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jueves, octubre 3, 2024

La Mezquita de Córdoba: un modelo universal de arte andalusí

Las singularidades constructivas de la Mezquita-Catedral de Córdoba y el hecho de que fuera, durante siglos, el principal edificio de culto del territorio andalusí, explican su condición de monumento trascendente en el espacio y en el tiempo.

Su impacto se comprueba desde fechas tempranas y se reavivó tras la conquista cristiana de la ciudad de Córdoba, en 1236. A su vez, la difusión de sus formas sobrepasó la geografía peninsular. Todo ello evidencia que fue un edificio ampliamente conocido y valorado: la más sobresaliente de las mezquitas hispanas, en palabras del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, al redactar la historia de la península ibérica en su De Rebus Hispaniae en pleno siglo XIII.

Sus impactantes dimensiones contribuyeron, sin duda, a este reconocimiento, como lo harían la sofisticación de algunas de sus decoraciones y el carácter icónico de determinados elementos. Aspectos como el juego bicromo de los arcos de la sala de oración o el diseño de las cúpulas de nervios entrecruzados que singularizan la ampliación de al-Hakam II se encuentran entre las señas de identidad de una construcción emblemática.

Su proyección fue innegable dentro de al-Ándalus y alcanzó otros territorios del islam mediterráneo. Pero, quizá con mayor interés si cabe, también sobrepasó rivalidades políticas y fronteras religiosas.

Diversos elementos decorativos del palacio de la Aljafería de Zaragoza presentan ecos de la Mezquita de Córdoba. FOTO: SHUTTERSTOCK.

La mezquita de Bab-al-Mardum de Toledo, conocida posteriormente como iglesia del Cristo de la Luz, constituye una pequeña síntesis de algunos de los elementos más destacados de la Mezquita de Córdoba. Este oratorio de barrio —culminado en el año 999/1000 de la era cristiana, según atestiguan sus inscripciones—, repite en sus fachadas la superposición y el entrecruzamiento de arcos del haram cordobés y su característica bicromía.

Pero el guiño más claro —a la par que sofisticado—, se encuentra en las bóvedas de su compartimentada sala de oración. No solo la variedad de diseños nervados recuerda, “en miniatura”, a las grandes cúpulas de la Mezquita de Córdoba, sino que, además, a través del grado de complejidad de sus formas y de la disposición de las bóvedas, se evoca la propia ubicación de estas cubriciones en puntos estratégicos de la gran mezquita andalusí.

Sin duda, la Mezquita de Córdoba fue continuamente citada en los distintos oratorios del islam peninsular; el del palacio de la Aljafería de Zaragoza es una buena muestra de ello, hasta el punto de que el ejemplo de la Mezquita de Córdoba parece haber condicionado la restauración de algunos de sus elementos.

Status de la mezquita en la arquitectura y el ceremonial islámico

Cuando los almohades se hicieron con el control del sur ibérico y establecieron su capital en Sevilla, la construcción de la gran aljama hispalense —solar de la actual catedral— tuvo en la anterior capital del Guadalquivir una inevitable referencia, que explica las grandes dimensiones con las que se proyectó.

Los imperios norteafricanos no fueron ajenos al legado artístico cordobés y lo que su gran mezquita simbolizaba. El espléndido minbar de la mezquita Qutubiyya de Marrakech probablemente recuerde el “púlpito” móvil desde el cual se realizaba la prédica en la oración de los viernes en Córdoba, pues fueron artistas cordobeses los encargados de confeccionarlo en el siglo XII.

El mihrab de la Mezquita Mayor de Granada replica el de la Mezquita de Córdoba. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Asimismo, según recoge la tradición, en la mezquita de Tinmal, en el Atlas marroquí, se custodió un Corán que era venerado en Córdoba con carácter de “reliquia”, impregnado de la sangre del califa Utmán y objeto de exhibición ritual en la aljama.

Estas relaciones de prestigio dentro de la arquitectura y del ceremonial del mundo islámico no han de extrañar, pues la propia Mezquita de Córdoba, a lo largo de sus distintas ampliaciones, evocó a su vez las formas y los materiales de otras mezquitas omeyas, tanto andalusíes como orientales.

