Un nuevo estudio revela que los excrementos de pingüinos emiten gases que ayudan a formar nubes en la Antártida, lo que podría influir directamente en el clima local y global.
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En la costa antártica, donde el silencio solo lo rompe el graznido de un ave marina o el crujido del hielo, un grupo de científicos ha identificado un fenómeno inesperado: los pingüinos podrían estar ayudando a formar nubes. Sí, así como suena. Y no es por su simpática presencia o por algún extraño ritual de apareamiento, sino por algo tan cotidiano como lo es su guano, o en términos más directos, su caca.
Un nuevo estudio publicado en Communications Earth & Environment revela que el excremento de estas aves marinas emite gases que participan activamente en la formación de partículas atmosféricas y nubes. La investigación, liderada por el científico atmosférico Matthew Boyer, demuestra que el amoníaco liberado por las colonias de pingüinos desempeña un papel crucial en la formación de núcleos de condensación de nubes, especialmente durante el verano antártico.
Pingüino Adelia: el productor de guano
El protagonista involuntario de esta historia científica es el pingüino Adelia (Pygoscelis adeliae), una especie abundante en la Antártida y fácilmente reconocible por el característico anillo blanco alrededor de sus ojos. En el estudio, los investigadores centraron sus mediciones en una colonia situada a unos 8 kilómetros de la Base Marambio, compuesta por unas 30.000 parejas reproductoras. Esta especie nidifica en grandes grupos costeros y, durante la época de cría, acumula enormes cantidades de guano, lo que convierte a estos animales en una fuente clave de amoníaco atmosférico, como demuestra el trabajo de Boyer y su equipo.

Colonias olorosas y química en el aire
En el verano de 2023, un equipo de investigación se instaló en la Base Marambio, en la isla Seymour, un punto estratégico por su proximidad a varias colonias de pingüinos Adelia. Allí, con instrumentos de alta precisión, comenzaron a registrar concentraciones de amoníaco en el aire que, en algunos momentos, alcanzaron hasta 13,5 partes por mil millones, unas mil veces por encima del nivel habitual.
Este pico se producía cuando el viento soplaba desde una colonia cercana de 60.000 pingüinos, situada a unos ocho kilómetros de distancia. Sorprendentemente, incluso después de que los animales abandonaran la zona como parte de su migración estacional, el terreno impregnado de guano seguía liberando gases. El suelo se comportaba como un fertilizante de liberación lenta, manteniendo niveles de amoníaco 100 veces más altos durante más de un mes.
Lo relevante no es solo el mal olor que pudiera desprenderse del guano, sino su capacidad para participar en complejos procesos químicos que alteran la atmósfera. En combinación con compuestos de azufre emitidos por el fitoplancton marino, este amoníaco genera partículas microscópicas que actúan como núcleos de condensación, sobre los que se forman gotas de agua y, en consecuencia, nubes.

Un laboratorio natural sin contaminación
Antártida tiene una ventaja única: es uno de los pocos lugares del planeta donde la atmósfera está casi libre de contaminación humana y de vegetación terrestre. Esto convierte a la región en un escenario ideal para estudiar los procesos naturales de formación de partículas atmosféricas.
Según el artículo científico, “las colonias de pingüinos son una gran fuente de amoníaco en la Antártida costera, mientras que el amoníaco proveniente del Océano Austral es, en comparación, insignificante”. Esta afirmación se basa en mediciones directas realizadas con un espectrómetro infrarrojo de absorción diferencial por láser, un instrumento capaz de detectar niveles bajísimos de gases.
Además del amoníaco, el estudio identificó la presencia de dimetilamina (DMA), un compuesto orgánico también relacionado con el guano de pingüino, que potencia la formación de partículas hasta 10.000 veces más que el mecanismo que solo involucra ácido sulfúrico y amoníaco.

¿Más nubes, menos calor?
El vínculo entre estos gases y la formación de nubes no es trivial. Las nubes reflejan parte de la radiación solar, ejerciendo un efecto de enfriamiento sobre la superficie terrestre. En regiones brillantes como los glaciares antárticos, este fenómeno podría incluso tener un doble efecto: al bloquear la radiación solar, ayudarían a conservar el hielo.
Sin embargo, no todo es tan directo. La eficacia del enfriamiento depende de varios factores, como la altura y densidad de las nubes, así como del tipo de superficie sobre la que se forman. En algunos casos, si las nubes son bajas y se sitúan sobre hielo, podrían atrapar calor infrarrojo, con lo cual el efecto sería opuesto: podrían contribuir al calentamiento local.
Los investigadores observan que “las colonias de pingüinos forman fuertes fuentes puntuales de partículas en una región donde la formación de nubes puede verse limitada por la disponibilidad de núcleos de condensación”. En otras palabras, sin pingüinos, habría menos semillas de nube en el cielo antártico.

La amenaza de un bucle climático
Una de las conclusiones más inquietantes del estudio es que la disminución de las poblaciones de pingüinos podría acelerar el calentamiento del continente blanco. Este fenómeno, conocido como retroalimentación positiva, se produce cuando un cambio inicial (en este caso, la pérdida de pingüinos) desencadena una cadena de efectos que amplifican el problema original (el calentamiento).
En palabras de los autores, “proporcionamos evidencia de que la disminución de las poblaciones de pingüinos podría causar una retroalimentación positiva del calentamiento climático en la atmósfera antártica durante el verano”.
La pérdida de hielo marino afecta directamente a los pingüinos, reduciendo su acceso a alimentos y alterando sus ciclos reproductivos. Si estas colonias se reducen, también lo harían sus emisiones de amoníaco, y por tanto, la capacidad del sistema antártico para formar nubes que enfríen el clima.
Pingüinos como agentes climáticos
Este estudio pone de manifiesto una idea poderosa: la vida influye activamente en la atmósfera, incluso en los lugares más remotos del planeta. Así como las plantas emiten compuestos volátiles que modifican la formación de nubes en zonas forestales, las aves marinas cumplen un papel climático esencial en regiones polares.
El hallazgo de que algo tan aparentemente banal como el guano de pingüino esté vinculado a procesos de enfriamiento climático obliga a reconsiderar el papel ecológico de estas especies más allá de su carisma visual. No son solo víctimas del cambio climático, sino también participantes activos en su regulación.
Los autores concluyen que “estas observaciones destacan una conexión importante entre los procesos del ecosistema y los procesos atmosféricos que afectan el clima antártico”. Esta conexión, advierten, será cada vez más relevante a medida que los cambios ambientales se aceleren.
Referencias
- Boyer, M., Quéléver, L., Brasseur, Z., McManus, B., Herndon, S., Agnese, M., Nelson, D., Roscioli, J., Weis, F., Sel, S., Marincovich, G. L., Quarin, F. J., Buchholz, A., Xavier, C., Perchivale, P. J., Kerminen, V.-M., Kulmala, M., Petäjä, T., He, X.-C., Sofieva-Rios, S., Timonen, H., Aurela, M., Barreira, L., Virkkula, A., Asmi, E., Worsnop, D. & Sipilä, M. (2025). Penguin guano is an important source of climate-relevant aerosol particles in Antarctica. Communications Earth & Environment, 6, Article 368. https://doi.org/10.1038/s43247-025-02312-2.