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viernes, octubre 4, 2024

Estefanía de Luxemburgo: la revancha del patito feo de la realeza europea

Estefanía de Luxemburgo en una imagen reciente. //GTRES

Estefanía de Luxemburgo en una imagen reciente. / /
GTRES

Luxemburgo es un país diminuto pero apasionante, casi tanto como nuestro favorito, Mónaco. En él cumple años hoy nuestra protagonista, la royal que heredará el papel que hoy ostenta
la Gran Duquesa María Teresa: Stéphanie Marie Claudine Christine de Lannoy,
Estefanía de Luxemburgo para nosotros.

Ha tenido que cumplir la cuarentena para que la octava hija del conde belga Felipe de Lannoy y de la
condesa Alix della Faille de Leverghem pueda presumir, definitivamente, de haber encontrado su sitio en la corte en la que la sombra de la actual Gran Duquesa es demasiado alargada.

Estefanía de Luxemburgo nació el 18 de febrero en la comuna belga de Ronse y
se formó en filología y literatura rusa obteniendo una licenciatura en filología germánica en la Universidad Católica de Lovaina.

El romanticismo ruso y el alemán son sus materias favoritas, en las que es una auténtica experta, pero como buena aristócrata se acabó dedicando a algo bastante más lucrativo que
el estudio de los clásicos: cuando conoció al príncipe que la retiraría a una vida de princesa trabajaba en una sociedad de inversiones.

Educar una princesa en un tiempo récord

El
príncipe Guillermo de Luxemburgo y su actual princesa se conocieron en 2004 en una cena con amigos comunes, para 2009 eran inseparables y en 2012, muy a su pesar, saltó en los medios la liebre de su noviazgo. Entonces todo se precipitó.

Tras la irrupción de los diarios europeos de que el corazón del heredero de Luxemburgo parecía tener dueña,
la relación royal-chica anónima comenzó a sufrir la presión mediática, y el tiempo demostraría posteriormente que a Estefanía no se le daba bien soportar las presiones. Para agravar aún más el problema, la familia ducal decidió que la candidata a heredera debía comenzar cuanto antes el y el
máster en habilidades de la realeza que la confirmaría o descartaría como material acto para ser princesa.

Que la aceptaran sus futuros suegros era tarea más o menos sencilla, sólo tenía que seguirle el ritmo a los
preparativos para ascender en la escala royal. Que la aceptara su futuro pueblo, con la imagen plana que proyectaba, parecía más complicado.

Como le sucedió a
Mary Donaldson en Dinamarca, Estefanía de Luxemburgo tuvo que ponerse al día en una serie de destrezas de esas que sólo se aprenden en palacio que, hasta ese momento no habían formado de su esfera de inquietudes.

Desde formarse en
sus futuras obligaciones propias del papel que se esperaba que desempeñara en el organigrama de la gran familia ducal a aprender la lengua local, relaciones internacionales, protocolo… hasta abandonar la nacionalidad de su país de origen por la luxemburguesa, la agenda vital de Estefanía se redujo en aquel momento en completar el training como princesa. Un training que la mantuvo en vilo hasta casi el último día ya que el Parlamento luxemburgués
no le concedió la nacionalidad del país hasta pocos días antes de que se celebrara
su gran boda ducal. Pero desafortunadamente para ella, ese era el menor de sus problemas aquel día.

La boda de los tres besos

La ceremonia religiosa que unió al gran duque heredero Guillermo de Luxemburgo y
la ex condesa Estefanía de Lannoy tuvo lugar el 20 de octubre de 2012, apenas seis meses después de que la pareja hiciera público su compromiso.

Para la ocasión la novia escogió un modelo de
Elie Saab, una tiara que pertenecía a su familia desde el siglo XIX (rompiendo con la tradición) y
un anillo de compromiso de oro de comercio justo por aquello de mostrarse concienciada con el medio ambiente tras el despliegue de vuelos privados necesarios para hacer que al evento viajaran los representantes de las casas reales de Bélgica, Noruega, Grecia, Bulgaria, Países Bajos, Jordania…

La condesa Stephanie de Lannoy llegó a la Catedral de Notre-Dame en la ciudad de Luxemburgo del brazo de su hermano mayor,
el conde Jehan de Lannoy. Su padre, el conde Felipe de Lannoy, no pudo acompañarla hasta el altar porque para entonces ya había cumplido los 90 años. No fue la única baja del evento.

Una ausencia que entristeció aún más a la novia fue la de su madre, la
condesa Alix della Faille de Leverghem, que falleció a causa de un accidente cerebrovascular cuatro meses antes de que su hija se vistiera de blanco. De hecho, la ceremonia, oficiada por el arzobispo de Luxemburgo,
Jean-Claude Hollerich, incluyó un minuto de silencio en recuerdo a la madre de la novia.

Hasta el momento de la boda, que fue retransmitida por televisión, la futura duquesa de Luxemburgo se había expuesto al ojo público en contadas ocasiones. Su futuro pueblo apenas la había entrevisto el 22 de mayo de ese año, cuando hizo una aparición discreta en el bautismo de la hija de la
princesa Victoria de Suecia.

Quizá para compensar la sosa impresión que causó entonces la nueva pareja oficial de Luxemburgo decidió
darlo todo después de la ceremonia que les unió en matrimonio y al saludar al pueblo desde el balcón del Palacio Gran Ducal se besaron, no una ni dos sino hasta tres veces.

Estefanía y Guillermo de Luxemburgo. / GTRES

Estefanía y Guillermo de Luxemburgo. / GTRES

Tras aquellos
tres besos legendarios comenzó la verdadera gymkana para la heredera, un test tras otro para chequear si su marido no se había equivocado en su elección. Hubo momentos de auténtico bajón en esa travesía en el desierto, como cuando la empresa en la que había trabajado antes de casarse fue relacionada con
una estafa piramidal; cuando falleció su padre y ella se presentó en el funeral con una chaqueta dos tallas más pequeña o como cuando las estilistas de medio planeta no empatizar con su afición por los looks naif y los turbantes extraños.

Pero sin duda el peor escollo era la incapacidad de darle un heredero al ducado. Hasta que no tuvieran
un hijo en común Guillermo y Estefanía, los rumores sobre ella no cesaron. Era una cuestión más política que reproductiva, el ducado pasaría a manos de la descendencia del segundo hijo de los duques si Estefanía no conseguía tener un hijo.

En medio de la debacle, Estefanía intentaba proyectar una imagen de seguridad y concedía entrevistas en medios afines a la corona para que a todo el mundo le quedara claro lo religiosa y piadosa que era, lo bien que cocinaba su marido, lo mucho que se querían y lo luxemburguesa que se sentía. Pero no fue hasta 2020, cuando dio a luz al
príncipe Carlos, cuando las dudas sobre su idoneidad cesaron y pudo respirar tranquila tras enseñarle el heredero a sus suegros por videoconferencia. Para redondear aún más la foto de familia, en marzo de 2023 le dio
un hermanito a Carlos.

Ahora, con 40 años, la princesa que esperaba aportar una familia numerosa como la suya propia al ducado parece que, por fin, se ha conformado con su situación y ha encontrado
su lugar en el mundo y en la corte. El hecho de que la suegra más temible de la realeza europea también haya cedido a sus tranquilos encantos y le preste de vez en cuando sus joyas favoritas para los grandes eventos demuestra que no sólo
Estefanía respira ya tranquila.

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