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Contreras y López Domínguez: dos generales y dos visiones del Cantón de Cartagena

El 12 de enero de 1874, el general Juan Contreras abandonó Cartagena a bordo de la fragata Numancia. Ese mismo día, la Junta cantonal había aceptado las condiciones de la capitulación que les ofreció el comandante de las tropas sitiadoras, José López Domínguez. Contreras no las consideraba honrosas, pero tampoco seguras, puesto que se exceptuaba de la posibilidad de indulto a los líderes del cantón.

Fuera por salvar su honra o por huir del castigo, Contreras decidió embarcarse, acompañado de Antonete Gálvez, Cárceles, y los restantes miembros de la Junta. Zarparon con destino a Argelia poco antes de que el general López Domínguez entrara a una ciudad devastada después de casi cincuenta días de incesantes bombardeos.

Retrato del general don Juan Contreras y Martínez (1884), de Luis Madrazo y Kuntz.Álbum

Dos meses más tarde, Contreras escribió un extraño memorial en el que declaraba que Cartagena había sido «tomada, pero no ganada; vendida, pero no vencida». Tras justificarse por sus decisiones más controvertidas al frente de las fuerzas cantonales, llamaba a los ciudadanos «¡a las armas! ¡A la lucha! ¡A vencer!». No aclaraba si se refería al enemigo carlista o al Gobierno central.

Es evidente que no aceptaba la derrota. Pero el cantón murciano había sucumbido ante la ofensiva del Gobierno de Madrid, del mismo modo que el propio Gobierno republicano cayó ante la acometida de las fuerzas conservadoras con el golpe de Pavía, el 3 de enero de 1874. El nuevo hombre fuerte de la situación era el general Serrano, que tuvo la satisfacción de que su sobrino, López Domínguez, le brindara la rendición de Cartagena.

La idea cantonal

El contraste entre el general vencedor y el vencido no solo refleja el choque entre una idea centralista del poder político y otra federal, sino dos tipologías de militar, dos formas de llevar el uniforme e, incluso, dos maneras diferentes de entremezclar la política y los fusiles. «La patria, la libertad y la república federal» eran las convicciones íntimas que guiaban la actitud de Contreras, según su última manifestación ante la opinión pública.

López Domínguez estaba convencido de que «la idea cantonal» era sinónimo de anarquía y conducía a la aniquilación de la libertad y la patria. La memoria, todavía difusa, de la cantonal y de sus protagonistas, ha emborronado la imagen de los dos generales.

Retrato de José López Domínguez (1907), por José Moreno Carbonero.Álbum

Dos personajes que, a lo largo de una dilatada vida militar y política, son representativos del proceso de construcción del estado liberal en España y de las alternativas democráticas antes y después de 1873. Contreras, quien, a mediados de julio de 1873 —poco después de desencadenar la insurrección cantonal—, publicó un manifiesto en el que declaraba que no envainaría su espada «hasta que el pueblo [tuviera] su soñada federación», era, en realidad, un republicano neófito. 

Su vida política le avalaba como un liberal de abolengo, pero su salto a las filas del Partido Federal se había producido dos años antes de la proclamación de la República. López Domínguez, por su parte, había sido ayudante de campo de Amadeo de Saboya, lo que avalaba su compromiso con la monarquía democrática que se desmoronó en febrero de 1873.

Sin embargo, según confesaba el propio Serrano, en el fondo era un republicano convencido. En realidad, no era la primera vez que se enfrentaban desde campos políticos opuestos. Los dos pertenecían a familias de tradición militar, pero se formaron en ejércitos muy diferentes.

Contreras y López Domínguez: dos generales y dos visiones del Cantón de CartagenaASC

Contreras era veintidós años mayor que López Domínguez. En enero de 1820, apenas iniciada su carrera en el cuerpo de caballería, estuvo con las tropas de Rafael del Riego en la sublevación de las Cabezas de San Juan y permaneció con él hasta la derrota del régimen constitucional frente a los Cien mil hijos de San Luis, en 1823.

Hasta 1830, no se le permitió volver al servicio. Unos meses antes, a fines de 1829, nació en Marbella José López Domínguez. Cuando, a los dieciséis años, ingresó en la Academia de Artillería como cadete, la demolición del antiguo régimen era ya un hecho consumado.

Tras el abrazo de Vergara, en 1839, la Revolución Liberal alcanzó su punto de no retorno. Para un liberal de primera hora como Contreras, la guerra contra el carlismo era una cuestión de pasión política y, también, una oportunidad de avanzar en su carrera militar. Destinado al frente del norte, participó en la liberación de Bilbao y de Estella.

Alzamiento en armas de los federales en Cartagena. Los soldados de Iberia y la marinería fraternizan con los sublevados, 24 de julio de 1873.Álbum

En 1838, fue hecho prisionero por el ejército del pretendiente. Al finalizar la contienda, ya era coronel. Sin duda, no le faltaban méritos que alegar para presentarse como un protagonista en la lucha contra el absolutismo. Incluso había servido con Espartero. Pero también lo hizo contra él.

