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sábado, noviembre 23, 2024

¿Cuáles son los animales más longevos de España?

La esperanza de vida media en España se sitúa por encima de los 83 años, una de las mayores del mundo. Los seres humanos somos una rareza en este sentido: somo mucho más longevos que la mayoría de los animales más cercanos a nosotros, en buena parte se debe a los avances médicos, la higiene y otros privilegios de la vida en sociedad.

La esperanza de vida de la fauna silvestre suele ser mucho más corta, aunque, ocasionalmente, hay animales extraordinariamente longevos, como el elefante, algunas especies de ballena o las gigantescas tortugas centenarias de las Galápagos. Y aunque no estamos en las Galápagos, y en España no tenemos elefantes, sí tenemos otros animales con una longevidad que nada tiene que envidiar a la de aquellos.

El pequeño murciélago de Brandt puede llegar a los 40 años de edad — (CC)Rauno Kalda / Wikimedia

El murciélago de Brandt

La imagen mental más habitual, casi despectiva, de los murciélagos, es la de “ratones con alas”. Seguramente por eso, y porque los ratones apenas superan los dos años de vida, se suele asumir que los murciélagos son muy poco longevos. Craso error.

Hay especies de murciélagos con una esperanza de vida de varias décadas. En España, el murciélago de Brandt (Myotis brandtii) puede vivir más de 40 años.

Una curiosidad fascinante sobre el murciélago de Brandt, revelada a través del análisis de su genoma, es el conjunto de adaptaciones genéticas únicas que favorecen su notable longevidad. Este murciélago posee cambios únicos que se asocian con un tamaño corporal pequeño y una vida larga, modificaciones genéticas que, junto con adaptaciones para la hibernación y una baja tasa reproductiva, sugieren una estrategia biológica compleja y especializada hacia la extensión de la vida, lo que convierte al murciélago de Brandt en un caso excepcional de longevidad en mamíferos de su tamaño.

Existen registros de rorcual común que superan los 100 años de edad — (CC) Aqqa Rosing-Asvid / Wikimedia

El rorcual común

Algunas especies de cetáceos viven muchos años. Delfines y calderones pueden superar los 40 años de edad; el delfín listado (Stenella coeruleoalbata) o la falsa orca (Pseudorca crassidens) llegan a las seis décadas. El cachalote, setenta años, y algunas hembras de orca alcanzan los 90. Pero de los cetáceos que se pueden avistar en las aguas españolas, ninguno supera al rorcual común (Balaenoptera physalus).

Este titán del océano, de casi 27 metros de longitud, tiene, según algunas investigaciones, una esperanza de vida de hasta 95 años, e incluso los investigadores James R. Carey y Debra S. Judge, de la Universidad de California en su obra Longevity Records, registraron en esta especie una esperanza de vida máxima de 116 años.

Después de la ballena azul, el rorcual común es el segundo animal más grande que puede avistarse en España y el más grande de todo el Mediterráneo. Animal migratorio, se le puede observar, –si se tiene mucha suerte–, atravesando el estrecho de Gibraltar, entrando al Mediterráneo a pasar el verano, para regresar al Atlántico en invierno.

Algunos ejemplares de galápago europeo han alcanzado los 120 años de edad — (CC)George Chernilevsky / Wikimedia

El galápago europeo

España cuenta con varias especies nativas de tortugas terrestres, de todas ellas, la más longeva es el galápago europeo (Emys orbicularis). Se estima que puede llegar a vivir entre 40 y 50 años en estado silvestre, aunque hay registros de ejemplares en cautividad que han llegado a los 120 años.

Es un animal con una más que notable adaptabilidad a diferentes hábitats acuáticos, de agua dulce o salobre. Prefiere zonas con abundante vegetación acuática y se encuentra desde el nivel del mar hasta altitudes de 1.200 metros.

Esta tortuga, endémica de Europa y el norte de África, presenta poblaciones estables en casi todas las Comunidades Autónomas de España, excepto en las islas Canarias, la Región de Murcia, La Rioja, Asturias, Cantabria y País Vasco. No obstante, su distribución en la Península Ibérica es muy fragmentada, enfrentándose a amenazas importantes como la destrucción de hábitats, la contaminación, y la competencia con especies invasoras, como la tortuga de Florida (Trachemys scripta elegans), que pone en riesgo su supervivencia.

Dependiendo de las condiciones ambientales, la náyade puede vivir entre 40 y 190 años — (CC)Joel Berglund/ Wikimedia

La náyade perla

Contrario a lo que se piensa, la longevidad más alta de los animales no está en los vertebrados, los animales más longevos conocidos son, de hecho, invertebrados. En España, y más concretamente, en los ríos, lagos y humedales de Galicia, vive una especie de bivalvo que supera todas las expectativas: la náyade perla (Margaritifera margaritifera). Esta especie, explotada durante siglos para la producción de perlas para joyería, se encuentra en peligro de extinción.

