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jueves, octubre 3, 2024

Los tesoros de Jaén: la platería de la Catedral

Es indudable la importante labor que las instituciones religiosas, en este caso la Catedral de Jaén, ejercen como verdaderos y eficientes custodios de su patrimonio artístico, llegando a lograr mantener buena parte de este, a pesar de los problemas que pueden ocasionar pérdidas, robos, incendios, requisas, o roturas.

El conjunto de platería que atesora la Catedral de Jaén está formado por piezas llegadas de diferentes maneras, como pueden ser los encargos realizados a los propios artistas, las donaciones de obispos, prelados y personas laicas o a través de reubicaciones de obras, como las resultantes de desamortizaciones o las realizadas tras la Guerra Civil a partir del año 1940.

Cáliz castellano de plata sobredorada con copa decorada con cardinas, de finales del siglo XV. FOTO: ASC.

Una forma de conocer las piezas que han conformado, a lo largo del tiempo, el tesoro catedralicio es a través del estudio de los inventarios, documentos que aportan datos tan importantes como su aspecto y características, peso e incluso su procedencia, así como los cambios producidos en esos listados —con las faltas por sustracciones, fundición o requisas—, y las nuevas adquisiciones. Gracias a ellos hay constancia de la existencia, desde el siglo XV, de una cierta cantidad de piezas de plata con características góticas propias de la época.

Por lo que, durante el siglo XVI, cuando arranca la construcción de la Catedral de Jaén, la cantidad de objetos de platería ya debía ser significativa, aunque hoy día la mayoría haya desaparecido, entre otros motivos, por la costumbre de fundir las piezas de plata cuando estas estaban deterioradas con abolladuras, por falta de algunos elementos de sus estructuras o porque el estilo artístico ya no estaba vigente; con esa plata en desuso se volvían a fabricar otras obras nuevas adaptadas, además, a un gusto más actual.

El primer platero de la Catedral de Jaén

A tal efecto, es conveniente conocer la existencia del cargo de platero de la catedral, figura que se encargaba de realizar y fabricar las piezas solicitadas, de restituir las faltas o de arreglar, componer o limpiar las que así lo requerían; algo que se hacía exclusivamente para esta institución y miembros de su cabildo.

En la Catedral de Jaén se creó el cargo de platero en el año 1555 y el primer platero documentado que ocupó este cargo fue Gil Vicente, artista de origen portugués que ya estaba residiendo en Jaén en el año 1539 y pudiera haber llegado a la ciudad con Juan Ruiz, el autor de la magnífica custodia procesional.

No se conserva ninguna obra realizada por este primer platero, pero sí se sabe que, desde 1555 hasta 1585, realizó, al menos, dos portapaces, una custodia pequeña, dos candeleros, dos cálices, un cetro para el pertiguero de la catedral, dos campanillas, un atril y unas sacras.

El cargo de platero de la catedral se prolongó en el tiempo y, entre otros, podemos citar a Pedro de Morales Carrillo, durante la segunda mitad del siglo XVII, artista perteneciente a una prestigiosa dinastía de plateros de Jaén durante los años finales del siglo XVI y toda la centuria siguiente.

Atril de plata de Miguel de Guzmán Sánchez, de 1790. FOTO: ASC.

Y, posteriormente, a la nómina de plateros de la catedral de Jaén se incorporan otros miembros de la familia Guzmán, muy destacada dentro del gremio y activa en Jaén especialmente durante el siglo XVIII y parte del XIX, como: Miguel Antonio de Guzmán, Luis Vicente de Guzmán Zafra y Miguel de Guzmán Sánchez, que fue sustituido por Francisco de Paula González.

En la actualidad, en el museo de la catedral de Jaén se muestra un conjunto de piezas de los siglos XV al XX. De ellas, las más antiguas son de estilo gótico, a las que siguen renacentistas, de épocas manierista y barroca y, muy especialmente, las realizadas durante el siglo XVIII, tanto en talleres giennenses como en otros foráneos. También cuenta con obras de procedencia más dispersa como, por ejemplo, el cáliz barcelonés de Salvador Paradaltas, de finales del siglo XVIII.

Tal vez, la pieza más antigua de las que hoy día se conservan sea el cáliz gótico de plata sobredorada de procedencia castellana realizado, seguramente, a finales del siglo XV. Se trata de una copa realizada en plata sobredorada con base mixtilínea, astil hexagonal con nudo arquitectónico de traza gótica y copa con subcopa decorada con cardinas.

