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viernes, octubre 4, 2024

Jardines verticales: beneficios, desafíos y cómo transformar las ciudades en oasis ecológicos

Las zonas verdes de las ciudades se reconocen como espacios esenciales en la vida urbana. Los jardines y parques atemperan las altas temperaturas de la isla de calor de una gran metrópoli, y actúan como refugios climáticos, auténticos asilos para la biodiversidad de los duros ecosistemas urbanos; aumentan la felicidad y la salud mental de los ciudadanos; e incluso ha mostrado efectos positivos respecto a la reducción de la criminalidad.

Sin duda, los jardines tradicionales tienen muchos beneficios para la ciudad, pero no son los únicos. Desde la antigüedad, se describen edificios de cuyas cornisas cuelgan jardines escalonados, el más famoso y una de las siete maravillas del mundo antiguo fue el de los jardines colgantes de Babilonia. Actualmente, ese diseño verticalizado se ha modernizado, con jardines totalmente verticales, coberturas vegetales que tapizan las fachadas de los edificios por completo.

El concepto de jardín vertical se inscribe dentro de la eutopía solarpunk, que imagina un futuro en el que la humanidad logra soluciones tecnológicas y ecológicas en armonía con el medio ambiente. En España, este enfoque ha encontrado un terreno fértil en varias ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao incorporando jardines verticales en sus espacios urbanos.

Jardín vertical en el CaixaForum de Madrid — Patrick / Wikimedia

Los beneficios del jardín vertical

Sin duda, los jardines verticales embellecen las ciudades, proporcionan un entorno agradable incluso en áreas donde el jardín tradicional es inviable, por las condiciones urbanísticas o las características del suelo.

En términos ambientales, desempeñan un papel fundamental en la creación de refugios de biodiversidad dentro del entorno urbano, que además pueden funcionar como puntos intermedios, a modo de corredores verdes, entre zonas verdes más extensas. Al ofrecer un hábitat con cierta diversidad de flora, contribuyen a la conservación de especies animales adaptadas a la vida urbana, y proporcionan espacios de nidificación o zonas adecuadas para su alimentación.

Además, juegan un papel importante en la calidad del aire. Las plantas actúan como sumideros de carbono, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero de la ciudad, y son capaces de retener partículas en suspensión, minimizando su presencia en el aire, y mejorando así su calidad.

Otro beneficio ambiental, que afecta directamente la salud humana, es el efecto atemperante. Los jardines verticales actúan como aislantes térmicos naturales, gracias a la sombra que proporciona la cobertura vegetal, y al efecto de la evapotranspiración, rebajan la temperatura de alrededor y del interior del edificio donde se instalan, y disminuyen la demanda energética que suponen los sistemas de climatización.

Jardin vertical de Plaza del Pericón, en Málaga — Lupulo2010/Wikimedia

Como es bien sabido, las plantas tienen una gran capacidad de mitigar el ruido ambiental en las medianas y cunetas de carreteras y en los parques y jardines urbanos tradicionales; esta cualidad se extiende también a los jardines verticales; los edificios que disponen de un jardín en sus muros ven reducida de forma sustancial la contaminación acústica que reciben.

Además de los beneficios indirectos en la salud humana ya comentados, los espacios verdes tienen efectos directos: proporcionan a la población una vía de escape visual de la jungla de hormigón, acero y cristal que domina el entorno urbano. Se han descrito efectos positivos sobre la felicidad y bienestar general de la población, se reduce la sensación de cansancio y mejora el estado de ánimo. Incluso hay referencias que asocian la presencia de jardines verticales con la mejora de la productividad laboral: reduce el estrés y aumenta la capacidad de concentración y la creatividad de los trabajadores.

Finalmente, existe la opción de emplear jardines verticales como forma de horticultura urbana; si las condiciones son adecuadas, es una forma de promover hábitos de consumo más sostenibles y contribuir a la soberanía alimentaria, aunque como veremos, si las condiciones no son buenas, este uso puede tener más inconvenientes que ventajas.

Jardín vertical en la estación del funicular de Artxanda en Bilbao — Oficina del Cambio Climático – Ayuntamiento de Bilbao

Los desafíos del jardín vertical

Si se siembra un jardín vertical para la producción hortofrutícola, hay que tomar muchas precauciones para que los productos puedan ser consumidos. Lo más importante es controlar los niveles de contaminantes presentes en el ambiente. En un entorno muy contaminado, las plantas tienden a retener y acumular los contaminantes en sus tejidos, lo que puede poner en riesgo la salud de quienes consuman los productos obtenidos. Por otro lado, por su posición vertical, la recolección es muy complicada, y las dificultades puede que no compensen los beneficios.