En 1841, se involucró en la conspiración de O’Donnell y Diego de León para derribar al regente. Dos años más tarde, a las órdenes de Narváez, contribuyó a poner fin al trienio esparterista. 

Contreras llegó a mariscal de campo en 1849, bregado tanto en los campos de batalla como en las conspiraciones de cuarto de banderas. López Domínguez parecía caminar por un sendero diferente. Había destacado notablemente en la Academia de Artillería y, según indicó su biógrafa Ana Boned Colera, completó su formación estudiando materias como Historia o Geografía. Era la base del prestigio intelectual del que gozó años después. Antes de 1854, era capitán, pero su primera acción de armas notable, que le valió el ascenso a comandante, tuvo lugar con la sublevación de O’Donnell contra el Gobierno de Sartorius. López Domínguez se sumó a la insurrección de la mano, por supuesto, de su tío.

Un militar prestigioso

El creciente prestigio del joven oficial, sin embargo, no se debió tanto al padrinazgo de Serrano, sino al talento que demostró en sus primeras publicaciones técnicas. En 1854, formó parte de la comisión española en la guerra de Crimea y participó en el sitio de Sebastopol.

Además de una buena colección de medallas francesas y turcas, regresó con una experiencia que analizó a través de una serie de artículos que causaron cierto impacto al difundirse en otros países. Los viajes al extranjero para analizar la evolución de los ejércitos de las potencias europeas enriquecieron su bagaje profesional.

Un firme prestigio como tratadista militar, su ascenso a coronel en la primera guerra de África y, sobre todo, las excelentes redes políticas con las que contaba, le permitieron saltar a la arena electoral. El golpe de Estado del general O’Donnell cerró el bienio progresista en 1856 y abrió las puertas a un nuevo Gobierno moderado.

Un año más tarde, el general Contreras fue destinado a la Capitanía General de Puerto Rico como segundo cabo. Era una posición importante —por lo general, una prebend — que se reservaba a militares muy próximos al poder. Sin embargo, a los pocos meses, dimitió y volvió a la península.

Alzamiento en armas de los federales en Cartagena. Los soldados de Iberia y la marinería fraternizan con los sublevados, 24 de julio de 1873.Álbum

Este destino fue el último que gozó como un oficial vinculado al moderantismo y también dio el salto a la arena política, aunque lo hizo en un terreno diferente: el de la conspiración. En 1866, Contreras participó en la sublevación del cuartel de San Gil, protagonizada por los progresistas y demócratas que guiaba el general Prim.

Entre los mandos encargados de reprimir la revuelta estaba el joven diputado de la Unión Liberal por el distrito de Ronda, José López Domínguez. Tras el fracaso de la insurrección, Contreras marchó al exilio. El exoficial republicano Nicolás Estévanez lo conoció pasando penalidades en París, donde convivía con Blas Pierrad y otros oficiales emigrados que colaboraban en las conspiraciones del marqués de los Castillejos.

López Domínguez entra en la ciudad de Cartagena después del asedio.ASC

En Francia, Prim le puso al mando de los trabajos revolucionarios en Cataluña. Junto al general Pierrad, cruzó los Pirineos en agosto de 1867 para levantar partidas contra el trono de Isabel II. Contreras lo hizo por el valle de Arán y el segundo por Canfranc, pero a los pocos días tuvieron que volver sobre sus pasos. Un nuevo fracaso se sumó a la ya larga lista de intentonas revolucionarias frustradas. 

Sin embargo, a la siguiente, el éxito les sonrió. Y también favoreció a López Domínguez, que casi siempre tuvo la fortuna de cara. López Domínguez fue uno de los diputados unionistas que elevaron a Isabel II una protesta contra el Gobierno de González Bravo, por lo que fue internado en Melilla. En los meses siguientes, colaboró con su tío en la conspiración que desembocó en la insurrección de la Marina en la bahía de Cádiz el 18 de septiembre de 1868. 

De allí, como secretario de campaña del general Serrano, marchó a Sevilla y al puente de Alcolea, donde sellaron con una escaramuza el final del reinado de Isabel II, mientras Prim sublevaba las poblaciones del litoral mediterráneo hasta Barcelona. Contreras compartió con él los honores del triunfo a su regreso a Madrid y también recibió los premios que le correspondían por su labor insurreccional.

El militar español Manuel Pavía entró en el Congreso al conocer la derrota del presidente Castelar, disolviendo la Asamblea y acabando con la I República. Grabado coloreado de La Ilustración Española y Americana.La Ilustración Española y Americana

Ascendió a teniente general y se le encomendó la dirección general de caballería. A la sombra del nuevo presidente del Gobierno, el general Serrano, López Domínguez también reforzó su posición. Fue subsecretario de la presidencia y, desde mediados de 1869, secretario de la regencia.

