Cuando el 11 de marzo de 2006
falleció Jesús Rollán, la agencia EFE y los principales medios de comunicación informaban de las causas de su muerte de una manera aséptica. Se afirmaba que su cuerpo sin vida se había encontrado en un balneario de La Garriga, donde recibía tratamiento desde hacía unos meses, pero no se daban más pormenores.
El medallista
olímpico de waterpolo (plata en Barcelona 92 y oro en Atlanta 1996) y campeón del mundo en Perth 98 y Fukuoka 2001 se había quitado la vida. En aquellos tiempos los códigos deontológicos de los medios impedían el uso del término «suicidio» porque consideraban que podía alentar a otras personas a repetir esa conducta.
Ahora se ha cambiado el paradigma y abordar esta cuestión sin eufemismos se considera una manera de ayudar a la prevención, como subraya Alberto Martínez, coautor del libro
Jesús Rollán Eterno: Vida y muerte de una leyenda (Córner), que vio la luz en mayo de 2022.
«A Paco -Francisco Javier Ávila, el otro coautor- le pilló en la agencia EFE y tenían prohibida la palabra ‘suicidio’. Yo estaba de becario en el diario As y creo recordar que pusimos que falleció en un accidente. No sé si añadimos más detalles, que se precipitó desde un balcón. No lo añadimos porque en ese momento inicial no había trascendido y porque no estaba bien visto. Había un estigma a nivel periodístico para decir que una persona se había quitado su propia vida. Tenemos muchos ejemplos como el de
Blanca Fernández Ochoa, que es muy reciente, parecido al de Jesús por problemas de salud mental y depresión. A los pocos días ya se dijo que la propia Blanca
había decidido acabar con su vida».
Pedro García Aguado, ahora una figura muy televisiva, también sufrió adicciones a las drogas y dedicó gran parte de sus esfuerzos posteriores a prevenir sobre los efectos nocivos de su consumo. «Toto García Aguado era uno más de la familia. Los padres de Toto se separaron y él convivía con los Rollán. Por eso, cuando escribe el libro ‘Mañana lo dejó’ creó un problema personal con la familia Rollán porque contaba situaciones que les involucraban. Luego, visto lo visto, formaban parte de la terapia de Toto para salir adelante jesús fue al mismo centro que Toto para ver si se podía rehabilitar», nos dice Francisco Javier Ávila.
La vida de Jesús Rollán, de las medallas al infierno personal
Ávila pone en valor la figura del gran campeón de waterpolo, que vivió después
un gran infierno personal: «Jesús fue un personaje paradigmático. Era competitivo desde el momento en el que tuvo que abandonar a su familia porque le habían dado una beca con 18 años para irse a jugar en Cataluña, donde estaba más desarrollado este deporte. A partir de aquí, es un animal competitivo hasta el punto de que vive por y para el waterpolo. El principal problema que muchas veces tuvieron los deportistas de élite era estar lejos de sus familias. En lo deportivo fue muy exitoso, pero en lo personal había muchas sombras».
Alberto Martín y su compañero destacan en el libro
las enormes cualidades personales del deportista fallecido: «Hay que desatascar el cariño con el que hablaban de Jesús. Todos querían estar a su lado, sus compañeros del equipo y sus amigos fuera de la piscina. Era muy detallista. Muchos de ellos nos contaban que pensaba antes en el amigo que en sí mismo. No atajó sus problemas y priorizó el bienestar de las personas que le rodeaban. En el libro hay muchas anécdotas», explica Martín.
«Cuando con apenas 18 años llega a la resiliencia Blume y ve que no tiene espacio para guardar su Scalextric se lo regala a la mujer de la limpieza, a quien no conocía de nada. Solo sabía que tenía un hijo que podía aprovecharlo. En otra ocasión, a su compañero Jesús Sanz le falló el coche y le dejó el suyo y él se fue en tren. Su casa, además, era un lugar de acogida. Era una persona mágnética y generosa».
