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sábado, noviembre 23, 2024

¿Sabías que el joven Monet fue un reconocido caricaturista?

Los otros pintores pintan un puente, una casa, una barca. Yo quiero pintar la atmósfera en la que se hallan el puente, la casa y la barca. La belleza del ambiente en que se encuentran”, decía Monet. Era toda una declaración de intenciones. Pero ¿cómo comenzó nuestro pintor? ¿A qué se dedicó en un primer momento?

Caricatura de un hombre con un puro (1855-56), Monet. Foto: Album.

Es en El Havre donde el adolescente Monet descubre sus inquietudes artísticas, vocación que ayudó a estimular su tía Marie-Jeanne, muy aficionada a la pintura, además de inquebrantable mecenas del joven pintor. La atmosfera de El Havre, de luz clara y vientos y mar inestables, marcarían sin duda su personalidad artística. Mal estudiante, apenas aguantaba entre las cuatro paredes de la escuela: según él mismo afirmó, se pasaba todas sus horas libres en el exterior, “cuando el sol invitaba a salir… y daba gusto correr al aire libre, por los acantilados, o chapotear en el agua’”.

Las primeras caricaturas

El año de 1856 será clave para el joven Monet: ingresa en la escuela municipal de El Havre y empieza a asistir a los cursos de dibujo impartidos por Jacques-François Ochard, discípulo de Jacques-Louis David. Es entonces cuando toman forma sus primeras caricaturas, a veces empleando lápices de colores, a veces la pluma. Como él mismo decía, “pintaba el rostro o el perfil de mis profesores del modo más irrespetuoso, desfigurándolos lo máximo posible”.

Las primeras caricaturas las regalaba “cordialmente” a sus compañeros y profesores, aunque su notable talento y fulgurante éxito como caricaturista le ayudaron tanto a crearse cierto renombre local como artista como a tener una fuente de ingresos. De hecho, al ser sus principales clientes personalidades de posición desahogada de El Havre, empezó a cobrar entre 10 y 20 francos por retrato y pronto fijó el precio en 20 francos “sin que los encargos disminuyeran para nada”. “Si hubiera continuado, hoy sería millonario”, diría posteriormente.

Caricatura de un hombre narigudo, Monet. Foto: Album.

Monet, visto el éxito de sus caricaturas y decidido a sacar rédito económico a su afición, empezó a retratar no solo a personalidades notables e identificables de El Havre, a las que ridiculizaba, sino también arquetipos no identificables, práctica que le llegó a reportar al menos 2.000 francos, tal y como él mismo reconoció en alguna ocasión.

Los referentes

Monet no partía de cero. De hecho, tenía referentes importantes en los que reflejarse: la caricatura política y social se había convertido en un divertimento muy popular en Francia a inicios del siglo XIX, bajo el reinado de Luis Felipe I, y ya bajo el Segundo Imperio algunos caricaturistas gozaban de notable éxito y reconocimiento, como era el caso de Honoré Daumier y Cham, a los que sin duda Monet conocía por sus publicaciones en los diarios más importantes de la época.

Las peras forma parte de la historia de la caricatura en Francia, símbolo de la lucha de los republicanos contra Luis Felipe . Obra de Charles Philipon y Honoré Daumier (1831). Foto: ASC.

Prueba de ello son las diversas caricaturas de Monet en las que copia las obras de reconocidos retratistas del momento, tratando de perfeccionar así su propio estilo. Estas obras, hechas públicas tras su muerte, son copias del propio Monet de obras de Carjat, Hadol o Nadar, caricaturistas que había podido tomar como referencia en publicaciones como Le Figaro, Le Gaulois o Le Journal Amusant.

El reconocimiento local

A partir de 1857, Monet empezó a mostrar sus obras en el comercio de papelería, marcos y pinturas de Gravier, en la rue de Paris de El Havre. Cada semana, con inquebrantable puntualidad, exponía cinco o seis caricaturas, enmarcadas siempre en marcos dorados y en primerísima fila del escaparate. Su fama se acrecentó y las nuevas caricaturas, semana tras semana, no tardaban en venderse. A los quince años ya era conocido en todo El Havre como caricaturista. “No cabía en mí de orgullo”, llegó a reconocer años más tarde.

