Si observamos nuestra cercana Luna con unos prismáticos o un pequeño telescopio, comprobaremos que su superficie está plagada de cráteres de impacto. Y si nos movemos por el sistema solar, veremos que todos los cuerpos con superficie sólida muestran cicatrices que nos cuentan una historia: los impactos de asteroides son un fenómeno que ha ocurrido en el pasado, que ocurre en la actualidad y que por supuesto pasará también en el futuro.
Aunque la frecuencia de los impactos es ahora mucho menor que en los inicios de la formación del sistema solar, la cantidad de objetos que aún vagan por el espacio nos deja un mensaje muy claro: vamos a seguir sufriéndolos. Como se suele decir en astronomía, es completamente seguro que seremos alcanzados por un asteroide, pero aún no sabemos cuándo pasará.
En nuestro planeta, las huellas de estos impactos no duran mucho tiempo. La atmósfera, la erosión causada por la lluvia y el viento, junto a la tectónica de placas, han logrado borrar casi todo rastro de impactos en nuestra corteza. A pesar de todo, ya han sido localizados al menos 200 de estos cráteres en nuestro planeta, la mayoría de ellos casi imperceptibles, pero algunos muy llamativos como el cráter Barringer en Arizona, el cráter Lonar en la India o el Cráter Manicouagan en Canadá.
El evento de Cheliábinsk
El 15 de febrero de 2013, el mundo contuvo la respiración. A las 03:20 UTC (hora universal), un pequeño meteoroide de unos 18 metros de diámetro y unas 11.000 toneladas de paso entró en contacto con la atmósfera terrestre a velocidad de unos 19 km/s, sobre la localidad rusa de Cheliábinsk. Segundos más tarde, el objeto explotó a una altura de 15 km con una potencia equivalente a la de treinta bombas de Hiroshima.
La violenta explosión dejó más de 1.500 heridos debido a la onda expansiva, la rotura de cristales, el derrumbe de muros y la caída de fragmentos de muchos edificios. Gracias a que el evento fue grabado por numerosas cámaras en vehículos y edificios, este fenómeno tuvo una enorme repercusión en todos los medios de comunicación del mundo. La humanidad ya no podía ignorar más este tema y, aunque por suerte este fue un objeto pequeño, ya no podíamos decir que no estábamos avisados.
Tras el susto, el ‘Asteroid Day’ se pone en marcha
Al año siguiente, un grupo de científicos y personalidades públicas que estaban seriamente preocupadas por el tema, decidieron reunirse y acordaron la necesidad de concienciar a la sociedad sobre el problema de los asteroides y la potencial amenaza que suponen para el planeta y la humanidad.
En este selecto grupo se encontraban Bryan May (astrofísico y guitarrista de Queen), el físico Stephen Hawking, el astronauta Rusty Scheweickart, el director de cine Grig Richters y Danica Remy, presidenta de la B612 Foundation. Con un objetivo claro, en octubre de 2014 ofrecieron una rueda de prensa para anunciar el ‘Asteroid Day’, que servirá para coordinar numerosas jornadas, conferencias y actividades por todo el mundo, así como la creación de una fundación que gestionaría toda esta labor divulgativa.
La ONU apoya la iniciativa y se cambia el día de celebración
Dos años después, la Organización de Naciones Unidas (ONU) decidió adoptar el evento y el 6 de diciembre de 2016 emitió una declaración oficial en la que designaba el 30 de junio como el ‘Día Internacional de los Asteroides’. A partir de entonces, este día se dedicará a celebrar por todo el mundo actos ‘para promover la sensibilización pública sobre los riesgos del impacto de asteroides’. Y la fecha elegida no es casual, ya que coincide con el aniversario del impacto de Tunguska (Federación de Rusia) en 1908.
Además, esta declaración refuerza la importancia de dos grupos recientemente creados por la ONU: la ‘Red Internacional de Alerta de Asteroides’ (IAWN) y el ‘Grupo Asesor para la Planificación de Misiones Espaciales’ (SMPAG). Ambos grupos están formados por la mayoría de agencias espaciales, observatorios e instituciones de todo el mundo que están especializadas en la búsqueda y seguimiento de asteroides en el espacio. Su labor será la de vigilar, avisar y diseñar una misión espacial en el caso de que un asteroide se convierta en una amenaza para nuestro planeta en el futuro.
El evento de Tunguska
En la mañana del 30 de junio de 1908, un objeto de aproximadamente cien metros de diámetro entró en la atmósfera de la Tierra sobre la región oriental de Siberia. Al alcanzar una altura de unos cinco kilómetros, el objeto explotó con una potencia de unos 20 megatones. El estallido no dejó cráter de impacto, pero arrasó más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosques. Afortunadamente, en aquella época era una región deshabitada y no se registraron heridos ni víctimas debido al potente evento.
Por desgracia, tampoco hubo testigos relativamente cercanos y las únicas pruebas disponibles son los propios árboles quemados y tumbados de la región, así como algunos restos de minerales poco habituales en la zona. A día de hoy, todavía no están muy claras las características y dimensiones del objeto, que podría ser de origen asteroidal o cometario. Al ser el impacto más potente registrado en la historia reciente de la humanidad, la ONU eligió esta fecha para celebrar anualmente el Día del Asteroide.
Eventos de concienciación a nivel global
Desde hace una década, cada año se celebran eventos divulgativos en todo el mundo con motivo de este día, organizados por asociaciones, agencias espaciales y museos. Gracias a estas iniciativas, la concienciación sobre este problema es cada vez mayor y queda muy clara la necesidad de financiar proyectos sólidos y estables, que nos permitan descubrir los miles de asteroides que todavía no conocemos.
A día de hoy, ninguno de los 35.152 asteroides cercanos a la Tierra (NEO) descubiertos, ni los 2.576 asteroides potencialmente peligrosos (PHO) que conocemos, suponen una amenaza inminente. Sin embargo, aún queda mucho por hacer, ya que no sabemos nada de los 15.000 asteroides que nos quedan por descubrir con órbitas cercanas a nuestro planeta. Todavía tenemos un largo camino que recorrer en esta tarea de la que puede depender nuestro futuro.