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viernes, octubre 4, 2024

«La utilización de animales, más de 16 millones en la Primera Guerra Mundial, condicionó el devenir de estos conflictos»

La historia de la humanidad está marcada por la violencia y el conflicto, por la lucha por el poder y el dominio sobre los demás. En este contexto, los seres humanos no han dudado en utilizar a los animales como instrumentos de guerra, como aliados forzados o como víctimas colaterales. Sin embargo, la contribución y el sacrificio de estos animales ha sido ignorado o minimizado por la historia oficial, que se ha centrado en los héroes y los villanos humanos.

El biólogo y divulgador científico David Sánchez ha querido rescatar del olvido a estos animales de combate, que han jugado un papel crucial en la historia militar desde la antigüedad hasta la actualidad. En su libro Animales de combate, publicado por la editorial Pinolia, Sánchez realiza un recorrido histórico por las diferentes formas en que los animales han participado en las guerras, ya sea como armas, como medios de transporte, como espías, como mensajeros, como detectores de minas o como mascotas.

El libro no es solo un relato de guerra, sino también un homenaje a todos los animales que han perdido la vida o han sufrido las consecuencias de los conflictos humanos, que tantas veces han arrasado con todo a su paso. Sánchez nos invita a reconocer y agradecer el valor y la lealtad de estos animales, que han sido fieles compañeros de los soldados, que han salvado vidas humanas y que han demostrado una inteligencia y una sensibilidad extraordinarias.

Para conocer más sobre el libro y sobre el autor, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a David Sánchez, que nos ha contado los detalles de su nueva obra.

Pregunta. ¿Cuál fue la inspiración detrás de escribir “Animales de combate”?

Respuesta. Si hablo con sinceridad, es Pinolia la que se pone en contacto conmigo, a través de Eugenio Manuel Fernández para hacerme la propuesta de escribir un libro con un título cerrado: “Animales de Combate”. La persona que les da mi nombre es Carlos Lobato, al que estaré eternamente agradecido por ello. Carlos es profesor de Biología, como yo, y ambos compartíamos y seguíamos, desde hacía varios años, nuestro trabajo de divulgación a través de las redes sociales. En ese momento él se encontraba trabajando en su obra “El arte de nombrar la vida” y pone mi nombre sobre la mesa, con la confianza y seguridad de que si aceptaba el proyecto podía hacer un buen trabajo. Lo acepté inmediatamente, ya que consideraba que era una oportunidad que no podía dejar escapar. El tema me parecía interesante y estaba seguro que sería capaz de hacerlo bien. Además, la historia siempre me ha gustado. Tengo buenos recuerdos de mi profesor de Historia de España en Bachillerato, creo que consiguió transmitirme su pasión por su asignatura.

Aunque llevo varios años coordinando una sección de divulgación científica con mis alumnos en el periódico Viva Conil y creando contenido en las redes, esta es mi primera experiencia como autor, (había colaborado previamente junto a otros autores en “Del Perro al Lobo” también de la editorial Pinolia y en un par de ediciones de la revista MUY) pero sinceramente no tenía referencias sobre mi capacidad para escribir a este nivel. Mis influencias a la hora de escribir son muy claras, llevo muchos años devorando un formato de divulgación característico de autores como José Ramón Alonso, Ignacio López Goñi, Raúl Rivas o el propio Eugenio Manuel Fernández.

P. ¿Cuál es el caso más sorprendente de un animal involucrado en una guerra que encontraste durante tu investigación?

R. Bombas de insectos, perros kamikaze, palomas y gatos espías… A lo largo del libro aparecen muchas anécdotas sorprendentes, por lo que quedarse con una me resulta complicado. Puede que la utilización de cerdos para combatir a los poderosos elefantes sea una de mis preferidas. Existen referencias históricas que documentan que su chillido causaba verdadero pánico entre los paquidermos. En un momento dado, buscando una manera para contrarrestar la contundencia de estos animales en el campo de batalla, a alguien se le ocurrió untar a los marranos en aceite, brea o resina y prenderlos de fuego. La medida acabó resultando ser tan cruel como eficaz.

