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viernes, noviembre 8, 2024

Así ha sido mi primera visita a uno de los templos del motor, el Circuito de Fiorano en Maranello, donde se da forma a los deportivos de Ferrari

La pista de Fiorano lleva en funcionamiento más de 50 años y yo llevo trabajando en esto más de 20, pero nunca había tenido la oportunidad de visitarla y, mucho menos, de disfrutarla. Te cuento paso a paso cómo he vivido esta inolvidable experiencia.

Es viernes, son las 9 de la mañana, el suelo está mojado debido a la fina lluvia que no ha dejado de caer durante toda la noche, aunque ahora mismo no llueve. El día no es el mejor, pero yo siento que la vida me sonríe, porque me encuentro a las puertas del paraíso

Estoy en Maranello (Italia) y frente a mí hay un gran cartel de color rojo con letras blancas y un inconfundible logotipo de color amarillo con un caballo rampante negro en su interior: ‘PISTA DI FIORANO’.

Así, en mayúsculas, es como te recibe este mítico circuito que fue construido por Enzo Ferrari en 1972 con la idea de desarrollar tanto sus deportivos de calle como sus coches de carreras.

Nada más entrar un plano del circuito te da una idea de a lo que te vas a enfrentar: 8,4 metros de ancho, 3.021 metros de longitud y 14 curvas en la configuración a la que yo me iba a enfrentar. Una inevitable sensación de excitación y nervios me aprieta el estómago, no me importa reconocerlo.

Una jornada para el recuerdo en Fiorano

Ferrari está claro que solo sabe hacer las cosas a lo grande, pero con seguridad, siempre con seguridad. Así que nada más pasar las puertas del circuito me toca pasar ciertos trámites administrativos.

Primero en formato digital, por medio de una tablet, y luego en formato físico, estampo mi firma tantas veces en papeles de exención de responsabilidad, instrucciones de seguridad y otros muchos documentos, que dudo si es por mi propio bien o porque quieren quedarse con mi rúbrica en caso de que bata el récord de la pista y me extiendan directamente un contrato como piloto oficial.

Despierto de mis ensoñaciones de apasionado de los coches tras decenas de firmas y camino hacia el centro neurálgico de la pista, un patio situado entre tres edificios que me da la bienvenido repleto de ferraris ronroneantes. Pero toca esperar, me indican que debo enrar al edificio de la izquierda.

Tras unas puertas eléctricas un cartel: Sala Enzo Ferrari, nombre situado sobre una foto de ‘il Commendatore‘ con mirada amenazante, que te recibe para generar en ti la sensación de que estás accediendo a un lugar importante. 

Nada más entrar veo colgado de la pared un Ferrari F300 de F1 del año 1998 (el que fuera pilotado por Michael Schumacher y Eddie Irvine). Me giro y en la pantalla hay proyectado un mensaje: «Un Ferrari es para toda la vida». Casi nada…

Todo en este lugar es una declaración de intenciones y yo voy empapándome de esa cultura por segundos. Pero ahora toca sentarse y escuchar el menú que vamos a degustar hoy: de primero una ruta por carretera abierta con el Ferrari Roma, de segundo el espectacular Ferrari SF90 en la pista y como postre y fin de fiesta, sin abandonar el circuito, toca disfrutar del Ferrari 296 GTB.

Como puedes suponer, estaba salibando y me temblaban las manos. No sé si por los nervios, por la emoción, por que hacía un poco de frío o por todo un poco.

Así ha sido mi primera visita a uno de los templos del motor, el Circuito de Fiorano en Maranello, donde se da forma a los deportivos de Ferrari

Salgo a la plaza principal del circuito y tras hacer la pertinente foto de recuerdo posando junto a dos flamantes Roma me acomodo en su interior para comenzar mi jornada de disfrute. Por desgracia, mientras un encargado de la marca se asegura de que sé cómo se conduce un Ferari, empieza a llover de nuevo.

Digo esto de asegurarse cómo se conduce un Ferrari, porque no es un coche cualquiera. Te sientas, presionas el botón de arranque, que está en el radio inferior del volante y es táctil (si no sabes que está ahí, es fácil que no sepas ni cómo dar vida a su V8), seleccionas el modo del cambio que prefieras (manual o automático) y accionas la leva derecha.

Parece lógico, pero si nadie te lo explica igual te quedas con cara de tonto sin saber ni moverte. En mi caso no era la primera vez al volante de un Ferrari (tampoco creas que conduzco uno todos los meses; ya me gustaría…) y no lo dudé, pero con lo que no daba era con el mando del limpiaparabrisas.

