Fue tan rápido como el descenso de una montaña rusa. Por más de una década, Kling Papo (Buenos Aires, 1977) Besó los cuernos de la luna y sobrevivió para contarlo. El argentino poseía una cadena de ropa que marcaba el tiempo en España, en la que usaba más de medio mil personas y tenía más de 70 puntos de venta. Un día, todo terminó y estaba a un paso de pisar la prisión.
«De pronto me encontré al frente de una empresa muy grande que yo mismo había armado, una especie de circo gigantesco y empecé a lidiar no solamente con todo el sistema económico, mercantil con el que está organizada esta sociedad, sino con mis propias contradicciones»explica.
Nacido en una familia de ala izquierda, en medio de la dictadura argentina, Kling creció, con el consumismo y el mercantilismo, y aún terminó envuelto en una compañía millonaria. Concluyó la tormenta que significaba la experiencia, ahora ofrece fractura expuesta (Ned Ediciones, 2025), emocionante historia de que «en realidad es una crítica, a mi, a mi forma de ver las cosas, y también al sistema en el que me metí»cuenta.
En un viaje por el mundo, incluido México, donde comenzó a expandirse, terminó adicto a Ansiolytics: «Estaba muy enganchado, no podía dormir, estaba pasado de revolución, llegaba la noche y lo único que esperaba era cerrar los ojos y que se hiciera el día para poder seguir trabajando».
Kling terminó alineado: «Me tocó, por un lado, toda esta inclusión neoliberal de los 2000, toda esta especie de carnaval de dinero que había en Europa en los 2000, antes de la crisis. Y, por otro lado, la responsabilidad de ser un engranaje más dentro de todo un sistema que no está hecho para que a cada uno de nosotros nos vaya bien, es decir, el capital tiene sus propias necesidades y ahí estamos nosotros los que participamos, los sujetos que participamos del sistema».
«En mi caso, que llegué a tener 500 empleados, 70 tiendas, donde el proyecto de marca de la empresa se me hizo muy grande, me di cuenta, no rápidamente, pero en el momento en el que la cosa empezaba a crecer, me di cuenta que mis deseos en realidad eran unos y los del sistema en el que estaba metido eran otros completamente diferentes. Trabajaba, de alguna manera, para el sistema. Yo no necesitaba crecer desmedidamente»recuerda.
Pero más allá de la revisión de una época y de una trama comercial devastadora, su historia es una experiencia literaria que atrapa desde la primera página y ahora ha servido para recomponar el camino. Llegó a España para estudiar sociología, después de fallar con la marca de ropa que tomó su apellido, Kling está actualmente desconectado del mundo textil y ahora dirige a Casa Victoria, un café cultural en Madrid y es responsable de Channel V, una plataforma de contenido sobre cultura, filosofía y política.
Camarada