Damas y caballeros, tenemos el placer de anunciaros la apertura de puertas de la mayor colección de arte sobre dos ruedas que pueda existir. En este preciso momento queda inaugurado el Museo de MotoGP 2024, donde podemos encontrar juntas algunas de las obras más relevantes de la historia de la pintura.
Se pueden contemplar todo el tiempo que se desee, pero se ruega no tocarlas en aras de su mejor preservación y conservación. También se ruega que pongan sus teléfonos en silencio y, si bien las fotos están permitidas, se agradece que se hagan sin flash.
No obstante, se recomienda guardar cualquier dispositivo y centrar los cinco sentidos en contemplar una colección de obras históricas que no han podido juntar ni el Louvre de París, ni el Prado de Madrid, ni el Metropolitano de Nueva York ni la National Gallery de Londres.
Es una colección exclusiva de tan solo 14 obras: 9 de ellas de carácter individual y otras 5 corales entre dos o tres ‘autores’. Disfruten.
El Hombre de Vitruvio, de Leonardo Da Vinci
(PECCO BAGNAIA)
También denominado el ‘Estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano’, se trata de un dibujo junto a notas anatómicas que data de 1490 y que se encuentra en la Galería de la Academia de Venecia, donde no se suele exhibir al público por razones de conservación. En él, Da Vinci aplicó y retocó las proporciones del cuerpo humano extraídas de los textos de Vitrubio, arquitecto de la antigua Roma.
Desde que Gigi Dall’Igna llegó a Ducati, dio rienda suelta a dos obsesiones: convertir la Desmosedici GP en la mejor MotoGP; y encontrar y moldear al piloto ideal para llevarla al límite. Lo primero lo fue consiguiendo poco a poco con la aerodinámica por bandera. Lo segundo le costó más: lo intentó con un Andrea Dovizioso que, convertido en el David, no pudo con los Goliat japoneses.
Necesitaba algo más perfecto que la famosa escultura de Miguel Ángel: un piloto al que moldear desde el inicio. Y lo encontró en Francesco Bagnaia, que ya deslumbró cuando probó una vetusta versión de la Desmosedici a finales de 2016. Después de dos años haciendo anotaciones en el Pramac, consiguió en el turinés las proporciones ideales de un cuerpo humano para encontrar la perfección sobre la máquina italiana y hollar la cima del mundo.
Guernica, de Pablo Picasso
(JORGE MARTÍN)
Actualmente ubicado en el Museo Reina Sofía de Madrid, fue pintado en 1937 utilizando solamente el blanco, el negro y una amplia gama de grises, fue un encargo del gobierno para la Exposición Internacional de dicho año y su título hace referencia al bombardeo de la localidad vasca de Gernika. Ya lo dijo el propio Pablo Picasso: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”.
Entre sus múltiples personajes, destaca en primer término -arriba a la izquierda- la figura de un toro, con la que también se vincula a Jorge Martín por la particular bandera española con la que celebra sus victorias, que no es otra que la que llevaba su padre cuando iba de público a los circuitos hace décadas.
Como sucede con el Guernica, Martín también ha sido objeto de controversia y suscita opiniones dispares, pero su arte sobre la moto está fuera de toda duda. Tanto que el año pasado causó poco menos que una guerra civil en Ducati al desafiar el orden establecido y pelear por llevarse el título mundial a Madrid, muy cerca de donde se exhibe el famoso cuadro del pintor malagueño.
La Gioconda o Monna Lisa, de Leonardo Da Vinci
(MARC MÁRQUEZ)
La gran joya del Louvre parisino -donde se encuentra desde finales del siglo XVIII- no es otra que la obra más icónica del polímata florentino, cuyo nombre actual oficial es ‘El retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo’. Datada entre 1503 y 1519, fue retocada varias veces por su propio autor y, debido a su importancia, es revisada constantemente para prevenir su deterioro.
Considerado como el cuadro más famoso del mundo, entre sus grandes particularidades destacan dos: la asimetría del paisaje -donde el lado izquierdo para estar más abajo- y, por supuesto, su enigmática sonrisa, una incógnita que todavía no se ha podido desvelar.
También con una estructura asimétrica por sus múltiples operaciones en su hombro derecho -revisado constantemente para prevenir su deterioro-, el piloto más famoso de la actual parrilla de MotoGP no es otro que Marc Márquez, que después de once años en Honda ha puesto rumbo a un equipo italiano como el Gresini donde, nada más bajarse de por primera vez la Ducati, exhibió una sonrisa que la afición a MotoGP tiene grabada en la mente como cualquier persona tiene la de Monna Lisa… aunque es un enigma saber qué se esconderá detrás en este nuevo curso.
