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viernes, noviembre 29, 2024

Así se preparó el Desembarco de Normandía

El desembarco de Normandía es una de las grandes hazañas militares de la historia. Su complejidad, sus recursos, su ejecución y, sobre todo, sus consecuencias, lo convirtieron en una de las operaciones más determinantes orquestadas por los aliados. La fecha que marcó el trascurrir de la Segunda Guerra Mundial fue el 6 de junio de 1944, pero los preparativos comenzaron 4 años antes. ¿Por qué se plantearon los grandes líderes mundiales desembarcar en Europa? ¿Existían otras alternativas? ¿Hubo otros intentos?

Fotografía de un tanque Churchill y soldados de la Wehrmacht alemana entre las barreras de separación en el puerto francés de Dieppe en agosto de 1942. Foto: Getty.

El porqué del Desembarco

Durante los dos primeros años de la guerra, Adolf Hitler y su poderoso ejército barrieron toda Europa sin apenas resistencia, incluyendo una asediada Gran Bretaña. Aunque no llegaron a penetrar en este territorio, gracias a los esfuerzos de los valerosos pilotos de la Royal Air Force, lo cierto es que las bombas de la Luftwaffe convirtieron las calles inglesas en un verdadero infierno. Para alivio de los británicos, en 1941 el Fürhrer no tardó en poner su empeño en una nueva empresa: la llamada operación Barbarroja (la invasión a la potente Unión Soviética).

A lo largo de todo el conflicto, los aliados se enfrentaron a varios y graves problemas: la existencia de dos frentes de combate, la débil economía o la falta de recursos para poder continuar la guerra fueron algunos de ellos. Pero también la necesidad de un frente común ante la gran amenaza.

En cuanto a los escasos recursos, Gran Bretaña y la URSS contrajeron una serie de acuerdos con EE. UU. para solventar la falta de liquidez y poder rearmar sus tropas. El primero de ellos fue el llamado Cash and Carry. Firmado pocos meses después del inicio de las hostilidades, este tratado garantizó la venta de productos a todos los países en guerra con Alemania. Otra de las leyes aprobadas por el Congreso estadounidense fue la de Préstamo y Arriendo, que permitió la venta o el préstamo de material a cambio del alquiler de bases militares y navales. Esto solucionó en gran medida las necesidades aliadas durante los primeros años. El devenir de la guerra quedó marcado pocos meses después con la entrada de los americanos en el conflicto.

Pero había otras dificultades además de las económicas. Con una URSS devastada por la guerra, Iósif Stalin puso de manifiesto la necesidad de abrir un nuevo frente que dividiera al ejército alemán y diese un respiro a los soviéticos. Para ello, los aliados requerían de una base desde donde iniciar este ataque. Así dio comienzo la operación Round-Up en abril 1942, una acumulación de material y tropas sin precedentes al sur de Gran Bretaña. Este acopio se tradujo en la llegada de millón y medio de hombres y cinco millones de toneladas de suministros, entre otros.

Nuevo frente

El desembarco en Normandía no fue la primera opción ni el primer intento por abrir un nuevo frente en la guerra antes de las exigencias soviéticas. En fechas muy tempranas, en agosto de 1942, se puso en marcha la operación Jubilee, el asalto al puerto francés de Dieppe con cinco mil canadienses, mil británicos y cincuenta estadounidenses. El resultado fue un enorme fiasco. El problema más importante fue la pérdida del factor sorpresa: cuando un barco alemán que se dirigía al mismo puerto se cruzó con los buques aliados. 

Dieppe, Francia, 19 de agosto de 1942. Los cuerpos de soldados canadienses yacen entre lanchas de desembarco dañadas y tanques Churchill del regimiento de Calgary tras la operación Jubilee. Foto: ASC.

