Las emociones juegan un papel crucial en nuestra vida diaria, influyendo en nuestras decisiones, relaciones y bienestar general. Sin embargo, la forma en que las gestionemos puede determinar significativamente nuestra calidad de vida. Según los expertos, comprender y regular nuestras emociones puede llevarnos a una vida más satisfactoria y equilibrada.
Precisamente, la psicología ha comenzado a investigar cómo estas emociones influyen en la forma de sentir, actuar y relacionarse con los demás. Y en este sentido, la conclusión es clara: pensar en las emociones negativas como aliadas -en vez de considerarlas enemigas- mejora nuestra calidad de vida.
James J. Gross, psicólogo de la Universidad de Stanford (EE. UU), destaca la creciente preocupación por la ansiedad, la depresión y el estrés, especialmente amplificada por la pandemia. “Creo que cada vez hay más conciencia de lo ansiosos, deprimidos y estresados que estamos muchos de nosotros”, señala a la revista Scientific American.
En este sentido, nuevos estudios científicos han profundizado sobre cómo interpretamos esas emociones. Además, según Gross, lo que creemos sobre la capacidad de controlar nuestras emociones está estrechamente vinculado al uso de estrategias de regulación emocional.
Entre esas tácticas, se encuentra la reevaluación cognitiva, también conocida como reencuadre, una técnica efectiva para moderar emociones de dolor. En concreto, esta estrategia consiste en reinterpretar una situación para cambiar su impacto emocional.
Por ejemplo, un estudiante que recibe una baja calificación puede considerar que, con más estudio, podría mejorar en el futuro. Un cambio de perspectiva que ahorra sentimientos de tristeza y frustración. Se trata de asumir que se puede modificar las emociones para experimentar mayor bienestar tanto en el corto como en el largo plazo.
Muchas personas están convencidas de que la ira es tóxica para las relaciones, afirma Gross, de la Universidad de Stanford. Por ejemplo, una persona convencida de esto podría reprimir su enfado y no revelar cuestiones importantes que, expresadas de forma constructiva, podrían mejorar su matrimonio.
O en el caso de un padre enfadado con su hijo probablemente también estaría enfadado consigo mismo y asustado, sugiere Gross. “Así que lo que habría sido sólo enfado se convierte en enfado más miedo o tristeza y disgusto. Eso complica mucho las cosas”, añade.
Aceptar las emociones sin juzgarlas
Asimismo, los expertos creen que también es efectivo aceptar las emociones sin juzgarlas. Brett Q. Ford, psicóloga de la Universidad de Toronto (Canadá), constató que la aceptación de emociones negativas puede mejorar la salud mental.
En un estudio, se pidió a los participantes que llevaran un diario durante dos semanas. Cada noche reflexionaban sobre el acontecimiento más estresante del día y sus reacciones en ese momento y después. Seis meses más tarde, los que habían aceptado sus emociones mostraron menos depresión y ansiedad y un mayor bienestar general. Así pues, se trata de reconocer y permitirse ‘estar mal’ sin intentar suprimir o evitar esa experiencia emocional, según los investigadores.
Utilidad de las emociones negativas
Sin embargo, no todas las emociones negativas son perjudiciales. La psicóloga Maya Tamir demostró que la ira puede ser útil en contextos específicos, como en una negociación hostil. En concreto, la investigadora llevó a cabo un estudio donde los participantes que veían la ira como una herramienta útil obtuvieron más ventajas cuando se enfurecían en determinadas situaciones. Esto llevó a los investigadores a tener en cuenta que el hecho de reconocer la funcionalidad de las emociones negativas puede ayudar a utilizarlas de manera constructiva.
Ahora bien, lo que creemos sobre las emociones no es solo una cuestión individual, sino también cultural y social. En algunos países, la felicidad infantil se considera una prioridad en la crianza, mientras que en otros, se valora más el éxito o la salud.
El contexto cultural influye en cómo las personas interpretan y manejan sus emociones. A este respecto, Peter Stearns, historiador de la Universidad George Mason (EE. UU), señala que las actitudes hacia las emociones han evolucionado con el tiempo.
Ahora, la obsesión es la búsqueda de la felicidad constante, un mensaje que se transmite frecuentemente a través de las redes sociales. Sin embargo, ese compromiso contemporáneo con la felicidad tiene inconvenientes, “por ejemplo, al complicar considerablemente las respuestas a la frustración” afirma Stearns.
Como señalan los psicólogos, los sentimientos negativos tienen funciones importantes. El miedo, por ejemplo, puede sentarnos mal, pero también nos ayuda a evitar el peligro. La ira, por su parte, nos motiva a enfrentarnos a quienes amenazan nuestros objetivos o nuestra seguridad.
Además, nuestras creencias sobre las emociones también tienen impacto sobre nuestras relaciones más cercanas. La estudiante de doctorado en psicología de la Universidad de Toronto (Canadá), Angela M. Smith y sus colegas descubrieron que las personas que creen que las emociones son cambiantes tienden a mostrar menos apoyo hacia aquellos con depresión.
En contraste, quienes creen en la capacidad de cambiar las emociones tienden a ser más comprensivos y solidarios. Una forma de empatía que puede mejorar significativamente la calidad de nuestras interacciones y relaciones.
Por otro lado, el país en el que vivimos influye en cómo consideramos y manejamos las emociones. En un estudio que abarcó a casi 4.000 personas de 19 países, los investigadores examinaron la relación entre las estrategias de regulación emocional y la satisfacción con la vida, la depresión y la salud psicológica general.
En países individualistas como Alemania, el Reino Unido o Estados Unidos, los resultados revelaron que se valora la expresión auténtica de las emociones, incluso las desagradables. En contraste, en las culturas colectivistas, donde se prioriza la armonía social, expresar emociones negativas puede considerarse disruptivo.
En cualquier caso, interpretar y manejar adecuadamente nuestras emociones es crucial para mejorar nuestra calidad de vida. Como dice el psicólogo Manuel González, de la Universidad Estatal de Montclair (EE. UU), la forma en que pensamos sobre las emociones impregna nuestra vida; está moldeada por la manera en que nos educan y, más tarde, por el trabajo e incluso por la cultura nacional del país en el que vivimos.
“Estas creencias influyen mucho en la forma en que afrontamos las emociones: cómo manejamos nuestras propias emociones, qué nos permitimos expresar, la forma en que las emociones se manifiestan en nuestras relaciones, [familia, amigos, trabajo…], en cómo nos perciben los demás y cómo se comportan con nosotros”, concluye.
Referencias:
- Gross, James J. ‘Emotion regulation: Affective, cognitive, and social consequences’ Psychophysiology (2002)
- Tamir, M. (2016). Why Do People Regulate Their Emotions? A Taxonomy of Motives in Emotion Regulation. Personality and Social Psychology Review, 20(3), 199-222. https://doi.org/10.1177/1088868315586325
- Ford, B. Q., & Gross, J. J. (2019). Why Beliefs About Emotion Matter: An Emotion-Regulation Perspective. Current Directions in Psychological Science, 28(1), 74-81. https://doi.org/10.1177/0963721418806697
- Stearns, Peter N., and Carol Z. Stearns. “Emotionology: Clarifying the History of Emotions and Emotional Standards.” The American Historical Review, vol. 90, no. 4, 1985, pp. 813–36. JSTOR, https://doi.org/10.2307/1858841. Accessed 11 June 2024.
- Smith, A. ‘Emotional responses to a global stressor: Average patterns and individual differences’. European Journal of Personality (2022)