El grito, Edvard Munch
(FABIO QUARTARARO)
El pintor noruego hizo cuatro versiones de su famosa obra, dos en óleo -incluida la original, conservada en la Galería Nacional de Noruega, en Oslo– y dos en pastel, entre 1893 y 1910. Todas sus versiones destacan por la figura que aparece en primer plano, simbolizando un hombre moderno gritando en un momento de profunda angustia y desesperación existencial. La obra, una de las cumbres del expresionismo, se convirtió en 2012 en la más cara subastada jamás, alcanzando un precio de 120 millones de dólares.
No hace tanto que Fabio Quartararo, hombre moderno donde los haya en MotoGP, se tornó en el piloto más cotizado de MotoGP por su talento y juventud. Sin embargo, en sus últimos años son muchas menos las victorias que los momentos de angustia y desesperación; y que sus intervenciones al micrófono se han ido tornando en gritos sordos pidiendo mejoras a Yamaha. La primera versión de esos gritos llegó en 2021, cuando todavía ganada, y el miedo para los japoneses es que en este 2024 acabe pintando su cuarta -y última- versión con ellos.
La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí
(PEDRO ACOSTA)
Con el mar de fondo chocando en un rompeolas, la gran atracción visual de esta obra pintada en 1931, conservada en el MoMA y convertida en todo un icono del surrealismo son los peculiares relojes que aparecen en ella; hasta el punto de que este óleo también recibe los nombres de ‘Los relojes derretidos’ o ‘Los relojes blandos’. Su simbolismo está abierto a múltiples interpretaciones, pero lo que parece obvio es que pretende deconstruir la idea lineal del tiempo. En sus propias palabras: “El tiempo no se puede concebir sino el espacio”.
En el cuadro del artista catalán se vislumbran cuatro relojes: tres abiertos y derretidos, y un cuarto cerrado y aparentemente intacto. En el caso de Pedro Acosta -en cuyo fondo aparece el mar de Mazarrón donde pesca su padre-, representan sus temporadas en el Mundial: ya ha derretido tres, en las que ha demostrado que el tiempo no pasa igual para él que para el resto de pilotos. Una trayectoria surrealista que le ha llevado, con tan solo 19 años, a MotoGP. Allí iniciará su cuarto curso, un reloj todavía cerrado que corre serio riesgo de derretirse rápido.
El beso, de Gustav Klimt
(ALEIX ESPARGARÓ)
Una pareja besándose en la intimidad mientras todo lo demás se difumina en un fondo brillante y extravagante. La obra culmen del austriaco Gustav Klimt, pintada entre 1907 y 1908 y actualmente en la Galería Belvedere vienesa, fue un éxito total para un pintor considerado como un ‘enfant terrible’ por estar siempre envuelto en polémicas. Pero ya lo dijo él mismo: “Si no se puede complacer a todo el mundo con sus obras y su arte, por favor complace a unos pocos”.
También habituado a vivir en medio de la polémica, Aleix Espargaró sabe bien que no se puede complacer a todo el mundo y se centra en complacer a los suyos. Después de que sus primeras obras no tuviesen la misma acogida, encontró en Aprilia el lienzo perfecto para dibujar su propia historia de amor hasta conseguir llevar a lo más alto a la marca de Noale, fundiéndose en un beso con su RS-GP en el que consigue abstraerse de todo y encontrar la más pura intimidad dentro de un fondo tan brillante y extravagante como es MotoGP.
Chemin montant dans les hautes herbes, de Pierre Auguste Renoir
(ENEA BASTIANINI)
Fechada en 1875 y conservada en el parisino Museo de Orsay, quizás no sea la obra más famosa del impresionista pintor galo, pero sí hace gala en ella de su inclinación por la luz y una vibrante paleta de colores cálidos para ilustrar un paisaje de campo en cuyo centro se aprecian algunas siluetas que apenas pueden verse de cintura para arriba, ya que están tratando de avanzar entre la maleza. No en vano, la traducción del titular sería ‘Camino elevado entre la hierba alta’.
Cuando Enea Bastianini llegó a MotoGP, pese a su título mundial de Moto2, no estaba entre los pilotos italianos más famosos, quizás por haber hecho su carrera de forma paralela a la academia de Valentino Rossi, encargada de canalizar el talento transalpino. Sin embargo, a su llegada a la clase reina deslumbró con su luz y se fue abriendo su propio camino entre las altísimas hierbas para encontrar su propio campo en Ducati… aunque el año pasado volvió a tener que surcar la maleza por culpa de las lesiones. Pero nunca dejó de andar.
