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jueves, noviembre 28, 2024

El museo más antiguo del mundo está en Europa

La humanidad siempre ha sentido una profunda fascinación por conservar su historia y cultura. Los museos se han convertido en custodios de este legado, ofreciendo una ventana al pasado que nos define. Entre estos guardianes del tiempo, los Museos Capitolinos de Roma destacan como un testimonio viviente de la tradición museística. Fundados en 1471 por el Papa Sixto IV, hablamos del museo más antiguo del mundo todavía en funcionamiento, un vínculo tangible con el Renacimiento y las raíces de nuestra civilización occidental. Este artículo invita a un viaje por la rica historia y las colecciones invaluables que ofrecen estos museos.

Busto romano. Wilfredo Rafael Rodríguez Hernández / Wikimedia

El origen de los museos

El concepto de museo como lo conocemos hoy se originó en prácticas muy antiguas de colección y exhibición. Una de las primeras manifestaciones de un «museo» se remonta al año 530 a.C. con el museo de Ennigaldi-Nanna, en la antigua Babilonia. Este espacio, creado por una princesa del Imperio neobabilónico, se organizaba meticulosamente con etiquetas que describían la procedencia de cada objeto, lo que refleja un intento temprano de categorización y preservación educativa.

A lo largo de los siglos, esta práctica evolucionó significativamente en Europa, donde el coleccionismo de arte y antigüedades se volvió popular entre la nobleza y los eruditos. Estas colecciones privadas, a menudo dispuestas en lo que se conocía como «gabinetes de curiosidades», fueron los precursores directos de los museos públicos modernos. A medida que estas colecciones se hicieron más accesibles al público, sentaron las bases para las instituciones dedicadas a la conservación del patrimonio cultural que hoy pueblan el mundo.

Loba Capitolina. Wikimedia

El museo más antiguo

Los Museos Capitolinos de Roma, fundados en 1471 por el Papa Sixto IV, marcan el nacimiento del museo público más antiguo del mundo. En aquel entonces, Roma estaba en pleno Renacimiento, una época de renovación cultural y artística que redefinía el panorama europeo. En este contexto vibrante, Sixto IV decidió donar una importante colección de bronces, incluyendo figuras emblemáticas como la Loba Capitolina.

Esta decisión reflejaba el interés intelectual del Papa y su estrategia política de fortalecer el poder papal en Roma. Al ubicar estas obras en la Plaza del Campidoglio, diseñada por Miguel Ángel, el Papa transformaba un espacio público en un centro de cultura y aprendizaje.

Las esculturas inicialmente fueron expuestas en el Palacio de los Conservadores, estableciendo así la colección inicial de los Museos Capitolinos. Esta donación simbolizaba un gesto de apertura hacia el pueblo, permitiendo el acceso público a las obras de arte y marcando el comienzo de una nueva era en la preservación y exhibición del patrimonio cultural para educación y disfrute de las futuras generaciones.

Estatua original de Marco Aurelio ecuestre en el interior del Museo Capitolino. Wikimedia

La evolución del museo

A lo largo de los siglos, los Museos Capitolinos han experimentado una notable evolución, expandiendo sus colecciones y adaptándose a los cambios culturales y políticos. Desde su fundación, estas instituciones han servido como custodios de tesoros invaluables, reflejando la rica historia de Roma y el desarrollo del arte y la arqueología. Entre las piezas más destacadas de su colección se encuentra la estatua ecuestre de Marco Aurelio, un impresionante bronce que originalmente adornaba la plaza del Campidoglio y que hoy se conserva en el interior para protegerla de los elementos, mientras que una réplica ocupa su lugar en el exterior.

Otra pieza icónica es la Loba Capitolina, que, según la tradición, representa la loba que amamantó a los fundadores míticos de Roma, Rómulo y Remo. Este símbolo de la ciudad no solo es una obra maestra del arte etrusco, sino también un emblema de la identidad romana.

La plaza del Campidoglio, rediseñada por Miguel Ángel en el siglo XVI, es en sí misma una obra de arte que integra los edificios de los museos en una armoniosa composición arquitectónica. Este diseño realza la experiencia visual y estética de los visitantes y subraya la importancia del entorno en la presentación de las colecciones. Con cada edificio y cada espacio meticulosamente planificado, Miguel Ángel creó un marco digno para algunas de las obras de arte más importantes de la historia, asegurando que los Museos Capitolinos no solo preservaran el pasado, sino que también inspiraran a futuras generaciones.

Un impacto duradero

Los Museos Capitolinos han preservado el patrimonio artístico y cultural a través de los siglos y han jugado un papel crucial en la educación y el enriquecimiento cultural de la sociedad contemporánea. Al proporcionar acceso público a colecciones de valor incalculable, estos museos fomentan una comprensión más profunda de la historia y estimulan la apreciación por las artes y la arqueología.

En respuesta a la necesidad de modernización y para acomodar mejor sus extensas colecciones, los Museos Capitolinos han experimentado varias renovaciones significativas. Un ejemplo notable de adaptación a los nuevos tiempos es la instalación de parte de su colección en la Central Montemartini, una antigua planta de energía convertida en espacio de exhibición. Este entorno único combina maravillosamente la arqueología clásica con la arquitectura industrial, ofreciendo un contraste visual que realza la belleza y la importancia histórica de las obras.

Busto de Alejandro Magno en el museo. Wikimedia

Los museos desempeñan un papel indispensable como custodios de la historia humana, ofreciendo no solo un refugio para el arte y los artefactos, sino también un lugar para la reflexión y el aprendizaje continuo. Los Museos Capitolinos, con su vasta colección que abarca siglos de historia, son un testimonio vivo de cómo podemos conectar con nuestro pasado. Invito a todos los lectores a visitar estos espacios históricos para experimentar de primera mano la riqueza y profundidad de la historia que albergan.

Referencias:

  • Rossi Pinellu, O. 2006. Para una historia del arte parlante: los Museos Capitolinos y Pío-Clementino y algunas transformaciones en la historiografía artística. La museología y la historia del arte, 183-220.
  • Storch de Gracia y Asensio, J. J. 2005. Museos Capitolinos: en el corazón de Roma. Descubrir el arte 80, 92-96.

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