Las obras del siglo XVI son algo más numerosas y, entre varios cálices, cuatro cruces procesionales (una de ellas de plata y cristal de roca), un relicario, una palmatoria, un viril y un sencillo ostensorio de finales del siglo o principios del siguiente, destaca una custodia de mano realizada en plata sobredorada por Juan López de León en Toledo hacia 1530.

Consta de una base mixtilínea de estructura rectangular, astil poligonal con nudo arquitectónico goticista que soporta un templete para cobijar el viril, que se mantiene fiel a las propuestas arquitectónicas imperantes en época gótica aunque ya con elementos renacientes, como arcos de medio punto o pequeños balaustres, que se entremezclan con esos detalles aún góticos.

Como en la base están representados el escudo franciscano y un tipo de cruz vinculada a las órdenes militares de Alcántara y Calatrava, se piensa que pudiera ser una pieza perteneciente al antiguo convento de San Francisco, situado muy cerca de la Catedral de Jaén, y que pudo llegar a esta debido a las desamortizaciones del siglo XIX.

Los comienzos del siglo XVII se caracterizan por la presencia del estilo surgido a finales de la anterior centuria, que se extiende hasta bien entrado el siglo: el manierismo en platería, con su característica sencillez y la presencia de sutiles burilados y esmaltes como principal y único motivo decorativo. Está presente en dos cálices y dos copones de plata sobredorada y también en la llamada Custodia del cardenal Moscoso.

A estas singulares y reconocibles piezas, hay que añadir otras realizadas ya en un estilo más acorde con el Barroco, que se desarrolla desde entonces en adelante, como una caja de llaves del sagrario, una caja de plata, cuatro cálices, una naveta, un relicario, una custodia de mano, un copón y una cruz procesional de finales del siglo XVII o principios del XVIII.

Asimismo, también destacan varias jarras de pico cordobesas de inicios del siglo XVII, piezas de uso civil y también litúrgico en actos como el Lavatorio o el Bautismo. Se trata de obras singulares de la platería española, donde únicamente se fabrican. Constan de un pequeño pie circular, un vaso cilíndrico con asa mixtilínea y un mascarón monstruoso en el pico vertedor.

Quizá, la parte más numerosa de esta exposición de plata sea la perteneciente al siglo XVIII, una época de esplendor de la platería, cuando se dan las novedades estilísticas llegadas de fuera de la península, con la nueva dinastía aportando un especial toque decorativo que se fue haciendo habitual en las diferentes regiones y con las obras de diversos talleres, entre los que podemos destacar los del mismo Jaén, así como otros castellanos, barceloneses, granadinos o cordobeses, con obras de artistas como Damián de Castro.

El número de piezas es amplio, contando con objetos de diversos usos como cálices, custodias, vinajeras, navetas, portapaces, relicarios, portaviáticos, candeleros, albahaqueros, cruces procesionales, palmatorias, bandejas, etc. Entre todo este conjunto dieciochesco se deben señalar las realizadas, en la segunda mitad del siglo, en el taller del cordobés Damián de Castro, como un juego de candelabros, un cáliz y unas sacras con resaltados repujados propios de la época.

Jarras de pico cordobesas de inicios del siglo XVII, usadas en el servicio civil y litúrgico, como en el Lavatorio y en el Bautismo. FOTO: PARTAL.

También hay que mencionar las obras elaboradas en los talleres de diversos miembros de la familia Guzmán, conocidos plateros giennenses. En este caso, se pueden citar un atril de Luis de Guzmán, de aspecto barroco, y otro de Miguel de Guzmán Sánchez, que demuestra la transición entre el rococó y un estilo más académico utilizando guirnaldas y elementos repujados vegetales más comedidos. De este último autor son también el acetre e hisopo, que siguen las mismas características.

Las piezas del siglo XIX suelen ser de estilo neoclásico, especialmente las de la primera mitad del siglo, o bien de tipo neogótico o neobarroco, intentando seguir los cánones de la época de los historicismos, en este caso también en platería. De esa época se pueden considerar los cálices, vinajeras, portapaces, copones, acetre, palmatorias, naveta y aguamanil, entre otros.

Una de las obras más recientes llegadas a la Catedral de Jaén es la custodia procesional estrenada en la procesión del Corpus Christi del año 1986, realizada, estudiando antiguas fotografías, para sustituir lo más fielmente posible a la antigua custodia del Vandalino, desaparecida en 1936.