Empezé a buscar una palanca como en un coche normal, pero es que un Ferrari no es un coche normal. Y tras unos segundos mirando por todos lados me di cuenta de que está integrado en el volante, junto al ‘manettino’ de los modos de conducción. Al estar en la posción ‘0’ no se movía; lo puse en ‘A’ (Automático) y solucionado.

En los primeros kilómetros me cuesta concentrarme en la conducción, noto que todo el mundo me mira. «¿Será un piloto probador de Ferrari?» Parecen pensar algunos. «¡Menudo ricachón que ha venido a la sede a recoger su deportivo!», sin duda, piensa un chaval mientras frota su dedo pulgar contra los demás en un geso claro hacia mí indicando que me sobra la pasta.

«¡Qué lastima!», pienso yo. Si supieran que en realidad me estoy terminando de aclarar con los mandos y voy aquí dentro más alucinado de lo que están ellos al verme.

Salgo de Maranello con la boca abierta por todas estas sensaciones y admirado por pasar por la puerta de la sede de la marca en la Via Abetone Inferiore al volante de uno de sus coches, así como asombrado de que aquí ver un caballo rampante decorando una rotonda es tan habitual como en España un bar en cada esquina.

Hay bastante tráfico y por momentos la niebla es mi principal compañera. Al principio no hago más que maldecirme por estas malas condiciones, pero en cuanto la carretera se returce y el tráfico desaparece me digo a mi mismo: «disfruta del día, que esto es un sueño hecho realidad»

Y vaya si lo hago. Me han recomendado no quitar el modo ‘wet’ (mojado) del ‘manettino’, pero eso no impide que pise a fondo a la primera oportunidad que tengo, como si no me importaran los 217.000 euros que cuesta. ¡Qué salvajada de aceleración! y ‘qué sonido! Es gloria bendita.

El Roma monta un V8 de 3,8 litros con 620 CV que acelera de 0 a 100 km/h en 3,4 s y tiene una velocidad máxima de más de 320 km/h. Así que te puedes hacer una idea de por qué me puso los pelos de punta.

Pese a ser un 2+2 no es un coche pequeño. Mide 4,7 metros de largo y en carreteras tan de curvas como las que voy transitando parece que cuestan centrarse en el carril. Me sorprende por lo cómodo que es cuando vas relajado y, a la vez, lo ágil que se muestra pese a su tamaño.

Vídeo: prueba del Ferrari SF90 en el Circuito de Fiorano

Para mí el tiempo ha pasado casi volando, pero he estado al volante del Roma algo más de dos horas y si la emoción ya estaba en todo lo alto, el día mejora por momentos, porque ya de vuelta a Fiorano me espera el salvaje Ferrari SF90. Y noto que la cosa va en serio cuando me preguntan por mi talla de casco…

Antes de nada, me dan a conocer el ‘box’ principal (y único) del circuito y me cuentan que es aquí donde los pilotos de la casa reciben por primera vez sus coches de carreras. Me resulta imposible no pensar en Schumacher, Alonso y Sainz enfrentándose por primera vez a sus nuevas máquinas y alucino al darme cuenta de que ahora soy yo el que va a ‘saltar’ a la pista.

Para empezar, uno de los instructores de la marca se pone al volante. Su objetivo es enseñarme cómo es el circuito. Algo que agradezco, porque es mi primera vez aquí y ahora sí tengo cierto miedo a tener que pagar los platos rotos. Sobre todo, porque este coche cuesta 430.000 euritos de nada.

Ha sido tan solo una vuelta y a ritmo tranquilo para tratar de memorizar las curvas, pero si te soy sincero no me acuerdo de nada y ya es mi turno. Nada más encarar la recta de meta sí que piso a fondo, no me corto. Pero lo que sí que se me corta es la respiración. ¡¡Madre mía que pasada!! Acelra  de 0 a 100 km/h en 2,6 segundos.

Corto gas enseguida, porque ya está ahí la primera curva y porque llueve con ganas. Me sorprende que la pista me parece bastante estrecha. De hecho, pregunto al instructor que me acompaña y me confirma que tiene 8,4 metros de ancho. El Circuito de Montmeló, para que te hagas una idea, tiene un mínimo de 11 metros y en algunos puntos llega hasta los 12.