Otro de los proyectos curiosos y desesperados fue el empleo de bombas de murciélagos durante la Segunda Guerra Mundial. Se arrojarían desde el cielo y, teóricamente, al caer sobre las ciudades japonesas se esconderían en edificios y graneros, momento en el que se activaría la carga explosiva, provocando multitud de incendios al mismo tiempo. Como en tantas situaciones en las que el éxito dependía de la eficiencia del animal, la operación resultó un verdadero fracaso. Tras invertir cerca de 2 millones de dólares y realizar toda la fase de experimentación, el programa fue finalmente abandonado.

P. ¿Cómo afectó la participación de los animales en conflictos bélicos a la percepción histórica de esos eventos?

R. Debido a mi formación (soy biólogo, no historiador) esta es la pregunta más compleja de responder. En primer lugar, está claro que la utilización de animales, más de 16 millones por ejemplo en la Primera Guerra Mundial, condicionó de una manera significativa el devenir de estos conflictos. Los animales se utilizaron prácticamente para todo: transporte, mensajería, como monturas, ataque directo, servicio de espionaje, compañía, entretenimiento, localización de enfermos, transmisión de enfermedades e incluso como alimento en situaciones de máxima necesidad.

La gran cantidad reclutada y la crueldad con la que muchos de ellos fueron sacrificados puede haber contribuido, de alguna manera, a aumentar la sensibilidad y el rechazo de la sociedad hacia estos sucesos. Es cierto que no es un tema del que se sepa mucho, fuera de los canales especializados, no es común analizar una guerra considerando el trato vejatorio al que han podido ser sometidos los animales empleados. Supongo que, por un lado, para muchos simplemente fueron otro recurso más del que valerse para alcanzar la victoria, y, por otro lado, porque al darle visibilidad a esta realidad queda retratada, un poquito más, la aciaga condición humana.

El haber escogido “héroes” entre estos millones de vidas perdidas ha ayudado a generar un impacto mayor en la memoria colectiva. Puede que la muerte de roedores, reptiles o insectos genere cierta indiferencia, pero animales como el perro, el gato o el caballo son especies que gozan de nuestra simpatía y cariño, y su pérdida causa un dolor especial entre las personas que aman los animales. Supongo que por eso los individuos con más fama y reconocimiento pertenecen a estas especies: Laika, Vaska, Warrior, Simon, Félicette, el Sargento Stubby, fueron escogidos intencionadamente para lograr infundir orgullo y lealtad entre las tropas. Algunos de ellos fueron agasajados en vida con desfiles y condecoraciones; El cuerpo de otros reposa expuesto en las vitrinas de museos y memoriales conmemorativos. Con el paso del tiempo se han convertido en propaganda y simbología militar.

P. ¿Qué papel desempeñaron los delfines detectores de minas y explosivos en la historia militar?

R. Delfines, belugas e incluso leones marinos son especies que no nos esperaríamos encontrar como animales reclutados para un enfrentamiento bélico. Sin embargo, su gran inteligencia, disciplina para el entrenamiento y la capacidad para crear mapas mentales de su entorno gracias a la ecolocalización los convertían en soldados muy aptos para tareas de protección de instalaciones portuarias y de barcos, recuperación de equipos de prueba y detección de artefactos explosivos y buzos enemigos.

Durante la Guerra Fría, tanto EEUU como la extinta Unión Soviética desarrollaron programas muy ambiciosos de adiestramiento de mamíferos marinos. Actualmente estos proyectos siguen recibiendo gran cantidad de fondos del estado y estos animales todavía son empleados en este tipo de tareas. Sin ir más lejos, recientemente Rusia ha reforzado las defensas de sus bases en la península de Crimea debido al conflicto que vive con Ucrania. Estos delfines participan en tareas de protección, espionaje e incluso se ha llegado a debatir, sin prueba alguna, sobre la posibilidad de que hubieran sido adiestrados para colocar minas explosivas y atacar hasta causar la muerte a buzos enemigos.

