Los cambios organizativos y tácticos desarrollados por los Reyes Católicos y el Gran Capitán, la conocida Revolución militar, habían finalmente cristalizado en unas unidades militares en las que la disciplina, el orden y la organización constituían la base del éxito. El tiempo de los caballeros había terminado, con los tercios se inauguraba el tiempo de los soldados.
En el siglo XV los suizos habían desarrollado una nueva forma de combatir usando lanzas extremadamente largas en formaciones cerradas como los antiguos macedonios: las picas. Esta forma de pelear hacía que las cargas frontales de caballería a la usanza medieval resultaran inútiles, por lo que todos los ejércitos europeos empezaron a utilizar las formaciones en escuadrón.
Los Reyes Católicos entendieron enseguida que este era el modelo que había que seguir y lo adoptaron con prontitud, pero sin olvidar complementarlo con armas de tiro. Inicialmente, había sido la ballesta, de larga tradición en España, pero muy pronto esta sería sustituida por armas de fuego. Esta característica sería fundamental a la hora de definir a los tercios; los suizos nunca las usaron y se centraron solo en la especialización con la pica, algo que haría que su modelo quedara obsoleto bastante pronto, como quedó demostrado en las batallas de Bicocca en 1522 o Pavía en 1525, en que los espingarderos y los arcabuceros masacraron los cuadros suizos sin piedad.
La combinación pica y arcabuz y su peso en la táctica fue evolucionando a lo largo del tiempo; al principio los arcabuceros existían para proteger a los cuadros de piqueros, ayudándoles a abrir huecos en las formaciones adversarias, pero los mandos pronto empezaron a darse cuenta de que los arcabuceros eran extremadamente versátiles y podían cumplir muchas más misiones. Podían salir del cuadro y explorar el terreno, cubrir el avance de las tropas, realizar emboscadas, proteger a los que forrajeaban, asaltar una posición por sorpresa, en resumen, eliminar al enemigo a distancia reduciendo su potencia de combate de forma definitiva. Los arcabuceros eran las unidades de reconocimiento del momento. Esto llevó a que la proporción de arcabuceros —que en un principio era de la tercera parte de un tercio, y más tarde de la mitad; el tratadista Martín de Eguíluz sugiere una proporción de 35 picas y 65 arcabuceros —, aumentase hasta ser la mayor parte de los integrantes de un tercio. Al final eran los piqueros los que protegían a los arcabuceros ofreciéndoles refugio, pero eran estos los que realmente hacían la guerra. Citando a Martín de Eguíluz en su Milicia, Discurso y Regla Militar:
«Hay opiniones que las compañías de la infantería deberían de ser la mitad de coseletes, y la otra mitad arcabuceros, y mosqueteros; pero yo digo esta era el arcabucería y mosquetería son de mucha facción, y bastarían 35 picas por 100 en cada compañía, que si quisiese crecer un escuadrón llevar picas sobradas está acabado, y dárselas a los arcabuceros que les pareciese porque la arcabucería donde quiera es importantísima, y presta; y la que vemos que hace la guerra».
La pica
Sancho Londoño, maestre de campo, hombre de confianza del Duque de Alba y uno de esos personajes que deberían tener una película —estuvo en casi todas las grandes batallas de los tercios incluyendo el socorro de Malta— publicó en 1568 su libro Discurso sobre la forma de reducir la Disciplina Militar a su mejor y antiguo estado. En él le presta mucha atención a la pica; citaremos algunas partes de ese texto para explicar su uso.
«… para el cual las dos partes de la compañía han de llevar picas, pues ellas entre gente de a pie son la fuerza de los escuadrones, y allí reinas (como se dice) de las armas».
Los escuadrones, verdaderos e impenetrables bosques de picas, eran la columna vertebral del ejército. De ellos se descolgaban las mangas de arcabuceros; para Londoño, el corazón del ejército, en ese momento, aún eran los piqueros.
Hablando de las picas Londoño nos dice:
«Los alemanes y esguizaros siempre las traen muy largas, y por eso han tenido las más de sus victorias, que no puede haber mayor ventaja, que es ofender, sin poder ser ofendido».
«…y con mucha mayor facilidad, y menos trabajo se hará, si la pica fuere de largura, y proporción conveniente, será si tiene 26 palmos de vara española».
Las picas de 26 palmos, si las convertimos en cm sabiendo que un palmo son 20,9 cm nos daría una pica de 5,40 m de longitud, las más largas de 27 palmos medirían 5,60 aunque, que sepamos, no se ha conservado ninguna de esa longitud, (la más larga que yo he visto es de 4,50 m). En cualquier caso, se trata de astas muy largas, que usadas de manera coordinada son extremadamente efectivas contra la caballería, como afirma Martín de Eguíluz en su Milicia, Discurso y Regla Militar:
«Pero si es caballería con quien se espera el encuentro, quedo, y firme de pies y bien aferrada su pica derecho al pecho del caballo, que si le ceba, pasa hasta parecerse del otro cabo; pero el piquero también, aunque la lanza del enemigo no le ofenda, tumbar tiene por el suelo; más desventurada la caballería que envistiese con piquería en escuadrón, si es bien hecho, si no acertase de un repente sin dar lugar que diese de través por los costados, que es peligroso».
