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viernes, octubre 4, 2024

¿Qué papel jugó la España de Franco en la Segunda Guerra Mundial?

Apenas cinco meses después del final de la Guerra Civil de España, Alemania inicia su fulgurante invasión de Polonia. Ocho días antes, Rusia y Alemania habían firmado un acuerdo de no agresión. En los primeros días de abril de ese mismo año Italia se había anexionado Albania, y el 29 de septiembre de 1938, con el Pacto de Múnich, la República Checoslovaca se ve obligada a ceder a Alemania la región de los Sudetes. Austria había sido incorporada a Alemania en marzo de 1938. La situación geopolítica europea estaba a punto de estallar; las fronteras de 1918 no iban a resistir.

Durante la Segunda Guerra Mundial el Gobierno franquista recibió presiones de Alemania para incorporarse a la guerra del lado del Eje y del Reino Unido para mantener su neutralidad. Foto: Getty.

La península ibérica, puerta y clausura del mediterráneo

Desde los tiempos más remotos Iberia o Hispania era la tierra de los confines. Más allá estaba el mar tenebroso, más acá era la cancela entre el norte y el sur, Europa y África, y a la vez postigo para cerrar el paso a cualquier enemigo.

Durante siglos las armadas de Portugal y España fueron el motor del comercio internacional. Inglaterra y los Países Bajos, con Francia y Centroeuropa de campo de ensanchamiento, tomaron el relevo en el trasiego de mercaderías, además de proyectar su influencia en América, India y Oceanía. A finales del siglo XIX, independizadas las repúblicas americanas, y cerrado el ciclo con el Desastre del 98, la influencia española en la política mundial volvía a ser algo solo gracias a lo que la geoestrategia siempre puso de relieve: España ocupaba un territorio muy bien puesto.

España se abría por el norte a las aguas continentales y sus puertos mantenían un tráfico comercial y de intercambio industrial nada desdeñable con las grandes instalaciones fabriles del Canal de la Mancha y del Báltico. Por el noreste, los Pirineos seguían representando su más tradicional papel de filtro y defensa frente al histórico enemigo, imperio o ya república de los franceses.

Por el este, las tierras y puertos catalanes, valencianos y murcianos se abrían a todo el Mediterráneo como secularmente habían hecho, apoyados además en la gran avanzadilla que suponían las islas Baleares, ahora ya de nuevo totalmente españolas y, si la situación lo exigía, materia de intercambio o de cesión de soberanía. Al fondo, el Canal de Suez, la boquilla por la que llegaban mercancías desde la India y China.

Canal de Suez. Foto: WIkimedia Commons

En el sur, desde Almería hasta el Algarbe, las relaciones con el Norte de África siempre se habían mantenido. No siempre fueron amistosas, desde la Berbería los piratas acosaron secularmente todo tipo de embarcación que cruzara el estrecho, camino de los puertos españoles, franceses, italianos o, más lejos, el Peloponeso o Turquía. España siempre mantuvo intereses y durante mucho tiempo asentamientos en las costas de Marruecos, Argelia y Túnez. Muchos de los protagonistas que saldrán a relucir de inmediato vivieron y sufrieron la Guerra de Marruecos. En el verano de 1936, el ejército de África iniciará el levantamiento militar que abocará a todo el país a una crudelísima guerra civil hasta finales de marzo de 1939.

Por el oeste, Portugal y España comparten una osmótica raya que los mantiene indisolubles irremediablemente, muchas veces a su mutuo pesar. En el verano de 1939 ambos tienen al frente a dos dictadores que se miran con simpatía.

Las Islas Canarias ofrecían puertos de descanso, abastecimiento y proyección a sus muy próximas costas africanas. Además, en los años treinta, la aviación había encontrado nuevos campos para asentar sus bases y los submarinos apreciaban mucho sus recovecos en la costa. La hilada que forman Cabo Verde, Canarias, Madeira y Azores era la ruta habitual de los mercantes británicos y podría ser de gran importancia para una posible incorporación de ejércitos americanos. Por si se necesitaban puentes, ahí estaban además Río Muni y sus islas, Ifni y el Sahara Occidental.

En resumen, en 1939 España seguía siendo tan interesante en asuntos estratégicos como lo había sido desde las Guerras Púnicas: orografía accidentada, muchos kilómetros de costa, con puertos bien dispuestos y grandes extensiones de tierras poblados por pobres y aguerridos habitantes. Y un peñón de Gibraltar bien fortificado y dotado con la mejor tecnología para el control del estrecho.

Hitler y Mussolini. Los gobiernos de Franco

El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania. En agosto de 1934, al morir el presidente Hindenburg, asume ambos poderes, y poco después se convierte en el Fürher de Alemania refrendado en un plebiscito. Es la consagración del nazismo, del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, racista y ultranacionalista. Todos los esfuerzos internacionales de Alemania se dirigirán a la «recuperación» de los territorios del antiguo Imperio Alemán y a extender su influencia en territorios de interés nacional, dedicando el aparato productivo a un frenético rearme.

