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lunes, noviembre 25, 2024

Entre páginas prohibidas: un viaje por los libros misteriosos

Desde tiempos inmemoriales, los libros han sido portadores de conocimiento, sabiduría y, en ocasiones, misterios insondables. Entre ellos, hay una categoría que despierta una fascinación particular: los libros misteriosos y malditos. Estas obras, envueltas en leyendas y rumores, han cautivado la imaginación de lectores y bibliófilos por igual, generando un aura de temor reverencial y curiosidad insaciable.

La maldición de un libro puede provenir de diversas fuentes: algunos dicen que es el resultado de estar escritos bajo circunstancias nefastas, otros creen que los textos contienen conocimientos prohibidos o secretos que no deberían ser revelados. Sea cual sea la razón, estos libros han sido a menudo evitados, escondidos o incluso destruidos por aquellos que temen sus supuestas consecuencias.

Wilfrid Michael Voynich trabajando sobre el manuscrito Voynich. Foto: Istock

Y es que muchos de estos libros han generado una fascinación que trasciende el tiempo y el espacio. Son objetos de estudio, inspiración para obras de ficción y, a veces, objetos de temor. Pero más allá de las supersticiones y las historias, estos libros representan la eterna búsqueda humana de conocimiento y el deseo de explorar lo desconocido.

Para aquellos valientes lectores interesados en adentrarse en el mundo de los libros misteriosos y malditos, te ofrecemos a continuación una oportunidad única. Y es que a continuación podrás leer un extracto del primer capítulo del libro “Libros malditos”, coordinado por Alberto de Frutos y publicado por Pinolia. Esta obra promete llevar a los lectores a un viaje a través de las páginas más oscuras y enigmáticas de la historia literaria.

Libros misteriosos

En 2013, el físico de la Universidad de Manchester Marcelo Montemurro anunció que había desvelado un enigma que llevaba sin resolverse desde el día en que se descubrió el llamado «manuscrito más misterioso del mundo». El libro recibe su nombre del librero Wilfrid Voynich, que en 1912 lo encontró en un antiguo convento jesuita, Villa Mondragone, en Frascatti (Italia)

El manuscrito Voynich, que se encuentra en la biblioteca Beinecke de Libros Raros de la Universidad de Yale, es un misterio porque nadie lo puede leer: los extraños símbolos que pueblan este libro de 116 páginas, de las que se han perdido 14, son un enigma. Muchos creen que para leerlo se necesitaría una clave que hasta la fecha nadie ha podido descifrar. Y aún hay más: parte del libro consiste en un herbario donde no se ha podido identificar ninguna de las plantas. Está iluminado con dibujos: unos parecen astrológicos, otros son diagramas circulares, hay partes aisladas de plantas junto a frascos de farmacéutico y figuras humanas, en su mayoría mujeres desnudas, unidas por complejos entramados de tubos y bañándose en estanques en lo que parece ser una alegoría del organismo humano. Todos los intentos por descifrar su contenido han sido inútiles, al igual que no ha sido posible determinar su propósito ni quién dedicó tanto esfuerzo a elaborar un texto así.

El Voynich, ¿un fraude?

En 2009, investigadores de la Universidad de Arizona realizaron la prueba del C-14 al libro y concluyeron que, con una probabilidad del 95 %, fue escrito entre 1404 y 1438. Además, el McCrone Research Institute de Chicago —el laboratorio que demostró el fraude del mapa de Vinland, un mapa de América supuestamente trazado por los vikingos— encontró que los pigmentos usados para iluminar el manuscrito eran los de esa época. 

Con el paso de los años ha ido tomando fuerza la idea de que se trata de un fraude. ¿La razón? Muy simple: la criptografía medieval era demasiado básica como para aguantar la potencia del criptoanálisis desarrollado durante el siglo XX. El 99,9 % de los textos encriptados de la Edad Media ya ha sido descifrado y todo hace sospechar que resulta imposible no conseguirlo con el Voynich cuando se tiene a disposición de los expertos todo un libro. En 2003, esta hipótesis se vio reforzada: un ingeniero informático, Gordon Rugg, de la Universidad de Keele (Gran Bretaña), mostró que el texto poseía características similares a lo que podría conseguirse con una colección de prefijos, raíces y sufijos distribuidos aleatoriamente por el papel usando la llamada rejilla de Cardano, una cartulina perforada en determinados lugares. En 2007, el físico Andreas Schinner publicaba en la revista Cryptologia que las propiedades estadísticas del texto eran más parecidas a las de un galimatías, como el propuesto por Rugg, que a un lenguaje verdadero, como el latín.