La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix
(JOAN MIR)
La decisión del rey Carlos X de Francia de suprimir el parlamento y restringir la libertad de prensa propició la Revolución de 1830; y que Delacroix pintó ese mismo año añadiendo la figura de la Libertad como cabecilla de una revuelta que en realidad fue coral. Englobado dentro del romanticismo, este óleo sobre lienzo conservado en el Louvre parisino está considerado como uno de los más famosos de la historia por su belleza y su significado.
Una revolución es lo que necesita Honda, que durante los últimos años se había convertido en un polvorín en el que nadie parecía estar contento. Con cambios estructurales y una vocación mucho más coral en la que no haya absolutismos, la figura de Joan Mir se erige como un líder simbólico por su condición de campeón de clase reina y su estatus de piloto más veterano del equipo oficial. Suya es la misión de guiar al pueblo para recuperar la grandeza perdida.
El jardín de las delicias, de Jheronimus Bosch
(MAVERICK VIÑALES)
El madrileño Museo del Prado alberga una de las obras más fascinantes y misteriosas de la historia de la pintura, pintada por el neerlandés Jheronimus Bosch (también conocido como El Bosco) entre 1503 y 1515. Es un tríptico que, cerrado, representa la creación del mundo; y que cuando se abre alberga una parte central cuadrada con dos tablas laterales verticales. A la izquierda se sitúa ‘El jardín del Edén’, un escenario teóricamente idílico que ya da pistas de lo que sucederá en ‘El jardín de las delicias’, donde la humanidad sucumbe al pecado y se encamina a la perdición, representada en ‘El infierno’, donde la luz deja paso a la oscuridad.
De talento fascinante y personalidad misteriosa, la irrupción de Maverick Viñales en el Mundial fue casi paradisiaca, brillando desde el primer día y quemando etapas rápidamente para alcanzar la élite con un título mundial en el bolsillo. Aun así, ya había pistas de que no todo iba a ser tan idílico, como su espantada en Moto3. Pasar de Suzuki a Yamaha fue encaminarse a la perdición hasta terminar por sumirse en un oscuro infierno… hasta que decidió fichar por Aprilia, cerrar el tríptico y volver a la creación.
La noche estrellada, de Vincent Van Gogh
(BRAD BINDER / JACK MILLER)
En junio de 1889, apenas unos meses después de automutilarse su oreja izquierda, el neerlandés Vincent Van Gogh pintó desde el asilo en que se internó la que sería considerada su gran obra maestra, un paisaje a priori sencillo pero que impresiona por la viveza de los tonos blancos, amarillos, verdes y azules; que forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno neoyorquino, más conocido como MoMA. Stephen F. Eisenman la definió como “un ensueño sobre un futuro utópico basado en la imaginada integridad social de un pasado más sencillo”.
Mientras los focos de MotoGP llenan de luz el sur de Europa, de donde procede la inmensa mayoría de la clase reina, en la noche del hemisferio sur del globo surgen dos brillantes estrellas como son el sudafricano Brad Binder y el australiano Jack Miller. Sin llegar a la locura de Van Gogh, son dos pilotos de peculiares caracteres que llenan de vivos colores y dotan de personalidad a una parrilla a veces demasiado homogénea; con una refrescante naturalidad que teletransporta a la afición a una utopía donde el motociclismo se da la mano con la sencillez de su propio pasado.
La creación de Adán, de Miguel Ángel
(MARCO BEZZECCHI / FRANCO MORBIDELLI / FABIO DI GIANNANTONIO)
Entre las múltiples maravillas que alberga la Capilla Sixtina, emblema del Vaticano, destaca especialmente el fresco de su bóveda pintado por Miguel Ángel en torno a 1511 bajo el patrocinio del papa Julio II. Una obra en la que se ve a Dios recostado en el plano celestial rodeado de querubines extendiendo su mano hacia la de Adán -el primer hombre de la creación-, que descansa sobre la tierra y cuyos dedos no llegan a tocarse. Aunque la interpretación más lógica parece ser la puramente bíblica, existen voces que apuntan en una crítica a la iglesia, asegurando que Miguel Ángel pretendía subrayar que la idea de Dios es una creación del cerebro del hombre.
