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viernes, octubre 4, 2024

El océano, que tanto nos ha dado, está en verdadero peligro

Cuando hablamos de biodiversidad hablamos de la enorme variedad de formas de organización de la vida, incluyendo las distintas especies y sus diferentes individuos. Pese a la gran dificultad de establecer un consenso, se estima que hay 1,8 millones de especies de seres vivos descritas en el planeta y entre 10 y 100 millones aún por ser descubiertas. En el caso de la biodiversidad marina se han descrito hasta el momento unas 274 000 especies. Entre ellas se incluyen representantes de todos los filos existentes en el planeta, que cumplen numerosas funciones y forman parte de los ecosistemas que permiten garantizar la supervivencia en la Tierra de numerosos organismos, entre los cuales también se incluye, por supuesto, el ser humano. 

Si queremos eliminar el plástico del océano, no basta con mejorar la recogida de los residuos que ya hay en el agua. Se necesita frenar el vertido de más plástico.SHUTTERSTOCK

Actualmente se considera que la vida surgió hace 3.800 millones de años en el océano. El primer Homo sapiens aparecería hace unos 300.000 años, lo que marcó el inicio de una especie más de las tantas que han existido y existen hoy en el planeta azul. No obstante, actualmente las principales amenazas y presiones al océano y a su biodiversidad tienen su origen en las acciones llevadas a cabo por el ser humano, o aumentan debido a ellas.

Las funciones del océano son muchas

Aportarnos más de la mitad del oxígeno que respiramos, regular el clima, proporcionar alimento a miles de millones de personas, ser fuente de compuestos activos para desarrollar medicamentos muchas veces huérfanos –así se llama a aquellos compuestos activos que son los únicos conocidos como efectivos para una determinada patología–, ofrecernos materias primas y energía… Cuando hablamos del océano, hablamos de ecosistemas, de las especies y hábitats que los integran, de los procesos que inciden y se producen en ellos y de las condiciones fisicoquímicas del agua.

En el océano los seres vivos forman parte de sistemas complejos y cumplen diferentes roles, inmersos en un sistema acuoso sometido a ritmos y presiones locales, pero también globales. Por ello, a menudo se habla de un solo océano, formado por varias cuencas interconectadas, y cada vez menos de océanos. Este es un punto de partida y el primero de siete principios que definen un esfuerzo conocido como Ocean Literacy –traducido al español como ‘Cultura Oceánica’–. La Ocean Literacy persigue la comprensión de cómo el océano influye en el ser humano y cómo este último influye en el océano. Este esfuerzo, iniciado en Estados Unidos, ha ido creciendo y mejorando y ha sido adoptado por la Unesco

Su carácter fluido y unitario hace del medio marino un lugar de difícil exploración y acceso para el ser humano, y también provoca que muchos de los impactos de una localización del planeta lleguen a tener un alcance global, lo que hace muy difícil su protección y la conservación de sus ecosistemas. Los beneficios de los ecosistemas, los ampliamente conocidos como servicios ecosistémicos, dependen de su biodiversidad marina, pero también del estado de salud del propio ecosistema. La suma de las partes es menor al valor del conjunto, y en ese aspecto la biodiversidad marina es un contribuyente fundamental.

¿Cuál es el estado actual de la biodiversidad marina?

Si intentamos evaluar el estado actual de conservación de la biodiversidad marina, nos encontramos con numerosas limitaciones, entre ellas principalmente una prospección e investigación limitada. No obstante, numerosos estudios han permitido demostrar el valor intrínseco de muchos fondos marinos e incluso se ha conseguido su protección. Existen diferentes niveles de protección de la conservación de la biodiversidad marina, siendo los santuarios y las reservas marinas integrales dos de las figuras de protección más efectivas y deseables para garantizar el estado de conservación óptimo de la biodiversidad marina. 

Actualmente hay más de 15.000 áreas marinas protegidas en el mundo, las cuales representan alrededor de 27 millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a que un 7,5 % del océano tenga actualmente alguna medida de protección –según datos de Naciones Unidas–. 

En Europa, la Red Natura 2000 incluye unos 3000 espacios marinos protegidos, que representan el 6 % del espacio marino europeo. España es uno de los países europeos con un mayor porcentaje de protección, un 8 % –lo que representa 85.000 kilómetros cuadrados–, en 272 espacios de superficies muy distintas, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Si bien esta tendencia es muy positiva con el fin de preservar la biodiversidad marina, la realidad es distinta. Casi el 50 % de los espacios protegidos de la Red Natura carecen de planes de gestión y más del 80 % sufren una amenaza real de ser alterados por la pesca industrial. 

