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martes, diciembre 10, 2024

No digas nada, la serie de Disney+ sobre el conflicto de Irlanda del Norte que adapta uno de los mejores libros

En enero de 2013, el escritor y periodista
Patrick Radden Keefe
, de ascendencia y apellido irlandés pero nacido en Boston, leyó en el New York Times una noticia sobre Dolours Price. Fascinado por lo que descubrió, que no vamos a desvelar aquí porque aunque es un hecho histórico no queremos hacer spoilers, pasó los cuatro años siguentes investigando y en 2018 publicó
No digas nada.

Cualquiera que tenga cierto interés por la literatura recordará que, aunque tardó dos años en llegar a España, de la mano de Reservoir Books, el
libro
de
no ficción que había que leer era ese. Y una vez que lo hacías, no podías pensar en otra cosa. Yo llegué tarde a esa ola, pero cuando me subí a ella las quinientas páginas del pormenorizado relato de Radden Keefe me duraron tres días (literalmente). Y me hizo muy feliz saber que una historia tan interesante como esa iba a convertirse en
serie
.

Ya lo ha hecho, y lectores y no iniciados en la materia, podemos disfrutar desde hoy de No digas nada, la serie de Disney+ sobre el
conflicto de Irlanda del Norte que adapta uno de los mejores libros de no ficción que se han publicado en este siglo.

Jean McConville, la madre que se llevaron de su casa

El conflicto de Irlanda del Norte, o los Troubles, como se conocen en el mundo anglosajón, está lleno de atentados terribles, momentos de tensión e imágenes que todo aquel que tuviese cierta edad en aquella época tiene grabadas en la memoria. Pero No digas nada, y la
serie de televisión que la adapta, comienza con una historia pequeña que refleja la dimensión del conflicto y la situación que se vivía en Belfast en los años 70.

Hazel Doupe, Kerri Quinn y Lola Petticrew en una imagen del primer episodio de la serie basada en el libro de Patrick Radden Keefe, No digas nada.

Hazel Doupe, Kerri Quinn y Lola Petticrew en una imagen del primer episodio de la serie basada en el libro de Patrick Radden Keefe, No digas nada. /

Instagram: fxnetworks

Jean McConville era una mujer de 38 años, viuda y con diez hijos a su cargo, que vivía en Divis Flats, un complejo de viviendas de protección oficial ubicado en
el oeste de Belfast. Una noche, alguien llamó a la puerta y los más pequeños supusieron que era Helen, su hermana mayor, que había salido a comprar la cena. Al abrir, un grupo de personas, algunos de ellos con la cara cubierta, se colaron en el piso y recorrieron el piso en busca de Jean, que se encontraba en el baño disfrutando de unos minutos de paz en la bañera.

Apenas la dejaron vestirse y la sacaron del piso, acompañada de Archie, que con 16 años era el mayor de los que estaban en casa e insistió en ir con ella. Pero solo pudo hacerlo hasta el aparcamiento, y mientras metían a su madre en una furgoneta a él le pusieron
una pistola en la cabeza y le pidieron que regresara con sus hermanos. «Vigila a los niños hasta que yo vuelva», le dijo Jean atemorizada desde el interior del vehículo. Aquel día fue el último que los hermanos McConville vieron a su madre.

Dolours Price, del pacifismo al IRA

Con la interrogante de qué sucedió con Jean McConville siempre presente, y salpicando el relato y la serie, la protagonista de No digas nada es Dolours Price, que a finales de los 60 y mientras era la gran esperanza universitaria de su familia, se convirtió en
miembro del IRA junto a su hermana Marian. Ambas habían absorbido el republicanismo de sus padres, Albert y Chrissie, que habían estado en prisión por la causa y cuidaban, especialmente ella, de la tía Bridie. Una mujer que había perdido la vista, y ambas manos, mientras preparaba un explosivo.

Josh Finan como Gerry Adams en una imagen del primer episodio de No digas nada.

Josh Finan como Gerry Adams en una imagen del primer episodio de No digas nada. /

Instagram: Fxnetworks

A pesar de que, en su juventud, Dolours rechazaba tajantemente que la violencia fuese a ser la solución para la causa, las experiencias que vivió mientras formaba parte del movimiento pro derechos civiles la hicieron cambiar de opinión y sumarse a la lucha por una Irlanda unida. Pero no como integrante del Consejo de Mujeres del IRA, que estaban allí para
esconder pistolas o socorrer a los heridos, sino como una integrante más de las acciones que llevaban a cabo y que iban desde atracar bancos, a poner bombas o ser la mujer que se encargaba de trasladar a gente a la que no se le volvía a ver.

Lo que en el libro es una ardua investigación cargada de referencias, en la serie se le pone cara y voz, ya que la propia
Dolours Price contó su historia, violando el código de silencio que el IRA imponía a cada uno de sus miembros. Pero cuando eso sucedió, a comienzos de este siglo, ni su causa, ni ella eran los mismos que en el momento en el que, llena de sueños y esperanzas, se sumó a la lucha.

Un pedazo de Historia en 9 episodios

Compuesta por nueve episodios, No digas nada es una producción que aprovecha con inteligencia el trabajo de Radden Keefe para contar un pedazo de la Historia de finales del siglo XX a partir de personas concretas, muchas desconocidas, otras de ellas, como
Gerry Adams, no. Y a la vista del primer episodio lo hace tan notablemente como el escritor, gracias a la adaptación literaria, pero también a un grupo de intérpretes que crecieron con las noticias de lo que ahora llevan a la pantalla o llevan toda su vida escuchándolas.

Anthony Boyle como Brendan Hughes en la serie No digas nada.

Anthony Boyle como Brendan Hughes en la serie No digas nada. /

instagram: fxnetworks

Lola Petticrew (Bloodlands), nacida en Belfast en 1995, es la encargada de interpretar a la versión más joven y motivada de Dolours Price, mientras que Hazel Dope (Sanctuary), dublinesa, se pone en la piel de su hermana Marian. Anthony Boyle, también de Belfast y al que recientemente hemos podido ver en
Los amos del Aire
, es
Brendan Hughes, uno de los miembros del IRA más conocidos de aquella época, y amigo de Gerry Adams, al que da vida Josh Finan (The Responder).

Nada en No digas nada es fácil y, tal vez por eso, con cada capítulo del libro, o con cada episodio de la serie, es imposible no quedarse mirando el papel, la pantalla,
boquiabierta, ligeramente horrorizada, algo sorprendida y con un carro de preguntas por responder. Tal vez ninguna de las dos narraciones consiguen responderlas, y no es porque no sean ambas excelentes. Tal vez, simplemente, resulte imposible explicar hasta dónde es capaz de llegar el ser humano por una causa que cree justa.

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