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viernes, octubre 4, 2024

Ampliación de Almanzor en la mezquita de Córdoba

Tras la muerte de al-Hakam II, su hijo y heredero, Hisham II, aún no era mayor de edad, por lo que no podía ejercer el poder de forma efectiva. En estas circunstancias, comenzó a despuntar la figura de Almanzor, personaje que había iniciado una meteórica carrera en la administración omeya ya en época de al-Hakam II.

Convertido ahora en hachib —chambelán o primer ministro— del nuevo califa, Almanzor tomaría las riendas del poder ante la minoría de edad de Hisham II. Por ello, a la última gran reforma experimentada por la Mezquita de Córdoba se la conoce con el nombre de ampliación de Almanzor, ya que fue este personaje el encargado de tomar las decisiones más importantes a lo largo de todo el gobierno de Hisham II —que tuvo un poder meramente nominal—, y el promotor principal de la obra.

Retrato figurado de Almanzor, por Francisco Zurbarán. FOTO: ALBUM.

Según los cronistas de la época, la reciente ampliación de al-Hakam II no tardó en quedarse pequeña ante el aumento exponencial y progresivo de la población de Córdoba, a lo que contribuyó, en gran medida, la llegada de nuevos contingentes bereberes destinados a engrosar los ejércitos del hachib. Este decidió volver a agrandar el tamaño de la Mezquita de Córdoba para dar cabida en ella a todos los fieles. Las fuentes escritas indican que las obras comenzaron en 987 o 991 y que estuvieron terminadas en torno al año 1000, aunque la sala de oración pudo haber estado en funcionamiento desde un tiempo antes.

Concebida como la ampliación más grande de las proyectadas hasta entonces, afectó tanto al patio como a la sala de oraciones de la Mezquita de Córdoba, que terminaría alcanzando unas dimensiones definitivas de 180 x 130 m de lado.

La ampliación de Almanzor, una copia fiel marcada por la sobriedad

Considerada una copia fiel de los ritmos, formas y estilos desarrollados en las etapas precedentes, esta fase despliega una marcada sobriedad subrayada por la ausencia de grandes innovaciones y la poca preocupación por el ornato. Por ello, ha sido a menudo interpretada como una intervención pragmática de Almanzor, quien pareció querer mostrar, a través de ella, su actitud sincera de sumisión y vasallaje hacia la dinastía omeya.

No obstante, la monotonía que caracteriza a esta ampliación, apenas 20 años después del magnífico alarde arquitectónico de al-Hakam II, no se debe a ninguna decadencia artística y puede leerse también como el intento de Almanzor por defenderse de las acusaciones de usurpación del poder que sobre él se estaban vertiendo en la época y que, a la postre, resultaron ser fundadas.

El proyecto de Almanzor no pudo materializarse hacia el sur, al igual que las anteriores ampliaciones, por varios motivos. En primer lugar, porque hacia el mediodía se encontraban el río con su arrecife y la muralla de la ciudad de Córdoba, no existiendo ya espacio suficiente para plantear una nueva expansión lo suficientemente grande.

El alcázar, situado al oeste de la mezquita, impidió que esta se ampliara en esa dirección. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Además, una ampliación en esta dirección habría acentuado en exceso la acusada pendiente hacia el río, que ya condicionaba a la construcción, y la habría convertido en un edificio demasiado alargado, poco proporcionado y difícil de iluminar en algunos de sus tramos.

Por último, habría sido necesario modificar o derribar la magnífica macsura y mihrab construidos durante el gobierno de al-Hakam II, acto de todo punto impensable.

La presencia del alcázar al oeste de la Mezquita de Córdoba impedía también plantear el nuevo proyecto hacia poniente, por lo que la única dirección viable era la este. Para ello, Almanzor tuvo que adquirir y expropiar los terrenos y los edificios ubicados en dicha zona y demolerlos, lo cual incluyó el andén oriental de al-Hakam II y una de sus salas de abluciones.

Estilo arquitectónico de Almanzor para la Mezquita de Córdoba

La ampliación de Almanzor dotó de ocho naves más a la sala de oraciones, también perpendiculares al muro de quibla, que se constituyó como una prolongación hacia el este de la quibla de al-Hakam II. Esta solución provocó que el mihrab y la nave central quedasen descentrados con respecto al nuevo eje axial del edificio.

Para comunicar estas naves con el oratorio anterior se abrieron once grandes vanos, en la que hasta entonces había sido la fachada exterior oriental de la mezquita, en los tramos correspondientes a la mezquita de Abd al-Rahman I, las ampliaciones de Abd al-Rahman II y al-Hakam II.

Estas aberturas adoptaron la forma de dobles arcos de herradura que apoyaban sobre columnas adosadas. De ellos, el mejor conservado se encuentra en el extremo norte del muro, ya que los demás fueron muy transformados por reformas cristianas posteriores.

Para adoptar esta solución hubo que demoler los contrafuertes que se adosaban en esta fachada, que quedó integrada en el oratorio para dotarlo también de mayor estabilidad. Aunque la decoración de las puertas orientales anteriores se cubrió y ocultó con un enlucido, este fue eliminado a principios del siglo XX por Velázquez Bosco; por eso se puede observar hoy en esta antigua fachada, integrada en el interior del haram.