Los cambios en la acidez del agua por el aumento de la temperatura afectan a los corales, que se vuelven blancos al morir y queda tan solo su esqueleto.GETTYI

Sin planes de gestión activos y sin vigilancia, la preservación de la mayor parte de las áreas protegidas está en riesgo elevado. Esta situación nos lleva a plantear que las medidas de protección necesitan una clara voluntad de las Administraciones que debe pasar por una inversión económica en medidas de vigilancia. Pero no todo depende de generar medidas de conservación y vigilancia. La ciudadanía debe tener también conciencia de que todos podemos y debemos contribuir, con nuestra actitud personal, a la preservación de la biodiversidad marina.

El océano es un sistema dinámico

No debemos olvidar que el carácter dinámico del medio marino hace muy complicada su conservación a nivel local, ya que el océano es una masa de agua interconectada por las corrientes. Una manera de visualizar esta conectividad es pensar en que es un mar de ríos. La protección por áreas implica un cambio real si también se abordan los impactos que, aunque puedan tener origen localizado, amenazan a la totalidad del océano, como son la contaminación, el calentamiento global y la acidificación

La contaminación por plástico es un caso de contaminación global, dado que se han encontrado plásticos incluso en la Antártida y en los fondos abisales. El plástico es un material ampliamente utilizado para la fabricación de numerosos objetos, muchos cotidianos y muchos de un solo uso. El bajo precio y versatilidad del plástico ha provocado que su empelo esté extendido a lo largo del planeta y para una gran cantidad de aplicaciones. No obstante, su gestión ha sido muy deficiente. La mayoría de materiales plásticos presentan una muy lenta degradación, de hasta miles de años, lo que supone su fácil acumulación en el medioambiente si no existe la correcta gestión de residuos. Además, durante su degradación, se producen múltiples microplásticos. Numerosas especies ingieren plásticos y microplásticos que les causan malformaciones y enfermedades. Muchas veces estos plásticos acaban asfixiando a las especies y les causan la muerte. Además, en el caso de los microplásticos, estos son ingeridos por pequeños organismos que a la vez son presa de otros organismos, por tanto llegan rápidamente a múltiples organismos a través de las relaciones de las tramas tróficas.

Para solucionar la contaminación del plástico del océano no basta con la innovación en métodos de recogida de residuos ya presentes en el medio marino. Se necesita urgentemente frenar la llegada de plástico al océano. Para ello vuelve a ser extremadamente importante la concienciación de la población, además de establecer normativas realmente eficaces sobre el tratamiento de los residuos en los países y adoptar nuevos hábitos de consumo, así como introducir medidas innovadoras. Por ejemplo, uno de los principales focos de entrada de plástico al océano se produce a través de fibras plásticas que provienen de lavadoras, por el lavado de nuestra ropa. Ahora se están desarrollando lavadoras con filtros para retener estas fibras, pero sería igualmente necesario la reducción drástica de la presencia de plásticos en nuestras prendas de vestir, donde actualmente están muy presentes.

Una de las principales amenazas para el océano es la contaminación

 Y un 80 % de la contaminación procede de tierra firme. Se presenta en forma de pesticidas, exceso de nutrientes –que comprometen la oxigenación de los fondos y, con ello, la supervivencia de las especies– y artes de pesca y plásticos. El cambio climático, que incluye entre otros efectos el blanqueo de corales y el aumento del nivel del mar, constituye también una gran amenaza para muchas especies a causa de la alteración, degradación o incluso desaparición de su hábitat. Además, otras problemáticas asociadas a los usos humanos comprometen el equilibrio ecológico al alterarlo, como por ejemplo la introducción de especies invasoras a través de las aguas de lastre usadas en el transporte marítimo. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (ONU-FAO) estima que el 31,4 % de los stocks de recursos marinos han sido pescados hasta su límite o sobrepescados. Hoy en día sabemos que el 70 % de los caladeros de pesca están sobreexplotados y un tercio de los mismos, completamente agotados. A pesar de ello, la presión pesquera ha continuado. Un ejemplo lo observamos en una de las zonas emblemáticas de la conservación marina, Galápagos, que ha sido recientemente amenazada por la pesca. En diciembre de 2020, la organización internacional para la protección de los océanos Oceana consiguió frenar un recurso interpuesto por la Federación Balear de Cofradías de Pescadores para anular una orden ministerial que desde 2016 protege del uso de arrastre, dragas o jábegas el canal de Menorca, Lugar de Importancia Comunitaria en la Red Natura 2000 con alto valor ecológico. Estos ejemplos nos recuerdan la necesidad urgente de planes integrados de protección y, sobre todo, de una gestión eficaz coordinada para evitar consecuencias catastróficas. Pero estas medidas no serán eficaces si no se invierte asimismo en medidas de vigilancia y en concienciación de la ciudadanía.

