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miércoles, noviembre 27, 2024

Opinión: Que no pites. ¿Pa qué pitas?

Tanto pitidito al final va a conseguir el efecto contrario: que el cerebro los normalice y no prestes atención.

Me hago pis. Papi, ¿cuándo llegamos? Me aburro. ¿Mamá, alta mucho? Papá, mami, papi, papá. No hay cobertura, no funciona YouTube, hambre, pis, sed.

Un viaje con niños puede ser una experiencia que se podría definir como interesante. Los que lo habéis hecho, sabéis que o desconectáis el cerebro, o acabáis para ingresar en el sanatorio psiquiátrico de Shutter Island.

Por eso lo que haces es emitir un “ajá” de vez en cuando. Un “sí, claro”, “ya, ya veo”, “uf” y cosas así, hasta que escuchas eso de “papi, no me estás haciendo caso, ¿qué te he preguntado?” Y entonces sabes que te han pillado.

Esto, totalmente autobiográfico, es algo que experimentamos a menudo los padres y madres cuando metemos a nuestros herederos en el coche de camino a algún sitio.

También es algo que sufro a diario en los coches nuevos. Nota la diferencia: “experimentar” contra “sufrir”. Pasar por algo voluntariamente contra no tener más narices que comértelo.

Seguro que ya sabes por dónde voy: las afamadas y muchas veces innecesarias ADAS obligatorias en los coches nuevos

Algunas están genial: reconocimiento de señales, largas automáticas… si me apuras, el sistema de mantenimiento de carril puede ser útil. Ese tipo de ayudas no intrusivas que te facilitan la vida. Y luego están todas las demás: esas que se presupone que son la solución a los males de la conducción, la panacea antiaccidentes. 

Hace unos días probaba un Kia Niro HEV que, por cierto, está genial. Resumen de un día estándar: ding, ding, ding… Cerca de la línea continua, cerca de otro coche, 1 km/h por encima del límite, cambio de la velocidad máxima en la vía… Si no los has desactivado antes de conducir, tendrás que quitar la vista de la carretera para eliminar esos molestos pitidos.

ADAS

Si no, sigues adelante con todos ellos. En una orgía sonora a la que al final, como con los niños, dejas de escuchar. Ding, ding, ding… Tu cerebro se centra en la nueva versión de la canción de Rafaella Carrá. “Pedro, pedro, pedro”… ¡Ding, ding, ding! Sube el volumen. 

Aviso, opinión poco popular: de todos ellos, creo que con diferencia el que peor funciona, más molesta y más alejado del mundo real está es el aviso de velocidad por encima de la legal. Por muchas razones: porque en zona de 20 NADIE, ni siquiera el político de Bruselas que tuvo la feliz idea, puede mantener esa velocidad. Ni en 2024 en su A8 ni en 1910 cuando iba con un Ford T. 

También porque hay tal acumulación de señales que si te propones adecuarte a todas te vuelves loco. 120, 100, 120, 100, 90, 120… Esto es un caso real en la carretera de Valencia muy cerca del límite entre Madrid y Cuenca en un tramo que no llegará al kilómetro.

También me parece que está alejado del mundo real porque quien decido qué límite de velocidad poner parece estar afincado en el universo paralelo de Stranger Things, donde las cosas funcionan de otro modo. 120 es ridículo, pero es la ley. OK. Pero un 100 en una recta de tres carriles, 80 porque hay una curva en la que no tienes ni que girar el volante, ¡40! porque (no) hay unos operarios a 300 metros de la calzada.

Y luego, por no hablar de la velocidad a la que saltan los radares o de que no siempre funcionan bien: ¿cuántas veces has ido legalmente a 120 y el lector de señales te marca que has de ir a 50? ¿Y quieren que eso sea automático? ¡Ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding, ding!

Una reflexión

Quizá en Bruselas se debería hacer una reflexión. No es que a los medios especializados nos moleste, que también podría ser: al final, pruebas tantos coches, que quieres ir a la raíz, a lo simple: a saber cómo va el coche, que ofrece y qué no. Y sin interrupciones de este tipo.

Pero es que también el usuario de a pie empieza a sufrirlo. A las típicas preguntas que me hacen de si gasolina, híbrido o eléctrico, me sorprendió el otro día un vecino que me preguntaba que cómo podía hacer para desactivar las campanitas de su coche para siempre, porque eran un rollo.

Interior con lujo y digitalización a partes iguales
Interior con lujo y digitalización a partes iguales

Tom Salt

Y luego los fabricantes: Mercedes tiene como cuatro o cinco métodos rápidos, aparte de un comando de voz. BMW y Mini, lo ponen muy fácil también. En el Niro puedes programar un acceso rápido al menú. Y en Dacia, también.

Quizá, solo quizá, si expertos, usuarios e industria reaccionan mal a algo que por otro lado estoy convencido de que no va a evitar ni medio accidente leve, sería el momento de mirarse el ombligo, repensar la normativa y aterrizarla en el mundo real.

O eso, o hay algo más: ¿qué pasará si tienes un golpe (seas culpable o no) y resulta que llevabas el avisador silenciado? Que no soy yo el que diga que puede que haya intereses metidos ahí más allá de ese “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”, pero que igual sí existen…

Un consejo

Puede sonar muy hooligan, pero si te molestan, desactiva todas las alertas. Yo soy el “señor ruiditos” y me fastidia que suene algo que no sea la radio o que yo no haya pedido.

Pero es tan fastidioso que al final te desconcentra, conduces incómodo y acabas por prestar atención a todo menos a lo importante, al volante y a la carretera. 

Conduce, disfruta del viaje y de la compañía de la familia. Y sobre todo, céntrate en que tus hijos no te pillen diciendo un “ajá” cuando en realidad tenías que haber respondido con un “imposible”.

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Etiquetas: Opinión

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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