Los dos, por fin, coincidieron también en la misma trinchera y, al menos durante algunos meses, al mismo lado de la línea del frente. Como diputados en las Cortes Constituyentes por la mayoría ministerial, defendieron la monarquía, aunque en distintas versiones.

López Domínguez, como su tío, apostaba tibiamente por la candidatura del duque de Montpensier. Contreras, diputado por Lorca, quería llevar al trono, como buena parte de los progresistas, al general Espartero. Pero, sobre todo, se cerró a la posibilidad de que un príncipe extranjero ciñera la corona.

Contradicciones políticas

Una vida da para muchas contradicciones, y en la suya, como en la de López Domínguez, las paradojas abundan. En la votación que convirtió al duque de Aosta en rey de España, Contreras mantuvo su compromiso esparterista. En los meses siguientes, al igual que los generales republicanos Pierrad, Nouvilas y algunos oficiales moderados, se negó a jurar obediencia al nuevo monarca y decidió dejar su puesto en la junta directiva del Partido Progresista Radical.

Por supuesto, los medios federales le aplaudieron, a la vez que trataban de atraerlo a su campo. La Igualdad se refería a él como el «bizarro y dignísimo» general Contreras, e impulsó una campaña de apoyo cuando el Gobierno le desterró a Mahón. Gracias a los votos de los republicanos de Murcia pudo volver a la península para ocupar un escaño en las nuevas Cortes. López Domínguez, por su parte, era el ayudante de campo de Amadeo I.

El militar español Manuel Pavía entró en el Congreso al conocer la derrota del presidente Castelar, disolviendo la Asamblea y acabando con la I República. Grabado coloreado de La Ilustración Española y Americana.La Ilustración Española y Americana

El Partido Republicano Federal ganó con la incorporación de Contreras un importante activo. Al contrario que los progresistas y los unionistas, apenas disponían de generales, si se exceptúa a Pierrad, un anciano venerado como héroe que tenía un papel político poco más que simbólico.

Por eso Contreras, un liberal veterano, curtido con Espartero, contra Espartero, con Narváez y con Prim, fue incorporado al Directorio republicano junto a Figueras, Pi y Margall, Castelar y otros líderes federales. Su empeño era conducir a los republicanos por las vías de la insurrección. Según Estévanez: «Contreras declaró desde los primeros días que él conspiraba».

Pero, dentro del directorio, únicamente contaba con el apoyo del propio Estévanez. A fines de 1872, los dos se pusieron de acuerdo para intentar derrocar al duque de Aosta por la fuerza, pero la intentona, sin el apoyo de la mayor parte del partido, fracasó. Un año más tarde, tras la proclamación de la República y en plena guerra Carlista, Contreras fue designado capitán general de Cataluña, pero la pérdida de la ciudad de Berga y la creciente indisciplina de las tropas le forzaron a dimitir.

Por esas fechas, López Domínguez conspiraba junto a su tío para echar a los federales del poder y desviar el rumbo de la república hacia posiciones conservadoras. Estuvo involucrado en el golpe frustrado del 23 de abril, que le llevó al exilio junto a otros dirigentes liberales como el propio Serrano.

Pero, a los pocos meses, Castelar les permitió volver a España. El presidente del gobierno les necesitaba para aplacar la revolución cantonal que Contreras y Roque Barcia, al frente del sector intransigente del federalismo, habían impulsado. El 13 de julio, Contreras llegó a Cartagena y formó parte del directorio provisional que asumió el poder ejecutivo de la República cantonal.

A fines de ese mes, fue nombrado presidente del titulado Gobierno Provisional de la Federación Española. Aunque formalmente fue Roque Barcia quien terminó encabezando el Gobierno cantonal en Cartagena, Contreras fue el principal protagonista de las acciones militares, desde los bombardeos de Alicante y Almería a la expedición iniciada por tierra para expandir el cantón, que fue derrotada en Chinchilla. Se concentró, por ello, en defender Cartagena, que a fines de 1873 era el único cantón que seguía en pie. En noviembre, Castelar encomendó a López Domínguez la misión de rendir la plaza.

Fama y olvido

Los dos generales dejaron valiosos testimonios sobre la Revolución Cantonal. Al que suscribió Contreras se hizo alusión al comienzo de este artículo. López Domínguez publicó en 1877 una memoria sobre las operaciones del ejército sitiador. Para entonces la situación política había cambiado radicalmente.

La sublevación de Martínez Campos, quien también había tenido el mando del ejército republicano frente al cantón de Cartagena, abrió las puertas de la restauración de los Borbones. López Domínguez no encontró graves problemas para acomodarse al nuevo régimen, aunque fue partidario de su democratización hasta el año 1911, cuando falleció.

En 1879, el general Contreras juró a Alfonso XII para acogerse a una amnistía. Murió en Madrid en 1881. Un periódico republicano aseguraba que «consecuente hasta el fin con sus ideas» murió siendo un «demócrata federal».

* Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Muy Historia.

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