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sábado, noviembre 30, 2024

Artistas asociados al espacio del coro de la Catedral de Jaén

Los coros catedralicios, espacios vinculados al Oficio Divino y a la música como elemento ligado al culto, pero también a la representación, han supuesto, a lo largo de su historia, un condicionante estructural en el desarrollo de la arquitectura del edificio.

Con la evolución de las catedrales, la disposición y los valores formales y decorativos de los coros han variado, siendo un ejemplo de ello el coro de la Catedral de Jaén.

Situado en la nave central, ante el altar mayor, lo conforma una amplia sillería que aúna la original del primitivo templo gótico y la procedente de la ampliación que sufrió el coro en el siglo XVIII, lo cual constituyó una de las últimas obras llevadas a cabo en el interior de estas naves y que deja ver cómo el gusto cambiante y la introducción de nuevos valores condicionaron la imagen final de la Catedral de Jaén.

En el coro de la Catedral de Jaén tenían asiento autoridades religiosas y civiles. FOTO: AYUNTAMIENTO JAÉN.

La extensión actual del coro de la Catedral de Jaén, de una longitud bastante importante con respecto a la planta del conjunto, se debe al número de personas, tanto miembros del cabildo catedralicio como del cabildo municipal, a las que debía dar cabida. Es evidente la presencia de los primeros, pero los miembros de la corporación municipal, denominados «caballeros veinticuatro», consiguieron también que se les asignaran sedes en este coro, después de que el propio ayuntamiento cediera parte del terreno que ocupaban las casas consistoriales para ampliar el templo.

La estructura del coro actual nace tras el derribo de los restos que aún se conservaban de la vieja catedral, hacia el año 1730. Los obispos Manuel Isidoro de Orozco (1732-1738) y Andrés Cabrejas Molina (1738-1746) gobernaron la diócesis en ese momento y respaldaban los diseños presentados por el arquitecto José Gallego y Oviedo del Portal, que emprenderá esta obra entre 1726, cuando es nombrado maestro mayor de obras, y 1736.

José Gallego y Oviedo del Portal conformó un conjunto caracterizado por el movimiento y las formas cóncavas y convexas, consiguiendo una imagen muy distinta al resto de la arquitectura de la Catedral de Jaén. Las volutas y almohadillados, como elementos arquitectónicos y decorativos, se completan con otros como las labores ornamentales en torno a las puertas laterales del conjunto, donde se aprecia la influencia de José de Churriguera, maestro de José Gallego. Además, este diseñará también las dos bóvedas situadas sobre la superficie del coro, caracterizadas por la decoración y elementos alusivos al mundo celestial y musical.

Bóvedas que cubren el coro de la Catedral de Jaén

La bóveda que cubre el espacio principal del coro de la Catedral de Jaén es una obra realizada en piedra caliza, de 12,50 metros de diámetro, por los escultores José de Medina y Anaya y Francisco Calvo, entre 1729 y 1730.

José de Medina y Anaya llegó a Jaén para ocuparse de la decoración de las bóvedas que cubrían el coro de la Catedral de Jaén. Para este malagueño, nacido en Alhaurín el Grande en 1709, este será su primer trabajo conocido en el Jaén de la época.

José de Medina y Anaya y Francisco Calvo acometen, en este espacio de la nave central, sobre el lugar que ocupa la silla del obispo, una ornamentación que, según algunos profesores, como Pedro Galera, puede deberse a la fusión de los diseños de Francisco Hurtado y José Gallego. Se trata de una bóveda rebajada que se sostiene sobre los cuatro arcos que parten de los elevados pilares con columnas adosadas y fragmentos de entablamento, tan propios de la arquitectura de este templo giennense.

Escultóricamente, llama la atención la profusión en contraste con las bóvedas vaídas del templo y destacan las pechinas en las que se representan a los cuatro Evangelistas, acompañados de sus símbolos del Tetramorfos y rodeados de nubes.

Las pechinas dan lugar a una forma circular dividida en varios cuerpos: uno inferior, decorado con pares de ménsulas vegetalizadas que alternan con pares de medallones laureados y que enmarcan los símbolos de las Letanías Lauretanas, un segundo cuerpo que lo sigue, una franja de mayor dimensión dividida en espacios triangulares en los que se disponen figuras de ángeles músicos en diferentes posturas e igualmente rodeados de nubes y portando instrumentos musicales que se pueden identificar al detalle, y un tercer cuerpo formado por la parte central de la bóveda y decorado con un relieve circular que representa, rodeada de nuevo de nubes, la Asunción de la Virgen, advocación de este templo y obra de Francisco Calvo.

