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jueves, octubre 3, 2024

Iris Apfel muere a los 102 años: una vida genial como icono de estilo, empresaria textil y decoradora de la Casa Blanca

El
apasionante mundo de Iris Apfel se aceleró a los 85, cuando una exposición en el Costume Institute del Metropolitan de Nueva York la descubrió como inesperado icono de
estilo maduro para la industria de la moda. Fue la Pitufina de un planeta entregado a la juventud, la excepción extraordinaria que fascinó al mundo con su carisma, su estética y su inteligencia.

Desde que apareciera en las portadas, Apfel no cesó de facturar: colaboraciones con MAC, Macy’s, H&M, Citroën… Apfel pudo cobrarse su pasión por la moda y el resto de las mortales la adoramos como la
mujer excepcional que sí merecía entrar en el Olimpo de las diosas. Puso el listón altísimo, en todos los sentidos.

En cierto sentido
Apfel caminó para que las famosas de 70 y 80 años pudieran hoy levantar ligeramente el vuelo. Ahí tenemos a Maggie Smith para Loewe, Charlotte Rampling para Massimo Dutti, Isabelle Huppert para Balenciaga o Joan Didion para Celine. Evidentemente
nos falta un trecho para que la industria del lujo acepte que las
mujeres de 50 y 60 años también existen, pero mucho de lo andado se lo debemos a Iris Apfel.

A los 97 años, ya en 2014, Apfel fichó como modelo para la agencia IMG Models. Ella puso el cuerpo, por así decirlo, porque su mente estaba sobradamente preparada para lo que se le venía encima gracias a una biografía apasionante. Iris Apfel no se hizo
de un golpe de suerte. Lo suyo con la moda, con la belleza, fue un guiso que hizo ‘chup chup’ durante décadas.

Para Apfel, el estilo solo se consigue siendo tú misma

«El estilo está en el ADN», explicó Apfel en una entrevista de 2021 en ‘People’. «Puedes aprender a estar a la moda y tener buen gusto, pero el estilo viene de dentro. Es una cuestión de actitud. Está en la forma en la que miras las cosas, en la que piensas sobre las cosas y en el modo en el que te presentas. Y la mejor manera de hacerlo es ser tu misma.
No tratar de copiar a nadie. No puedo decirte cómo tener estilo. No sé porqué los jóvenes de hoy ansían parecerse a los demás, Lo encuentro triste. Creo que se pierden muchísimo, La originalidad de cada uno es tan importante…».

Iris y Carl Apfel, en su apartamento de Nueva York.

Iris y Carl Apfel, en su apartamento de Nueva York. /

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Todo el ‘know how’ de Iris Apfel quedó al descubierto en aquella exposición del Met, en la que el comisario Harold Koda mostró los tesoros, joyas incluidas, del armario de la veterana ‘fashionista’. Se tituló ‘Rara Avis (Rare Bird): The Irreverent Iris Apfel’. La gente
se volvió loca con accesorios y prendas artesanales, riquísimas, testigo de un sinfín de culturas.

Si armario desató la locura: era resultado de décadas de coleccionismo por todo el mundo, gracias a su
actividad como empresaria al frente de la compañía textil Old World Weavers que dirigía con su marido. Su matrimonio fue en verdad, su auténtico golpe de suerte. Iris y Carl Apfel fueron realmente ‘soul mates’, cómplices en el trabajo, la creación, el amor y el estilo de vida.

Enseguida, Iris Apfel se vio pluriempleada

Iris creció en una granja en Queens, pero muy pronto se dejó seducir por Greenwich Village y se enroló como estudiante de arte en la Universidad de Nueva York. Su primer destino laboral no podía ser otro que de redactora en la mítica revista ‘Women’s Wear Daily’, cuyo exiguo salario completaba decorando apartamentos para reventa de la mano de la interiorista Elinor Johnson. Además, hacía las veces de asistente para el ilustrador Robert Goodman, también fascinado por
el sentido de la belleza de aquella joven emprendedora.

Carl e Iris Apfel, en uno de sus múltiples viajes de juventud.

Carl e Iris Apfel, en uno de sus múltiples viajes de juventud. /

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A los 27 años, Iris se convirtió en la señora de Carl Apfel y, dos años después, en 1950, fundó junto a su marido
su firma de textiles Old World Weavers, especializada en la reproducción de tejidos de los siglos XVII, XVIII y XIX que encontraban en sus innumerables viajes por Europa. No tuvieron hijos por decisión de Apfel, quien toda la vida se resintió de que su madre la dejara en casa para ir a trabajar a su boutique de moda. Cambió la maternidad por mil y un proyectos, uno no menor su trabajo como decoradora en la Casa Blanca.

Apfel trabajó para
nueve presidentes: Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan y Bill Clinton. No para John F. Kennedy, pues Jacqueline Kennedy tenía en mente lo que otras primeras damas evitaron: reformar por completo la Casa Blanca.

«Trajo de París a un decorador que lograra un toque francés auténtico y la comunidad del diseño estadounidense se volvió loca«, contó Iris en el diario británico ‘The Guardian’. »Tuvimos que
echar por la borda todo lo que habíamos hecho hasta la fecha y comenzar de cero. Sin embargo, Mrs. Nixon era encantadora. Me cayó muy bien».

Iris Apfel junto a su buen amigo Bill Cunningham, fotógrafo de 'street style' de Nueva York y otra gran institución del estilo, fallecido en 2016.

Iris Apfel junto a su buen amigo Bill Cunningham, fotógrafo de ‘street style’ de Nueva York y otra gran institución del estilo, fallecido en 2016. /

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Tras el reconocimiento que supuso la exposición del Met, todo el mundo quiso un trocito de Mrs. Apfel. Editó sus memorias, le dedicaron volúmenes a su estilo, protagonizó documentales y mil reportajes y hasta trabajó como
profesora visitante en la Universidad de Texas, en Austin, donde compartió su infinito saber textil.

Por supuesto, Iris Apfel posee su propia muñeca Barbie que no está a la venta, aunque también pudo diseñar dos looks para la famosa muñeca que se pudieron comprar. En 2016, la Asamblea de
Naciones Unidas la galardonó con el Women Together Special Award of the Year y con el Women’s Entrepreneurship Day Pioneer Award.

Carl Apfel murió en 2005, a los 101 años

Carl murió de una enfermedad coronaria en 2005, tres días antes de su 101 cumpleaños. El destino le regaló, también a él, una vida longeva y feliz, además de dos apartamentos grandiosos en Nueva York y Palm Beach. Iris se recuperó del duelo al recordar el impulso que su esposo dio durante toda su vida a sus locuras: «Era como
la madre de la artista«, recordó entonces. Su actitud al respecto del paso del tiempo es la lección sabia que pocas mujeres mayores de 40 quieren escuchar hoy:

«Para mí, las arrugas son una medalla al coraje», explicó Iris Apfel en ‘People’. «Si Dios es bondadoso contigo y te regala todos esos años, ¿por qué esconderlos?
No creo en la cirugía estética, excepto en casi de accidentes o si naces con una nariz como la de Pinocho. De otra manera, ¿para qué tanto recorte y pinchazo? Es una tontería, porque nadie con ojos en la cara confunde una de 27 con una de 72. Además, es imposible rejuvenecer las manos. ¿Y qué hay de malo con el pelo blanco? Menos mal que a mi marido le encanta: jamás tuve que teñírmelo».

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