Este mejillón de agua dulce tiene una longevidad registrada en España de hasta 40 años, aunque se conocen ejemplares en el norte de Rusia que han llegado a los 190 años de edad. Esta diferencia tan llamativa, en cuanto a la esperanza de vida, entre la náyade perla de las poblaciones del norte y del sur se debe a una combinación de factores genéticos y ambientales

La mayor longevidad de las poblaciones árticas en Rusia, que viven en ríos prístinos, se atribuye a adaptaciones evolutivas a climas severos y a un metabolismo bajo que reduce el gasto energético. Estas adaptaciones incluyen mecanismos efectivos para la reparación del caparazón y la regeneración de tejidos, lo que les permite sobrevivir en condiciones extremas de frío y escasez de alimento durante el invierno, y resistir la desecación en verano.

En contraste, la esperanza de vida más corta de las poblaciones del sur, como las de España, posiblemente se debe a condiciones ambientales menos desafiantes y a diferencias en la presión evolutiva.

Hay una medusa en el mediterráneo que es virtualmente inmortal — Karen J. Osborn / Wikimedia

La medusa inmortal

Cualquier animal que pueda ganar al resto en longevidad, tendría que ser un animal inmortal. Pues bien, una de las pocas especies que gozan de ese privilegio, es una medusa que vive una en las costas mediterráneas de España: Turritopsis dohrnii. El misterio de su inmortalidad radica en su capacidad única de revertir su ciclo de vida, a través de un proceso llamado transdiferenciación, que permite a la medusa transformar sus células especializadas en células de pólipo —la forma juvenil—, que la rejuvenecen y le permite comenzar de nuevo su ciclo de vida. Este ciclo puede repetirse indefinidamente, y en condiciones adecuadas, estas medusas nunca mueran de viejas.

Aunque fue descubierta en el mediterráneo por el biólogo evolutivo alemán August Weismann en 1883, fue sorprendente para la comunidad científica hallar ejemplares de esta misma especie en las costas de Japón.

Dado que es imposible que una especie evolucione simultáneamente en dos lugares separados sin un flujo genético entre ambos entornos, y siendo evidente que, al atravesar varias barreras biogeográficas, este intercambio es inviable entre el Mediterráneo y Japón, la única conclusión lógica es que una de las dos poblaciones haya sido introducida por la mano humana. Inicialmente se pensó que la especie debía de proceder del Pacífico, ya que encontramos otras especies cercanamente emparentadas en las costas de Tasmania, Nueva Zelanda y Japón.

Sin embargo, estudios moleculares mostraron que las poblaciones mediterráneas de T. dohrnii tienen una mayor diversidad genética que las japonesas, y que están más próximas en términos evolutivos con la especie T. nutricula, originaria de las costas atlánticas de América. La conclusión a la que llegaron fue que T. dohrnii ha de ser nativa del Mediterráneo, y que las poblaciones japonesas son el producto de una introducción accidental, probablemente a través de la navegación. La menor diversidad genética en Japón sería consecuencia de esta introducción, que acarrea un efecto fundador, según el cual la población resultante desciende solo de unos pocos ejemplares, con una genética menos variada que la de la población original.

Referencias:

  • Castanet, J. 1994. Age estimation and longevity in reptiles. Gerontology, 40(2-4), 174-192. DOI: 10.1159/000213586
  • International Union for Conservation of Nature. 2018. Balaenoptera physalus (Fin Whale).
  • Keller, C. et al. 2002. Emys orbicularis (Linnaeus, 1758). Galápago europeo. En R. Márquez et al. (Eds.), Atlas y Libro Rojo de los Anfíbios y Reptiles de España (pp. 137-142). Dirección General de Conservación de la Naturaleza-SEH-Herpetológica Española.
  • Miglietta, M. P. et al. 2007. Species in the genus Turritopsis (Cnidaria, Hydrozoa): a molecular evaluation. Journal of Zoological Systematics and Evolutionary Research, 45(1), 11-19. DOI: 10.1111/j.1439-0469.2006.00379.x
  • Seim, I. et al. 2013. Genome analysis reveals insights into physiology and longevity of the Brandt’s bat Myotis brandtii. Nature Communications, 4(1), 2212. DOI: 10.1038/ncomms3212
  • Ziuganov, V. V. 2004. [Arctic and southern freshwater pearl mussel Margaritifera margaritifera with long and short life span as a model system for testing longevity mechanisms]. Advances in Gerontology=Uspekhi Gerontologii, 14, 21-30.

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