Por esas mismas décadas, Benito Mussolini conduce a Italia hacia un partido único regido con estilo militar. Al frente del enorme ejército extiende las colonias italianas por Libia, Egipto, Abisinia, Eritrea y Somalia, además de los movimientos de anexión por los Balcanes.

En julio de 1936, ambos líderes toman partido por las fuerzas sublevadas y les prestan un fuerte apoyo armamentístico y de tropas de tierra, mar y aire. Son tres años de ensayos sobre el nuevo armamento de infantería y artillería, la combinación táctica de bombardeos de posiciones y ciudades, el uso de los nuevos carros de combate y la efectiva incorporación de los submarinos a la guerra naval.

El 26 de abril de 1937 la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana bombardearon la localidad vasca de Guernica. Foto: Wikimedia Commons.

La deuda pecuniaria contraída y el entusiasmo de muchos de los prohombres del régimen que rodean a Franco van a confluir en la fusión de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. Si el decreto de unificación no dejó contentas a todas las facciones del ejército de Franco, va a ser con la invasión de Polonia cuando las tensiones se manifiesten con claridad. 

El 9 de agosto de 1939 Franco nombra su segundo Gobierno. Entran su cuñado Serrano Suñer, como ministro del Gobernación, tres militares para las carteras del ramo, y el general Muñoz Grandes, como Secretario General de FET y de las JONS. En la cartera de Asuntos Exteriores nombrará a Juan Beigbeder que, además de haber sido Alto Comisario de Marruecos, había sido agregado militar en París y Berlín. Al muy revoltoso falangista general Yagüe, oficial de infantería desde la academia y que durante la guerra le discutió algunas decisiones militares, Franco lo nombró ministro del Aire. Un ascenso para cerrar la boca.

A los veintiún días del flamante gobierno franquista, Alemania invade Polonia. Franco, previsor o precavido y sin darle mucha publicidad, ya se había adherido al Pacto Antikomintern (Alemania, Italia y Japón) desde finales de marzo.

Neutralidad, no beligerancia y sobornos

El 3 de septiembre de 1939 Francia y Gran Bretaña declaran la guerra al invasor de Polonia. España proclama su neutralidad, una decisión controvertida dentro del Gobierno. Los falangistas, de acusado aire pro nazi, son favorables a la guerra. Serrano, con muchas prevenciones, se inclina por entrar, si Alemania corre con el gasto del armamento y de la alimentación regular de la población. Los militares son más reticentes. ¿Pero qué piensa Gran Bretaña?

En julio de 1936, Londres se las apañó para que Gibraltar quedara como territorio neutral y no se viera en la necesidad de permitir que los barcos republicanos repostaran combustible en su afán de bloquear el paso a las tropas del ejército de África. Su interés se centraba en obstaculizar el acuerdo tripartito y no tener enfrente a Italia tan proclive, por otra parte, a los sublevados.

Reunión entre Franco y Hitler en la estación de Hendaya el 23 de octubre de 1940. Foto: Getty.

En los dos primeros años de la contienda mundial el Gobierno franquista va a sufrir presiones por parte alemana para su incorporación a la guerra, y por parte inglesa, por mantener su neutralidad. Con la entrada en guerra de Italia y el ataque alemán contra la URSS, estas presiones se agudizan. Son los meses de las entrevistas de Franco con Hitler, Mussolini y Petain

El Gobierno español firma acuerdos secretos en los que se compromete a entrar en guerra, a falta de fijar fecha, siempre que sus aliados le garanticen los suministros y un buen reparto de tierra en África. Si al final todo quedó en el envío de la División Azul y en prestar unos 11.000 obreros, mecánicos, fontaneros y mineros, fue más bien porque Hitler no quiso ofender a su aliado francés (Régimen de Vichy) en el asunto africano y, menos aún, a su colega Mussolini que siempre pretendió manejar todos los asuntos que concernieran al Mediterráneo: desde Gibraltar hasta el Bósforo, pasando por el norte de África y el Canal de Suez.

Voluntarios de la División Azul ondean una esvástica mientras recorren la Gran Vía madrileña antes de partir hacia el frente ruso para luchar del lado alemán. Foto: Getty.

El embajador británico Samuel Hoare se dedica a favorecer la permanencia de Franco en el poder, a conseguir que no se vea obligado a entrar en guerra y que la posible utilización del territorio español por las fuerzas del Eje no colapse las muy estratégicas zonas de Gibraltar, Canarias y Galicia. El envío de la División Azul es visto como un respiro en la presión que recibía España por entrar en guerra o permitir que se utilizara su territorio como base de nuevos ataques contra los aliados.

