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jueves, noviembre 28, 2024

Santo Tomás de Aquino, la mente brillante que fusionó la filosofía con la doctrina cristiana

El filósofo y teólogo santo Tomás de Aquino nació en 1225 en el castillo de Roccasecca, del condado italiano de Aquino. Se formó en la escuela monacal de la abadía benedictina de Montecasino y continuó sus estudios en la Universidad de Nápoles. Ingresó en la recién fundada Orden dominicana.

Terminó sus estudios filosóficos en la Universidad de París e inició los de Teología. Discípulo de san Alberto Magno, le acompañó a la Universidad de Colonia, como profesor. Después regresó a la Universidad de París para ocupar una vacante. Allí se encontró con la fuerte oposición de los profesores seculares a que los frailes fuesen profesores.

Fue promovido al grado máximo de maestro o doctor y a ocupar la cátedra de Teología. Escribió Sobre el ente y la esencia, una sistematización filosófica completa de toda la realidad. Regresó a Italia para enseñar allí y terminar la redacción de la Suma contra los gentiles, un tratado estrictamente filosófico en su mayor parte.

Santo Tomás de Aquino (1365), fresco pintado por Andrea di Buonaiuto en la Capilla
Española de la iglesia Santa Maria Novella en Florencia, Italia.
Shutterstock

Inició la Suma Teológica, síntesis filosófica-teológica, su principal obra. Se reintegró a la cátedra de la Universidad de París, para intervenir en la polémica universitaria entre los averroístas, filósofos, que habían asumido la interpretación de Aristóteles de Averroes, y los teólogos, que se les oponían por su incompatibilidad con la fe.

Para ello, estudió directamente y comentó toda la obra de Aristóteles, y, ya depurada, la incorporó al pensamiento cristiano. Regresó a Italia, llamado por Carlos I de Anjou, rey de Nápoles, para fundar la Facultad de Teología en su universidad, En 1273, tuvo una singular experiencia mística, comparable a las excepcionales y únicas de Moisés y san Pablo. Como consecuencia, dejó de escribir.

A finales de enero de 1274, llamado por el papa, emprendió viaje a Lyon para asistir al Decimocuarto Concilio Ecuménico. Se encontró mal y se alojó en el monasterio cisterciense de Fosanova, en donde falleció, poco después, el 7 de marzo, a los cuarenta y nueve años.

Se desconoce con certeza la causa de su muerte. Se ha atribuido a una enfermedad, pero no se ha probado. También se dijo que murió envenenado, por orden de Carlos I de Anjou, para que no revelara en Lyon su gobierno despótico.

Hay muchos testimonios, entre ellos el de Dante, que así lo refiere en La divina comedia (El Purgatorio, XX, 61-67). Todos fueron entonces encubiertos, por la situación política y eclesiástica, pero ofrecen suficientes pruebas para imputar el homicidio al rey francés. Santo Tomás fue canonizado en 1323 y declarado doctor de la Iglesia en 1567.

La relación entre filosofía y teología

Para establecer una neta distinción entre razón y fe, determinó los límites entre la filosofía y la teología. Sostuvo que la distinción y primacía de la fe sobre la razón no implica conflicto entre ambas, porque tienen ambas su mismo origen, Dios, que no puede contradecirse.

Si se da una contradicción es únicamente aparente. La supuesta oposición puede ser debida a la falsedad de las tesis racionales, tomadas por verdaderas, o a que los contenidos de la fe no han sido entendidos o expuestos correctamente.

Hijo del Conde Landulfo de Aquino, Tomás nació en el castillo familiar en Roccasecca, en el
condado italiano de Aquino, entre Roma y Nápoles. En la imagen vemos lo que queda de él.
AGE

La razón y la fe deben ayudarse mutuamente. La primera presta un doble auxilio a la fe: demuestra sus fundamentos racionales y la conveniencia de sus misterios; y es utilizada por la ciencia teológica en sus argumentaciones.

La ayuda de la fe a la razón es también doble: la libra y defiende de muchos errores, y asimismo le proporciona muchos conocimientos racionales, que no han sido descubiertos por el hombre, y quizá hubieran permanecido siempre ignorados, o con dudas y errores, por la existencia de muchos impedimentos, naturales, culturales y personales.

Estas bases racionales de la fe han sido reveladas, porque son «preámbulos de la fe», su soporte natural. Son, entre los más importantes: la noción de Dios —existente, creador, personal y libre—; la concepción del hombre como un ser espiritual e inmortal: la doctrina de la dignidad e igualdad de los hombres; la de su libertad; el enfoque adecuado al problema del mal; y la visión lineal de la historia.

La distinción y asociación entre la razón y la fe, o entre la filosofía y la teología, permite establecer una relación armónica entre ellas. En este sentido, la filosofía es como la «sierva de la teología», en cuanto que ambas ciencias se relacionan necesariamente, a pesar de su propia autonomía.