Influencias artísticas en la sillería del coro de la Catedral de Jaén

En el conjunto destaca la sillería, entre la que se puede distinguir la de principios del siglo XVI, llevada a cabo siendo obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce (1500-1520), que es representado en el sitial principal, arrodillado frente a la Virgen y junto a otros miembros de su cabildo.

A esta etapa corresponden las labores de Gutierre Gierero, Jerónimo Quijano y Juan López de Velasco, que crean un conjunto que destaca por el detallismo y naturalismo, con influencias del arte flamenco y de un goticismo en vestimentas y animales, atribuido a la mano de Gierero, pero también del arte italiano en los grutescos y los elementos más clásicos, que se relacionan con la labor de Juan López de Velasco.

La documentación y la morfología de esta fase de la sillería deja entrever la relación con el coro de la catedral de Burgos, obra de Felipe Bigarny (h. 1470-1542) y Andrés de Nájera. Este último ejecutó también la sillería del monasterio de San Benito el Real de Valladolid, con la que igualmente se han identificado ciertos paralelismos. Además, autores como Gómez Moreno relacionaron la labor de López Velasco en el atril del sitial del obispo y la decoración de grutescos con la obra de Jacopo Torni, su propio yerno, en la Capilla Real de Granada. Incluso, el propio Gómez Moreno, que apostó por adjudicar a la mano de Gierero la labor de brocados góticos de algunos de los tableros, vio su influencia directa en la sillería de la catedral de Toledo.

Banco de los Caballeros, espacio reservado a los caballeros veinticuatro del ayuntamiento. FOTO: ASC.

Bajo el mandato del cardenal Esteban Gabriel Merino (1523-1535), en el año 1527, se encarga a Jerónimo Quijano (h. 1500-1563) la realización de los bancos corridos que servirán para acoger al cabildo municipal. Su ejecución correrá a cargo de Gutierre Gierero, Fernando de Cáceres y Miguel de Resinas, y en ella se plasma un programa iconográfico relacionado con los santos caballeros, con influencias, en ciertos relieves, de la sillería de Burgos, y en otros, de la obra de Bigarny en la Capilla Real granadina.

Posteriormente, y para adaptar toda esa sillería a la nueva obra arquitectónica del coro diseñado por José Gallego en el siglo XVIII, se lleva a cabo, bajo el pontificado del obispo Cabrejas Molina, una ampliación de los sitiales, además de añadirse otros elementos como el remate del guardapolvo del sitial del obispo y toda la crestería que rodea la parte superior del conjunto.

Serán el propio Gallego y los maestros Juan Fernández y Miguel Arias los encargados de realizar las dieciocho sillas nuevas, ocho altas y diez bajas, además de otros elementos como frisos, cornisas y tablas que faltaban. Ambos entalladores, también se encargaron de intervenir el sitial episcopal, sobre el que se dispusieron las armas del prelado Cabrejas Molina, o de la creación de cuatro sitiales más en la zona del cabildo municipal. En estos nuevos elementos se ha visto una talla de características angulosas y dramáticas que remarca la doctrina contrarreformista emanada de Trento.

Iconografías de la sillería del coro de la Catedral de Jaén

La iconografía que alberga todo este espacio bebe de pasajes bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, junto a escenas de la vida de santos y santas. Además, las imágenes recogen detalles que reflejan los gustos de la época, los paisajes de la ciudad o referencias, incluso, a elementos paganos y anecdóticos que completan la decoración.

La sillería baja, reservada a beneficiados y capellanes, se decora con pasajes hagiográficos que muestran hechos y milagros de santas y santos populares. Las imágenes plasmadas, procedentes principalmente de textos como la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine, presentan a apóstoles, santos mártires y penitentes, santas vírgenes, doctores de la Iglesia o teólogos.

Remate labrado del guardapolvo en el que se observa la Verónica con el Santo Rostro. FOTO: PARTAL.

Por su parte, en la sillería alta, reservada al obispo y canónigos y compuesta por sitiales o asientos individuales, observamos escenas, en hornacinas aveneradas, pertenecientes al Nuevo Testamento. Los temas de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo se desarrollan comenzando con los Desposorios de María y José y finalizando con la escena de Pentecostés. Dichos pasajes, a su vez, son prefigurados por las escenas del Antiguo Testamento, que se sitúan inmediatamente sobre ellas, en el espacio del guardapolvo.

