nstagram se ha convertido en un entretenido baile de belleza en el que desfilan influencers con mascarillas de colores, parches en los ojos, gadgets de formas variopintas… ¡Entran ganas de enganchar la bolsa de pipas! Lo último con lo que me topé en uno de estos inspiradores carruseles de fotos fue un rostro cubierto con lo que parecían ser maxipegatinas pegadas en la frente, las mejillas y debajo del mentón donde podía leerse «
Emface».
Para saber más sobre este
tratamiento facial –y probarlo– acudo a Eres Medicina Estética, la primera clínica en Madrid que se hizo con la máquina de Emface. Me recibe la doctora Raquel Moreno Pentinel, médico estética y toda una experta en la materia. Antes de comenzar, atiendo sin pestañear y con la mirada clavada en el ordenador a su clase maestra sobre anatomía facial. «Hace muchos años que llevo entendiendo el
envejecimiento capa a capa, ya que afecta a todas las estructuras que forman parte de la cara.
Casi toda la
aparatología médica está destinada a tratar piel, mientras que Emface es una de las pocas tecnologías que también trabajan los niveles más profundos, que son las fascias, los ligamentos y los músculos. Era la pieza del puzle que me faltaba porque hasta que apareció no existía prácticamente nada para la musculatura. Quizás por eso ha supuesto una revolución dentro de la
medicina estética», me cuenta.
En qué consiste Emface
Lo llaman el
lifting facial no invasivo porque logra
reafirmar el rostro de manera notable,
sin agujas y a través de electrodos que emiten dos tecnologías diferentes: por un lado radiofrecuencia a 42 grados, que produce un calentamiento que estimula el colágeno y la elastina, con lo cual mejora la textura de la piel; por el otro HIFES, estímulos estímulos eléctricos de alta intensidad que actúan sobre el nervio motor y mandan la señal al músculo para que se contraiga. «La contracción (involuntaria) que produce es máxima. Aumenta el tono muscular pero también es capaz de generar fibras musculares nuevas», apunta la doctora Moreno Pentinel.
En su clase de anatomía facial, me habla de músculos depresores, que son los que nos ponen tristes y «tiran» la cara hacia abajo, y los elevadores, que lo llevan todo arriba. Emface trabaja sobre estos últimos. «Son el frontal, que se encarga de levantar las cejas, los cigomáticos y el risorio. Al aumentar el tono y las fibras musculares, el músculo recupera su fuerza de tracción y hace el efecto lifting que buscamos:
eleva las cejas y es capaz de tirar de la mejilla hacia arriba».
Mi experiencia con electrodos en el rostro
Lo primero que me colocan es una placa de retorno para que la energía no se disperse y los electrodos se queden donde se tienen que quedar: en mi cara. A continuación,
la experta limpia a conciencia mi piel con un grueso exfoliante enzimático que enseguida se transforma en un aceite ligero. La piel queda suavísima. Me cuenta que las zonas donde va a poner a trabajar a los electrodos son los pómulos y la frente, puesto que no tengo papada (
Emface acaba de lanzar Submentum, un nuevo parche para debajo del mentón que quema grasa de esta zona a la vez que actúa sobre el músculo digástrico para reafirmar. Toma nota si acabas de echarte la mano «ahí»).
Me invita a sonreír «muy fuerte» y a levantar las cejas para marcar con un lápiz el lugar exacto en el que pegará los
electrodos, que son como tres parches tamaño XL. Cada persona es diferente, me explica, y se puede tener un lado más alto que el otro, gesticular asimétricamente o que la musculatura difiera a izquierda y derecha. Tras colocarlos, conecta los apliques por donde se transmite la energía. Mi cara ya está sintonizada, así que pulsa el «play» en una pantalla.