La caída en los infiernos de Jesús Rollán dio en la línea de flotación de la familia. Quien se entregó plenamente
para intentar salvarle fue su madre, como recuerda Javier: «La familia se siente un poco en deuda con él. Solo conocían a Jesús en vacaciones, porque hacía vida en Cataluña. A veces iban a ver las competiciones. Él pasaba las vacaciones de verano o de Semana Santa con ellos en el pueblo. Sin embargo, durante sus 18 años de carrera conocían su vida de una manera profunda, pero superficial en muchos aspectos. Cuando él empieza a tener esos problemas su madre lo acoge, por la situación en la que lo ve. No acababa de entender cómo había podido llegar a esa situación. No eran conscientes de cómo había llegado a eso».
Y añade: «Pilar fue una madre coraje que lo dio todo por su hijo hasta el momento final.
Hubo mucha unión para salvar a Asia, su hija. Su madre, Leticia, falleció hace año y medio, también tenía esos problemas de adicción y no podía llevar con naturalidad la vida de Asia. Por eso la familia de Jesús siempre reclamó que su hija tuviera una vida más ordenada, más segura. Al final ha sido así, porque ya es universitaria y tiene una vida ordenada».
Francisco incide también en
su amistad frustrada con Iñaki Urdangarin, especialmente cuando este era vicepresidente del Comité Olímpico Español y no le prestó a Rollán la ayuda que éste esperaba: «Su relación con Iñaki Urdangarin nace como compañeros de la Blume. Es una relación que entablaron como deportistas. En el deporte hay una serie de códigos no escritos, sienten algo más que amistad. A raíz de todo lo que le ocurrió se sintió un poco desprotegido. Más allá de eso, recibió mucha ayuda del Comité Olímpico Español en la figura del presidente», cuenta Francisco.
«Él pensaba que Iñaki Urdangarin le podía ayudar, pero quien lo hizo de manera directa fue el presidente, Alejandro Blanco, que sigue siéndolo. El primer gran caso que se encontró nada más aterrizar en el cargo fue el caso Rollán. Es la familia, en concreto, la madre, quien contacta con Alejandro Blanco. Reciben entonces la ayuda para poder financiar todo el tratamiento, que sigue siendo carísimo. En aquel tiempo era algo pionero, por lo que era aún más caro de lo que es hoy».
El noviazgo de Jesús Rollán con la infanta Cristina
Muchos recordarán que Rollán tuvo
una efímera relación con la infanta Cristina, pero fue crucial para la vida sentimental posterior de la hija de los reyes Juan Carlos y Sofía: «Esto es como cuando te falla un amigo… Él fue quien presenta a la pareja y creyó que formaba parte del entorno próximo, el más cercano a ellos. Al final piensa que va a ir a la boda y
se quedó con el traje colgado en el armario. Es entonces cuando Jesús se da cuenta de quiénes son sus amigos y quiénes no», explica Francisco.
Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina, en el funeral de Jesús Rollán /
gtres
«Él tampoco sabía exactamente en el mundo en el que estaba. Una cosa era la amistad que podía tener con la infanta y con Iñaki y otra era la realidad. A partir de que ellos se comprometen, hay situaciones y elementos que se quedan en un segundo plano. Uno de ellos, seguramente, fueron amistades que, por lo que sea, no entran en ese círculo más exclusivo. Fue una decepción. De hecho, también explicamos en el libro que
fue Jesús quien presentó a Iñaki a la infanta porque eran amigos», añade.
Javier incide en el mismo diagnóstico: «El ejemplo más claro
de dar la espalda fue el de Iñaki. Podemos percibir la relación como algo exclusivamente de intereses. Primero tienen una relación de juventud en la residencia Blume, de amistad, de fiesta. Entiendo que todos hemos tenido de 18 a 20 años y que en esa etapa de la vida a veces las amistades se exageran. Después sirvió también para que Iñaki conociera a la infanta Cristina, que sería su futura mujer».