Además, sobre el sitial del obispo, aparece un guardapolvo que alberga una representación del Santo Rostro venerado en esta catedral. Junto a él, destaca también en el conjunto una serie de relieves alusivos a la muerte sobre las puertas traseras, muy del gusto barroco.

Toda la iconografía de los brazos de los sitiales nos muestra a hombres y seres fantásticos en diferentes posiciones y ejecutando diversas acciones más o menos mundanas.

En la zona reservada al cabildo municipal, cuyos bancos son corridos, vemos escenas de santos caballeros en alusión a quienes se sentaron allí. En la parte alta vemos pasajes de la vida de la Virgen, que se inspiran en textos apócrifos, con escenas como el Abrazo ante la Puerta Dorada o la Expulsión de Joaquín del templo; en la zona del guardapolvo hay alusiones al Antiguo Testamento.

Pintura principal del trascoro de la Catedral de Jaén

Aunque, en un primer momento, en este espacio del trascoro se iba a ubicar una pintura de la Asunción de la Virgen, de acuerdo a los dibujos de José Gallego, a la manera de fachada interior del templo dedicado a esta advocación, será Mariano Salvador Maella, pintor academicista que gozaba de un amplio prestigio por su trabajo para la Casa Real, quien reciba la confianza de Agustín Rubín de Ceballos, por entonces obispo de la diócesis e inquisidor general en Madrid, para llevar a cabo la pintura principal del trascoro, dedicada a la Sagrada Familia.

Mariano Salvador Maella finaliza esta pintura en 1792 y en ella podemos ver una iconografía propia de la representación de la Sagrada Familia junto a San Juanito, en un ambiente doméstico en el que el pintor incorpora una serie de motivos de la vida cotidiana referentes al trabajo de San José, como carpintero, o a las labores de costura de la Virgen, que acercan la escena al espectador, haciendo más humana la condición divina de los representados.

Trascoro de la catedral, presidido por el lienzo de la Sagrada Familia de Mariano Salvador Maella. FOTO: ASC.

El rompimiento de gloria de la zona superior y el paisaje exterior a la derecha iluminan un conjunto caracterizado por una paleta de colores suaves, propios de la pintura de la época, y un modelado elegante de las figuras que plasma los postulados propios del gusto academicista de estos años.

La obra, conocida popularmente como la Virgen de las Tijeras, goza de una profunda devoción entre el pueblo de Jaén debido a la costumbre que anima a encontrar, entre los útiles del costurero de la Virgen, la aguja, el dedal y las tijeras para atraer la buena fortuna.

Programa decorativo para el espacio del trascoro de la Catedral de Jaén

El espacio del trascoro, que desde los orígenes del templo y con el paso de los años había pasado por distintas fases, verá completado su programa decorativo entre los años finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Así, tanto la fábrica catedralicia como un devoto que quiso participar en los gastos, según la documentación de archivo, asumieron el coste de la reja que cerraría el conjunto, encargada en 1791 en Vizcaya, y del cuadro de altar que presidiría la zona central de este espacio. Un conjunto concebido por el propio José Gallego y en el que también participará el arquitecto José de Bada y Navajas (1691-1755), con un sentido retablístico en el que escultura y pintura completan los juegos de entrantes y salientes y la riqueza de sus materiales pétreos.

Mariano Salvador Maella (1739-1819) recibió el encargo de realizar el lienzo que preside este espacio, dedicado a la Sagrada Familia. El conjunto en el que se encuadra este lienzo, dispuesto en el interior de un arco de medio punto de mármol negro, con incrustaciones de piedras duras en tonos ocres y naranjas, se articula por medio de calles, separadas por pilastras decoradas igualmente con incrustaciones de mármoles de los mismos colores, cuyas formas geométricas contrastan con la blancura del resto de elementos.

Además, sobresalen las esculturas realizadas en mármol blanco, que completan el programa iconográfico, de las figuras de San Lorenzo y Santo Toribio, de mayor tamaño, que aparecen junto a otras de menores dimensiones que representan, sobre volutas a modo de ménsulas, a la Inmaculada Concepción, Santa Catalina, San José y Santa Bárbara.

Por su parte, la zona superior destaca, de nuevo por el uso de los mármoles de colores que, en este caso, sirven para representar la simbología de las Letanías Lauretanas, presidiendo el conjunto como espacio central en torno al que se dispone una balaustrada muy movida, un remate con la representación del nombre de Dios en hebreo, la cruz triunfante sobre él y, a los lados, las esculturas de dos ángeles, flanqueadas a su vez por las imágenes de los arcángeles San Gabriel y San Rafael.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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