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lunes, noviembre 25, 2024

Biografía de Rasputín, un ‘monje loco’ en la corte de los Románov

Nacido en la aldea siberiana de Pokrovskoye en enero de 1869 en el seno de una familia campesina, Grigori Yefímovich Rasputín se convirtió en una de las personas con mayor influencia en la corte del zar Nicolás II y, especialmente, su esposa Alejandra. Su figura, que oscila con suma facilidad entre los hechos reales y las leyendas, sigue despertando hoy en día un gran interés.

Biografía de Rasputín, un ‘monje loco’ en la corte de los Románov. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.

¿Quién fue Rasputín?

El joven Rasputín era semianalfabeto, apenas sabía leer y escribir al no haber recibido formación, y solía emborracharse y cometer robos con asiduidad, siendo atrapado y golpeado por uno de sus vecinos en uno de sus hurtos. Este hecho, junto a su débil salud, le llevó a cambiar radicalmente su vida y a emprender una serie de peregrinaciones por los monasterios y santos lugares de Rusia, ganándose el apelativo de ‘hombre de Dios’. Entre todas ellas, la que más le marcó fue la experiencia en el monasterio de San Nicolás de Verjoturie, de la que regresó a su pueblo completamente cambiado e imbuido por un espíritu religioso cuyo fervor le permitió ir creando un primer grupo de fieles en torno a él para escuchar sus propias interpretaciones del Evangelio.

En 1887 contrajo matrimonio con una mujer llamada Praskovia, fruto del cual nacieron siete hijos, aunque tan sólo tres de ellos llegaron a la edad adulta: Matryona, Varvara y Dimitri. Hacia 1892 los abandonó para comenzar un extenso viaje por el norte de Europa, los Balcanes y Oriente Medio vendiendo sus capacidades sanadoras y adquiriendo una gran fama por ello.

La entrada en la corte del Zar

Regresó a Rusia en 1903, estableciéndose en la capital y sede de la corte de los Románov, San Petersburgo. Allí llamó rápidamente la atención de las clases aristocráticas por sus supuestos poderes curativos y su aura mística, en especial, la de unos padres desesperados por la enfermedad que sufría su único hijo varón, Alekséi Nikoláyevich.

El último zar Nicolás II junto a su familia: su mujer Alejandra, su cuatro hijas (Olga, Tatiana, María y Anastasia) y el zarevich Alekséi. Foto: AGE.

El último zarevich del Imperio ruso, hijo de Nicolás II y Alejandra Fiódorovna, padecía hemofilia, un trastorno hereditario por el cual la sangre no se coagula de manera adecuada, provocando la aparición recurrente de hemorragias, en su mayor parte internas, que pueden llegar a comprometer la vida del paciente en los casos más graves.

La fama que precedía a Rasputín, a cuyas presuntas dotes sanadoras se unía su capacidad para embaucar mediante el uso de la palabra como predicador, le hizo ser reclamado por el zar y la zarina para que tratara a su hijo. El hecho es que, tras las primeras semanas bajo los cuidados del monje siberiano, la salud del joven Alekséi mejoró notablemente. El éxito de sus tratamientos, entre los que llegaron a incluirse en ocasiones sesiones de hipnosis, fue reconocido por los familiares y criados más cercanos, así como por el propio médico de la corte Serguéi Fedorov. Parece ser que el hecho de dejar de suministrarle aspirinas por motivos de superstición, de rebote, fue clave en la mejoría del zarevich, pues ahora se sabe que funcionan como anticoagulante y empeoran los efectos de las hemorragias.

Sea como fuere, a través de este ‘milagro’ Rasputín consiguió acceder a la familia imperial, a la que estuvo ligado pero, como destacan algunos estudios recientes, no tan estrechamente como se pensaba. Tanto es así que, sus primeras visitas al palacio del zar, estuvieron en su mayor parte asociadas únicamente a la salud del zarevich.

En este sentido, la cercanía que se estableció entre la zarina y el místico ruso desde este momento alimentó las suspicacias sobre una posible relación amorosa entre ambos. Uno de los desencadenantes de estos rumores fueron las cartas que Alejandra mandaba a Rasputín y que fueron robadas a éste por un monje ortodoxo llamado Sergei Trufanov al enemistarse con él. También conocido como Iliodor, escribió el libro El diablillo sagrado en el que reproducía una de estas misivas en las que la zarina reclamaba la presencia del sanador siberiano para descansar tranquila, probablemente en alusión a sus consejos espirituales.