Primera sensación: el calor de la radiofrecuencia va llegando, y aunque aumenta en intensidad
se tolera muy bien. Por su parte, la tecnología electromagnética (HIFES) no duele pero es rara. Arranca en un nivel bajo y se sube gradualmente hasta 100, el máximo. Siento el estrujamiento involuntario de mi cara provocado las
contracciones y un hormigueo constante. Además, parece que me están tocando el pelo y resulta ser un espejismo. «Se debe a que el músculo de la frente tiene una fascia que llega hasta el hueso occipital, y eso hace que notes la contracción arriba», explica la doctora, y me cuenta que la primera vez que se lo hizo le entró un ataque de risa incontrolable (en este tratamiento los músculos van por libre). Cuando el cerebro identifica la extraña sensación hasta te relajas.
Emface llega a su fin. Me quitan los electrodos y me aplican con pincel un refrescante sérum a base de
ácido hialurónico, elastina y colágeno. Encima, crema y protección solar con un ligero tono. «Te ha quedado la piel genial. No necesitas ni maquillarte», dice la experta mientras me anima a mirarme en el espejo. «
La notarás más firme hasta pasados dos meses porque la musculatura sigue trabajando».
Vídeo.
Las cirugías estéticas que más se practican España.
Qué efectos tiene, número de sesiones y cuánto cuesta
Emface es como un entrenamiento de gimnasia pasiva que pone toda la musculatura en órbita. Levanta los pómulos y al hacerlo
define todo el arco mandibular, mejorando la flacidez (un efecto secundario es que el surco nasogeniano se suaviza). También eleva la posición de las cejas, pues tracciona sobre el músculo frontal. «En los estudios realizados con el aparato se ha visto que aumenta un 26% el colágeno, multiplica por dos la elastina y hay un 37% menos de arrugas», comparte la doctora.
¿Indicaciones? A partir de los cuarenta años, que es cuando se empieza a tener flacidez muscular. Las motivaciones para elegirlo son variadas, según comentan en el centro: hay quien lo utiliza como
complemento a tratamientos con ácido hialurónico y con bótox y quienes tienen tal pavor a las agujas que, en lugar de infiltrarse, prefieren estos protocolos no invasivos.
Se recomiendan cuatro sesiones seguidas, una por semana, y otra de mantenimiento cada tres meses. El precio es de
1.350 euros el bono de 4 sesiones (muy similar en los distintos sitios de Madrid donde tienen la máquina).
A favor
–
El resultado es inmediato. Sales del tratamiento con una textura de piel tan tersa que parece que vas maquillada.
-Resulta
cero agresivo: si oyes «infiltraciones» o «inyecciones» y te echas a temblar, deberás saber que Emface es muy suave con la piel.
– La sensación rara con los electrodos puestos en la cara
solo dura 20 minutos. En el tiempo que actúa, la terapeuta realiza un relajante masaje de manos.
-El tratamiento
se completa con limpieza, exfoliación, sérums y crema, con lo cual el resultado se sublima.
En contra
-Habrá quien prefiera ir al lío, olvidarse de los complementos y poder realizarse un tratamiento «lunch time» en 20 minutos y no la hora de duración que transcurre entre la limpieza y el SPF final.
–
La sensación con los electrodos es rara y el cerebro tarda en reconocerla. Pero hablamos de unos minutos y para cuando quieras darte cuenta te habrás acostumbrado.
-La radiofrecuencia
puede dejar la piel enrojecida, pero nada que no camufle una buena protección solar con color.
Otros tratamientos con resultados similares
En cuanto a aparatología, Emface podría compararse con la
electroestimulación, pero en este caso la contracción que generan los impulsos eléctricos es mucho menor, con lo cual proporcionan menos tono muscular.
Ultherapy también trabaja capas más profundas, aunque a nivel de fascias y ligamentos de suspensión, no de músculos (por otro lado, es más efectivo en dermis, al igual que
Thermage). Lo principal es barajar las opciones y dejarse orientar por un especialista.
Si hablamos de terapias manuales,
kobido es un masaje que también trabaja la musculatura y aumenta el tono, pero no tiene tanta durabilidad. ¿Qué ocurre con el yoga facial? Ni la contracción es tan grande ni nadie es suficientemente constante como para hacerlo el tiempo suficiente a diario. Hay otro «pero»: si no tienes el conocimiento para hacerlo bien, las contracciones puedes generarte arrugas de expresión.