Las palomas eran comúnmente utilizadas como elementos para la transmisión de mensajes. Foto: Istock

P. ¿Cuál fue el destino de los perros kamikazes cargados de explosivos?

R. Tristemente, la muerte. Aunque el plan inicial soviético era su adiestramiento para depositar la carga explosiva bajo los tanques alemanes y regresar sanos y salvos, a la hora de la verdad, los perros se desorientaban o regresaban sin soltar la carga, ocasionando más daño en el propio bando que en el enemigo. Como la eficacia era demasiado baja para la cantidad de tiempo y recursos dedicados a su entrenamiento, los responsables del programa decidieron que era mucho más rentable sacrificar directamente al propio animal. Miles de animales perdieron la vida de esta forma en el bando soviético para intentar frenar el avance de los carros de combate nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Bien como consecuencia de la explosión o perseguidos y abatidos por los soldados alemanes.

P. ¿Hubo algún animal que destacara por su valentía o habilidades excepcionales en el campo de batalla?

R. Es muy probable que, con el número tan elevado de animales reclutados a lo largo de la historia de la guerra, fueran muchos los héroes, con nombre o sin él, que tuvieran una participación digna de ser recordada. Como menciono en el libro, tristemente sólo las condecoraciones permiten perpetuar el nombre de los valientes que sacrificaron su vida en combate. De esta manera, tenemos varios ejemplos conocidos, y que incluso han sido utilizados por la industria del cine: “Cher Ami” la paloma que consiguió salvar a 194 soldados de la 77.ª División de Infantería norteamericana en la Ofensiva de Meuse-Argonne, durante la Primera Guerra Mundial. A pesar de ser abatida en vuelo, alcanzó su palomar y entregar el mensaje de ayuda con éxito. El “Sargento Stubby”, un “Boston bull terrier” que tiene el honor de ser el animal más condecorado por el ejército norteamericano durante este mismo conflicto. Con sus ladridos alertó a su tropa de un ataque con gas mostaza. Posteriormente colaboró en la captura de un espía enemigo. Estos actos le valieron el grado de Sargento. Tampoco quiero olvidarme de “Warrior” el caballo británico que sobrevivió durante cuatro años a todas las batallas en las que participó, ganándose el sobrenombre de “el caballo que los alemanes no pudieron matar”.

P. ¿Cómo influyeron los elefantes de combate en las estrategias militares de la antigüedad?

R. La aparición de los elefantes indios en la Batalla de Gaugamela supuso un antes y un después en el avance de Alejandro Magno a través del contienen asiático. Salvando las distancias, estos animales eran lo más parecido a carros de combate. ¡aparentemente imparables! Su estampida era arrolladora, rompían las líneas enemigas con facilidad y su imponente presencia en el campo de batalla intimidaba a los caballos enemigos. Además, podían usarse para el transporte, despejar zonas de paso o como torre de vigilancia.

Posteriormente serían un elemento importante en las Guerras Pírricas en Europa y alcanzarían su momento de esplendor durante la Segunda Guerra Púnica, cuando el general cartaginés Aníbal atravesaría con ellos la Península, los Pirineos y los Alpes para tratar de alcanzar Roma. En la Batalla de Trebia, sus elefantes provocaron estragos entre las tropas galas y romanas, que sufrieron muchas derrotas antes de encontrar la forma de combatirlos. Curiosamente, sólo uno de sus elefantes sobrevivió a esta epopeya: “Suru”. Desde el año pasado, la nueva mascota del FC Cartagena recibe este nombre en su honor.