En esta batalla de aproximadamente seis mil hombres, murieron dos mil y otros dos mil fueron capturados. Este fracaso puso sobre la mesa la necesidad de un ataque planeado al milímetro para evitar volver a ser derrotados. Una de las primeras medidas fue la creación del COSSAC, la Jefatura del Estado Mayor del Comandante Supremo Aliado, desde donde dirigir todas las operaciones encaminadas al ataque.

Otro intento, esta vez culminado en victoria, fue el desembarco en África. Mientras los soviéticos y alemanes luchaban en la encarnizada batalla de Stalingrado, los aliados prepararon la ofensiva sobre el Mediterráneo, en la llamada Operation Torch (operación Antorcha) ante las insistencias de Churchill de abrir una brecha en Europa desde el Mediterráneo y descartar la acción desde el canal de la Mancha. El 8 de noviembre de 1942, desembarcaron las tropas estadounidenses y británicas en Marruecos y Argelia (gobernada por la Francia de Vichy) para abrir un segundo escenario y controlar el norte de África para una posible invasión a Europa desde allí.

Las tropas estadounidenses desembarcan el 8 de noviembre de 1942 en Arzew, cerca de Orán, en Argelia como parte de la operación Antorcha. Foto: Getty.

Tras conseguir convencer al almirante de Vichy en África, François Darlan, de cambiar de bando y unirse a los aliados, se dirigieron a las bases del eje en Túnez. Ante el empuje, las órdenes recibidas desde Berlín fueron la vuelta a casa de Erwin Rommel y dejar la costa africana a los invasores. Esta operación tuvo una importancia significativa: fue la primera acción conjunta de los aliados en la guerra y supuso una toma de contacto a un desembarco a gran escala.

A nivel político, el 12 de mayo de 1943 se inició la Conferencia Trident en Washington entre Franklin Roosevelt y Winston Churchill. En ella se acordó la ocupación de Italia y se adquirió el compromiso de preparar veinte divisiones en Gran Bretaña para invadir Francia en la primavera siguiente. La misión fue designada con el nombre de operación Overlord. Entretanto, en la URSS se libraba una de las ofensivas más importantes del frente ruso, la batalla de Kursk.

En agosto de este mismo año se reunieron de nuevo Roosevelt y Churchill, esta vez acompañados por el presidente canadiense Mackenzie King. Lo hicieron en Quebec, en la Conferencia de Quadrant, para discutir los planes de ataque del Día D y la rendición italiana. Durante las conversaciones, surgieron tiranteces entre EE. UU. y Gran Bretaña, pues los primeros querían alejar las tropas aliadas de Italia para centrarse en la operación Overlord, mientras que los segundos insistían en abrirse paso por Europa a través de la frontera italiana. En este punto, los estadounidenses se mantuvieron inflexibles. Como curiosidad, en la conferencia se trató también el Proyecto Manhattan, firmando un acuerdo secreto para el control común del plan nuclear.

Winston Churchill y Dwight D. Eisenhower. Foto: ASC.

Los preparativos

Los aliados tuvieron que acordar varios interrogantes: ¿dónde se produciría el desembarco? ¿En qué fecha? ¿A qué hora?

Estaban de acuerdo en que el desembarco se debía producir cerca de la costa inglesa para ganar rapidez tanto en el traslado de tropas como en el apoyo aéreo. Se pensó en el Pas-de-Calais por ser el punto más cercano entre Gran Bretaña y Francia, pero se toparon con un gran inconveniente: la existencia del Muro Atlántico, una serie de defensas ideadas para impedir la invasión desde Francia que se extendían cuatro mil kilómetros desde Noruega a España. El primer borrador, elaborado por el COSSAC, establecía el ataque en tres playas de Normandía, pero Eisenhower vio la necesidad de ampliar el plan en más sectores para incluir la base de la península de Cotentin. Para fijar la fecha, los aliados contaron con meteorólogos a los que se ordenó establecer el día con mayor visibilidad. El elegido en principio fue el 5 de junio. En cuanto a la hora, los matemáticos se encargaron de escoger el mejor horario, de madrugada, ya que la bajamar dejaría a la vista las trampas que los alemanes tenían en las playas.