Por estos meses recobran importancia dos personajes muy conocidos en el arranque y en la financiación de la campaña militar de los franquistas: Hugh Pollard y Juan March. Aquel se va a encargar de cuantas operaciones fueron precisas para defender Gibraltar y sabotear los movimientos italianos y alemanes al paso por el estrecho. March, de jugar a dos bandas y financiar los sobornos que el agregado de la embajada Alan Hillgarth procuraba de Londres para generales españoles como Aranda, Varela, Gallarza, Kindelán, Queipo de Llano, Orgaz, Solchaga, etc., y para Nicolás Franco, hermano del dictador. Gran Bretaña persiste en su idea de aquietar los ánimos españoles.

Sir Samuel Hoare, embajador británico en España durante los momentos más tensos de la Segunda Guerra Mundial. Foto: ASC.

Gibraltar. Operación Félix

Iniciadas las hostilidades, todos los implicados pensaron en la defensa o control del peñón de Gibraltar, un enclave estratégico de suma importancia en manos inglesas desde 1713. Gran Bretaña, de inmediato, horadó la montaña con galerías capaces de albergar hasta 16.000 soldados, fortificó las defensas seculares del puerto e hizo practicable un aeródromo. Todo el Campo de Gibraltar, sus aguas a ambas orillas y sus zonas terrestres más próximas pasaron a ser de interés militar para todos los contendientes.

Franco dispuso un imponente cerco artillero para un posible asalto. Inglaterra se afanó en ubicarlo y neutralizarlo. Alemania preparó varios planes para su conquista. Italia se las arregló para sabotear con submarinos el tráfico marítimo de los aliados.

El 19 de noviembre de 1940 Hitler comunica a Serrano Suñer, ya ministro de Asuntos Exteriores, que el 10 de junio tiene previsto conquistar Gibraltar con tropas alemanas. El plan trazado disponía que, además de submarinos, aviones y paracaidistas, una parte del contingente se acantonaría en Valladolid, Cáceres y Sevilla, mientras que el resto iría directamente contra el Peñón. Al mando de la operación, bautizada como Félix, iba a estar Walter von Reichenau. Las tropas emplazadas para defender los flancos serían dirigidas por Rudolf Schmidt y las de asalto, por Ludwig Kübler. Franco escribió a Mussolini para confirmarle que España se comprometería «cuando se presentara la ocasión favorable». Canaris, el 7 de diciembre de 1940, no consiguió hacerlo cambiar de parecer. España solo tenía trigo para hacer pan para el día siguiente.

Entre tanto, Inglaterra, conocedora de las hambrunas que pasaba el pueblo llano, ejercía una gran presión amenazando con no dejar pasar las remesas de grano que procedían de Argentina y Canadá. Así las cosas, en febrero de 1941, las tropas previstas para la Operación Félix recibieron nuevos cometidos.

Las Operaciones Goldeneye, Pilgrim y Torch

Los ingleses siempre cuidaron el flanco marítimo de Azores-Madeira-Gibraltar-Canarias como prioritario para mantener abiertos sus canales de abastecimientos y, en su caso, de ataque por África. En torno al Estrecho montaron un sistema de información conocido por Goldeneye, coordinado por quien más tarde se convertiría en el popular novelista Ian Fleming. La red consiguió tener puestos de comunicación en ambas orillas, muy especialmente en Tánger y zonas del Protectorado español.

Sobre Canarias hubo sucesivos intentos de control, asentamiento, alquiler e, incluso, compra por parte alemana e inglesa. La operación Pilgrim, montada por Gran Bretaña, se propuso la conquista del archipiélago y hasta instaurar una suerte de gobierno libre frente a Madrid. Los planes se inician en marzo de 1941 y están listos el 20 de septiembre. Estaba previsto atacar los aeródromos de Gando y Los Rodeos y hacer un desembarco múltiple por las bahías de Gando, Arinaga y por la playa de Las Canteras.

No hubo necesidad de ponerlo en práctica: los militares españoles más influyentes, y con cuentas corrientes mejor engrasadas, nunca creyeron que sus tropas estuvieran en condiciones de combatir y la estrategia británica de ir dando más cuerda al régimen franquista fue un éxito. Todavía hoy, en el municipio de Telde, se pueden visitar los restos de las baterías defensivas que se instalaron en Salinetas, en la explanada de Taliarte en Melenara y en la Playa del Hombre.

El 8 de noviembre de 1942 Eisenhower inició el desembarco de los aliados en el norte de África. Franco había sido informado con anterioridad. El por segunda vez nombrado ministro de Exteriores, el Conde de Jordana en sustitución de Serrano Suñer, buscó los medios para volver a una neutralidad más real.

Franco y Eisenhower en Madrid. Foto: GTRES.

Diecisiete años más tarde, en diciembre de 1959, el mismo general, pero ya como presidente de EE. UU., confirmó con su visita a Madrid el nuevo peso estratégico que volvía a tener el suelo español. Baste decir que aterrizó en la base aérea estadounidense de Torrejón.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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