El referéndum del domingo en Ecuador dejó en claro que, frente a la crisis de violencia y seguridad que vive el país, los ecuatorianos están dispuestos a darle carta blanca al presidente Daniel Noboa, pese a los temores expresados por la comunidad acerca de una bukelización.
De 11 preguntas, nueve tenían que ver con el tema de la seguridad. En todas ellas ganó el sí, con más de 60% de los votos. Sí a que las Fuerzas Armadas apoyen a la policía en el combate al crimen organizado sin tener que declarar estado de excepción; sí a que los ecuatorianos señalados de cometer crímenes en el extranjero sean extraditados; sí a endurecer penas por terrorismo, narcotráfico, trata de personas; sí a que el Estado confisque bienes obtenidos por vías ilícitas; sí a que las Fuerzas Armadas realicen controles de armas en los penales y que las armas confiscadas a criminales, de uso exclusivo del ejército y la policía, pasen directamente a manos de estas instituciones.
Lo que los ecuatorianos están diciendo es que la seguridad es máxima prioridad y, en aras de tenerla, tras años de asesinatos y de inseguridad, de motines sangrientos y de pleitos entre bandas ligadas al narco mexicano, decidieron confiar en la estrategia de mano dura de Daniel Noboa. Si más adelante resulta en abusos a los derechos humanos como los que se viven en El Salvador, es otro cantar. Noboa le apostó a este referéndum como una manera de catapultarse a la reelección en las presidenciales de 2025. En las últimas semanas, el gobierno subrayó que el país está en estado de guerra contra el crimen organizado, que la situación es crítica y requiere de cambios radicales.
Incluso la irrupción en la Embajada de México en Quito tuvo ese sentido: dar la idea de que Noboa no está dispuesto a aceptar desafíos de nadie, que tratándose de atrapar delincuentes, como afirma es el exvicepresidente Jorge Glas, está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias. Si bien la comunidad internacional cerró filas con México y ahora Ecuador enfrenta una demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y críticas de todas partes del mundo, el interés principal de Noboa estaba en otro lado: en el nivel interno, en mostrarse como el líder fuerte que cumple su palabra y no se deja amedrentar ni por México ni por el narco.
Noboa necesitaba una bocanada de aire fresco para mejorar sus números, después de haber pasado de 85.47% de popularidad a finales de enero, a 74% en abril. Podría parecer un apoyo más que suficiente, pero la caída de 11 puntos en tres meses es un indicio de que las cosas no van como a Noboa le gustaría, y tampoco tiene mucho tiempo, dado que las presidenciales son en febrero. De seguir el camino de Bukele, buscará aplicar lo más pronto posible los cambios para que mejore la percepción de seguridad de los ecuatorianos y, con ello, impulsar su imagen.
Del otro lado, el referéndum mostró que en el tema económico-laboral, los ecuatorianos no confían en Noboa. La flexibilización de contratos laborales arquea más de una ceja; los ecuatorianos temen que los contratos por hora generen precarización, por más que el gobierno intente venderlo como una estrategia de generación de empleos. Por ello, dijeron no. También dijeron no a aceptar arbitrajes internacionales sobre inversiones en cualquier jurisdicción. Con ello, buscaba revertir una medida adoptada por su archienemigo, Rafael Correa, y atraer la inversión extranjera.
Por ahora, el mandatario ecuatoriano gana tiempo. El empresario es consciente de que debe dar resultados rápido en seguridad, principal preocupación de los ecuatorianos. Si lo consigue, estará en buena posición de pelear la reelección. ¿A quién podría llevarse entre las patas? Está por verse.
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