología General (arriba, su biblioteca), dirigido por Juan Negrín y en el que descollaron alumnos como el futuro Premio Nobel de Medicina Severo OchoaARCHIVO RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

En 1916 se creó el Laboratorio de Fisiología General bajo la dirección de Juan Negrín, que años después sería presidente del Consejo de Ministros de la República, en plena Guerra Civil. Allí trabajaron algunos de sus alumnos más aventajados, como Severo Ochoa y Francisco Grande Covián.

El músico Manuel de Falla, los filósofos Henri Bergson y José Ortega y Gasset, el escultor Alexander Calder, el guitarrista Andrés Segovia o el prestigioso médico Gregorio Marañón, entre otros, fueron algunos de los ilustres personajes que visitaron la Residencia de Estudiantes.

Una lista impresionante de primeros espadas a la que habría que añadir otros nombres ilustres, como el arqueólogo Howard Carter (que localizó la tumba de Tutankamón), Marie Curie (descubridora de la radiactividad), el economista John M. Keynes o los arquitectos Le Corbusier y Walter Gropius.

Asimismo, los escritores Manuel Machado, Eugenio d´Ors, Salvador de Madariaga, H.G. Wells (autor de La guerra de los mundos), Louis Aragon (uno de los fundadores del surrealismo) y G.K. Chesterton también dejaron su impronta en la Colina de los Chopos.

Todos ellos pronunciaron conferencias en la Residencia y mantuvieron de este modo contacto directo con los alumnos que se hospedaron en aquel santuario español de la cultura y la ciencia.

Ortega y Gasset cambia de bando

Cuando estalló la Guerra Civil, José Ortega y Gasset se sintió tan amenazado por las bandas de milicianos que recorrían las calles de Madrid que abandonó su chalé en la zona de El Viso para refugiarse en la Residencia de Estudiantes.

Antes firmó un documento de apoyo a la República, al que también se adhirieron otros personajes ilustres como Gregorio Marañón o Juan Ramón Jiménez. Días después, sintiéndose enfermo y preocupado por el rumbo que tomaba la guerra, el filósofo pudo salir de Madrid con su familia gracias a la ayuda que le prestó la Embajada de Francia.

Ortega y GassetGetty Images

Una vez llegaron a Alicante, los Ortega se embarcaron a Marsella y de allí se trasladaron a París. Ya a salvo en la capital francesa, Ortega aseguró que la firma de adhesión a la República le fue arrebatada a la fuerza.

Su protesta apareció en un polémico artículo que se publicó en la revista The Nineteenth Century, en el que también arremetió contra el autor de la Teoría de la Relatividad, que había apoyado públicamente al Gobierno republicano.

Enseguida los integrantes de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, una agrupación de personajes de la cultura en la que tenían cabida todos aquellos que estaban en contra de dicha ideología, entre ellos José Bergamín y Rafael Alberti, criticaron a Ortega por aquel escrito.

Un manto de silencio y olvido

Una vez finalizada la guerra, en 1940, el historiador y profesor universitario Pedro Laín Entralgo dirigió la institución. “Yo fui director externo de la Residencia, entre otras cosas porque el animal que estaba dirigiéndola hasta mi llegada se adueñó de la casa donde hasta la guerra vivieron los Jiménez Fraud. De allí no lo movió nadie”, recordaba Laín Entralgo en una entrevista que le hizo la Fundación de la Residencia.

Luego vino la dictadura y el exilio para muchos de los protagonistas de la cultura y la ciencia que brillaron durante la II República. El franquismo los condenó al silencio y al olvido.

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