David Sánchez narra cómo los animales han participado en los conflictos bélicos, desde los elefantes que usó Aníbal hasta las palomas que llevaron mensajes en la Primera Guerra Mundial. ilbusca / iStock

P. ¿Qué papel jugaron las palomas espías y mensajeras en la comunicación durante las guerras?

R. En un momento en que las telecomunicaciones no estaban tan desarrolladas como hoy en día, el envío de un mensaje de la forma más rápida posible podía marcar la diferencia entre una victoria y una derrota. En este sentido, las palomas fueron un arma clave, principalmente en las grandes guerras. Gracias al cine se conocen proezas como la de “Cher Ami”. Sin embargo, existen otras muchas referencias a situaciones en las que el comportamiento de estas aves ha sido crucial para el devenir de la historia. Sin ir más lejos, alrededor de 16.000 palomas fueron arrojadas sobre la Francia ocupada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. 1.800 de ellas consiguieron regresar a Inglaterra portando información valiosa para el servicio de espionaje inglés, el MI5. El Confidential Pingeon Service puso su granito de arena para facilitar el final de la guerra. El 12 de junio de 1944 la paloma “Paddy” regresaba a la base militar de Hampshire con el mensaje de la llegada de las tropas aliadas a las costas francesas de Normandía. Su proeza fue reconocida posteriormente con la prestigiosa medalla Dickin, la más alta condecoración al mérito animal en combate.

P. ¿Existen casos documentados de mascotas que se convirtieron en héroes en el frente de batalla?

R. Existen muchos, es lógico, pues los soldados pasaban mucho tiempo en el frente, en unas condiciones muy duras y la compañía de una mascota podía ayudar a sobrellevar mejor esta situación. Ya hemos mencionado anteriormente al “Sargento Stubby” pero hay muchos ejemplos más. Es muy curioso el caso de “Wojtek”, un oso pardo adoptado por la 22º Compañía de Suministros de Artillería del ejército polaco durante la Segunda Guerra Mundial y que llegó a alcanzar el grado de teniente; del cabo “Jackie, un macho de macaco, condecorado en la primera Guerra Mundial por el ejército sudafricano o de Simon, un gato que sirvió en la Marina Real británica a bordo de la balandra de guerra HMS Amethyst. Su eficacia exterminando las ratas en cubierta le hicieron también merecedor de la medalla Dickin.

David Sánchez, autor de ‘Animales de combate’ (Pinolia, 2024). Fotografía cedida por el autor.

P. ¿Cuál es el mensaje principal que esperas que los lectores obtengan de tu libro?

R. En primer lugar, mi absoluto rechazo a cualquier tipo de conflicto bélico, sobre todo, aquellos que están costando actualmente la vida a niños y civiles inocentes. La guerra es un acto cruel, innecesario e injustificable. Centrándome en el libro, me gustaría que, aparte de todas las curiosidades, anécdotas y sorpresas que ofrece el libro, el poso que quedase tras acabar el libro fuera la necesidad de hacer una profunda reflexión sobre la desigual relación que ha mantenido el ser humano con los animales a lo largo de la historia.

Me gustaría que, aparte de todas las curiosidades, anécdotas y sorpresas que ofrece el libro, el poso que quedase tras acabar el libro fuera la necesidad de hacer una profunda reflexión sobre la desigual relación que ha mantenido el ser humano con los animales a lo largo de la historia. Aparte de su utilización en batalla, en el libro se abordan, sin profundizar demasiado, temas tan controvertidos como la existencia de los Parques Zoológicos, la investigación animal o la tauromaquia.

Cuando explico en mis clases las pirámides tróficas en un ecosistema, me gusta colocar en la cúspide al ser humano, como el gran superdepredador, capaz, pese a su aparente fragilidad, de poner en entredicho la supervivencia del resto de seres vivos con los que comparte el planeta. Sinceramente, soy bastante pesimista sobre la posibilidad de revertir la delicada situación en la que ahora mismo se encuentra el planeta por nuestra culpa. Es necesario un cambio radical e inmediato, para abrazar una conciencia ambiental global, en la que, por encima de todo, se promueva el respeto por todas y cada una de las formas de vida. Y este cambio debe comenzar, obligatoriamente, en los centros educativos, desde las edades escolares más tempranas.

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