Síntesis del platonismo y aristotelismo

Su filosofía es aristotélica, aunque transformada con muchos elementos platónicos y agustinianos. El aristotelismo en su filosofía es esencial, pero también lo es el agustinianismo y el platonismo. Incluso su empresa de integración del aristotelismo en la tradición cristiana la justifica acudiendo a san Agustín.

Considera que si este para elaborar su filosofía cristiana admitió muchas verdades de Platón, no incompatibles con las reveladas, igualmente podrá hacerse con las aristotélicas, pero sin las contaminaciones de los comentaristas musulmanes.

Los filósofos de la Facultad de Artes de la Universidad de París, con la llegada de las obras de Aristóteles y de Averroes, se encontraron ante una filosofía independiente de toda teología, pero que proporcionaba una explicación racional completa de toda la realidad.

Página manuscrita medieval de la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Copia realizada por Peter Schöffer en 1471.ASC

Empezaron a tomar una actitud de afirmación de la autosuficiencia de la filosofía y de emancipación de la teología. Con su posición, llamada del «averroísmo latino», se inició la separación posterior de la filosofía y la teología, y, con ella, la evolución de la Facultad de Artes, que se transformó posteriormente en Facultad de Filosofía. Incluso, un enfrentamiento innecesario y estéril, que se dio en los tiempos modernos.

En su polémica antiaverroista, santo Tomás intento mostrar que el averroísmo iba contra el auténtico aristotelismo, y también defender la ortodoxia de su integración en la síntesis cristiana. Objetivos que tuvo que realizar con grandes dificultades, porque los profesores de la Facultad de Teología, en su oposición al averroísmo, incluyeron al aristotelismo. Consiguieron incluso que se llegaran a condenar temporalmente como heterodoxas tesis sustentadas por el mismo santo Tomás.

Detallando la escala de los seres

A todos los seres existentes —inertes, vegetales, animales, hombres, espíritus o Ángeles, y Dios—, santo Tomás los considera colocados en una escala, ordenada por el grado o intensidad de su perfección o de su ser. Su original doctrina metafísica del «ser» (esse) es su fundamento y el de todo su sistema filosófico.

El «ser», que se diferencia del ente o ser aristotélico, es un principio metafísico universal, y, como los demás, no captable por los sentidos. A diferencia de los aristotélicos, la inteligencia no puede formar concepto alguno del mismo, porque es realmente distinto de las esencias, de lo que son las cosas.

Sin embargo, cierto conocimiento es posible, porque a cada hombre se le revela su ser propio en su conciencia intelectual, en una percepción intelectiva de su existencia, y cuyo objeto indica la palabra «yo». Santo Tomás caracteriza al ser con el término aristotélico de acto. El ser es un acto entitativo, una perfección no esencial, causa de las perfecciones de las esencias y de la misma existencia, o el hecho de estar presente en la realidad.

De izda. a dcha., Triunfo de Santo Tomás de Aquino (1484), fresco por Benozzo Gozzoli. La
madre de santo Tomás busca a su hijo en la ciudad de Nápoles; él ya ha viajado a Roma.
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A su vez, la esencia no es un no-ente, una nada, sino una capacidad de ser, una potencia, con terminología aristotélica, referida, por tanto, al acto de que es capaz, a su acto de ser. Queda así ampliada y profundizada la metafísica de Aristóteles.

Todos los seres creados, por poseer el ser limitadamente, según la esencia en que lo reciben y que expresa el grado o nivel de posesión del mismo, son participantes del ser. Participar de algo, como enseñó Platón, no es ser una parte de ello, sino tener en parte, particular o limitadamente, este algo, que, sin embargo, otro lo es o le pertenece total y plenamente.

El ser de las cosas es participado y la esencia la medida de esta participación. Esta estructura entitativa permite probar que todas las cosas han sido creadas por un ente no participado, Dios. En Él no hay composición de esencia y ser.

Es acto puro existente, tal como había descubierto Aristóteles porque es el mismo ser (ipsum esse). Por la creación, se puede demostrar con la razón la existencia de Dios y conocer algo de su naturaleza. Partiendo de aspectos concretos y existenciales de la realidad, y por la vía de la causalidad, se puede llegar a conocer la existencia de Dios. Recogiendo y sistematizando argumentos sobre ella, que se encuentran ya en el pensamiento griego, la época patrística y en la escolástica medieval, santo Tomás dio «cinco vías» para ascender con la razón hasta Dios.

Concluyen respectivamente en estos atributos: Primer Motor inmóvil, Causa Incausada, Ser Necesario primero, lo Máximamente Perfecto causa de todo ente, e Inteligencia Ordenadora. De ellos se derivan todos los demás.

El ser del hombre para santo Tomás

También de su doctrina de la participación del ser se sigue su filosofía del hombre. Todo espíritu es una sustancia inmaterial inteligible para sí misma, intelectual y volitiva. El del hombre, a diferencia de los otros espíritus, es sustancia espiritual y a la vez forma o alma del cuerpo, según la concepción aristotélica hilemórfica, o de materia y forma, asumida por Santo Tomás.

