La primera tiara que lució
doña Letizia fue la
diadema prusiana de la reina Federica, propiedad de
doña Sofía. Fue la que eligió la emérita para casarse y doña Letizia la escogió también, por consejo de la reina emérita, para sujetar su velo nupcial. Se trata de
una diadema de estilo neoclásico, inspirada en los frontispicios griegos, de platino y brillantes, creada en 1913 como regalo de bodas del káiser Guillermo II y de la emperatriz Victoria Augusta a su única hija, la
princesa Victoria Luisa de Prusia, abuela materna de doña Sofía.
La princesa Victoria Luisa se la entregó a su hija Federica con motivo de sus nupcias con el
rey Pablo I de Grecia. Federica se la legó después a doña Sofía. Es una tiara llena de significado para doña Sofía y la entonces princesa Letizia la escogió también para
su primera cena de gala, celebrada en el Palacio Real en 2004.
Durante sus diez años como princesa de Asturias, esta diadema se convirtió en su favorita. La lució en numerosas ocasiones, intercambiándola tan solo por
la tiara floral, regalo de Franco a doña Sofía por su boda, y la tiara Melleiro, conocida también como la diadema de «la chata», creada en 1867 por la conocida joyería parisina. Fue
un regalo a la infanta Isabel por su boda, y ésta la legó a Alfonso XIII, que, a su vez, se la pasó al
conde de Barcelona, padre del rey emérito, quien se la regaló a doña Sofía por su boda.
En esos años, doña Letizia probó, en numerosas ocasiones, cómo lucir las tiaras adecuadamente. En sus primeros pasos como princesa de Asturias, se decantó, a menudo, por la melena suelta y ondulada o rizada y recogida hacia atrás. No era la mejor opción, y, con el tiempo, la reina se dio cuenta de que lo más acertado a la hora de lucir esas imponentes joyas era recoger los mechones laterales del cabello alisados sobre un moño semi-bajo. Así
favorecían tan impresionantes piezas y lucían con toda su importancia.
Junto a este trío de diademas, doña letizia lució sus
pendientes de diamantes y perlas australianas, regalo de don Felipe, los pendientes de perlas y diamantes en cruz, también regalo de su esposo, o los aretes de diamantes que lució el día de su boda, regalo de los reyes eméritos. En estos años, doña Letizia no dudó en pedir algunos «préstamos» a doña Sofía, como el
aderezo de esmeraldas o el
conjunto de pendientes y gargantilla de diamantes que doña Sofía llevó en su boda.
También ha lucido, aunque menos, la gargantilla de zafiros y perlas con pendientes a juego, que fue un regalo de pedida de los eméritos. En su día a día, doña Letizia adoptó en ese tiempo un estilo muy sobrio, con piezas como las pulseras universo, que le regaló don Felipe por el nacimiento de sus hijas, o los
pendientes de estrellas de Chanel, quizá los que más ha lucido.
Pero también aparecieron en su joyero algunas otras piezas, de gran valor y originalidad, como los
pendientes de aguamarinas de Bulgari o los
pendientes de diamantes negros de Grisogono. También ha echado mano de buena bisutería, especialmente pendientes de las marcas Coolook, Cashfana, Tic Silver o D de Paola.
El joyero real a plena disposición de doña Letizia
Cuando se convirtió en reina, doña Letizia pasó a disponer de la totalidad del joyero real,
las llamadas «joyas de pasar». Sin embargo, tardó unos años hasta que lució, por primera vez, sus piezas más importantes.
La diadema de flor de lis fue encargada por Alfonso XIII a la joyería Ansorena como regalo de boda para
la reina Victoria Eugenia. Está confeccionada en platino con 450 diamantes y 10 perlas.
El diseño son tres flores de lis, símbolo de la dinastía de los Borbones, unidas por motivos vegetales. Es
la tiara real española por excelencia. Doña Letizia esperó a febrero de 2017 para lucirla, en la cena de gala ofrecida al presidente argentino y su esposa. Fue el inició de la etapa de las grandes joyas y una manera quizá de decir que ya se sentía «reina de verdad».
Otra de las grandes diademas del joyero real,
la tiara Cartier, también estuvo guardada hasta 2018, cuando doña Letizia la lució con motivo de la visita oficial del Presidente de Portugal. Es una pieza diseñada en 1920, de estilo art déco con diamantes, perlas y platino. Esta formada por una flor de lis rodeada por dos grandes brillantes y rematada por una perla grande.
Poco después, ese mismo otoño, doña Letizia apareció con la última tiara que le quedaba por «estrenar»,
la tiara rusa, creada para la reina regente María Cristina de Austria, madre de Alfonso XIII, inspirada en los tradicionales tocados rusos kokoshnick, realizada en platino, perlas y diamantes.
Doña Letizia apareció con ella en la cena de gala ofrecida al presidente chino y su esposa. Hoy, la reina luce con asiduidad las otras grandes piezas del joyero «de pasar» como
los pendientes de chatones, una de las piezas que más ha utilizado, los collares de chatones, las pulseras gemelas, una de sus joyas favoritas, o el collar de perlas de Isabel II, el más valioso del joyero.
En estos años, doña Letizia también ha ido dominando con mano maestra el «arte» de las tiaras y las grandes joyas. No ha habido cena de gala en la que no apareciera impecable. Poco a poco, la hemos ido viendo, además, con otras joyas importantes, algunas personales, otro préstamo de la reina Sofía, como los impresionantes pendientes en forma de
pájaros de diamantes con círculos de rubíes que lució en su última visita a Dinamarca, con un sencillo abrigo camel.
En la cena de gala de ese viaje brilló de forma especial con
la tiara Flor de Lis. Apostando por el «más es más», la combinó con unos espectaculares pendientes de diamantes y zafiros, de forma alargada y gran tamaño, que también lució en una de sus últimas visitas al Reino Unido y que parece que pertenecen a la reina Sofía.
