El paso de Pat Hennen en el Mundial de Velocidad fue tan fugaz y brillante como el primer rayo de sol tras un largo invierno. Gracias a él, Estados Unidos se hizo un hueco en la historia del campeonato, y aunque su presencia en los Grandes Premios fue muy breve, no llegó a completar tres temporadas y sólo disputó 23 carreras, ganando tres y acabando la mitad de ellas en el podio, Hennen dejó una honda huella en el campeonato.
Él fue la avanzadilla del cambio que se iba a producir en la categoría reina, el Mundial de 500, en esa misma década, y seguramente estaba destinado a ser el primer campeón del mundo norteamericano, pero la mala fortuna se cruzó en su camino.
Hennen había nacido en Arizona en 1953, pero de niño su familia se trasladó a California, que a finales de los años sesenta, en plena adolescencia de Pat, se convirtió en el paraíso del motociclismo en Estados Unidos. No había un rincón del estado sin una carrera de motos, en cualquier especialidad, cualquier domingo (On Any Sunday), y Hennen, al igual que harían varias generaciones de jóvenes norteamericanos, descubrió la competición a través del dirt track. Dirt track y California, un cóctel que en las dos siguientes décadas pondría a Estados Unidos a la cabeza del Mundial de Velocidad. ¿Quién podía imaginarlo?
El motociclismo norteamericano vivió de espaldas al Mundial, no se integró en la FIM hasta 1971
Estados Unidos vivió de espaldas al Mundial porque el AMA (Federación Norteamericana) no se integró en la Federación Internacional (FIM) hasta 1971. Ya ese año se puso en marcha el Trofeo Transatlántico, en el que se enfrentaban Estados Unidos y Reino Unido, pero de momento, los Grandes Premios no llamaban la atención de los norteamericanos, que disfrutaban de un universo propio de carreras. No tenían especial interés por lo que sucedía al otro lado del Océano Atlántico, pero las cosas empezaron a cambiar a partir de 1973. Ese año, Jarno Saarinen ganó las 200 Millas de Daytona. Era la primera vez que un piloto foráneo ganaba la carrera más importante de Estados Unidos, y cuando Giacomo Agostini ganó en Daytona en 1974, algunos pensaron que ya era hora de viajar a Europa. Kenny Roberts arrasó en el Trofeo Transatlántico y debutó en el Mundial en Assen, corriendo en la carrera de 250, donde hizo pole y vuelta rápida, y acabó tercero tras Walter Villa y Bruno Kneubühler.
Por aquel entonces, Hennen no era más que un piloto amateur que iba escalando posiciones en la velocidad norteamericana, donde había comenzado a correr en 1971 tras tres temporadas dedicado al dirt track. Los progresos de Hennen fueron lentos, y en 1974 se convirtió en uno de los mejores junior del momento, contemporáneo de Kenny Roberts -sin duda, la referencia de toda su generación-, Dale Singleton, Skip Askland…
En 1975 le incluyeron en el equipo norteamericano del Trofeo Transatlántico e hizo unas buenas series. Allí, midiéndose con varios mundialistas en circuitos desconocidos para él, Hennen se convenció de que tal vez tendría más oportunidad de brillar en el Mundial de lo que podía hacer en Estados Unidos, donde no conseguía encontrar un equipo que le permitiera sacar a relucir su talento.
Al Mundial
Con la ayuda del veterano Rod Coleman, un neozelandés que disputó el Mundial en los años 50 –unos de los primeros pilotos de Oceanía que subió a un podio del Mundial-, Hennen consiguió montar una estructura para disputar el Mundial de 500 en 1976. A lomos de una Suzuki RG privada se embarcó en la aventura de los Grandes Premios, y se estrenó con brillantez en Monza, donde logró ser quinto en su debut. Esa temporada Barry Sheene fue la referencia y no dio opción a nadie, pero Hennen, paso a paso, carrera a carrera, se fue haciendo hueco en la categoría.
Fue segundo en Holanda, su segundo GP, y siguió sumando resultados hasta que semanas después logró su primera victoria en Imatra, en Finlandia, por delante del héroe local Teuvo Länsivuori. Por primera vez un norteamericano ganaba un Gran Premio. Casi sin darse cuenta, Hennen había hecho historia. Remató la temporada en una jornada histórica en Nürburgring, el día que Giacomo Agostini ganó el último Gran Premio de su carrera, el 122º, en una carrera en la que Hennen fue tercero, concluyendo el Mundial en tercera posición. El resultado fue excelente.
En Suzuki Heron, impresionados con los resultados de Hennen, le ofrecieron una moto oficial junto a Barry Sheene, el nuevo y flamante campeón. Sheene y Hennen formaban la pareja perfecta, explosivos y eficaces, un espectáculo dentro y fuera de la pista. En 1977, de nuevo Sheene tomó la iniciativa desde la primera carrera, Venezuela, que se estrenaba como escenario del Mundial. A Hennen le costó coger el ritmo. Ese año, el Tourist Trophy salió del calendario del Campeonato del Mundo, pero en la Isla de Man necesitaban seguir teniendo pilotos de nivel para atraer público y que el negocio del TT siguiera funcionando.
