En la historia de Roma, el divorcio fue un proceso que tuvo un camino tortuoso, desde sus orígenes en una sociedad firmemente patriarcal hasta su florecimiento en una era de liberalidad durante el Imperio. Este fenómeno, tan humano y complejo, refleja no solo cambios legales sino también transformaciones profundas en las relaciones personales, el estatus de la mujer y las dinámicas familiares. ¿Cómo se desenredó este proceso? ¿De qué manera se desarrolló y transformó la institución del divorcio en la antigua Roma, pasando de ser un privilegio masculino a una posibilidad más equitativa?
Orígenes del matrimonio y el divorcio
En la antigüedad, el matrimonio se cimentaba en la conventio in manum, una institución que subyugaba a la mujer a la potestad casi paternal de su esposo, transfiriéndola simbólicamente de la familia paterna a la marital. Esta tradición relegaba a la mujer a una posición de dependencia y la despojaba de una identidad legal propia, convirtiéndola en una suerte de propiedad bajo la manus de su marido. Fue en este contexto cuando Rómulo, mítico fundador de Roma, estableció leyes sobre el matrimonio y el divorcio, permitiendo únicamente al marido repudiar a su esposa por motivos gravísimos, tales como el adulterio o la infertilidad, mientras que la mujer se veía incapaz de iniciar la separación. Estas regulaciones no solo delinearon el contorno de las primeras prácticas matrimoniales, sino que también sentaron las bases de una estructura social que priorizaba el dominio masculino sobre la estabilidad familiar o el bienestar femenino.
Cambios en la ley
A medida que Roma avanzaba hacia los últimos días de la república y se adentraba en la era imperial, el matrimonio experimentó una transformación significativa con la adopción cada vez más frecuente del matrimonium sine manus. Este cambio desplazó el antiguo paradigma, permitiendo que la mujer mantuviera una conexión legal y económica con su familia de origen, en lugar de pasar bajo la completa autoridad de su esposo. Este modelo otorgaba a la mujer un mayor control sobre su dote y, en algunos casos, la facultaba para iniciar el proceso de divorcio, marcando el inicio de una liberalización en las prácticas de separación matrimonial.
El emperador Augusto, en su afán por reformar la moral y las costumbres sociales de Roma, introdujo legislaciones que incidían directamente en las estructuras matrimoniales. Sus reformas promovieron la restitución de la dote en casos de divorcio, incentivando así la posibilidad de que las mujeres divorciadas pudieran volver a casarse y contribuir a la noble causa de engendrar hijos para el Estado. Este giro hacia prácticas más equitativas reflejaba un cambio en la consideración de la mujer dentro del matrimonio y subrayaba una evolución en la concepción romana del matrimonio como institución, equilibrando entre las necesidades personales y los objetivos sociales más amplios.
Motivos para el divorcio
La historia de Roma está salpicada de divorcios célebres, cada uno revelando las complejidades y los valores de su sociedad y momento. Desde acusaciones de adulterio hasta cálculos políticos, las razones para disolver un matrimonio eran tan variadas como las familias mismas. Espurio Carvilio Ruga, por ejemplo, marcó un hito al repudiar a su esposa por esterilidad, un acto que resalta cómo el deseo de descendencia legítima podía anular el vínculo matrimonial.
Sin embargo, ninguno es tan intrigante como el divorcio de Emilio Paulo, un respetado general, de su esposa Papiria. A pesar de haber engendrado dos hijos que alcanzarían el consulado, Emilio se separó de Papiria sin ofrecer razón alguna que satisficiera la curiosidad pública. Cuando se le preguntó, su única respuesta fue señalar su sandalia y comentar que nadie podría adivinar dónde le apretaba. Este caso emblemático destaca la autonomía masculina en las decisiones matrimoniales y la opacidad y el misterio que podían envolver a las relaciones íntimas en la antigua Roma.
¿Como era divorciarse en el Imperio romano?
El divorcio en la Roma antigua, especialmente durante el imperio, destacaba por su sorprendente informalidad. No requería de procesos judiciales ni de la intervención de autoridades; bastaba con una declaración unilateral del marido con frases como “toma tus cosas y vete”. En casos de acuerdo mutuo, la separación podía ser aún más sencilla. A veces, un liberto anunciaba el divorcio en presencia de siete testigos, marcando el fin de la unión con una simplicidad que hoy resultaría inimaginable.
Las consecuencias de estos divorcios informales variaban. Mientras los hombres podían casi inmediatamente buscar una nueva esposa, las mujeres se quedaban en un futuro más incierto. Aunque la restitución de la dote ofrecía cierta seguridad económica, su posición social podía verse comprometida. Los hijos, por su parte, permanecían con el padre, manteniendo la continuidad del linaje paterno y sus derechos sucesorios, un reflejo de la primacía de la autoridad paterna sobre la materna hasta bien entrado el siglo II d.C., cuando se empezó a reconocer la posibilidad de que la custodia pudiera ser otorgada a la madre bajo circunstancias excepcionales.
Críticas al proceso
La liberalización del divorcio en Roma no pasó desapercibida para los observadores contemporáneos, suscitando críticas y reflexiones entre poetas y filósofos. Juvenal y Marcial expresaron su desdén hacia la facilidad con que se disolvían los matrimonios, criticando tanto a hombres que descartaban a sus esposas por razones superficiales, como a mujeres que acumulaban una serie de matrimonios en su haber. Estas voces satíricas resaltaban una preocupación por la degradación de los valores matrimoniales y el impacto en el tejido social.
Contrastando con la actualidad, resulta evidente que, aunque la forma de las instituciones matrimoniales y las normas sobre el divorcio han evolucionado, la esencia de las preocupaciones permanece. La búsqueda del equilibrio entre la libertad individual y la estabilidad social sigue siendo un tema de debate. Mientras que en el pasado la crítica se centraba en la moralidad y las consecuencias sociales del divorcio, hoy en día las discusiones a menudo giran en torno a las implicaciones personales y emocionales, así como a los derechos y el bienestar de todos los involucrados, incluidos los hijos. Esta evolución refleja un cambio hacia una mayor consideración por la autonomía personal y la igualdad dentro de las relaciones matrimoniales, manteniendo la esencia de las inquietudes romanas en un nuevo contexto cultural y legal.
Referencias:
- Avial Chicharro, L. 2018. Breve historia de la vida cotidiana en el Imperio romano. Nowtilus.
- Carcopino, J. 1998. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio. Temas de Hoy.