Página del manuscrito Voynich. Wikimedia

El lenguaje de Dios

Tiempo después, el físico Montemurro publicó en la revista Plos One que el manuscrito oculta un verdadero mensaje. Dice haber encontrado estructuras lingüísticas que parecen corresponderse a palabras con significado. «Hay 25 análisis como este que dicen que hay profundas similitudes con un lenguaje natural», dice el criptógrafo Klaus Schmeh. «El problema está en que no sabemos lo suficiente para poder interpretarlo», añade Montemurro. Sin embargo, su artículo no ha convencido a los escépticos. Encontrar un patrón no es lo mismo que saber qué dicen esas supuestas palabras, y lo que subsiste es el hecho de que las mentes más brillantes del criptoanálisis del siglo XX no han podido con él, incluido el equipo de criptógrafos estadounidenses que rompió el código de la armada japonesa y proporcionó así la victoria a EE. UU. en la batalla de Midway

Al calor de noticias como esta siempre surgen personajes pintorescos; en este caso, un hombre de negocios finlandés llamado Veikko Latvala, que afirma haber descodificado el Voynich. Según dice, el autor del libro es un científico con conocimientos de botánica, farmacia, astronomía y astrología. Latvala ha tenido a bien revelar la traducción del texto que acompaña a la planta 16 152, que dice poderse encontrar hoy en Etiopía: «El nombre de la flor es Corazón de Fuego y hace la piel hermosa cuando se prepara como ungüento». ¿Cómo ha conseguido descifrar todo esto? Porque contaba con una inapreciable ayuda: Dios. Latvala dice que ningún ser humano normal puede descodificarlo porque no hay código o método para hacerlo, pues está escrito en el lenguaje de la profecía. Un lenguaje que, por supuesto, Latvala entiende porque le fue concedido ese don hace 20 años.

Oculistas y ocultistas

Dejando a un lado a los farsantes, hay misterios que van cayendo. Uno de los más famosos se resolvió en 2011, cuando los ingenieros informáticos Kevin Knight, de la Universidad de California del Sur, y Beáta Megyesi y Christiane Schaefer, de la Universidad de Upsala (Suecia), descifraron el Código de Copiale de hace 250 años. Se trata de un texto escrito a mano que consta de 75 000 caracteres latinos y griegos repartidos a lo largo de 105 páginas. Fue presentado en sociedad en la década de 1970 en la Academia de Ciencias de Berlín, pero su fama se disparó al revelarse su contenido en 2011. Se trata de una serie de rituales de iniciación de una sociedad secreta de mediados del siglo XVIII llamada la Altamente Iluminada Sociedad Oculista, formada, como su nombre indica, por oftalmólogos, y liderada por el conde Von Veltheim, un francmasón que vio peligrar su filiación cuando la masonería fue prohibida por el papa Clemente XII en 1738, de modo que decidió crear otra sociedad de apariencia más discreta. 

La ocultista rusa Helena Petrovna Blavatsky. Foto: Getty

El equipo de informáticos que llvó a cabo el estudio se dio cuenta de que los caracteres latinos no significaban nada y correspondían a los espacios entre palabras. Y cuando comprobaron que los símbolos abstractos con formas similares representaban la misma letra o el mismo grupo de letras, aparecieron las primeras palabras en alemán: «Ceremonias de Iniciación», seguido de «Sección Secreta». 

Son llamativos los muchos puntos en común que poseen las sociedades secretas basadas en textos iniciáticos. El protagonista viaja a un lugar lejano cuyos habitantes son, por tradición, hombres sabios (Egipto, Tíbet…). Allí estudia viejos pergaminos que revelan un conocimiento oculto y, a su regreso, funda una sociedad secreta dedicada a guardar ese conocimiento, cuya difusión sería perniciosa para la humanidad. 

Esta es la historia de uno de los libros malditos más famosos del ocultismo: Las estancias de Dzyan, fundamento último de la monumental Doctrina Secreta (6 volúmenes en su edición española) de la ocultista rusa Helena Petrovna Blavatsky. Texto infumable donde los haya, abarca la creación del universo y del hombre y afirma que la humanidad procede de la Luna. Blavatsky fue la fundadora de la teosofía, un sincretismo de gnosticismo, budismo e hinduismo con el que convenció a personas tan ilustres como Alfred Russel Wallace, descubridor junto con Darwin de la evolución, o Thomas Alva Edison. 

