María Eugenia Fernández de Castro, en un evento. /
GTRES
Hace un tiempo hablamos
con María Eugenia Fernández de Castro sobre
su plácido presente entre Comillas y Madrid. También nos contó cómo decidió cambiar su vida cuando su madre enfermó y priorizó sus necesidades personales sobre una vorágine profesional que deseaba dejar atrás. Nos ponemos de nuevo en contacto con ella para adentrarnos en los años en los que se codeó con la gran intelectualidad nacional e internacional y las personas más relevantes de la escena social.
Tras su separación de Jacobo Siruela, padre de sus dos hijos,
Brianda y Jacobo Fitz-James Stuart, y ser una figura muy relevante en los medios de comunicación, especialmente gracias a Sabor a ti,
al lado de Ana Rosa Quintana, llegó, el proyecto de
su tienda Alma–Zen en Comillas, en la que se venden productos muy escogidos de belleza, textiles, artículos de decoración, muebles y un largo etcétera. Su vida es diamentralemnte opuesta a la que llevaba cuando emparentó con la Casa de Alba, sobre la que se expresa en los mejores términos: «Tengo un enorme respeto por mi exmarido y mis hijos le adoran. Guardo unos recuerdos muy felices y de gratitud hacia la duquesa»..
En esta segunda entrega queremos subrayar
las importantes personalidades que han pasado por su vida y comenzamos el repaso con
la gran figura del pop-art Andy Warhol: «Te voy a contar una anécdota… Cuando vino a España y se organizó una cena para él, me sentaron a su lado. Al otro lado de él estaba sentada Pitita Ridriuejo y le conté lo
lo de sus apariciones marianas. Cuando acabó la cena, no se acercaba nadie a saludarle. Me quedé con él para ir a presentarle a la gente. Se acercó Pedro Almodóvar y le dijo a Warhol, con su acento tan particular: ‘Many people say to me that I copy you’. Fue genial».
María Eugenia Fernández de Castro es una mujer de risa fácil y muy vitalista. Antes de volver a ponerse seria, estalla en carcajadas y da
un salto a los años de la Movida Madrileña: «Me casé justo en el 80. Justo antes había estado haciendo entrevistas en México y Honduras. En esos momentos había montado una tienda de ropa vintage en la calle Almirante de Madrid. No había nadie instalado allí, más que Jesús del Pozo y yo. Traía cosas del Mercado de las Pulgas de París, me iba a El Rastro… Jesús tuvo la deferencia de elegirme como modelo y cuando me casé me regaló todas las fotos que me habían hecho».
«La época de la tienda fue divertidísima. Organicé un desfile en el que participó
Ana Obregón, que era la primera vez que lo hacía. Pascua Ortega había montado un restaurante estupendo que se llamaba Bobbi que
frecuentábamos mucho e Iván Zulueta, el director de Arrebato, me vino a grabar como si estuviera subiendo por unos andamios… Cuando me casé, todas esas energías se orientan a la creación de la editorial», nos cuenta.
Los difíciles comienzos de la editorial Siruela
Se refiere María Eugenia a Siruela, el gran éxito editorial que creó con su marido, Jacobo Fitz-James Stuart, de cuyos orígenes habla con mucho orgullo, porque, además,
no se lanzó bajo el paraguas de los Alba: «Empezamos con muy buen pie, porque el primer lanzamiento, ‘La muerte del rey Arturo’ ganó el premio al libro mejor editado -se lo otorgó el ministerio de Cultura en 1980- y se vendió muchísimo. Lo conseguimos lanzar con un préstamo del editor y con lo que sacábamos de cada libro lográbamos editar el siguiente. Fernando Savater, que era muy amigo de mi hermano Nando, nos presentó el libro. En aquel entonces yo ya tenía muchos contactos, porque no se nos daba nada mal».
Tras su separación y posterior divorcio, el hijo con más inquietudes intelectuales de la duquesa de Alba
vendió la editorial Siruela, que ha dejado un enorme impronta. Posteriormente, el aristócrata, ahora
casado con la periodista Inka Martí, lanzó Impedimenta, otra aventura editorial muy particular que también ha salido bien. María Eugenia Fernández de Castro se siente muy orgullosa del trabajo conjunto que realizaron en aquella época: «No sabes el esfuerzo que hubo que dedicarle y lo que luchamos, pero al final salió bien, porque vendimos muchos más libros de los que esperábamos», recuerda.
María Eugenia Fernández de Castro y Jacobo Siruela, en una imagen retrospectiva. /
GTRES
«Nos ayudaron mucho Felipe González y Carmen Romero. Felipe González regalaba nuestros libros a los presidentes que venían a España. Carmen Romero, en la época que montamos conferencias en Sevilla
con Borges, Torrente Ballester e Italo Calvino recomendaba nuestros libros a sus alumnos. Tengo anécdotas para aburrir con Borges, porque mientras los conferenciantes daban sus conferencias me ocupaba del resto».
«Siento no tener más memoria, porque se produjeron
unas conversaciones maravillosas entre Borges
hablando de Evita Perón y Torrente Ballester de Franco que eran de traca. Borges me recitaba versos de Gongora. Estábamos en Dueños, donde nos esperaba ya toda la prensa y le comenté que estábamos en el patio de Machado, ‘donde madura el limonero’, pero me contestó que la parecía muy feo lo de ‘torpe aliño indumentario’ (en alusión a su poema ‘Retrato’), y de repente le preocupó que le hubiera podido escuchar la prensa. Le tranquilicé diciéndole que no había sido así», rememora con ternura María Eugenia.
Una etapa de su vida rodeada de personalidades fascinantes
Y concluye: «Fue una época fascinante, porque tenía que ir a las cenas del Palacio Real cuando venía un presidente, después estaba la Movida, hasta monté la entrega de un disco de oro para Miguel Bosé, estaba con la editorial y la parte intelectual, que me permitía
coincidir con Chillida, con Tàpies… Había normalizado estar rodeado con una gente impresionante y con una libertad enorme. Para mí fueron increíbles esos años. Después de eso, cuando me separé, estuve en Loewe sin parar… Y posteriormente me puse a montar eventos con Globally, de repente estaba con
Carmen Sevilla o Rocío Jurado».
En la última entrega de entrevista, María Eugenia nos contará
cómo encajó en la familia Alba, que es «muy singular», en el buen sentido de la palabra y con su suegra, la duquesa de Alba, «que tiene que hacer frente a una situación que, por así decirlo, no existe en ningún otro país», en alusión a las labores que debió acometer por
cuestiones de su rango y patrimonio. Máxime si tenemos en cuenta que era hija única.