También es conveniente considerar un objeto importante, perteneciente a la catedral de Jaén hasta 1873, año en que fue vendida, siendo hoy día propiedad de la Diputación Provincial de Córdoba. Se trata de la llamada Copa de Núremberg, que representa la distinción del trabajo de los plateros centroeuropeos del siglo XVI y una pieza singular de la Catedral de Jaén.

Realizada por Wenzel Jamnitzer, posiblemente llegó a Jaén gracias a la donación de Maximiliano de Austria, emparentado con Carlos V y vinculado al clero giennense. Por sus características, se trata de una obra de uso laico pero adaptada posteriormente a fines litúrgicos; como copón, en aquella época aún no existía como pieza de ajuar litúrgico.

La primera custodia procesional no ojival de España está en la Catedral de Jaén

Juan Ruiz, conocido como «el Vandalino», fue posiblemente ayudante y discípulo de Enrique de Arfe durante la elaboración de la custodia de la torre de la Catedral de Córdoba, a principios del siglo XVI, una espléndida pieza de la platería gótica.

Unos años más tarde, en 1535, el Vandalino fue contratado por el cabildo de la Catedral de Jaén para realizar su custodia turriforme, tarea a la que se dedicó durante varios años y que terminó siendo la primera custodia procesional no ojival de España, con la introducción de estructuras y motivos renacentistas, tal y como se puede observar en las antiguas fotografías que aún se conservan de ella.

Pocos datos se conocen de la vida de este excelente platero, pero sí parece ser que produjo bastante platería religiosa y menos de tipo civil, destacando, en este último caso, la preciosa jarra conservada en el Museo Victoria y Alberto de Londres.

Una dinastía de maestros plateros en Jaén

La familia Guzmán es una dinastía de maestros plateros de Jaén, activos durante los siglos XVIII y XIX, que realizaron piezas de plata no solo para nuestra provincia, sino también para diversos puntos geográficos, como lo demuestran las obras que aún hoy día se conservan. Entre ellos, destacan Andrés, Antonio, Cristóbal, Francisco, José, Tomás, Luis o Miguel de Guzmán.

Es, precisamente, Miguel de Guzmán Zafra uno de los más conocidos. Realizó su trabajo durante una época de esplendor de la platería giennense y creó, entre otros objetos, una relevante cantidad de piezas para la Orden de San Juan de Dios, en Granada y en Cádiz, o la preciosa custodia de mano de la parroquia de San Mateo de Baños de la Encina.

Su hijo, Miguel de Guzmán Sánchez, elaboró bastantes obras, como los copones para los Trinitarios Descalzos de Ronda, para diversas parroquias o para la propia Catedral de Jaén donde, además, fue el encargado de realizar el magnífico Relicario de San Eufrasio, hoy día desaparecido.

La platería desaparecida de la Catedral de Jaén

Por último, es importante destacar la platería desparecida por diversas circunstancias, que está compuesta por obras de las que se tiene constancia documental, tanto escrita como gráfica, y que consiste en piezas notables y de primera calidad, debido a su autoría, procedencia o material utilizado.

Entre ellas, se encuentra la gran custodia procesional realizada en el siglo XVI por Juan Ruiz «el Vandalino », platero de posible origen cordobés que se asentó en Jaén entre 1535 y 1539 para realizar dos candeleros y esa magnífica obra de plata de aspecto turriforme con base hexagonal y compuesta por cuatro cuerpos decrecientes en altura, culminados con la imagen del Resucitado.

Custodia desaparecida conocida como el Vandalino. FOTO: ASC.

Era una pieza en la que la arquitectura, en forma de balaustres y arcos de medio punto, se combinaba con la escultura, con figuras en bulto redondo y relieves, con el fin de ensalzar el Santísimo Sacramento.

Otra obra de referencia era el busto-relicario del patrón de la diócesis de Jaén, San Eufrasio, encargado en 1783 por el entonces obispo D. Agustín Rubín de Ceballos a Miguel de Guzmán Sánchez, a quien le encomendó su realización utilizando la plata de una vajilla que le habían regalado.

Tanto de esta obra como de la anterior, solo se conservan antiguas fotografías, ya que fueron sacadas de la catedral en agosto de 1936 y fundidas en un crisol. También desaparecieron en la Guerra Civil, la conocida como Cruz de Jaspe, cruz procesional gótica de plata sobredorada y cristal de roca, y el relicario gótico de la Santa Espina, conocidas, también, por antiguas fotografías.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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