Phil Read, recién retirado del Mundial, aceptó la suculenta oferta del Tourism Board de la Isla de Man para renegar de su promesa y volver al TT. También acudieron a su llamada algunos mundialistas que empezaban a replegarse, como Jack Findlay o Chas Mortimer, que siempre fueron pilotos de fortuna que aprovechaban cualquier oportunidad, como también hicieron Tom Herron y Steve Parrish. Era una amalgama de talentos en el otoño de su carrera y privados con necesidades, pero a ese heterogéneo grupo se sumó una estrella del Mundial de 500: Pat Hennen.
Su presencia en el TT resultó sorprendente, y su rendimiento fue excelente. Hennen no sólo no conocía el trazado del Mountain Course, sino que no estaba suficientemente familiarizado con las carreras en circuitos urbanos. Desde su llegada al Mundial el único trazado urbano en el que había corrido fue en el viejo Brno, donde no logró acabar la carrera. Pero en el Senior TT de 1977, Hennen logró una brillante quinta posición, sorprendiendo a propios y extraños. Embrujado por el indudable encanto de la isla, prometió volver en 1978.
Después de pasar por el TT, Hennen consiguió enmendar la temporada, en la que Sheene, de nuevo, se coronó campeón. Hennen cerró el año ganando en Silverstone, por delante Steve Baker, el nuevo norteamericano que se había sumado al campeonato y con el que Hennen se disputó la segunda plaza del campeonato, que terminó en manos del piloto de Yamaha. Hennen y Baker representaron la avanzadilla de una nueva generación de pilotos procedentes de Estados Unidos que no tardaría en desembarcar en el Mundial, cambiando por completo el status quo de la categoría de 500.
La invasión yanqui
En 1978 llegó un tercer norteamericano al Mundial de 500, Kenny Roberts, que además llegó con la enorme ambición de ser campeón en 250, 500 y también en el Mundial de 750. Hennen se mantuvo en Suzuki Heron mientras que Baker fichaba por Suzuki Gallina, y Roberts defendía los colores de Yamaha America. Durante su etapa como piloto novice y junior en el campeonato AMA, Hennen vio como Roberts y Baker, un año mayores que él, acumulaban muchos más éxitos que él en su carrera, pero en el Mundial no se dejó impresionar por ellos.
Comenzó la temporada con una segunda posición en Venezuela, tras Sheene, y una victoria en el Jarama, por delante de Roberts, lo que le colocaba como líder del Mundial, posición que cedió en Salzburgring por culpa del sobrecalentamiento del motor de su Suzuki. Allí ganó Roberts su primer Gran Premio de 500, y Sheene recuperó el liderato. Roberts enlazó tres victorias seguidas, Salzburgring, Nogaro y Mugello, con Hennen secundándolo en Francia e Italia. Estábamos ya a mitad de temporada y les separaban sólo 6 puntos en la clasificación provisional del campeonato. Sheene estaba cerca, pero mostraba ciertos altibajos, y todo hacía pensar que la lucha por el título sería entre los dos norteamericanos.
Desde la Toscana, Hennen viajó directamente hasta Douglas, para preparar una nueva participación en el Tourist Trophy. Fue el año del regreso de Mike Hailwood a la Isla de Man. Junto a Hennen, otros pilotos mundialistas acudieron a la llamada del TT, como Takazumi Katayama o Sadao Asami, aunque fue la pugna entre Hailwood y Read en la carrera de F-1 la que atrapó toda la atención. El Senior TT cerraba el programa de carreras, y Hennen llegó a la Isla de Man con la intención de ganar.
No tuvo un buen inicio de carrera, pero poco a poco cogió ritmo y se recuperó. En la penúltima vuelta logró batir el récord de la isla, marcando 19’53”: era el primer piloto que bajaba de los 20 minutos en el Mountain Course. Se puso segundo. Al llegar a Bishop Court, en la milla 16, chocó contra un pájaro a más de 200 km/h, lo que le descontroló, sufriendo una terrorífica caída. Hennen quedó inconsciente y fue trasladado al hospital de Nobles en estado crítico.
Hennen permaneció tres meses en estado de coma, pero un día despertó. Su recuperación fue lenta y laboriosa, pero cuando por fin recibió el alta médica decidió regresar a Estados Unidos. Para entonces, Kenny Roberts se había convertido ya en el primer campeón del mundo norteamericano. Las carreras se habían acabado para Hennen. No sin dificultades, tuvo la fortuna de rehacer su vida, pero nunca más volvió a competir. Sorprendió al paddock del Mundial en alguna visita a Laguna Seca, haciendo acto de presencia en la carrera. Allí descubrió que la familia del Mundial lo tenía bien presente, que no se había olvidado de él. Y el AMA lo incorporó a su Motorcycle Hall of Fame en 2007, casi más forzado por el reconocimiento que Hennen recibió del exterior que por la propia estima de las entidades oficiales del motociclismo norteamericano.
Ahora, a punto de cumplir 71 años, Pat Hennen nos ha dejado. Nos quedamos con el recuerdo de esa estrella fugaz, pero luminosa como pocas.