Búnker de la Segunda Guerra Mundial en la playa de Wissant, Nord-Pas-de-Calais, Francia. Foto: Getty.

Los días previos

Hasta el último momento, los aliados estuvieron mirando al cielo para concretar el día y la hora del asalto. A las puertas del desembarco, los informes del meteorólogo jefe de Eisenhower avisaron de un cambio climático negativo durante los primeros días de junio que llevaron al general a aplazar la operación. Desde el Southwick House, la base naval de Portsmouth y Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada (SHAEF), se ordenó el envío de dos submarinos a la costa francesa que sirviesen como guías a los barcos el Día D; pero el empeoramiento del clima hizo retrasar los planes al menos veinticuatro horas y obligó a ambos sumergibles a regresar. Sin embargo, las previsiones anunciaron una mejora significativa en el tiempo a partir de esa noche.

Durante la madrugada del 5 de junio, el tiempo dio un respiro y hubo que tomar una decisión. ¿Desembarcar o esperar? Los meteorólogos preveían un ciclo de clima adverso hasta pasados quince días, lo que podía poner en riesgo toda la operación. Finalmente, el general al mando de la SHAEF, Dwight Eisenhower, dio luz verde. La suerte también jugó su papel y la mala visibilidad hizo que las patrullas alemanas que vigilaban no salieran esa noche. Esto permitió que el avance hacía las playas se hiciese según lo previsto. A las 9:00 los barcos zarparon dirección a la costa.

La resistencia francesa, con aproximadamente trescientas cincuenta mil personas, llevó a cabo labores de sabotaje durante estos últimos días. Sus miembros ocasionaron el descarrilamiento de trenes cortando treinta y siete líneas antes de la invasión. Eso hizo que la única vía para hacer llegar refuerzos al frente fuesen las carreteras. En los últimos momentos, los franceses pusieron en marcha el plan Violeta, el corte de los cables de comunicaciones nazis. Esto obligó a los alemanes a utilizar la radio para realizar los avisos de la llegada de los aliados, lo que permitió que pudieron ser descodificados por las bases británicas.

Cinco playas

La SHAEF dividió las zonas del desembarco en dos sectores. La Fuerza Expedicionaria Occidental, encargada a los estadounidenses, atacaría las playas de Omaha y Utah. La Fuerza Expedicionaria Oriental, formada por británicos y canadienses, haría lo propio en Sword, Gold y Juno.

Omaha fue el gran reto del Día D por sus altos acantilados. Los norteamericanos la escogieron a sabiendas del ingente número de bajas que sufrirían. Utah, por su parte, estaba mucho menos defendida.

Los prisioneros alemanes fueron retenidos en la playa de Omaha, donde las fuerzas de invasión estadounidenses habían desembarcado el 6 de junio. Foto: Getty.

El sector británico se centró en el ataque a las playas de Sword y Gold. La primera tenía especial importancia al estar a tan solo quince kilómetros de la ciudad de Caen. El objetivo era tomarla cuanto antes para poder establecer los aeródromos y contar con el apoyo de la RAF. Gold también suponía un peligro similar al de Omaha por los acantilados, por lo que se estableció el mismo plan de ataque.

Por último, Juno, el sector canadiense, presentaba dos dificultades: existían municipios costeros que los nazis habían fortificado y las dunas que rodeaban la playa imposibilitaban un avance rápido.

Soldados avanzando desde la playa y hacia una colina. Foto: Getty.

Mientras en el Reich…

Otra de las claves de la victoria aliada fue la poca preparación de Hitler. La magnífica estrategia militar y defensiva de años anteriores había perdido su efectividad con el paso del tiempo. Tras el desastre de Dieppe, y a sabiendas de que los aliados volverían a intentar la invasión, el Führer envió al mariscal Rommel a supervisar y mejorar las defensas del Muro Atlántico.

