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jueves, octubre 3, 2024

El día a día de Jorge Románov y su mujer, Victoria: proyectos, condecoraciones y el papel de la gran duquesa María

La Gran Duquesa María, con su hijo, Jorge Romanóv, su nuera, Victoria Romanóvna, y su nieto, Alejandro. /CORTESÍA

La Gran Duquesa María, con su hijo, Jorge Romanóv, su nuera, Victoria Romanóvna, y su nieto, Alejandro. /
CORTESÍA

Dentro de
las familias no reinantes que más esfuerzos hacen por mantener su legado vivo debemos destacar a la Románov. La jefa de la Casa Imperial,
la Gran Duquesa Rusa María, es la más conocida de la familia, porque pasa algunas temporadas en España, país donde se les dio acogida y del que se muestran muy orgullosos
todos sus miembros.

Su legado está también sobradamente representado por su hijo,
el Gran Duque Jorge Románov, felizmente
casado con Victoria Romanóvna, Rebecca Bettarini, de soltera, quien, además, está haciendo una excelente labor de comunicación. Hablamos telefónicamente con Romanóvna para poner en valor dos acontecimientos muy recientes que redundan en esa necesidad de la casa Románov de ayudar a los más desfavorecidos y también de mantener vivo ese legado histórico que no logró aniquilar la sangrienta revolución rusa.

Del primer evento ya han pasado algunas semanas y es conveniente recordar la trascendencia histórica del mismo: «A mediados de febrero realizamos el intercambio de órdenes con
el nuevo jefe de la Orden de Malta. Esta orden de Malta está reservada a los católicos.
Los Románov son ortodoxos, pero hay que recordar que Paulo I salvó a la orden
cuando Napoleón llegó a Malta y echó a los caballeros. Fue precisamente el zar quien los salvó y se convirtió en el jefe de la orden. Por eso hay un estrecho lazo histórico entre la familia Románov, que tiene el derecho de disponer de la más alta condecoración, y el jefe de la Orden de Malta, el gran maestre».

Y añade: «Este acontecimiento se celebró en Roma. Malta considera un tercer estado, además de Italia y el Vaticano. Tiene un régimen especial para ser considerado Estado. Es una tradición histórica muy larga y pese a las enormes vicisitudes que han pasado,
la orden de Malta sigue trabajando para ayudar al prójimo»

Frey John T. Dunlap, con la familia Románov.

Frey John T. Dunlap, con la familia Románov. /

CORTESÍA

Asimismo, nos explica que «a mí también se me condecoró por el trabajo que realizo con las fundaciones.
Su alteza eminentísima Frey John T. Dunlap me otorgó la cruz con la Corona de la Orden pro mérito Melitensi. A veces hacemos proyectos conjuntos, como el año pasado. Cuando era más joven era voluntaria de la Orden de Malta, así que conozco de primera mano el impacto que genera y la labor que hace alrededor del mundo para ayudar a los más pobres y a las personas más desfavorecidas».

Fue un día que
Victoria Romanóvna no olvidará: «Para mí ha sido un honor que me dieran esta condecoración. La ceremonia
se celebró en el palazzo Magistrale, que se encuentra al lado de Piazza di Spagna. Es la sede histórica de la orden. Se encontraban las personas más relevantes de la orden. Nos recibieron y posteriormente se celebró un almuerzo. Son gente muy interesante y la ceremonia fue muy emotiva. Porque recordamos al maestrante anterior, ya fallecido, y nuestra relación con él. El Gran Maestre acaba de ser elegido, después del fallecimiento del anterior. Es entonces cuando la familia Románov otorga la condecoración a la que hacemos referencia»

El otro evento al que hacemos referencia ha sido más reciente y tiene que ver
con su labor filantrópica: «Cada año hacemos una fiesta en París para recaudar fondos con una finalidad diferente. La noche fue promovida como siempre por el Príncipe Stephan Belosselsky Belozersky que es el director de la ANRF, la asociación histórica de la nobleza rusa en Francia. El año pasado, por ejemplo, se destinó a la Orden de Malta y este año los fondos se recaudaron para las iglesias ortodoxas de Roma y de París. La de París tiene una gran ligazón histórica con la familia Románov, porque después de la revolución rusa casi todos los nobles y la realeza rusa se marchó a París. La iglesia se quedó como la parte más importante de su fe en París. En Rusia estaba prohibida. Después de la revolución se convirtió en el epicentro donde se reunían. Es un símbolo histórico muy fuerte para todos los que lograron escapar».

Romanóvna no explica
la labor encomiable que realizan estos dos templos: «La iglesia de Roma se construyó recientemente en 2002, después de que fuera un proyecto que se había abandonado porque el Vaticano no daba el visto bueno. Cuando mi padre trabajaba en el Gobierno se pudo avanzar en este proyecto, gracias precisamente a su trabajo. En ese momento se habían puesto de acuerdo para que se pudiera construir. Para nosotros es muy importante y tenemos un lazo afectivo muy importante, de corazón, por haber logrado sacarlo adelante hace 20 años. En aquel entonces no salía con mi marido, así que era cosa del destino.»

En cuanto al templo francés manifiesta que «la iglesia de París va a destinar el dinero para dar comida a los niños pobres y
para que los ancianos puedan recibir apoyo en una residencia situada en la capital. En la de Roma se trata de que los niños puedan tener un niño donde ir a jugar y aprender. Allí podrán contar con profesores que se ocupen de ellos. No es estrictamente una escuela sino un parque de juegos para niños. Son actividades extraescolares en las que aprenden según su edad. Algunos literatura, otros historia, otros simplemente juegos…».

Los Románov y una invitada, en la fiesta celebrada en París

Los Románov y una invitada, en la fiesta celebrada en París /

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«Estaban diferentes miembros de casas reales. como
los príncipes Caroline Joachin y Yasmine Murat. Es una asociación histórica que se creó en los años posteriores a la Revolución para agrupar a la asociación de los nobles rusos que viven en Francia. Este evento se realiza con la colaboración de nuestra fundación. La Gran Duquesa no pudo asistir porque se quedó una semana en Roma con nuestras respectivas familias», nos cuenta.

«Nuestra intención con todos estos actos nace con la voluntad de mostrar que la familia Románov sigue existiendo y que se basa en una serie de valores muy importantes.
No lo hacemos por autopromoción. Ahora estamos preparando una gran conferencia en la isla de Malta. Para nosotros es muy importante transmitir el conocimiento y a historia de nuestra familia», aclara Romanóvna.

«Nuestro hijo Alejandro es todavía muy pequeño, tiene 16 meses solo, pero le educaremos con esos valores. Todavía es muy pequeño y ahora estamos en la fase de que aprenda a comer con una cuchara. El resto ya vendrá más adelante.
Mi marido y yo tenemos nuestros trabajos respectivos, pero tenemos mucho eventos relacionados con estas cuestiones y numerosas actividades, así que respirará un ambiente histórico en nuestra casa desde su más tierna infancia», nos comenta, por últimos

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