Forma de agarrar y llevar la pica
«…y las picas para hacer la ejecución que pueden, se han de llevar arrimadas a los pechos sobre lo más alto de los estómagos, cargadas desde la mano izquierda al codo del mismo brazo, que se ha de llevar arrimado al estómago, de manera que la mano pase hasta en par de la coyuntura del hombro derecho, o poco menos, la mano derecha retirada todo lo que se pudiere, teniendo a puño la pica, dejando hacia el cuento, parte que contrapese, y aligere».
Como se ve en el texto, Londoño describe el agarre de la pica de manera que de la mano derecha al cuento quede una parte de la pica para hacer de contrapeso y permitir un manejo más ágil. Martín de Eguíluz se manifiesta en el mismo sentido, pero dejando tres palmos y no cuatro como Londoño.
Es interesante lo que comenta el capitán Eguíluz al respecto:
«Cierto que, pues la pica es la reina de las armas en campaña, y tan honrosa el día de hoy se ejercita poco o nada el jugarla, que pocos que lo usen; y aunque sepan pelear con ella, y así se ha dejado este noble ejercicio como si hubiese bandido, y no fuese menester, como por otra vez lo he dicho».
La fuerza de la pica era su uso coordinado en la formación, pero los soldados no la jugaban demasiado a tenor de lo que dice Eguíluz, sino que se centraban en su uso colectivo, no en la adquisición de habilidad individual con ella. Sin embargo, en Madrid, en 1616 el capitán Anastasio de Ayala publicó el tratado El bisoño instruido en la disciplina militar que trataba del manejo de la pica y de la instrucción la disciplina necesaria para su uso en el ejército; por desgracia hoy perdido.
La acción más importante de la pica: el bote
«…a la que estando así armado pasare desde el codo izquierdo al hierro, y al tiempo de herir, afirmando el pie izquierdo delante, llegando con toda la furia posible la mano derecha a la izquierda, por la cual ha de correr la pica, y al mismo tiempo, juntando el pie derecho al izquierdo, saldrá lo más grueso de la pica del codo izquierdo adelante, con cuyo vaivén, y el del cuerpo, y la fuerza del brazo derecho se hará grandísimo golpe».
La descripción de Londoño se corresponde a la acción fundamental de ataque con la pica, el bote, castellanización de la palabra italiana botta que significa golpe o estocada y que también se usa en la práctica de la esgrima.
Al respecto también se pronuncia el capitán Martín de Eguíluz:
«El calar y terciar de las picas para pelear, ha de ser de suerte que quede el soldado firme de pies, que es lo que hace al caso para el bote de ellas y se ha de aferrar la pica para hacer buen golpe firme; y para bien sustentarla en las manos que no se la desvíe el enemigo con la suya…. y para dar el bote que sea firme, y con fuerza, pica a pica, ha de arrimar la pica con la mano izquierda en el estómago, y con la mano derecha al encuentro de la cadera derecha; y al tiempo que tirare el bote, ha de ser metiendo el pie izquierdo, y siguiéndole con el derecho, no quedando de pie falso, que es perdido; que si el enemigo le acierta dará con él en tierra, y caídos es suyo el enemigo. También podrá alargar la pica cuando tira su bote escurriendo por la mano izquierda; pero para hacer esto es necesario que sea diestro porque la pueda coger en un momento, que es embeberla; pero si yerra al enemigo, y no la sabe coger es perdido. En efecto no hay ningún bote tan bueno y seguro, como metiendo el pie».
La experiencia demuestra que en efecto la manera más eficiente de atacar con la pica es mover el pie izquierdo y luego el derecho hacia adelante y golpear con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, pero no en exceso, porque el peso de la pica puede hacer que se pierda el control de esta. Como todas las armas de cuerpo a cuerpo, la pica se mueve con el cuerpo desde la cadera, que funciona como cadena de transmisión de la energía que procede del tren inferior. La pica se desliza en la mano y el dicho movimiento se acompaña con el movimiento del cuerpo avanzando el pie izquierdo, luego el derecho y luego se vuelve a la posición inicial. La mecánica del cuerpo humano es la misma hoy en día que en el siglo XVI, y la realidad claramente coincide con lo descrito.
Existen diversos métodos de poner en práctica el bote:
- En bloque, seguramente la forma más usada, de manera que todas las hileras tiran el bote al mismo tiempo. Esta forma de tirar, si se hace de manera compacta, no deja huecos y hace muy difícil la defensa.
- El bote por hileras, habiendo distintas combinaciones, primero la tercera hilera, luego la segunda, y finalmente la primera. Otra opción es tirar la primera, recoger; la segunda, recoger; y tirar todos a la vez. Las opciones son variadas, y dependen de que los soldados de primera línea sepan «medir bien las picas», es decir, elegir la distancia en la que se comienza a tirar, ya que la efectividad del bote depende de eso, además de una buena ejecución técnica. Cualquier combinación, pues, depende de medir las picas, ya que el objetivo último es tirar el bote en la distancia y el momento adecuados para ocupar el espacio con las picas propias y mantener la presión ofensiva, empujando hacia adelante.
- Según la longitud de las picas, cuando se está en orden cerrado las picas de la cuarta hilera superan a los piqueros de la primera, por lo que las hileras tres y cuatro, al menos sí sirven para defender a los compañeros de la primera.
Y terminamos con La Austriada de Juan Rufo, unos versos dedicados a los escuadrones de piqueros:
- Los Pasos a compás y la distancia
- Era en los escuadrones tan medida
- Que podrían si fuese de importancia
- Favorecerse en la áspera subida
- Bien como la armonía y concordancia
- De voces diferentes es nacida
- Que el acordado punto las entona
- Y justa proporción las proporciona.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.