Las estancias de Dzyan es un libro peculiar: dice ser el primero de los 35 volúmenes que componen el conjunto Kiu-te, unos antiquísimos textos poco menos que portadores del conocimiento universal que los dioses habrían revelado a unos pocos iniciados, y en los cuales se habrían inspirado obras como el Génesis o los Vedas. Escrito en un idioma oculto, el senzar, el original está guardado en la biblioteca de la Hermandad Blanca, un grupo de ancianos, mahatmas o adeptos, que vive en algún lugar perdido y olvidado del Tíbet. Como viajar hasta allí no es sencillo, Blavatsky —una mujer oronda, cuyo plato preferido eran los huevos flotando en mantequilla y que hacia el final de su vida estaba prácticamente impedida— se inventó que había leído telepáticamente Las estancias… desde la comodidad de su camilla. Por si esto fuera poco, la ocultista dijo que se comunicaba con los mahatmas mediante notas que ellos dejaban caer desde no se sabe muy bien qué dimensión hasta su escritorio. Curiosamente, la caligrafía de esas cartas era sospechosamente idéntica a la de Blavatsky. 

El código Copiale. Fuente: Wikipedia

Un nuevo amanecer

Teósofos, rosacruces, ocultistas… El mayor exponente de este mundo, el grupo que unificó toda esta imaginería y la marcó de manera indeleble, fue la Orden Hermética del Alba Dorada (Hermetic Order of the Golden Dawn). Basaba su existencia en el absoluto secretismo de sus ritos mágicos, pero en 1903, treinta años después de su disolución, Israel Regardie rompió su voto de silencio y publicó todos los documentos secretos en The Magical System of the Golden Dawn

La sociedad había sido fundada por tres masones: William Wynn Westcott, William Robert Woodman y Samuel Liddell MacGregor Mathers. Este último, masón, rosacruz, vegetariano, antiviviseccionista y defensor de los derechos de las mujeres, está ligado al misterioso manuscrito cifrado que suele conocerse por su nombre, el manuscrito Mathers. Consiste en casi 60 páginas escritas con tinta marrón en lo que parece ser papel antiguo, y está codificado con una cifra que el abad Tritemio describía en su libro Poligrafía, que trata del arte de enviar mensajes secretos.

Santo Domingo quemando libros heréticos, del pintor barroco italiano Pietro Damini. Fuente: Wikipedia

Manuscrito ‘Mathers’

De este manuscrito es misterioso hasta su origen. Las primeras historias sobre su procedencia cuentan que llegó a manos de Westcott en 1887 F. A. Woodford. En él se incluía un gran número de rituales que Mathers, por petición de Westcott, convirtió en ceremonias de iniciación para la Orden. Sin embargo, las cosas no están claras: muchos apuntan a que fue el propio Westcott quien lo escribió. La verdad es que este había aprendido de la masonería la necesidad de proveer a toda sociedad secreta de una historia escrita que le diera un argumento legítimo de subsistencia. 

Y a falta de ella, lo mejor era inventarla. Mientras que el manuscrito cifrado parece ser genuino —esto es, escrito por algún ocultista de finales del siglo XIX—, lo que levanta sospechas es una misteriosa carta que aparece insertada en el conjunto, cuya autora es una mujer alemana, Anna Sprengel, autotitulada Soros Sapiens Dominatibur Astris (esto es, «la persona sabia será gobernada por las estrellas»). Westcott afirmó que era una adepta de una orden ocultista llamada en alemán Die gracias a un oscuro reverendo de nombre A. Goldene Dämmerung o Amanecer Dorado (aunque también podría traducirse como «Crepúsculo Dorado») y que estaba autorizado a usar su firma para crear la sección londinense de la Orden. 

Fue un golpe maestro: una mujer de alto rango de una enigmática orden de inspiración rosacruz dando su permiso para abrir una sucursal en las islas. Sprengel era una voz autorizada —Alemania era la patria de los rosacruces— e inalcanzable: cuando dejó de servirle, la pobre mujer tuvo el detalle de morirse. De este modo se puso en marcha la que sería la sociedad ocultista europea más importante de todos los tiempos, una ingeniosa interpretación moderna de las fórmulas rosacrucianas a la que se añadió, cómo no, el conocimiento del antiguo Egipto —oportunamente rescatado, interpretado y adaptado— que iban descubriendo arqueólogos e historiadores.

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