La adición de Almanzor reproduce el estilo y el ritmo desarrollados en las fases anteriores. Así, encontramos aquí también la doble arquería, que vuelve a presentar arcos de herradura en el tramo inferior y de medio punto en el superior. En esta ocasión, los arcos están construidos solamente en piedra, imitando el despiece de ladrillos de las etapas previas a través de pintura en rojo y blanco.

La ampliación de Almanzor añadió a la sala de oración ocho nuevas naves en dirección este. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Se reproducen pilares alineados allí donde estuvieron las quiblas de Abd al-Rahman I y Abd al-Rahman II en las anteriores ampliaciones. Se emplearon fustes negros y rojos —de caliza de la sierra de Córdoba y de conglomerado de la Sierra de Cabra— y capiteles de hojas lisas y corintizantes, todos ellos de nueva factura.

La distribución de estos elementos arquitectónicos procuró emular también lo que sucedía en las fases anteriores. Por eso, en el tramo septentrional de esta ampliación, coincidente con las fases emirales de la Mezquita de Córdoba, los capiteles se colocan de manera más o menos aleatoria y en la parte meridional, que coincide con la adición califal de al-Hakam II, encontramos, generalmente, el orden alterno entre un capitel corintizante y otro de hojas lisas.

Los fustes no se apoyan en basas, sino en losas de mármol o piedra caliza. Al mismo tiempo, estas se apoyan sobre un lecho de argamasa de cal dispuesto sobre el cimiento corrido. Además, entre los fustes y las losas, así como entre los fustes y los capiteles, se colocaron discos de plomo que funcionaron como elemento de unión, de asiento entre las piezas y de amortiguación de los empujes.

Por razones de espacio, los arcos más próximos al muro de cierre con el patio vieron encogido su tamaño introduciendo, en algunos de ellos, formas apuntadas y lóbulos. Por último, los modillones que pueden verse sobre los cimacios repiten el diseño de los colocados en la ampliación al-Hakam II; algunos conservan restos de policromía, mientras que en otros se pueden apreciar inscripciones coránicas.

Sin rastro del califa en la Mezquita de Córdoba de Almanzor

El patio experimentó también una ampliación hacia el este, en un tamaño proporcional a lo añadido para la sala de oraciones.

Destaca la construcción de un gran aljibe subterráneo de planta cuadrada, de 14,50 m de lado y 5 m de profundidad, con capacidad para aproximadamente 360 m3 de agua. Estaba subdividido en nueve espacios interiores abovedados, revestidos a la almagra.

Por su parte, las cubiertas de toda esta nueva obra mantuvieron el sistema a dos aguas utilizado en la mezquita desde el siglo VIII. Entre las cubiertas de cada nave, discurrieron canales que sirvieron para evacuar el agua de lluvia hacia el patio. Asimismo, los canales transversales de la parte correspondiente a al-Hakam II fueron prolongados hasta desembocar en la calle, por la nueva fachada oriental de la Mezquita de Córdoba.

Esta fachada se diseñó también a imagen de las anteriores, con un total de siete puertas, abiertas en los espacios que quedaron entre los contrafuertes de este muro y organizadas en un esquema tripartito. Estuvieron decoradas con vanos laterales ciegos, ventanas con celosías y otros motivos análogos a los de la fachada occidental, con algunos cambios de alturas y proporciones.

Las intensas labores de restauración dirigidas por Velázquez Bosco, a principios del siglo XX, modificaron sustancialmente el aspecto original de cinco de las puertas, muy difícil de distinguir hoy, quedando intactas las dos ubicadas más al sur.

Almanzor remató su intervención en la mezquita de Córdoba con la construcción de tres grandes salas de abluciones, de las cuales se ha podido documentar la levantada al este del edificio, cuyos restos arqueológicos se encuentran hoy integrados en el cercano Hotel Conquis-tador; se trató de un gran pabellón de sillería de 16 m de anchura x 28 de longitud mínima.

El patio de la mezquita se amplió hacia el este y se construyó en él un gran aljibe de 14,5 metros de lado y 5 metros de profundidad. FOTO: SHUTTERSTOCK.

De entre todas las características de esta ampliación, destaca la falta de inscripciones constructivas que hagan referencia al promotor de la obra, en claro contraste con la abundancia de epigrafía de esta naturaleza existente en la ampliación inmediatamente anterior.

Conocemos el nombre del director de las obras, ‘Abd Allah Ibn Sa’id, pero solo a través de la información transmitida por las fuentes escritas. Los únicos epígrafes oficiales relativos a esta fase son coránicos y muestran un claro contenido religioso , mientras que las inscripciones vinculadas con el proceso constructivo de este nuevo proyecto son las distintas marcas labradas por los canteros en los fustes, al igual que sucede en la ampliación de al-Hakam II.

Este conjunto incluye nombres propios y símbolos abstractos, y sugiere la existencia de mano de obra cristiana y musulmana altamente cualificada. El nombre de Almanzor no aparece grabado en piedra en ningún punto de la mezquita y tampoco el del califa legítimo del momento, Hisham II.

Es sorprendente, a la par que elocuente, que el nombre del omeya Hisham II se encuentre ausente de la construcción dinástica por excelencia y del símbolo de su legitimidad, lo que puede interpretarse como otro más de los intentos de usurpación velada del chambelán.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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