Durante los últimos siglos de la Edad Media, los Nueve de la Fama fueron figuras emblemáticas cuya leyenda copó el arte, la moral y la política del momento. Surgidos en la literatura del siglo XIV, estos nueve caballeros —divididos en tríadas: pagana, judía y cristiana— se convirtieron en los epítomes del ideal caballeresco, representando valor, honor y virtud. Celebrados en poemas, tapices y esculturas, estos héroes encarnaban las cualidades supremas de la caballería medieval y servían como modelos morales y espirituales para reyes y plebeyos por igual.
El origen del concepto
Los Nueve de la Fama, como concepto consolidado, aparecen por primera vez en el poema «Les voeux du paon», escrito por Jacques de Longuyon en 1312. Este relato, ideado para celebrar los ideales de la caballería, agrupaba a estos personajes bajo una luz mítica que ilustraba las virtudes supremas esperadas de un caballero. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que el origen de esta agrupación podría remontarse aún más atrás, al poema «Van neghen den besten» del escritor flamenco Jacob van Maerlant, escrito antes de 1300. La idea de estos heroicos caballeros se diseminó rápidamente por toda Europa, adaptándose a las necesidades culturales y políticas de diversas regiones, lo que refleja su profundo impacto y la resonancia de sus ideales caballerescos en la sociedad medieval.
Símbolos del ideal de caballero medieval
La iconografía de los Nueve de la Fama es rica y variada, reflejando las virtudes caballerescas mediante emblemas heráldicos específicos. Cada héroe se asocia a símbolos que enfatizan sus atributos y hazañas legendarias, sirviendo como un código visual que transmite su carácter y legado.
Entre los héroes paganos, Héctor de Troya a menudo se representa con un león sedente, un símbolo de valentía y nobleza, que sostiene un hacha o una espada, indicativos de su destreza en combate. Alejandro Magno también comparte la imagen del león, enfatizando su liderazgo y poder conquistador. Julio César es identificado con un águila bicéfala, reflejando su visión y dominio imperial.
Los héroes judíos incluyen a Josué, a menudo asociado con un dragón, simbolizando su papel como conquistador divinamente guiado de Canaán. David se representa con una lira, destacando su faceta de poeta y músico además de guerrero. Judas Macabeo se asocia con una o dos aves, emblemas de vigilancia y valentía.
Entre los cristianos, el rey Arturo se identifica con tres coronas, simbolizando su reino sobre Inglaterra, Escocia y Bretaña, mientras que Carlomagno lleva un escudo partido con un águila bicéfala y flores de lis, que aluden a su imperio y linaje. Godofredo de Bouillon es representado con la cruz del Santo Sepulcro, marcando su rol como guardián tras la Primera Cruzada.
Estos emblemas no solo servían para identificar a los personajes en las artes visuales, sino que también encapsulaban y comunicaban las cualidades heroicas que la sociedad medieval admiraba y deseaba emular.
De la teoría al impacto en la realidad
Los Nueve de la Fama ejercieron una influencia significativa en múltiples aspectos de la cultura medieval europea, permeando no solo en el arte y la literatura, sino también la política y la vida social de la época. Su representación en tapices como la «Istoria Novem Militum», documentada en Aragón en 1351, muestra cómo estos personajes se entrelazaban con la narrativa visual de la nobleza y la realeza. Además, su presencia en esculturas en lugares prominentes, como el antiguo ayuntamiento de Colonia, subraya su papel en la esfera pública y civil.
Estos personajes también se plasmaron en miniaturas y manuscritos iluminados, donde cada representación servía como medio didáctico para transmitir los valores de la caballería. En la política, los ideales caballerescos asociados a estos héroes influían en el comportamiento y las expectativas de los gobernantes y líderes, quienes veían en estos personajes un espejo de las virtudes a emular. Su legado continuó modelando la ética caballeresca y la estética artística mucho más allá de la Edad Media.
Las Nueve de la Fama
Al igual que sus contrapartes masculinas, las Nueve Heroínas se establecieron como figuras espejo de los ideales caballerescos, pero desde una perspectiva femenina. Estas heroínas, que surgieron en distintas tradiciones culturales de Europa, eran frecuentemente celebradas en la literatura y el arte medievales. En Francia, desde finales del siglo XIV, se identificaban a estas mujeres con figuras de la tradición clásica como Hipólita y Pentesilea, mientras que en Alemania, el foco se desplazaba hacia figuras bíblicas y cristianas como Esther, Judith y santa Elena.
Con el tiempo, el tema se adaptó y expandió, incluyendo personajes como Juana de Arco, que fue añadida en el contexto literario como una décima paladina, reflejando cambios en la percepción social y la valoración de las hazañas femeninas en la guerra y la política. Estas adaptaciones reflejaban la evolución de los ideales sociales y de género, y permitían que las narrativas se mantuvieran relevantes y resonantes para las audiencias sucesivas.
Los Nueve de la Fama reúnen una fascinación perdurable con los ideales caballerescos que continúa resonando en nuestra cultura contemporánea. Estas figuras no solo reflejan las aspiraciones y virtudes de la Edad Media, sino que también sirven como un puente hacia la comprensión de las estructuras éticas y sociales de aquel tiempo. Su legado ofrece una ventana para explorar cómo las narrativas de valor, honor y deber influían en la identidad cultural y los valores. Así, los Nueve de la Fama siguen siendo relevantes, iluminando los ideales que modelaron el pasado y que aún hoy inspiran a la sociedad.
Referencias:
- Androoij, W. 1995. España, los Países Bajos y la tradición de los Nueve de la Fama. Diálogos Hispánicos 16, 43-61.
- De Francisco Olmos, J. M. y Fernández Martínez, R. J. 2021. Los nueve de la fama: los modelos caballerescos medievales y la creación de una heráldica inventada. Hidalguía: la revista de genealogía, nobleza y armas 387, 143-197.