Caricatura de Léon Manchon, de Monet. Foto: Album.

A pesar de lo que pueda parecer, ese año es también para él un momento de inestabilidad emocional, de introspección vital, de inseguridad en cuanto a su futuro y a su vocación. La muerte de su madre en enero de 1857 le sumió en un mar de dudas: vacilaba entre seguir su vocación artística o suceder a su padre en el cada vez más próspero negocio familiar. “Dudaba y, aunque las caricaturas me proporcionaban unos francos, no acababa de decidirme”.

El encuentro con Boudin

El acontecimiento que marcará el futuro artístico del joven Monet es, sin lugar a dudas, su encuentro con Eugène Boudin.

Boudin, un pintor de paisajes afincado también en El Havre, solía exponer sus obras junto a las de Monet en las vitrinas del comercio de Gravier. El comerciante había tratado insistentemente de que el joven Monet accediera a un encuentro con el paisajista, pero Claude era reticente. Admirador de Théodore Gudin, el pintor oficial de la marina francesa, las creaciones de Boudin despertaban en Monet “una aversión espantosa y, sin conocer al hombre, le había tomado ojeriza’”. En sus propias palabras, “sus pequeños personajes, tan acertados, sus barcos tan bien aparejados, su cielo y sus aguas tan exactos, únicamente dibujados y pintados del natural, no tenían nada de artístico, y su fidelidad me parecía más que sospechosa”.

Otra vista de El Havre del mismo pintor (Boudin), conocido como el “rey de los cielos”, influencia decisiva en Monet. Foto: Album.

Finalmente, Gravier preparó un encuentro fortuito entre ambos, y Monet quedó deslumbrado con Boudin. Tanto que, en el año 1858, poco tiempo después, el joven Claude presentó su primer paisaje, Vista desde Rouelles.

Boudin animó al joven artista a seguir sus pasos como paisajista, aunque sin dejar de felicitarle por la calidad de sus caricaturas. “Veo siempre con placer sus dibujos; son divertidos, atrevidos y brillantes. Está dotado, se ve. Pero espero que no se quede ahí. Está muy bien para empezar, pero no tardará en cansarse de las caricaturas. Estudie, aprenda a mirar y a pintar, dibuje, haga paisajes”. Boudin lo alentó a pintar al aire libre. Monet terminó decidiendo seguir su vocación, y así lo dejó escrito más tarde: “Si me he convertido en pintor, se lo debo a Boudin. Él se encargó de mi instrucción. Poco a poco se fueron abriendo mis ojos, comprendía realmente la naturaleza y, al mismo tiempo, empecé a amarla”.

Seis meses después de aquel encuentro, Monet tomaría otra decisión trascendental: con los ahorros de sus caricaturas, viajó a París.

Caricaturas en París

En la metrópolis, sobrevivió vendiendo retratos de porteros a entre 10 y 50 francos y solo consiguió colocar una caricatura, la del actor Laferrière, en la revista Diogène en1860. Por el contrario, la caricatura de Pierre Petit, destinada a las revistas Gaulois y Charivari, como confesó a Gautier, nunca fue publicada. Su mayor éxito, hasta entonces, había sido la concesión del premio de arte de Roma de 1857 por su retrato del pintor Jules Didier, caricaturizado como hombre mariposa.

Caricatura del pintor Jules Didier, como hombre mariposa, de Monet. Foto: Album.

Esos primeros tiempos en París, con Renoir, fueron de penurias; apenas les llegaba para comer. A pesar de ello, Renoir, en una carta a su padre, confesaría: “En toda mi vida he sido tan feliz. Además, Monet conseguía de cuando en cuando una invitación para cenar, y ahí nos hinchábamos de pavo mechado acompañado de Chambertin”.

A pesar de esta felicidad bohemia, sus retratos mordaces, de trazo firme, que representaban al personaje de perfil y centraban la atención en el rostro del retratado, empezaron a tocar a su fin. Abandonó las caricaturas y se centró en el paisaje. Nacía Monet.

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