Retrato del ‘monje loco’ Rasputín (1871 – 1916). Foto: Getty.Getty Images

A pesar de todo ello, esta condición de amantes nunca ha podido probarse y parece bastante improbable por las dificultades para estar en la intimidad sin testigos o por las grandes diferencias sociales existentes, entre otros motivos. De hecho, pese a que también corrían ríos de tinta acerca de las excelentes artes amatorias de Rasputín (probablemente alentadas por el también mítico tamaño de su pene), algunos estudios recientes han llegado a sugerir su posible impotencia

Una impostada influencia política

Al margen de estos rumores, la presencia del excéntrico y oscuro Rasputín en el ámbito de mayor poder del Imperio comenzó a generar envidias entre los miembros de la nobleza que no entendían como un ‘simple campesino’, más allá de sus capacidades curativas y sus consejos espirituales, había conseguido ganarse el favor de la familia real en su detrimento. A estos recelos contribuyó el propio monje de Pokrovskoye, al que pasar de una pequeña aldea siberiana a todo un palacio imperial se le ‘subió a la cabeza’, compartiendo a los cuatro vientos una supuesta influencia en todos aquellos ámbitos despachados en la corte, incluido el político. Todo ello permitió que fuera creciendo el desprestigio de la imagen del zar y de su esposa.

A partir de 1909 la figura de Rasputín también comenzó a alertar al servicio secreto ruso, llegando a considerarle un revolucionario, acusación que fue frenada en seco por la intervención del Nicolás II. De hecho, el ‘monje loco’ pasó de acusado a víctima. En 1914 una campesina llamada Jionia Kuzminichna Guseva (que destacaba físicamente por su falta de nariz a causa de la sífilis), instigada por Iliodor, atentó contra su vida apuñalándole en el bajo vientre. El intento de asesinato no dio sus frutos y, de esta manera, la vigilancia policial se orientó a partir de entonces a proteger su integridad física.

Parece innegable reconocer que todo aquel que coincidía con el monje ruso quedaba impresionado por su personalidad, dotando a su figura de un aura mística que, como es habitual, generó admiradores y detractores a partes iguales

Las escandalosas reuniones en su casa

A parte de los miembros de la familia Románov, fueron muchos los interesados en recibir los cuidados de Rasputín y escuchar sus prédicas, haciéndose habituales las reuniones multitudinarias en su apartamento de San Petersburgo. Como casi todos los aspectos de la vida del monje siberiano, esta presencia recurrente de gente en su domicilio, especialmente mujeres jóvenes, suscitó el surgimiento de todo tipo de teorías, desde la pertenencia a una secta (fue relacionado desde la juventud con los jlysti, que creían en la salvación a través de la autoflagelación y la realización de ceremonias orgiásticas) hasta la promoción de ideas revolucionarias.

El místico siberiano –en la imagen, rodeado por sus fieles seguidores– tuvo en la corte un auténtico “club de fans” presidido por la zarina. Foto: Getty.Getty Images

Estos rumores se acrecentaban por la conocida afición del monje a la bebida, las aventuras sexuales y las ambiguas relaciones que mantenía con mujeres de alta posición social, comportamientos que escandalizaban a los petersburgueses. Sin embargo, cualquier acusación y desprecio hacia el tipo de vida libertina del siberiano, era considerado por los zares como una calumnia, hecho que contribuyó al descrédito de la propia institución real.  

Ascenso y muerte de Rasputín

A pesar de que la influencia política de Rasputín en Rusia no fue relevante durante los años previos, a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial, con el zar Nicolás II lejos de la corte, su presencia se volvió mucho más efectiva, asumiendo en algunos casos las responsabilidades de gobierno e influyendo de manera mucho más directa sobre la zarina Alejandra, convirtiéndose en su consejero y proponiéndole la deposición de ministros y altos cargos a su antojo.

Este aumento de poder del excéntrico monje provocó el surgimiento de un nutrido grupo de conspiradores liderado por el príncipe Félix Yúsupov y entre los que se encontraba el propio primo del zar, el Gran Duque Dmitri Pávlovich. En diciembre de 1916, un año antes del estallido de la Revolución Rusa, este grupo le convocó a una cena en el palacio Moika para envenenarle. Sin embargo, acabar con la vida de Rasputín no iba ser tan fácil por lo que, al no surtir el cianuro el efecto deseado, Yúsupov le descerrajó un tiro con el que creyó haberlo matado. Al volver para deshacerse de su cuerpo, comprobó que el monje todavía seguía vivo. Por este motivo, tuvieron que rematarlo con otros dos tiros y numerosos golpes para acabar lanzándolo al gélido río Neva. Un asesinato ‘casi’ imposible que necesitó de cinco intentos.

Vista del río Neva con la catedral de San Isaac, en San Petersburgo, Rusia. Foto: Shutterstock.

Misterios y leyendas de Rasputín, ¿un pene gigante?

Como se ha podido comprobar a lo largo de estas líneas, muchas fueron las leyendas y misterios en torno a la vida y la personalidad de Rasputín. Sin embargo, entre los mitos más extendidos que envuelven al místico ruso, destaca el relacionado con la gigante talla de su pene.

El urólogo y sexólogo ruso Igor Kniazkin afirmó en el año 2004 poseer el miembro de Rasputín tras haberlo adquirido a un anticuario francés, junto a numerosas cartas manuscritas por el propio monje, por la cantidad de 8.000 dólares. A pesar de que en la autopsia de su cadáver no se mencionó ningún tipo de castración, el supuesto pene del místico ruso, con un tamaño de 30 centímetros, es conservado en el Museo del Erotismo de San Petersburgo, del que es su principal atracción.

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