Así pues, el hombre no es un espíritu encarnado. Es una sustancia compuesta de espíritu, y, por tanto, con ser propio, y de cuerpo, unidos por el ser del primero. Esta unión sustancial se explica porque el espíritu humano, por su menor participación en el ser, para poder entender y querer —aunque sean operaciones totalmente inmateriales—, a diferencia de los otros, requiere los sentidos externos e internos. Es decir, necesita de lo sensible, como decía Aristóteles, para abstraer lo inteligible de la realidad en estado potencial, y así constituir o concebir de sí lo entendido, o concepto, que la manifiesta. El hombre necesita el cuerpo para saber y apetecer libremente.

San Pablo se aparece a san Alberto Magno y a santo Tomás de Aquino, por Alonso Antonio Villamor (1661-1729). Convento de San Esteban, Salamanca.Getty Images

La libertad consiste en querer un bien elegido. La voluntad no puede querer nada que el entendimiento no le muestre como bueno. Con esta propiedad de la voluntad, el hombre es causante de sus propios actos y, por tanto, responsable de los mismos. Como las facultades, la libertad del hombre es limitada.

Al igual que la posibilidad de errar es un defecto, propio de nuestro entendimiento imperfecto, el poder querer a un bien engañoso y falso, el mal, revela la limitación de su libertad.

Elegir el mal es un indicio de libertad, como la enfermedad es señal de la vida, El mayor grado de participación del ser del hombre, entre las cosas materiales, explica su mayor individualidad, por la que merece el nombre especial de persona.

Esta es lo más individual, lo más propio de cada hombre. Por su ser, la persona es lo más perfecto y digno de la realidad creada. Capaz de brindarse como un fin para otras personas, y capaz de amar y ser amada con amor de donación o de amistad.

Las doctrinas éticas y políticas

En su ética, santo Tomás incorpora muchos contenidos de la aristotélica, como: la doctrina de la virtud —su moral se construye a partir de las virtudes—; la concepción de la virtud como justo medio —el no exceder la medida de la razón con respecto a la pasión, ni por defecto ni por exces —; la función primordial de la virtud de la prudencia —el recto gobierno de las acciones—; la recta razón como regla de la moralidad —el dictamen de la razón práctica según su legalidad propia—; y el destacado papel de las pasiones —no excluidas, sino moderadas, e incluso producidas si faltan por las virtudes—.

Otros elementos aristotélicos, los anexiona y los desarrolla, como la función y la bondad del deleite sensible, y la concepción positiva de las realidades materiales. Además, su síntesis ética incluye contenidos nuevos, como la doctrina de la ley natural, las virtudes de la humildad y de la caridad, y la concepción del fin último como contemplación amorosa.

Apoteosis de Santo Tomás de Aquino (1631), óleo sobre lienzo de Francisco de Zurbarán.Álbum

En cuanto a las doctrinas jurídicas y políticas de santo Tomás se basan en la idea de justicia legal aristotélica y en el concepto de orden de san Agustín. Están basadas en tres tesis: la política es una actividad racional, y, por tanto, se distingue de la fe religiosa; el poder político está sujeto a la moral, y sin el reconocimiento de la misma, se convierte en irracional y meramente voluntarista; y, a pesar de su distinción y autonomía propia, ambas coinciden en su servicio a la persona humana, el único absoluto en la realidad creada.

La sabiduría del corazón

Los contenidos esenciales expuestos de la filosofía de santo Tomás revelan su apertura a toda la realidad, en sus múltiples aspectos y dimensiones, y a las otras filosofías en una relación dialogal. El principio asimilativo, que informó su doctrina, la hace irreducible a anteriores sistemas del pasado, y que permanezca abierta al futuro.

Además, su realismo y humanismo, que responden a los problemas primordiales del hombre, están vinculados a la prefilosofía, al sentido común o la inteligencia natural espontánea. El saber filosófico tomista no está separado del recto conocimiento sencillo y de los afanes ordinarios de la vida diaria.

Por su audaz búsqueda de la verdad, su libertad de espíritu al afrontar problemas y dar soluciones nuevas, fundadas en su original doctrina del ser, y por su afán de unidad, ordenadora y armonizadora, no es extraño que se haya considerado a santo Tomás como una figura cimera del pensamiento. La Iglesia católica le ha reconocido siempre su valor. Permanentemente, ha afirmado y recomendado su doctrina.

Quizá la mejor caracterización de su obra sea «sabiduría del corazón», porque se presenta no solo como visión intelectual, sino también como confidencia amistosa. Aun así, desde una interioridad sabia y amorosa, el entendimiento con la voluntad libre, la verdad con el bien, y la certidumbre con la benevolencia.

* Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Muy Historia.

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