A principios del siglo XX, en una conferencia universitaria, Margaret Mead Compartió una anécdota que transformó la percepción de la humanidad. Un estudiante le preguntó al antropólogo cuál había sido la primera indicación de civilización en la humanidad. Esperaban que mencionaran algo como el fuego, la rueda o alguna herramienta ancestral. Sin embargo, su respuesta fue diferente y muy humana: un hueso, específicamente un fémur fracturado que se había curado. En el reino animal, tal fractura implica una muerte segura. Para que ese hueso se cure, alguien tuvo que atender a la persona lesionada, alimentarlo, salvaguardarlo y ser compañía. Ese fue, para ella, el primer acto realmente civilizado: alguien que cuida a otro ser humano.
Sin cuidado, no hay infancia segura, no hay edad digna, no hay sociedad posible. Y, sin embargo, durante mucho tiempo, cuidar ha sido vista como una responsabilidad privada, casi siempre de mujeres, y rara vez reconocida por la ley o el estado. Es hora de transformar eso.
La Ciudad de México ya ha dado un primer paso. Desde 2017, es Constitución Reconocer el derecho a cuidar. El primer sistema de atención pública en la Ciudad de México ya es una realidad para el capital; el Jefe de Gobierno, Clara Brugadaotorgó la bandera para la instalación de 200 espacios que permitirán el cuidado y el desarrollo de niñas y niños, servicio de lavandería, comedor, casa de día para personas mayores, atención a las personas con discapacidades, oficinas médicas y dentales, así como espacios deportivos.
Esto reemplaza nuevamente la Ciudad de México como progresivo, pero ahora necesitamos ir más allá de la capital: necesitamos un Sistema de atención nacionalun sistema que no solo reconoce el derecho a una atención decente, sino que está garantizado para todas las personas en una situación de dependencia a lo largo de sus vidas.
En este sentido, hace unos meses propuse que el Congreso de la Unión LEgisina en el asunto y establecer a nivel constitucional el derecho a la atención decente y la respuesta a la co -respuesta en la igualdad de condiciones entre mujeres y hombres.
Este sistema debe comenzar desde una visión de los derechos humanos, basado en tres principios fundamentales: universalidad, de modo que no depende de la capacidad económica de las familias y priorice a las personas en la vulnerabilidad; Co -respuesta, para no continuar delegando este trabajo solo en mujeres y existe una redistribución equitativa entre hombres y mujeres, entre el sector público y privado, entre la comunidad y las familias; Finalmente, reconozca el trabajo de atención, ya sea remunerado o no, pero eso está valorado, protegido y respaldado por políticas públicas efectivas.
Este es un llamado para dibujar un nuevo horizonte moral, donde el cuidado es reconocido y valorado. Porque atender es civilizar y civilizar es reconocer que el bien, el bien es colectivo, que el cuidado de las personas no puede depender del destino, el género o los recursos, sino de todos y todos para construir un camino que apoye el proyecto del país y nuestra ciudad, una ciudad donde el cuidado y el bien son derechos que llegan a cada hogar.
Por Jannete Guerrero Maya
Colaborador
@jguerreromaya

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