Los residuos humanos interfieren en la vida animal, con consecuencias potencialmente letales.NOAA

La contaminación acústica es un grave problema para las especies marinas

Cada vez más se pone especial atención también en la contaminación acústica, causante de interferencias que a menudo tienen consecuencias mortales, especialmente en las especies de mamíferos marinos. 

Otra actividad en auge es la producción de recursos marinos, como la acuicultura, sobre todo la que se instala en el propio medio marino, en bahías o fiordos. Esta actividad genera unos valores muy altos de materia orgánica que, al descomponerse, da lugar a zonas anoxias –faltas de oxígeno– que impactan negativamente en el resto de especies marinas.

Podríamos preguntarnos si es sensato invertir recursos en la conservación, pero más bien tendríamos que preguntarnos si podemos permitirnos no invertirlos. Múltiples estudios han cuantificado los costes de no proteger la naturaleza, que sobrepasan por mucho a los de protegerla. Al inicio de 1990, ante las continuas noticias relacionadas con la sobreexplotación pesquera, emergieron las Áreas Marinas Protegidas (AMP). El carácter fluido que comentábamos al inicio hace que estas AMP no solo ofrezcan protección a la zona delimitada, sino que además actúen como reservorio productor de recursos para las áreas adyacentes y más allá, donde sí se pueda pescar. Esta exportación de biomasa es uno de los principales puntos que más ha favorecido la creación de las AMP: creando protección en una zona se permite gozar de un mayor número de capturas en otra, compensando así la inversión de recursos y la privación de acceso a la zona protegida. 

No obstante, incluso las AMP tienen sus limitaciones y nos encontramos con numerosos problemas de gestión. No solo las AMP tienen un gran efecto positivo en la biodiversidad marina. Las leyes que controlen la pesca, que mitiguen sus impactos, así como la regulación de las capturas, son algunas de las medidas a tomar para velar por la conservación y pervivencia de las especies.

¿Por dónde empezar?

Actualmente se ha podido caracterizar la biodiversidad marina hasta reconocer ciertas áreas prioritarias. Estas áreas se designan en función de su biodiversidad de especies y del impacto humano al que se ven sometidas. Así, sabemos ya que algunas zonas de alta biodiversidad y alto impacto se encuentran en el área alrededor de la India, Sudáfrica, Sri Lanka, Fiji, el sudeste australiano, el sur del mar de China, el mar Mediterráneo, el mar Báltico y las costas del sudeste asiático, entre otras. A su vez, encontraríamos zonas de alta biodiversidad y bajo impacto en las aguas del Pacífico de México, Colombia, Honduras, Bahamas, Galápagos, Madagascar, Mozambique, el oeste de Papúa (Indonesia), Papúa Nueva Guinea, el norte y oeste de la costa australiana, Kalimantan sur (Indonesia), las islas Salomón y los océanos Ártico y Antártico. 

Un polluelo de albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis), especie autóctona de Hawái, descansa junto a los restos de una red de pesca abandonada.NOAA

No obstante, como veíamos anteriormente en el ejemplo de Galápagos, zonas tradicionalmente poco impactadas pueden pasar a un estado de alarma con demasiada facilidad. El último informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza nos muestra un escenario desolador. Ecosistemas emblemáticos como la Gran Barrera de Coral, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981, se encuentra en estado crítico, comprometiendo la extensa red trófica dependiente. La presión demográfica en el litoral, acompañada del aumento de las actividades y la modificación de los ecosistemas, ha comportado la destrucción de numerosos hábitats y su biodiversidad asociada. En los fondos, la minería de profundidad y la explotación para la extracción de petróleo amenazan colonias milenarias de organismos estructurales que forman parte de un complejo entramado biológico. Estas actividades amenazan la supervivencia de estos organismos sésiles y su papel como creadores de hábitat para otras especies y con ello el desequilibrio de ecosistemas.

Un hecho que se olvida muchas veces cuando se diseñan planes de aprovechamiento sostenible de los recursos marinos es el efecto de las actividades humanas sobre la destrucción de los hábitats. Una analogía de este hecho: sería como si los cazadores talasen el bosque para capturar a los pájaros que lo habitan. Sin árboles no hay posibilidad de que los pájaros vuelvan, hagan sus nidos y encuentren alimento. Esto es lo que pasa en el océano. La destrucción de los hábitats del fondo marino por la pesca industrial hace inviable la recuperación de las poblaciones naturales de las especies explotadas. Los peces no encuentran refugio y tampoco alimento para sus larvas y juveniles, ya que no dan con hábitats donde tener sus puestas.

