Kendall Jenner /
@kendalljenner
¿Pensabas que el nombre que te otorgaron a la hora de nacer es, simplemente, la forma en la que te reconocen los demás? Nada más lejos de la realidad. El nombre
te ayuda a formar tu identidad y es una de las cosas más personales que tienes. Por ello,
la ciencia ha demostrado a lo largo de los años que llamarse de una u otra forma puede afectar (y mucho) a la personalidad y a la vida de la persona que lo porta.
Eso sí, a no ser que en algún momento de nuestra existencia decidamos cambiarlo por cualquier tipo de motivo (sí, e
n España es posible cambiarse de nombre, pero hay que aportar un expediente previo en el que se demuestre que el nombre por el que queremos que se nos reconozca es el que llevamos usando bastante tiempo).
¿El nombre ayuda a formar nuestra personalidad?
Como decimos, la ciencia ya ha admitido este hecho como algo obvio. «Debido a que un nombre se usa para identificar a un individuo y comunicarse con él a diario, sirve como base misma de la propia concepción de uno mismo, especialmente en la relación con los demás», afirmaba hace unos años
David Zhu, psicólogo de la Universidad de Arizona de Estados Unidos al medio BBC, después de haber llevado a cabo una investigación sobre esta cuestión.
De hecho, no es que
ayude a formar nuestra personalidad, sino que es, en sí mismo, nuestra identidad o parte de ella: «El anclaje más importante de nuestra propia identidad a lo largo de la vida sigue siendo nuestro propio nombre», afirmaba Gordon Allport, uno de los fundadores de la psicología de la personalidad.
pero más allá de eso, ¿cómo puede variar nuestro comportamiento y percepción sobre nosotros mismos en función de cómo nos llamemos? Efectivamente,
hay estudios que ya lo han comprobado.
Si tu nombre no te gusta tendrá consecuencias sobre tu personalidad
En el año 2000, el psicólogo estadounidense Jean Twenge junto a un grupo de expertos, llevó a cabo una investigación científica con la que descubrió que las personas a las que no les gusta su nombre se adaptan peor psicológicamente en según qué situaciones que las que sí están a gusto con él. De hecho, comprobó que t
ienen más problemas de sociabilización y adaptación que las primeras. «El nombre, al final, es un símbolo del yo», decía la autora.
No es algo baladí; otro estudio, esta vez de 2011, instó a los participantes en un encuentro de citas amorosas a que sus candidatos fueran elegidos según lo que les transmitiese su nombre. Comprobó de esta manera que
las personas con nombres considerados ‘antiguos’ tenían menos posibilidades de ser escogidos para una cita.
El nombre y la percepción de los demás
No es esta, sin embargo, la única cuestión que afecta según cómo nos llamemos. Una investigación llevada a cabo en Estados Unidos a propósito de los atentados del 11-S descubrió que las personas con un nombre de origen árabe (o que sonase a ese idioma) tenían
menos posibilidades de conseguir un trabajo, en comparación con aquellas con nombre que sonaba más americano.
Esto también ocurre si el nombre tienen
una sonoridad rara o poco conocida. «Estas características de nuestros nombres afectan inevitablemente a cómo nos tratan los demás y cómo nos sentimos con nosotros mismos», explica el psicólogo Christian Jarrett a la BBC.
Afecta tanto a nuestra autoconcepción que, incluso, está comprobado también que las personas con nombres menos conocidos o con alguna connotación negativa tienen
más posibilidades de estar involucradas en un crimen. No lo decimos nosotros, sino la conclusión de un estudio llevado a cabo por el Instituto de Psicología en Beijing. «La noción de tener un nombre que suena negativo o poco popular predispone a una persona al rechazo social y aumenta el riesgo de desarrollar una personalidad desagradable», afirmaban los autores.
¿Cómo afecta positivamente el nombre en nuestra personalidad?
Hasta ahora todo lo que hemos visto son connotaciones negativas. Sin embargo, también hay investigaciones científicas que se han encargado de dejar claro que el nombre también puede afectar positivamente. De hecho, algunas recientes apuntan a que los nombres con
una sonoridad más agradable sea, por naturaleza, más agradable al oído. Y que, incluso, los nombres más raros están directamente relacionados con mayores posibilidades de tener una carrera laboral menos conocida (como director de cine o juez, entre otros).