En fechas mucho más recientes, la Mezquita Mayor de Granada recuerda, con su mihrab, la arquitectura sagrada de los omeyas cordobeses.

La Mezquita de Córdoba como modelo en edificios cristianos posteriores

Pero, como ya se ha dicho, el impacto visual de la mezquita de Córdoba fue más allá de lo andalusí.

Es una referencia común en el estudio de la debatida arquitectura del norte peninsular del siglo X, cuyos potentes arcos de herradura enmarcados con alfices o el despiece bicolor de las dovelas, en edificios como Santiago de Peñalba o San Cebrián de Mazote, han suscitado repetidas conexiones con Córdoba. También lo ha hecho la decoración de merlones o almenas de perfil escalonado en el arte asturiano del siglo IX.

Ha de advertirse, no obstante, que tendemos a ejemplificar en Córdoba soluciones artísticas que se habrían difundido por el territorio andalusí y cuyos vestigios en otros enclaves no hemos conservado, o no poseen tanto renombre.

De igual manera, cada vez con mayor énfasis, se destacan los antecedentes artísticos locales de las construcciones asturleonesas, por lo que cabe relativizar ese componente cordobés tan insistentemente señalado en estudios previos.

Un problema semejante se plantea al contemplar la aparición de cúpulas de nervios entrecruzados periféricos en algunas iglesias románicas; sin duda, se trata de una solución un tanto extraña para cubrir un cimborrio o la planta centralizada de una iglesia y esta singularidad lleva a buscar sus referentes en entornos más alejados.

Los ejemplos se escalonan, desde tierras sorianas hasta el Pirineo francés: San Miguel de Almazán, Torres del Río en Navarra, la iglesia de la Santa Cruz en Oloron, Sainte-Marie y L’Hôpital-Saint-Blaise.

¿Fueron las cúpulas de la ampliación de al- Hakam II de la Mezquita de Córdoba su fuente de inspiración? ¿O lo habrían sido otros edificios que, como eslabón intermedio de la cadena, habían evocado las formas cordobesas?

Estas incógnitas no son impedimento para reconocer la innegable impronta que un monumento de la categoría de la Mezquita de Córdoba tuvo en el imaginario artístico peninsular. Y cabe imaginar la fascinación que debió despertar tras la conquista y su conversión al culto cristiano, palpable en el interés por conservarla.

Quizá no sea coincidencia que, en fechas próximas, aparecieran arcos polilobulados en el triforio de la catedral gótica de Toledo, recordando otra de las fórmulas características de la ampliación de al-Hakam II en la Mezquita de Córdoba. Esta surtió de fórmulas la arquitectura toledana de los siglos XIII y XIV, como muestran algunas fachadas y torres campanario de la ciudad del Tajo.

La influencia del arte islámico es evidente en la iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote en Valladolid. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Las cúpulas nervadas, que señalizaban el acceso a dicha ampliación y que se vieron alteradas con la ubicación de la Capilla Real, y la posterior nave tardogótica aún tuvieron su eco en la vieja Castilla en el último tercio del siglo XIII. Así se ha reconocido en la capilla de la Asunción del Monasterio de Las Huelgas Reales de Burgos, donde un tramo con pequeñas bóvedas, que remiten a las cordobesas, da paso a una gran bóveda de nervios entrecruzados sobre arcos polilobulados.

En otro monasterio-palacio de la realeza castellana, Santa Clara de Tordesillas, fue la macsura de al-Hakam II la que dio la pauta para el entrecruzamiento de arcos de la Capilla Dorada, una construcción de mediados del siglo XIV en la que se dan cita otras referencias a la prestigiosa arquitectura andalusí.

A pesar del éxito que tuvo el templo musulmán en la arquitectura medieval hispánica, el modelo de cristianización que se desarrolló en Córdoba no tuvo parangón en la mayor parte de los territorios peninsulares.

Habitualmente, como sucedió en Sevilla o Valencia, se destruía la mezquita y, sobre sus cimientos, se construía la catedral. Este fenómeno se dio tanto en las aljamas —templos principales de las comunidades musulmanas de cada urbe—, como en mezquitas de menor tamaño.