Considerado por muchos el dios del motociclismo, Valentino Rossi quiso encargarse de crear pilotos a su imagen y semejanza. En su inmensa Capilla Sixtina se pueden observar muchos frescos, pero lo más destacable de ‘Il Dottore’ es cómo va soltando a sus creaciones: Franco Morbidelli fue el primero y ahora vuelve a su influencia al fichar por Ducati, la marca con la que tiene a su VR46 Racing Team y donde, junto a una de sus mejores creaciones, Marco Bezzecchi, ha acogido a Fabio Di Giannantonio pese a no ser parte de su academia. Aunque haya quienes piensen que la idea de Rossi como dios del motociclismo es una creación del cerebro del hombre, lo indudable es que su arte ha quedado inmortalizado en esa capilla que es el box VR46.
Nighthawks, de Edward Hopper
(ÁLEX MÁRQUEZ / MIGUEL OLIVEIRA / ÁLEX RINS)
Traducido como ‘Noctámbulos’, el cuadro del artista estadounidense pintado en 1942 está ubicado en el Instituto de Arte de Chicago y es seguramente uno de los más famosos del siglo pasado. El sitio que representa es un ‘diner’, el término de define a los restaurantes prefabricados característicos de Estados Unidos, muy coloridos, con grandes asientos y laxo horario de apertura. Los clientes del cuadro no hablan con nadie y la calle está vacía, expresando el desánimo que el artista sentía al pintarlo, justo después del ataque a Pearl Harbor. Más tarde, confesó que “inconscientemente, probablemente, estaba pintando la soledad de una gran ciudad”.
En una gran ciudad como la Monlau se criaron deportivamente Miguel Oliveira, Álex Rins y Álex Márquez, todos ellos pasando por el bar de Estrella Galicia 0,0, realmente colorido y de grandes asientos, con un horario de apertura que en su día iba desde el FIM CEV al Mundial. Sin embargo, a todos ellos les fue cayendo encima la noche y el desánimo tras haber vivido sus particulares Pearl Harbor con las salidas de KTM, Suzuki y Honda, tres marcas donde habían pasado muchos años y teniendo que hacer frente a la soledad de esa gran ciudad que es MotoGP mientras encontraban un nuevo sitio en el que instalarse. Por suerte, parece que los tres lo han conseguido.
Impresión, sol naciente, de Claude Monet
(TAKAAKI NAKAGAMI / JOHANN ZARCO / LUCA MARINI)
El título de este cuadro pintado en 1872 y que se conserva en el parisino Museo Marmottan-Monet es especialmente relevante porque dio nombre al movimiento impresionista, donde la forma queda relegada a un segundo plano por la iluminación. En esta obra en particular, donde el autor busca impresionar al espectador (de ahí el nombre), se observan tres botes de remos en el puerto mientras al fondo empieza a nacer el sol, que surge a la vez tímido y vigoroso en medio de una bruma en la que se entremezclan la niebla de la mañana y las chimeneas de las fábricas.
Sacando humo llevan años las chimeneas de Honda en el país del sol naciente, pero el amanecer no termina de llegar. Una marca acostumbrada a causar gran impresión en los espectadores y que desde hace años se ha visto envuelta en una bruma. Ahora, con Takaaki Nakagami sin dejar de remar, han incorporado a Johann Zarco y Luca Marini para que se suban a los botes y traten de avanzar en sintonía hasta llegar a buen puerto y, como sucedió con el impresionismo, consigan crear un nuevo movimiento dentro de HRC, cuya historia se encuentra plagada de artistas de las dos ruedas.
El falso espejo, de René Magritte
(RAÚL FERNÁNDEZ / AUGUSTO FERNÁNDEZ)
Corría el año 1928 cuando el surrealista pintor belga pintó la versión original de ‘Le faux miroir’, que actualmente se encuentra en la colección permanente del MoMA de Nueva York. La segunda versión, de 1935, pertenece a una colección privada. Se trata de una obra tan sencilla donde interesante, en la que un ojo sin pestañas donde el iris se ve reemplazado por un cielo azul con nubes blancas. Dentro de su sencillez formal encierra una complejidad interpretativa, ya que hace que el espectador se convierta, a la vez, en observador y observado; siendo el ojo la frontera entre el mundo interior y exterior para dejar la sensación de que solo existimos mientras alguien nos observa.
Observados con lupa están Raúl Fernández y Augusto Fernández, que alcanzaron la élite del motociclismo tras brillar con luz propia en Moto2 para encontrarse un cielo lleno de nubes y sin pestañas que puedan protegerles de los ataques externos. Separados por varios años como las versiones de Magritte, los Fernández apenas tuvieron tiempo para observar el fantástico mundo de MotoGP antes de sentir cómo todo el mundo clavaba sus ojos en ellos. Una presión difícil de gestionar, aunque también significa que existen, porque en MotoGP está claro que los pilotos solo existen mientras alguien les observa.