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l domingo 20 de octubre, después de terminar la misa, el padre Marcelo, sacerdote indígena tsotsil, fue asesinado al subir en su camioneta blindada. Seis balazos recibió; uno solo fue causante de su fallecimiento.
Marcelo fue un cura diferente, en su paso por las veredas de Chiapas comprendió y vivió la dureza de la miseria económica de los pueblos indígenas. Proveniente de una comunidad indígena del municipio de San Andrés Larráinzar, hablante de tsotsil, sentía el dolor que el mundo de la necropolítica causaba en los pueblos indígenas, y no podía ni debía quedarse callado.
Fue solidario con muchas causas. La más destacada fue la incansable lucha por la paz.
Ayudó a crear El Movimiento Zoque en Defensa de la Vida y el Territorio, surgido a partir de la lucha exitosa contra el fracking, y el Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (Modevite), con presencia en los Altos, Norte y Selva de Chiapas.
El 2 de octubre de 2021, todavía como párroco de Simojovel, convocó a los principales movimientos sociales en defensa de la madre tierra a recibir un reconocimiento. Nos correspondió asistir como defensores de los humedales de montaña en San Cristóbal de las Casas. Lo confieso: teníamos miedo de que en la larga travesía fuéramos emboscados por algún grupo narcoparamilitar.
En abril de 2022 después de que un grupo de choque golpeó a los ambientalistas que defienden los humedales, en pleno Jueves Santo nos dio cobijo, alimento y palabras de alivio.
Entendimos en la plática que había que trascender, que tal y como Jesús había hecho, ofrendar nuestra vida para sembrar conciencias y poder dar sentido a nuestra existencia.
Marcelo y el Che Guevara son imágenes de un hombre nuevo necesario en este mundo que viaja al colapso.
El 2 de julio pasado llegó a comer a la casa de los defensores de los humedales en San Cristóbal de las Casas; una reunión selecta por el temor de que le pasara algo.
Sin operativo de seguridad, sabiéndonos responsables de su presencia, se acabó el caldo de pescado y repartió entre los comensales su comida; le regalamos una botella de mezcal de los compas de Oaxaca.
Bendijo la nueva vida, el huerto, los humedales y la escasez de lluvia.
Con el paso de los días, llovió, cosechamos lechuga y brócoli, y entendimos que el sentido de la vida es caminar dejando semilla. Tal es la enseñanza que nos deja el padre Marcelo, la terquedad de seguir luchando por la vida, la madre tierra.
Sabemos que tenemos enemigos enormes, las compañías trasnacionales aliadas con el narcotráfico que quieren imponer el miedo, el terror y una vida sin sentido. La impunidad en la búsqueda de justicia para la madre tierra y la estela de muerte que azota a Chiapas ante un gobierno que niega la realidad.
Y recordamos cuando en Simojovel todos contamos con Marcelo: no tenemos miedo
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Es el momento ahora que el legado de Marcelo camine por ChiaPAZ por justicia y dignidad.
*Profesor de la UNICH, miembro del Programa de Protección de la Unión Europea Protejamos Nuestras Voces