Las rectorías, desde donde partían los padres a evangelizar durante las campañas de conversión, se fundaron en templos andalusíes destituidos de sus principales elementos constructivos. En contadas ocasiones, por desconocimiento de los clérigos, se mantuvieron algunos aspectos decorativos andalusíes. Por ello, podemos decir que el caso cordobés es único en su ejecución.

A pesar de que numerosos teólogos y humanistas trataran de reafirmar el pasado preislámico de la mezquita, o minimizaran su importancia patrimonial, el respeto hacia esta magna obra, de la que solo se desmanteló una parte para erigir la catedral, se convirtió en un caso paradigmático de coexistencia de dos modelos de templos de credos diversos.

Proyección internacional de la Mezquita de Córdoba

Hemos de esperar hasta el siglo XIX para encontrar el resurgir del interés por la Mezquita de Córdoba, unido al conocido “orientalismo” que abanderó gran parte del Romanticismo europeo, donde lo “exótico” era apreciado y difundido. Desde fines de la Edad Media, muchos viajeros centroeuropeos acudían a España para contemplar estas insignes construcciones, pero a partir de 1800 se dio un rebrote.

Los artistas españoles no fueron ajenos a este movimiento, encabezado por franceses, ingleses y alemanes. En sus pinturas, la mezquita y la Alhambra ocuparon un lugar importante, muchas veces “reconstruyendo” o “imaginando” aspectos perdidos del conjunto, creando un “nuevo” monumento fruto de su ensoñación.

En paralelo a esta búsqueda de lo exótico, se dio en Europa un desarrollo de las identidades nacionales. En estos discursos, el pasado andalusí tuvo un papel fundamental en nuestro país y nacieron términos como “mudéjar”, para definir un estilo “propio” vinculado con un pasado andalusí cristianizado.

Comenzaron a reproducirse yeserías, arcos de herradura y polilobulados o decoraciones en ladrillo, que conformaron el llamado “neomudéjar”, donde, de nuevo, la Mezquita de Córdoba se convierte en modelo a seguir en plazas de toros, fábricas de tabaco y otros ilustres edificios, a la vez que ella misma era objeto de restauración.

Partiendo de esta idea —de esta nueva “moda”—, se puede entender por qué España exporta al extranjero la idea de un territorio multicultural, crisol de las tres culturas y, con ello, el arte islámico como elemento de riqueza cultural e identitaria.

Obra pictórica de autor desconocido, creada en torno a 1924. El neomudéjar Arco de la Amistad, en Lima, hace referencia directa a la Mezquita de Córdoba. FOTO: ASC.

Así, para la Exposición Universal de París de 1867, Rafael Contreras y Muñoz realizó una serie de maquetas donde se incluían distintos espacios de la Alhambra y el Generalife. Este mismo artista ejecutó también reproducciones de la Mezquita-Catedral de Córdoba, destacando entre ellas, por su riqueza, la espectacular réplica del mihrab, decorado con materiales ricos que reproducen la exuberancia del templo andaluz.

Dentro de esta corriente, podemos finalizar nuestro periplo en el curioso “Pabellón morisco” que la colonia española comisionó en Lima en 1921; ese año se conmemoraba la Independencia de Perú.

En él se levantó el “Arco de la Amistad”, una estructura en forma de herradura que bebía directamente de la Mezquita de Córdoba. Estuvo en pie, en la Avenida Leguía, hasta 1939, cuando se derruyó, a pesar de la protesta de los españoles; de nuevo, arte, identidad y recuperación del pasado islámico iban de la mano.

Durante la Edad Moderna gran parte de los humanistas hispanos trataron de esconder el legado andalusí de los reinos hispánicos y, más tarde, con el surgimiento de los nacionalismos y el orientalismo, España recuperó su interés, exportándolo por todo el mundo. La Mezquita-Catedral de Córdoba y la Alhambra de Granada fueron modelos clave, tanto constructivos como decorativos, y el “Arco de la Amistad” parece un claro ejemplo de esta paradoja.

La comunidad “colonizadora” busca reconciliarse con el pueblo peruano liberado, mediante un icono de la coexistencia peninsular entre cristianos y musulmanes: la Mezquita de Córdoba, un templo en el que se resume toda la historia de nuestro territorio.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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