Si regresamos a jardines verticales con función exclusivamente ornamental, hay también ciertos desafíos que merecen la pena comentar: son estructuras complejas de construir y caras de mantener.

En cuanto al mantenimiento, una dificultad importante es asegurar la hidratación adecuada para todas las plantas, especialmente si la estructura tiene mucha altura. La distribución uniforme del agua se complica por efecto gravitatorio, puede que las plantas de la parte inferior reciban demasiada agua, mientras las de la zona superior no reciban lo suficiente. Una estrategia posible sería sembrar especies distintas, con diferentes requerimientos hídricos, en las distintas áreas del jardín. Esto implica la necesidad de sistemas de riego bien mantenidos, eficientes y automatizados.

Jardín vertical en el CaixaForum de Barcelona — Maria Llinares / Jardineres del Bosc Vertical

En este sentido, los avances en inteligencia artificial pueden ayudar a mejorar estos sistemas, si se mantiene una monitorización constante de las condiciones meteorológicas, sensores de humedad en puntos estratégicos del jardín, y un correcto mapeo de las especies presentes, su ubicación y sus requerimientos.

Otro aspecto a tener en cuenta es la orientación del jardín, que sin duda limitará el tipo de plantas a cultivar; no se plantará lo mismo en el muro orientado al sur, con mediodías soleados, que hacia el norte, que no recibe luz del sol directa en ningún momento. Las plantas instaladas, además, deben aclimatarse a un espacio limitado para las raíces. Y la dificultad añadida de no incorporar especies invasoras, o aquellas que puedan causar daño a las personas, como las que presentan polen alergénico.

El mantenimiento de las plantas requiere un acceso regular para la poda, la fertilización y el control de plagas; en ocasiones, esos trabajos se podrán hacer desde el suelo, mediante elevadores; en otras, habrá que hacerlo desde arriba, con estructuras colgantes o empleados entrenados en trabajo vertical. Si el mantenimiento no se realiza adecuadamente, el jardín vertical posiblemente se convierta en un foco de infecciones, plagas u otros problemas.

Finalmente, el jardín vertical tiene unos requisitos estructurales muy particulares. Las plantas obtienen la mayor parte de su biomasa del aire, lo que significa que, a medida que vayan creciendo, el jardín tendrá cada vez más peso. Para asegurar que la estructura pueda soportarlo sin comprometer su integridad, es necesario considerar ese peso añadido en el diseño inicial.

Jardín vertical en el hotel Athenaeum, en Londres — Natalia Semenova / Wikimedia

No hay que olvidar la calidad de los materiales para la jardinería vertical. Tomar en cuanta la vida útil de unos materiales que deben soportar la erosión del agua, la exposición prolongada al sol, el viento y las variaciones de temperatura. Se requiere, pues, un diseño cuidadoso, con materiales de alta calidad, para garantizar la longevidad del jardín y minimizar el riesgo de colapso. De nuevo, el mantenimiento constante se convierte en prioritario en este sentido.

Estos desafíos revelan la importancia de una planificación adecuada y un diseño meticuloso en la creación de jardines verticales, así como un compromiso continuo con su mantenimiento y cuidado. Pero, a pesar de estas dificultades, los beneficios ambientales, estéticos y sociales de los jardines verticales son innegables, y justifican su creciente popularidad como solución sostenible en el diseño urbano contemporáneo.

Referencias:

  • Adate, P. S. et al. 2023. Evaluation of Ornamental Flowering Plants for Vertical Gardening During Summer Season. International Journal of Bio-resource and Stress Management, 14(Feb, 2), 306-315. DOI: 10.23910/1.2023.3280a
  • Davis, M. J. M. et al. 2017. More than just a Green Facade: The sound absorption properties of a vertical garden with and without plants. Building and Environment, 116, 64-72. DOI: 10.1016/j.buildenv.2017.01.010
  • Davis, M. M. et al. 2019. Beyond green façades: active air-cooling vertical gardens. Smart and Sustainable Built Environment, 8(3), 243-252. DOI: 10.1108/SASBE-05-2018-0026
  • Mahendrakumar Patel, H. et al. 2022. Vertical Gardens As A Restoration Component In Urban Spaces: A Review. SSRN Electronic Journal. DOI: 10.2139/ssrn.4065857
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  • SharathKumar, M. et al. 2020. Vertical Farming: Moving from Genetic to Environmental Modification. Trends in Plant Science, 25(8), 724-727. DOI: 10.1016/j.tplants.2020.05.012

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