Algunas de las decisiones del mariscal fueron el despliegue de unidades militares, la instalación de obstáculos en las playas que dificultasen la incursión, el uso masivo de minas (se colocaron cinco millones y su plan era llegar a los veinte) y la apuesta por los famosos “espárragos de Rommel”. Estas medidas crearon dificultades a los aliados, pero tanto Rommel como el mariscal de campo Rundstedt estaban convencidos de que se trataba de algo más espectacular que eficaz, ya que era imposible una defensa completa de los miles de kilómetros de costa francesa. Otra medida fue reforzar las ya existentes plazas fuertes, pero para el Día D no se habían terminado ni el 40 % de las obras previstas.

Gerd von Rundstedt y Erwin Rommel en París. Foto: ASC.

Ambos creían en la necesidad de un mando único y efectivo en el oeste que supervisase la aviación y el ejército para establecer un plan defensivo, una vez se produjese el ataque. Pero esto no sucedió y Hitler mantuvo todo su control, lo que hizo retrasar cualquier puesta en marcha de medidas en caso de necesidad de los aliados.

Las primeras advertencias a los cuarteles generales alemanes, incluidas las que llegaron al Berghof –la residencia de verano de Hitlerno se tomaron en consideración. Los días previos habían tenido numerosos avisos falsos de invasión y pensaron que este era uno más. Cuando se tuvo constancia de lo ocurrido en Normandía, tanto el ejército como el mando consideraron que se trataba de una maniobra de distracción para el verdadero ataque en el Pas-de-Calais, donde, estaban convencidos, desembarcarían parte de las tropas aliadas. Otro hecho que les hizo desconfiar fueron los informes meteorológicos germanos erróneos que predecían fuertes tormentas en la costa durante el Día D. Con ese tiempo, creyeron, no se podría navegar ni volar. Los aliados temían un gran contraataque de las unidades Panzer pero, para su fortuna, Hitler no tomó las primeras decisiones de intervención hasta la tarde del día 6.

Para culminar la cadena de errores alemana, se pensó que, aunque la invasión se produjese, las unidades militares del Tercer Reich serían capaces de aplastar al enemigo como ya habían hecho anteriormente. Todo ello le costó caro a la Alemania nazi.

La Kehlsteinhaus, o Nido del Águila, fue proyectado por el régimen nacionalsocialista en los Alpes bávaros cerca de Berchtesgaden. Foto: Shutterstock.

La batalla, en cifras

Para hacerse una idea de este despliegue sin precedentes, las fuerzas aliadas contaban con treinta y cuatro cuerpos de infantería, más de quinientos aviones, entre bombarderos, cazas y escuadrones de transporte, y más de nueve mil naves, con setenta y seis buques de guerra y cinco mil barcos. Se dispuso de unos tres millones quinientos mil efectivos.

En cuanto a la respuesta alemana, estos tenían diez divisiones de infantería en el Muro Atlántico, doce divisiones acorazadas Panzer y cinco batallones acorazados pesados.

Conclusiones

La brillante ejecución del plan establecido desde el Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada; la unión de fuerzas por parte de todas las naciones aliadas; la organización de la compleja operación Overlord bajo un único mando; el gran despliegue de efectivos militares y económicos para llevar a cabo la decisión arriesgada (pero necesaria) de dar un giro a la guerra o las misiones tras las líneas enemigas fueron unos de los puntos clave para que el desembarco de Normandía resultase la gran victoria aliada.

La falta de previsión y organización en la franja occidental francesa; la inexistencia de un mando único que gestionase todas las operaciones; la tardanza en reaccionar por parte del Estado Mayor alemán tras el desembarco; el caso omiso a las solicitudes y exigencias de los jefes de unidades como el mariscal Erwin Rommel o el mariscal Rundstedt para mejorar las defensas del Muro Atlántico y la escasez de efectivos en esta zona a sabiendas de un más que posible nuevo intento aliado de atacar Francia fueron los grandes fracasos de Alemania.

Podemos concluir que el desembarco de Normandía fue el principio del fin del Reich.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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