Te invito a que veas el vídeo que te he dejado un poco más arriba si quieres saber cómo es el SF90 y qué se siente al probar este coche. Pero sí que te adelanto que pese aser la primera vez que me pongo al volante de un vehículo con más de 1.000 CV, me ha resultado hasta fácil de conducir.

Así ha sido mi primera visita a uno de los templos del motor, el Circuito de Fiorano en Maranello, donde se da forma a los deportivos de Ferrari

De verdad, no exagero. Me había imaginado que sería una fiera ingobernable. De esos deportivos incontrolables, un potro salvaje enfadado al que hay que acariciar si no quieres que te dé una coz. Pero nada de eso. Incluso en estas difíciles condiciones e incluso cometiendo algunos errores de conducción, te lo pone fácil.

Por error de conducción me refiero a entrar un poco colado en una curva de radio medio (la número 4), corregir con la dirección, provocar un balance de pesos al levantar el pie del acelerador y, tras ello, encontrarme con una cruzada que no buscaba. 

He alucinado con lo natural que sale el contravolante, con lo que te ayudan el eje delantero y la tracción a las cuatro ruedas. Jamás hubiera imaginado que un superdeportivo así me transmitiría tanta confianza.

Y para que me entiendas basta con que te cuente que monta un motor V8 turbo de gasolina en posición central trasera, con 4,0 litros de cilindrada y que entrega 780 CV y 800 Nm. A este se suman tres motores eléctricos que suman 220 CV. La caja de cambios es de doble embrague y no es que sea rápida es que es instantánea.

Entre el cambio y el motor térmico va situado uno de los tres motores eléctricos y los otros dos mueven las ruedas delanteras, una cada uno. Todo suena muy complejo (y lo es), pero lo importante es que te lo pone fácil. 

Aunque lo que no ha sido fácil ha sido bajarse de esta joya y despedirse de ella. En mi caso, seguramente para siempre.

Pero el día no ha acabado y mi suerte tampoco. Ahora un flamante Ferrari 296 GTB de color azul y con detalles de color amarillo me espera ya arrancado. Esta combinación de colores la verdad es que no me gusta, pero poder disfrutar de una máquina con todo atrás y con nada menos que 663 CV me pone. Y no precisamente nervioso. Bueno, nervioso también un poco.

Así ha sido mi primera visita a uno de los templos del motor, el Circuito de Fiorano en Maranello, donde se da forma a los deportivos de Ferrari

A mi derecha un instructor que en su día fue el campeón italiano de ‘drift’ (derrapaje), lo que me hace pensar que este coche es muy juguetón. Le pegunto si él prefiere el SF90 o este. Permanece en silencio un segundo y me responde que le apasionan los dos, pero que el 296 GTB tiene el chasis más excitante de todos los que ha probado en su vida. ¡Estoy ansioso por comprobarlo!

Como el SF90 también es híbrido enchufable, pero en este caso monta un V6 biturbo de 3,0 litros con 663 CV en posición central trasera longitudinal; y a este se suma un eléctrico de 166 CV también en posici trasera. La propulsión, por tanto, es trasera. La potencia total es de 829 CV.

Salgo a la pista con decisión, con el pie derecho a fondo. Apuro la frenada y enseguida me doy cuenta de lo poco que he valorado los frenos del SF90 y me percato ahora en el 296 GTB, porque entro colado en la primera curva y eso que este coche es bastante más ligero. A ver si ya voy confiado y me va a tocar pedir otra hipoteca para pagar los 290. 000 euros que cuesta…

Al coregirlo también caigo enseguida en la cuenta de que este coche es más nervioso, más juguetón. Te permite hacer contravolante de manera también natural, pero diría que no perdona tanto los fallos del que conduce. Si te pasas de gas te da sustitos; si pasas acelerando a fondo una recta y pasas por un bache brusco se recoloca cuando no te lo esperas.

Desde luego, es un coche más excitante. No sé si algún día sueñas con comprar un Ferrari, pero mi consejo sería, apuesta por el 296 si quieres disfrutar en circuito y jugar en las curvas. En cambio, si buscas prestaciones y el mejor tiempo por vuelta sin necesidad de sentir que tienes que ser el mejor piloto del grupo (y te sobra dinero en el banco, claro), el SF90 está hecho para ti.

A mí me quedan todavía unas cuantas curvas en Fiorano. Pero prefiero despedirme aquí, para quedarme con la sensación de que este sueño sigue en la fase REM y no me voy a despertar nunca. Hasta siempre Fiorano. Ha sido un placer.

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Etiquetas: Viajes

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