Hace más de una década, concretamente en el año 2011, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), clasificó las radiaciones emitidas por los teléfonos móviles como «posiblemente carcinogénicas para los humanos» (Grupo 2B). Una decisión que partía de la existencia de algunos estudios que habían sugerido un posible vínculo entre el uso prolongado de móviles y ciertos tipos de cáncer cerebral, como el glioma.
Sin embargo, la evidencia era limitada y no concluyente, lo que llevó a la IARC, parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a adoptar una postura cautelosa. Este enfoque preventivo, aunque bien intencionado, fue interpretado por muchos medios como una advertencia alarmante. De repente, el miedo a que los móviles pudieran causar cáncer se extendió rápidamente, alimentado por titulares sensacionalistas que transformaron la duda científica en una certeza popular.
Este anuncio sembró la inquietud en millones de personas, preocupadas por los posibles riesgos de llevar un teléfono móvil en el bolsillo, o de situarlo cerca de la cabeza al mantener una conversación con otra persona…
Ahora, tras más de una década de investigaciones adicionales y una revisión exhaustiva de la evidencia disponible, la ciencia ofrece una imagen mucho más clara y tranquilizadora.
Un nuevo estudio descarta cualquier relación entre el cáncer y los teléfonos móviles
Más de diez años han pasado desde aquel anuncio, y durante este tiempo, el uso de teléfonos móviles ha crecido exponencialmente. A pesar del temor de los primeros momentos tras el anuncio, el pasado año se llegaron a vender 1.166 millones de smartphones (teléfonos móviles inteligentes). Y también hemos presenciado la evolución de la tecnología móvil con la llegada del 4G y el 5G, lo que ha intensificado las investigaciones para comprender mejor los posibles riesgos para la salud.
Recientemente, un equipo internacional de científicos, liderado por Ken Karipidis, ha publicado un nuevo estudio en la revista Environment International. Este trabajo revisa 63 estudios epidemiológicos realizados a lo largo de 30 años en 22 países, abarcando a millones de personas. El objetivo de este análisis exhaustivo es determinar si existe un vínculo real entre la exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (RF-EMF) y el riesgo de cáncer.
Los resultados son contundentes: no se ha encontrado un aumento significativo en el riesgo de desarrollar gliomas, meningiomas, neuromas acústicos u otros tipos de cáncer cerebral en usuarios de teléfonos móviles. Incluso cuando se consideran factores como el tiempo de uso, la cantidad de llamadas realizadas o la duración total de estas, no se observó ningún patrón que sugiriera un incremento en el riesgo.
El estudio también analizó la exposición a antenas de telecomunicaciones y la exposición ocupacional en personas que trabajan con equipos emisores de RF. En todos los casos, los resultados fueron consistentes: no se detectó un aumento en el riesgo de leucemia infantil, tumores cerebrales pediátricos, ni otros tipos de cáncer en trabajadores expuestos a estos campos.
No se ha encontrado evidencia de que el uso de teléfonos móviles aumente significativamente el riesgo de desarrollar cáncer cerebral.
Hay que recordar que, ya en el año 2016, un estudio a gran escala realizado por investigadores de la Universidad de Sidney (Australia) descartó la relación entre el uso de teléfonos móviles y los tumores cerebrales. En aquel momento, sus autores concluyeron que, en Australia, no se había registrado «ningún aumento en el tipo histológico de tumor cerebral o ubicación de glioma» que pudiera atribuirse a los teléfonos móviles.
España y la evaluación del riesgo: la Perspectiva del CCARS
En España, el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) lleva años evaluando la evidencia disponible sobre los posibles efectos de las radiaciones emitidas por los teléfonos móviles. Su último informe, que cubre el periodo 2020-2022, es consistente con los hallazgos más recientes a nivel internacional. Según el CCARS, la evidencia científica actual sigue sin mostrar un riesgo significativo para la salud asociado a la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia, siempre que se respeten los límites establecidos por normativas como las de la Comisión Internacional sobre Protección frente a Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP).
El informe del CCARS revisa un amplio conjunto de estudios experimentales y epidemiológicos, tanto in vivo como in vitro, y concluye que no hay pruebas concluyentes de que las exposiciones habituales a campos de RF, incluyendo las nuevas tecnologías 5G, representen un peligro para la salud humana. En particular, se destaca que los estudios revisados no han encontrado evidencia de efectos carcinogénicos, lo que refuerza la conclusión de que los teléfonos móviles, utilizados bajo las condiciones actuales de exposición, son seguros.
Además, el informe aborda el fenómeno de la hipersensibilidad electromagnética, una condición reportada por algunas personas que afirman experimentar síntomas adversos al estar expuestas a campos electromagnéticos. Sin embargo, el CCARS señala que no existe evidencia científica que respalde la existencia de esta condición como un trastorno causado por la exposición a RF. De hecho, estudios clínicos controlados no han logrado establecer una relación causal entre los síntomas reportados y la exposición a campos electromagnéticos.
El papel de la comunicación y la responsabilidad en la ciencia
A lo largo de los años, el debate sobre la seguridad de los teléfonos móviles ha sido alimentado por una mezcla de incertidumbre científica y desinformación. En este contexto, la comunicación precisa y basada en la evidencia se vuelve crucial. La ciencia avanza de manera gradual, acumulando datos y refinando teorías antes de llegar a conclusiones definitivas. Este proceso, aunque lento, es fundamental para evitar que el público tome decisiones basadas en miedos infundados.
La difusión de información científica debe ser manejada con responsabilidad, especialmente cuando se trata de temas que afectan directamente la salud pública. El caso de los teléfonos móviles y el cáncer es un claro ejemplo de cómo la interpretación incorrecta o exagerada de la evidencia puede generar una preocupación innecesaria. Es esencial que los medios de comunicación y los divulgadores científicos trabajen juntos para asegurar que la información que llega al público sea precisa, equilibrada y contextualizada.
El estudio de Karipidis representa un hito importante en nuestra comprensión de los efectos de los campos electromagnéticos de radiofrecuencia. Aunque es prudente seguir investigando, especialmente a medida que las tecnologías continúan evolucionando, la evidencia actual es clara: los teléfonos móviles, tal como se utilizan hoy en día, no parecen ser un riesgo significativo para la salud en términos de cáncer.
El miedo inicial generado por la clasificación «posiblemente carcinogénico» de la IARC en 2011 ha sido matizado por más de una década de investigaciones adicionales que no han logrado confirmar tal riesgo. Algo que debería ofrecer tranquilidad a los millones de personas que utilizan teléfonos móviles a diario y ayudar a enfocar la atención en otros aspectos más críticos de la salud pública.
Referencias:
- K. Karipidis, D. Baaken, T. Loney, M. Blettner, C. Brzozek, M. Elwood, C. Narh, N. Orsini, M. Rö ösli, M.S. Paulo, S. Lagorio, The effect of exposure to radiofrequency fields on cancer risk in the general and working population: A systematic review of human observational studies – Part I: Most researched outcomes, Environment International (2024), doi: 10.1016/j.envint.2024.108983
- International Agency for Research on Cancer (2011). IARC classifies radiofrequency electromagnetic fields as possibly carcinogenic to humans. Consultado el 4 de septiembre de 2024
- Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS). 2023. Informe sobre Radiofrecuencias y Salud (2020-2022). Consultado el 4 de septiembre de 2024