Pidió ayuda a Iñaki Urdangarin y no se la prestó
Añade: «Cuando llegaron los momentos malos de Jesús, intentó recurrir a él por las influencias y las ayudas que podía tener para recibir el tratamiento, no hubo una respuesta.
Nadie contestó a la llamada detrás de la puerta. Eso también se había empezado a vislumbrar cuando, por ejemplo, no le invitaron a la boda porque era amigo de los dos. De hecho se compró el traje, pero no recibió esa invitación. Ya se vio que no era una relación de amistad verdadera para Iñaki Urdangarin».
Y concluye: «Cuando se casaron en 1997,
había empezado con sus problemas de las adicciones, pero era campeón olímpico y se encontraba en el cenit de su carrera. Nadie podía imaginar su infierno. Una vez que sus problemas afloraron y se retiró del deporte, no sabemos cuáles son los motivos para que le dieran de lado. No recibió ayuda por su parte».
Jesús Rollán, con su pareja, Leticia. /
GTRES
A propósito de la familia y
cómo sobreponerse al dolor de la pérdida, Francisco destaca: «Igual voy a ser duro con lo que voy a decir, porque no se sobrevive a eso. La muerte de un hijo y de esa forma… Cuando contactamos con ellos, éramos muy conscientes de la situación. Ellos querían que tratáramos la historia con un tono exquisito y así lo hemos hecho. No solo la madre nos ayudó, también toda la familia. Los padres están separados, los hermanos que tienen la custodia de la hija, se implicaron, porque querían que se visibilizase la historia. En el caso de la madre, no ha superado ese momento, porque se culpa de no haber estado ahí, pero hay que pensar que Jesús se va con 18 años y muere con 36».
Y destaca un elemento clave para entender todo lo que sucedió: «No se enteró de la mitad de las vivencias de su hijo y cuando intentó tomar las riendas de la situación, seguramente, era demasiado tarde.
Su madre movió cielo y tierra para encontrar recursos para sacar a su hijo adelante. Ella lidera las reuniones con el COI para el tema del tratamiento. Todos son una gran familia. Sus hermanos también habían jugado al waterpolo y el más joven, que vive en Estados Unidos, tiene a Jesús idealizado. Es una familia muy unida».
El mundo del deporte de élite ha cambiado mucho desde entonces
Concluimos con unas apreciaciones muy certeras de Francisco sobre
la génesis del libro y cómo han cambiado los tiempos: «Nosotros rescatamos la historia porque era una historia que el waterpolo tenía guardado en el cajón y nadie se atrevía a meter mano al asunto. Decidimos que era una historia para explicarla y poner en valor sus logros. No sé si el waterpolo español ha hecho algo para ello, pero al final se trata de reivindicar un deporte, como otros tantos, que solo se tienen en cuenta en periodos olímpicos. Ahora se habla de nuevo del waterpolo porque fueron campeones del mundo, están en una buena dinámica, las chicas también han entrado… A partir de ahí se genera un poco de hype…».
Y concluye: «En ese momento no se hizo lo suficiente. Crearon un premio al mejor portero Jesús Rollán en la liga, pero más allá de gestos creo que no se le ha dado su lugar. Desde la federación y los distintos estamentos se han ido poniendo las bases para que poco a poco
los deportistas tengan todo el acompañamiento emocional para salir adelante. Aquella selección ganó dos veces el mundial y un oro olímpico, pero los componentes no tenían estudios. Ahora no hay que mirar más que los chicos y las chicas que están en la selección para ver que las cosas han cambiado bastante. Incluso viajan con un mental coach a las competiciones. No fue a raíz de lo que ocurrió sino de que los tiempos cambian, ves otras necesidades y ves que las cosas se podían haber hecho de otra manera».
El siguiente paso, por cierto, para
recordar la figura de Jesús Rollán, será un documental. Crucemos los dedos para que las negociaciones que ya están en marcha lleguen a buen puerto.