Y el incremento de la temperatura…

A nivel global, el incremento de la temperatura del planeta y también del agua de mar está causando grandes estragos en la diversidad marina. Las temperaturas más elevadas causan cambios en la acidez (pH) del agua que afectan sobre todo a los organismos que tienen esqueletos calcáreos, como los corales. Una de las consecuencias de este fenómeno es lo que se conoce como el blanqueo de los arrecifes, porque el coral muere y queda tan solo su esqueleto. De esta manera los arrecifes se desmoronan y se pierde el hábitat de una de las zonas de mayor diversidad del océano. 

El aumento de temperatura también favorece a especies de aguas cálidas, que incrementan su área de distribución y desplazan a especies autóctonas. Se conocen como especies invasoras. Los efectos del cambio climático son evidentes, aunque no es fácil concienciar a la sociedad sobre cómo puede contribuir a reducir sus efectos. Pero sí que se puede actuar frente a hechos y actividades que incrementan los efectos del cambio climático

Por ejemplo, una de las causas de mortalidad de los arrecifes de coral en zonas costeras es la deforestación de los bosques tropicales. Con las lluvias, los sedimentos que antes eran retenidos por los árboles ahora van a parar al mar, y estos sedimentos colapsan las cavidades gastrovasculares de los pequeños pólipos que conforman los arrecifes. 

Otro ejemplo es la sobrepesca. Si no se deja tiempo para que las poblaciones naturales se recuperen, estas serán cada vez más reducidas y, al disponer de menos individuos, la población tendrá menor capacidad de defenderse de los parásitos, de las especies invasoras y de las enfermedades. 

La concienciación social es clave para que se den los cambios necesarios para salvar la biodiversidad marina.ECOMAR

La contaminación causada por los vertidos industriales, radioactivos y de plásticos afecta de manera directa a la vida marina. Perjudica a los organismos del plancton –que son la base de las cadenas alimentarias marinas– y debilita a las distintas especies: las vuelve frágiles frente a patógenos. Un caso reciente es la mortalidad de las nacras –moluscos bivalvos que viven en las praderas de fanerógamas en el Mediterráneo–, que se han visto indefensas frente a patógenos que han podido proliferar gracias al incremento de temperatura.

La situación es realmente de emergencia ambiental y de crisis de pérdida de biodiversidad. Y las soluciones para revertir esta situación son cada día más complejas. En 2021 la Organización de las Naciones Unidas inauguró la Década de los Océanos, un periodo (2021-2030) en el que se busca impulsar las ciencias oceánicas movilizando a la comunidad científica, a políticos, a empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación e innovación. Esto constituye un gran reto, pero también una última oportunidad para poder poner remedio a las amenazas del océano

Si hay una manera eficiente de revertir esta situación es mediante la concienciación de la sociedad, dejando de ser pasivos frente a los problemas medioambientales. Tenemos el ejemplo reciente de la pandemia, que, según estudios muy solventes, parece que ha surgido de la destrucción de los hábitats donde podían sobrevivir especies que controlan las poblaciones de agentes patógenos. Lo que sucede con el océano no es distinto de lo que pasa en los ecosistemas terrestres. Es fundamental cambiar radicalmente de actitud y ser activos frente a la situación del mar. Tenemos en nuestras manos una parte importante de la solución. Por ejemplo, cuando vayamos al mar en verano, dejemos el salabre en casa y cojamos las gafas de buceo para disfrutar de la vida marina. Cuidemos las embarcaciones de recreo para que no contaminen. El mar es de todos, pero no por ello tenemos el derecho de hacer cualquier cosa.

La tragedia de los comunes

Dejemos la pesca a los profesionales y vayamos a cuidar y disfrutar de la vida marina. Seamos mucho más prudentes en el consumo de pescado para que todo el pescado que se extraiga del mar realmente se consuma y no se tire. Se sabe que casi el 50 % de los recursos pesqueros que se han sacado del mar se han tirado. Es fundamental que empecemos a cuidar el mar que tanto nos ha dado y que tanto necesitamos. Sano, no enfermo. El mar nos lo ha dado todo, ha cuidado de la humanidad –clima, recursos naturales, sentimientos, etc.– durante siglos. Ahora el mar nos necesita. No dejemos pasar esta oportunidad de ayudar a quien tanto nos ha ayudado.

Tenemos muchas señales que nos envía el mar para que nos demos cuenta de la situación en la que está. Para acabar, un ejemplo. Cuando vemos que cada vez hay más medusas en nuestras playas, debido sobre todo a la explotación de las especies que se comen a las medusas, como son los peces y tortugas, es como si encontrásemos una botella en la playa con un mensaje. En este mensaje leeríamos una llamada de socorro: “Ayúdame, como yo siempre te he ayudado y me gustaría seguir ayudándote”.

* Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante

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